➳ 𝕊𝕖𝕔𝕠𝕟𝕕 𝕤𝕙𝕠𝕥.
Lɪᴘsᴛɪᴄᴋ || Lɪᴢᴋᴏᴏᴋ
❝Necesito encontrar a esa chica❞
—Rubor, iluminador, base, contorno, máscara de pestañas, delineador...
—¡Lis, apúrate, ya nos tenemos que ir! —gritó su amiga desde el primer piso.
—¡Voy! —la castaña tomó su bolso, no sin antes meter todo su maquillaje en él y salió corriendo presurosa por las escaleras, iban al instituto y estaban un tanto retrasadas ya que si Lisa no se arreglaba “decentemente” no iría.
Era una fanática del maquillaje, amaba jugar con los colores tanto en las sombras de sus ojos, como con en sus uñas y demás, pero su parte favorita...sin duda era el lipstick.
Lo amaba, pero su confiable labial que siempre llevaba consigo en su bolso y que no podía faltarle, era su lipstick rojo fresa. Era infalible, tanto que se tenía prohibido a sí misma olvidarlo.
—Otra vez vamos tarde, ¿no podrías aprovechar de arreglarte en el auto? —cuestionó su amiga mientras encendía el auto.
—Una palabra —negó con la cabeza para después mirar a su amiga juguetona— no. Conduces a lo loco siempre, Rosé, y a veces ni siquiera prestas atención a la carretera cuando tu novio viene con nosotras.
—Él no tiene la culpa —negó riendo.— Además, apuesto a que si Kook supiera lo loca que estás por él, serían novios y vivirías teniendo accidentes automovilísticos.
—Tks, tonta.
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El castaño abrió su casillero y como diariamente, cayeron varias cartas de este mismo.
—Hey, mira nada más, ¿qué es eso? —preguntó el rubio con una sonrisa pícara.
—Lo de siempre —bufó fatigado.— ¿No te lo había contado? —su amigo negó— bien, todos los días me llegan cartas anónimas de parte de varias chicas, ¿cierto? —el rubio asintió, para que seguido de ello una sonrisa y un pequeño sonrojo aparecieran en las mejillas y labios del castaño—, pero siempre hay una que está ahí sin falta, con esa característica fragancia a frambuesa y esa letra rosada con llamativas decoraciones. Esa chica que sabe cómo hacer que las palabras lleguen a mi corazón.
—Ah, ¿te refieres a la chica de la que me has estado hablando por meses pero no la conoces? —el castaño asintió.— Jungkook, sigo sin entender cómo es que te puede gustar alguien que ni conoces en persona.
—Jimin, no lo entiendes —habló el castaño con una sonrisa mientras abría la carta.— Es su forma de escribir, su forma dulce de ser y su manera de ver el mundo reflejada toda a través de las que para ti son sólo simples palabras.
—Wow... —el rubio abrió los ojos sorprendido ante las palabras de su amigo.— Miren nada más, Jeon Jungkook está enamorado.
El castaño rió y abrió aquella carta para leerla como siempre solía hacerlo, podía tener muchas otras más, pero sin duda las de su chica secreta eran sus favoritas.
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"Querido Jeon Jungkook, ¿algún día me podrás explicar cómo es que puedes ser tan lindo? Tu cabello castaño y alborotado, esa sonrisa que alegra mi día sin importar qué tan mal me sienta, tus alentadoras palabras cada vez que alguien se siente deprimido y lo animas a seguir, diciendo que confíe en sí mismo y se olvide de la opinión del resto.
Recuerdo aquel día en el que estaba llorando bajo aquel cerezo que siempre fue especial para mí, pues ahí fue la primera vez que hablamos, cuando secaste mis lágrimas con tus pulgares en señal de apoyo. Mis padres habían fallecido ese día y tú no te burlaste de mí como los demás, simplemente me abrazaste en silencio, uno que para algunas personas sería incómodo, pero para mí fue reconfortante. Extendiste tu mano y la tomé para levantarme y como acto seguido de ese, mirarte a los ojos. Ahí fue cuando supe que serías especial para mí, cuando ese escalofrío recorrió mi espina dorsal, tus ojos parecían fuego porque hacían que mi corazón se derritiera cada vez que me detenía a mirarlos, tus cálidas manos que con un sólo toque me volvían loca, que me vuelven loca.
Quizás ni siquiera leas esto, pero quiero que sepas al menos cómo nos conocimos, y el momento en el que me di cuenta que cupido flechó mi corazón. Espero que tengas un lindo día, lamento molestarte pero siento que debía decirte esto. Sin nada más que decir, me despido. Te quiero."
Atte: L♡
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El castaño sonrió mientras un fuerte sonrojo se pintaba en sus mejillas, estaría más que seguro de que su corazón en ese momento iba a mil por hora.
—Oye, ¿estás bien? pareces un tomate, ¿tienes fiebre o algo así? —preguntó el rubio con una sonrisa burlona.
—Necesito encontrarla —dijo decidido.
—¿Qué estás diciendo, Jeon?
—Necesito encontrar a esa chica, no puedo seguir así.
—Wow, no sabía que una carta pudiera ser tan poderosa —bromeó mientras soltaba una leve risa—. Me diste una idea, le escribiré una carta a Rosé, de seguro le gustará el detalle. Suerte buscando a tu chica secreta, aunque es algo difícil, salvas a damiselas en apuros casi a diario.
Sin decir más el rubio se fue dejando a su amigo solo, pero de lo que el castaño no era consciente, era que los ojos marrones de su chica secreta lo miraban desde la distancia.
[...]
Caminaba con tranquilidad por los vacíos pasillos de su instituto. 06:00 p.m, ya todos se habían ido y sólo quedaba él y unos cuántos alumnos más.
—Jeon, necesito que limpies el gimnasio como última tarea de hoy, luego de eso puedes retirarte —habló el director y el castaño simplemente asintió.
Al dirigirse al gimnasio pudo ver a las porristas practicar, pero una en especial llamó su atención. Juraría que era la primera vez que la había visto en toda su vida.
Llevaba su cabello oscuro recogido en una alta coleta, un top de los típicos que ocupan las porritas, color azul con pequeñas franjas amarillas, dejando su abdomen al descubierto y con una pequeña falda que dejaba ver sus largas y esculpidas piernas. Su maquillaje bien hecho y con un labial rojo fuerte que combinaba a la perfección con sus facciones.
—Linda... —salió en un susurro de los labios del castaño quien la miraba con una sonrisa para nada disimulada.
—Oye, ¿vas a limpiar o te vas a quedar ahí babeando? —aquella voz lo despertó de sus pensamientos. Al ver al frente pudo ver a la chica de labial rojo, misma a la que miraba hace unos segundos atrás.
—¿Babeando yo, por ti? Ja, no digas tonterías. —respondió rodando los ojos.
—En ningún momento dije que babearas por mí, no eres para nada disimulado, Jungkook —tenía razón.
Jungkook se golpeó mentalmente por haber sido tan idiota. Y enseguida le respondió nuevamente.
—Ah, bueno, avísame cuando me importen tus palabras —se dio la vuelta y siguió en lo suyo, pero no alcanzaron a pasar ni dos segundos cuando nuevamente estaba hablando con ella.— A todo esto, ¿cómo es que sabes mi nombre?
Quizás es porque estoy loca por ti y soy tu admiradora secreta...no, eso definitivamente no suena bien. Pensó la castaña.
—¿Qué te importa?
—Agh, eres insoportable. Al menos podrías irte de aquí si quieres que limpie esto en paz. Por cierto, ¿cuál es tu nombre?
—No, no te daré en el gusto —respondió con una sonrisa burlona.— Lisa, me llamo Lisa.
Sus amigas ya se habían ido, ella sólo se sentó en una banca a observar cómo el castaño limpiaba el gimnasio.
Luego de media hora al fin había terminado y para mala suerte de él, vivían cerca por lo que se fueron juntos. En todo el camino pocas veces cruzaban palabras y no era para nada más que molestarse entre sí, jugando y una que otra vez reían juntos.
—Supongo que te veo mañana, rara.
—¿Y yo a ti? Chico tonto —dijo lo último y rió, eran los apodos que se habían puesto hace unos minutos atrás. El la llamó rara por sus drásticos cambios de humor, ella lo llamó tonto sólo por gusto.
Sin más, cada uno se fue a su casa. Pasaron los meses, cada día tenían una conversación extrañamente agradable entre los dos. Cada día aquella carta que le gustaba recibir caía de su casillero. Él sólo se disponía a leerlas en silencio con la característica sonrisa de siempre.
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"¿Sabes? Te queda lindo el color azul, resalta tus ojos marrones que tanto me encantan observar. Espero que tengas un lindo día."
Atte: L♡
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El castaño sonrió algo extrañado, era la primera vez en la que en una carta su chica secreta había sido tan breve. De igual manera era lindo el gesto, pero algo extraño para su gusto.
—¿Sigues con ese jueguito de adivinar a la chica secreta? —cuestionó el rubio con una sonrisa burlona mientras se acercaba a su amigo acompañado de su novia.
—No es gracioso, Jimin. Y creo que cada vez estoy más cerca de saber la verdad.
—¿Ah, sí? ¿Por qué lo dices?
—Sólo mira esto —le mostró la carta, la cual en una esquina tenía una mancha poco visible de un labial rojo.
Los nervios se reflejaron en los ojos de la novia del rubio al ver aquello. Él lo notó.
—Amor, ¿sucede algo?
—N-no claro que no, vuelvo enseguida.
La pelirroja fue corriendo en busca de su amiga dejando a los dos amigos atrás confundidos.
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—¡LISA! —la llamó con desesperación.
—Rosé, por enésima vez, ¿qué quieres? Estaba viendo tutoriales de maquillaje y me interrumpes. Por cierto, no te preocupes, para la otra me dejas sin tímpano —respondió la castaña desde el otro lado de la línea.
—Pues no te rompería el tímpano si me prestaras atención. Bueno, ese no es el punto. Jeon tiene pistas de que su admiradora podrías ser tú.
—¡¿Que qué? Dime que es una mentira!
—Pff, Lis, no gastaría mi saldo sólo para hacerte una broma, te estoy diciendo la verdad, tonta. La última carta que dejaste en su casillero tiene una mancha de tu labial.
—Ah, es eso —habló con más tranquilidad.— Rosé, un montón de chicas pueden tener un labial rojo. No es como si le fuera a ser fácil encontrarme. Aparte, jamás llegaría a pensar que soy yo, la yo de mis cartas y en persona es totalmente diferente.
—Mm, no lo sé. ¿Cuándo le dirás la verdad?
—No lo sé. Él no puede enterarse de que la chica de las cartas soy yo, estoy segura de que se llevaría una gran decepción al saber que la chica dulce que escribe cartas para él a diario, es la misma que es detestable con él a más no poder. Escribo porque de mi boca nunca salen cosas realmente lindas, escribo porque me es más fácil expresarme. Pero el hablar conmigo nunca ha sido ni será lo mismo a que hablar con la adorable yo de las cartas.
Los días habían pasado, Jungkook se veía cada vez más desesperado por encontrar a la chica que con palabras había robado su corazón. Pero de lo que él no se había percatado era que la otra cara de la moneda también le gustaba, ese lado completamente diferente a la chica que se mostraba en las cartas, aquella chica que conoció por casualidad, con un uniforme de porrista y esa fuerte y detestable personalidad.
Nudo. Sus sentimientos estaban en un nudo que ni él mismo podía entender.
¿Acaso le estaba empezando a gustar la porrista de labial rojo a la que había apodado rara?
—Hey, Jungkook, ¿en qué piensas? —preguntó su amigo como de costumbre.— Hace días te veo demasiado distraído.
—¿Mm? Nada en especial.
Y así pasó el resto de los días, con un gran enredo en su cabeza, tratando de ordenar sus sentimientos.
09:23 p.m, el castaño estaba en su cafetería preferida, leyendo uno de sus libros favoritos, intentando distraer su mente. Pero por más que lo intentara, ella no salía de su cabeza. Con aquella piel blanquecina, esos grandes ojos marrones, sus largas piernas, y sobre todo...sus labios con aquel peculiar labial rojo que lo enloquecía.
Debo dejar de pensar en tonterías. Pensó, se levantó y salió del lugar, ya estando fuera, en un movimiento brusco, chocó con una persona. No era cualquiera, era la chica que se había apoderado de sus pensamientos. Todo el maquillaje cayó del bolso de la castaña.
—Oh, lo siento, permíteme ayudarte —habló el castaño, al alzar la mirada pudo ver a la chica que no salía de su mente. Un fuerte sonrojo pintó sus mejillas y recogió las cosas de la chica presuroso para que ella no lo notara, pero se detuvo cuando se dio cuenta de que en sus manos tenía un labial rojo, muy similar al de la carta de su admiradora.
De repente, todo conectó en su mente.
—¿Tú eres...?
—No, claro que no, estás en un error —negó la castaña rápidamente, pero el miedo y el nerviosismo reflejado en sus ojos, la delató.
—Tú eres la chica de las cartas —una sonrisa se dibujó en el rostro del muchacho mientras que la castaña agachaba su cabeza triste.— ¿Por qué nunca me lo dijiste?
Un largo silencio los inundó, hasta que ella decidió romper el hielo y responderle.
—Porque tenía miedo —soltó sin más en un susurro casi inaudible, pero sí lo suficientemente alto como para entender.
—¿Miedo? Pero...¿de qué? —cuestionó el castaño confundido.
—Tenía miedo de decepcionarte, de no ser la chica a la que esperabas, aquella chica dulce que expresa sus sentimientos sin temor alguno, aquella que escribe sus cartas con gran entusiasmo y con una tierna actitud...aquella que es todo lo contrario a lo que en realidad soy.
Dijo lo último y miró al suelo con una tristeza aún más grande a la que tenía antes. El muchacho pensó por unos segundos y finalmente, tomó el mentón de la castaña para que ésta lo mirara.
—Lisa —la nombró con dulzura—, no me importa —la muchacha abrió sus ojos en sobremanera y con gran asombro en éstos.— Sabes, creí amar a la dulce chica de las cartas, creí amar a la porrista que se considera a sí misma como detestable y...¿sabes cuál fue mi conclusión al final de todo? —ella negó, atenta a sus palabras— te amo a ti, a tus múltiples personalidades y tus drásticos cambios de humor. No importa si eres la chica dulce que expresa a través de cartas lo que no puede decir de frente, no importa si eres la porrista que ama verme estresado. Después de todo, eres la misma, eres Lalisa Manoban...la chica de la que me enamoré.
La castaña lo miró con ternura, el carmesí se apoderó de sus mejillas y su corazón iba a mil por hora. Al igual que el de él.
Las gotas de lluvia empezaron a caer, el castaño abrió un paraguas que traía con él para evitar que ambos se mojaran. Se acercó con lentitud a los labios de la chica, sus respiraciones comenzaron a mezclarse hasta que finalmente, él acortó la poca distancia que existía entre ellos, haciendo que sus labios se juntaran en un tierno y largo beso. El cual fue suficiente para demostrar un poco del amor que tenían el uno por el otro.
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