12. Cristal

Personaje: Shinsō Hitoshi.

Advertencia: sad.

Pedido de: -Sakki

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— ¡Ella es Crisla! — exclamó un testigo animado en cuanto la figura de aquella dama se hizo presente.

— ¡Estamos a salvo! — gritó otro con euforia al verla.

Sonrió, una sonrisa tan cálida como un sol de verano, conmoviendo a todos los presentes haciéndolos de lágrimas derramar. La multitud de presentes aplaudían y se abrazaban todos alegres mientras aquella joven sonreía transmitiendo la paz y seguridad que los ciudadanos ocupaban para calmar de esos momentos atrás que se caracterizó por estar llenos de angustia y terror.

Pero aquella sonrisa se borró de manera obligada, sus piernas flaquearon, sintió de algo subirle por esófago, quemando todo a su paso, sintió su faringe quemarle y después de un sabor amargo y metálico en su boca se propagó terminando por toser, expulsado de sangre siendo acompañado por algunos otros tejidos que a su paso por salir  desgarró.

   « Mierda »

Cayó de rodillas jadeando, sin parar por el expulsado de tejidos de su cuerpo; sus ojos se cristalizaron por el insoportable dolor que aquello provocaba en su interior, sus brazos empezaron a temblar ante aquél esfuerzo,y poco a poco su entorno se fue haciendo borroso; y de su cabeza un agudo dolor se apoderó, oyó como un molesto pitido apagó con los sonidos a su alrededor.

— ¡Llamen una ambulancia! — gritó uno acercándose a la joven heroína que no parecía tener fin expulsión de tejidos.

Los presentes alarmados empezaron a gritar y correr en busca de ayuda. La heroína se sentía arder, vió como sus dedos se fueron palideciendo mientras gotas de carmín caían sobre éstos, un coágulo sanguíneo salió de su boca haciendo que sus fuerzas acabarán, sus codos se doblegaron, cayendo contra el frío del pavimento.

Y pronto todo se hundió en oscuridad.

Despertó un tanto confundida, principalmente por no saber en dónde se hallaba, y en segundo por no recordar lo anterior a su desmayo. Poco a poco su alrededor fue tomando forma y color, notó de los vivos colores cálidos que por la ventana se asomaban, dedujo que era media día por la intensidad de los rayos. Y también dedujo que algo en ella no andaba bien al notar el montón de aparatos conectados a su pequeña cuerpo. Entonces supo donde era el lugar donde despertó: un hospital.

Suspiró de manera pesada.

— Ja, después de todo si que me excedí — dijo con cierta ironía a la nada, alzando ambos brazos observando los distintos cables y tubos adheridos a éstos.

La puerta de la habitación se abrió dejando ver de unos morados cabellos asomarse. Fue cuando realmente se sintió mal por la situación en la que se halla, observó cómo cerró la puerta a sus espaldas para después pasarse una de sus manos por su revoltosa cabellera. El joven tenía una mirada cansada, más de lo usual, y el desarreglado traje solo le decía de la mala noche de un muy largo viaje que había tenido que soportar por culpa suya. Se rascó la nuca sonriendo a su inesperada visita con notorio nerviosismo.

— Je, Hola — dijo la cobrizos cabellos — ¿Cómo estás?

Hitoshi se plantó a su lado dirigiendo de una mirada hostil a la menor que seguía sonriendo tratando de hacerle saber que todo está bien. El de orbes violetas desvío la mirada, depósito el ramo de girasoles en el florero de la mesa de noche que el hospital les había proporcionado, volvió a dejar caer su pesada mirada sobre la chica, observando a detalle el montón de aparatos conectados a su pequeña cuerpo.

— Eso debería preguntarte yo — respondió, a la joven se le fue borrando la sonrisa del rostro, empezó a rascarse la barbilla con el índice — ¿En qué pensabas al saltar al peligro de tal manera?

Sus rojizos ojos cayeron al suelo continuando con su rascar, una obvia señal de culpabilidad, nervios y arrepentimiento. Permaneció callada, y el sonido de las máquinas marcando de sus signos vitales fue de los único que se escuchó dentro de aquel blanco cuarto. Shinsō soltó aire, cerrando los ojos; pasó su mano por la cabeza de la chica acariciando con suavidad para luego con la otra aproximarla a su cuerpo, haciendo que terminara con su cabeza apoyada en el abdomen de pelimorado.

— Lo siento — dijo ella empezando a sollozar — Lo siento mucho — repitió apretando sus puños contra el cuerpo de hombre empezando a llorar — Perdóname.

Él la abrazo con mayor fuerza acariciando su largo cabello cobrizo. Dejando a que la chica llorará en sus brazos.




— Bienvenido a casa — él se dejó envolver por los cálidos brazos de la joven.

Hitoshi había contraído matrimonio con aquella chica llena de sueños y esperanzas hacía poco más de tres años. La había conocido en su último año antes de graduarse, en un principio poco le interesó aquella alegre muchacha que de todo terminaba asombrada.

Acarició su suave cabellera, sintió como ella enterró su rostro en su pecho comenzando a sollozar de manera silenciosa. Él miró a la pequeña chica con cierta tristeza; era cierto que desde hacía un año aproximadamente ya no era la misma, su tan característica sonrisa ya no era tan habitual, conocía que sus ganas por sonreír había comenzado a secarse desde que la desgracia la abordó, trayendo de una y otra y otra mala circunstancia que iban tal como el veneno, matando de manera lenta su felicidad.

Algo que para el joven Hitoshi era de lo frustrante. Pues el únicamente era de un triste observador, un testigo que hiciera lo que hiciera no podía cambiar nada por mucho que fuera su esfuerzo.

Los manos de la joven apretaron con fuerza de la blanca camisa de su marido mientras lloraba. De mala manera, el llorar en el pecho de aquel pelimorado ya se estaba haciendo costumbre. ¡Y cómo no! Si de un mal momento se derivan otros más, y de esos, otros más, hasta hacerlo de un cuento de nunca acabar.

Empezaba a dudar que Shinsō fuera feliz a su lado si únicamente estaba trayendo un montón de infelicidad desde hacía un año. Todo había comenzado cuando había decidido de dar un paso más en aquella relación al hacer de la búsqueda por un bebé que ella sabía que Hitoshi anhelaba desde meses atrás.

¿Cuál fue la sorpresa?

Debido a su kosei de cristal, se había vuelto infértil. Ese poder que en su juventud lo veía como lo más bello del mundo por el montón de magestuosas creaciones que podía llevar a cabo era la razón de el iniciar de su pesadilla. Jamás supo que el uso de aquél poder iría perforando de su interior de manera lenta, muy lenta que no podría percatarse hasta que existiera de una daño severo e irreversible, esto que se traducía a la perforación completa de su matriz volviéndola estéril de por vida.

Y debido a ello fue también el que se le fue prohibido por órdenes médicas el continuar con su trabajo de heroína por evitar de mayor daño en su organismo, cosa que la terminó devastando aún más, le había arrebatado lo que desde pequeña había soñado, y que al cumplirlo se convirtió en sus mayores pasiones, una razón a su vivir; y ahora todo se lo quitaban tan abruptamente.

— Shinsō — él se agachó un poco besando de la coronilla de la chica — ¿Eres feliz?

Hitoshi se apartó un poco de ella observándola. Y un pesado sentimiento de tristeza lo envolvió.

Su estado de salud no era el mejor, pero algo que lo reconforta era el que aún se mantenía a su lado. Ciertamente que ella había cambiado mucho, de ser una joven soñadora, fuerte y alegre a ser alguien que tenía que cargar con un tanque de oxígeno a dónde fuera, que en ocasiones necesitaba de una silla de ruedas para moverse y lo que más lo afligía, era el que ya no era de ese alguien que siempre sonriera.

— Por supuesto — respondió dándole de una corta sonrisa.

— ¿Eres feliz a mi lado? — le cuestionó.

Él se pasó la mano por el cuello, pensando en su respuesta. Lo era, pues al final de al cabo era ella de quién se había enamorado, y su amor por ella no acabaría tan apresuradamente, pero por supuesto, la situación actual de su matrimonio no era de lo más favorable como para responder « Sí » a su pregunta, pues aquello también le afectaba.

— No me hubiera casado contigo si fuera otra la respuesta — comentó.

— ¿Lo hubieras hecho si hubiera sabido de todos los problemas que iba a traerte? — volvió a cuestionar con vos temblorosa.

Él lo meditó un poco. Silencio que empezó a poner ansiosa a la joven ex heroína.

— Lo vivido a tu lado no lo cambio por nada — dijo finalmente.

Un imperceptible rubor en sus pálidas mejillas apareció, le regaló de una corta sonrisa antes de volver a abrazarlo y besar en medios de temblores sus labios.




— Nunca cambiarás ¿Verdad? — su mano se pasó por su revoltosos cabellos violetas mientras en su rostro se dibuja una media sonrisa.

Hitoshi se agachó, dejó el ramo de flores sobre la tumba donde ahora descansaba su amada. Nuevamente había usado su kosei por el bienestar de terceros, para su mala fortuna, los cristales en su interior terminaron perforando de su corazón.

— Tú simple presencia me hacía feliz, lamento no poder haberte echó entender eso — pronunció abriéndose camino a él derrame de lágrimas.

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