🌒// Las lunas de Park.

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Jeongyeon juntó los papeles que acababa de rellenar, y luego de un satisfecho suspiro, se dirigió a la oficina de su jefe.

Al fin, después de un mes entero de arduo trabajo, había logrado concluir su proyecto, el cual, en caso de ser aceptado, le aseguraría el ascenso al puesto de encargada general, y dejaría de ser solo una empleada más.
Tocó la puerta del señor Park, y éste le cedió el paso luego de unos minutos. Yoo ingresó emocionada, emoción la cual desapareció en el momento en que sus ojos captaron la presencia de su bendito rival laboral, Park Jimin.

— ¡Señorita Yoo! Justo estabamos hablando de usted, adelante, entre — Habló Youngji, su superior.

— ¿Ah, si? — Musitó la rubia, ingresando lentamente, y tomando asiento al lado del pelinegro.

— Así es, acabo de terminar de leer el plan de trabajo de Jimin y realmente es increíble.

— Oh, respecto a eso, señor yo-...

— No me interrumpa, señorita — Habló el mayor, y la femenina guardó silencio — Sé lo bien que ambos trabajan, y teniendo en cuenta eso, he decido lo siguiente.                                                         

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— No debe ser tan malo — Dijo Sana, tratando de calmar a su amiga.

— ¡¿No?! Por el amor de Dios, lo eligió a él como gerente y a mi como secretaria del gerente solo porque el estupido de Park lleva un mes más que yo en la empresa — Resongó la pelicorto — Oh, y aún no te cuento la mejor parte — Habló sarcástica — ¡Sus malditos apellidos son iguales! Eso fue lo que me dijo el idiota de mi jefe, y estoy 90% segura de que lo eligió por eso.

Minatozaki rió — Anda, no hagas teatro, no puede ser tan malo, mírale el lado bueno, ahora te aumentarán el sueldo, trabajar con Jimin no debe ser tan malo después de todo.

Pero lo que la japonesa no sabía, era que, en cuestión, trabajar con aquel muchacho, para nuestra protagonista, si fue todo un calvario.
Hojas y hojas de trabajos, reportes, solicitudes, y vaya a saber uno cuántas cosas más se tuvo que encargar de rellenar la pobre Jeongyeon, mientras que el tonto de Park se la pasaba tomando café y coqueteando con las chicas jóvenes que recién ingresaban.

La chica estaba arta de llegar tarde a casa por quedarse a terminar todo el trabajo de su superior, siendo que eso podía hacerlo él tranquilamente, pero no, debía joderle la existencia.

— Esto, esto, y esto, todo tuyo, gracias linda — Habló Jimin, entregándole otra pila de papeles.

— ¿Por qué debo revisar el contrato de los Jung? Ya lo hice la semana pasada, solo debes encargarte de establecer las cláusulas y poner tu firma.

— ¿Ah si? No lo noté.

Le quitó las hojas de la mano, las apoyó en la mesa, y siguió en lo suyo. Jeong se estaba por ir, pero alcanzó su límite de paciencia .

— ¿Al menos siquiera tomas en serio mi trabajo? Te recuerdo que soy tu secretaria, no tu esclava.

— Si si, lo que digas, ya puedes retirarte.

Ejerció más de fuerza en el agarre de los papeles, pero para evitar ser despedida por homicidio, prefirió salir pacíficamente por la puerta y evitarse problemas.

Las horas pasaron, y su horario de salida se extendió una hora. Estúpido Park.
Al terminar sus cosas, se recostó en el respaldar de la silla, y miró al techo, cuando de repente, un golpe algo inesperado la hizo sobresaltar. Miró a la mesa, y allí halló otra pila nueva de documentos.

— Te agradecería mucho si pudieras tener listo esto para mañana cuanto antes, ¿si, linda? — Pidió Jimin, dedicándole una coqueta sonrisa.

Listo. Esto ya era suficiente. ¿Qué demonios estuvo haciendo en su oficina todas estas horas que no pudo terminar de rellenar los papeles él mismo?

— ¡¿Acaso buscas hacerme colapsar o qué mierda te traes conmigo?! — Exclamó, parándose de su silla.

— ¿Por qué lo dices, linda?

— ¡Ya deja de llamarme de esa manera, maldita sea! — Se exasperó — ¡Deja todas tus porquerías y tomate en serio mi maldito trabajo, carajo, estoy arta de ti y todas tus actitudes idiotas!

Y con eso último, un balde de agua fría cayó sobre nuestra protagonista, quien no soportó mucho, y terminó por desmayarse.

— ¡Jeongyeon!

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Sintió unos pequeños golpesillos en su mejilla, y eso la ayudó a tomar un poco de conciencia.
Abrió los ojos, y se encontró en un sillón ubicado en una oficina ajena a la suya.

— ¿Ya estas mejor, linda? — Oyó la voz de Park a su lado, quien le ofreció un vaso de agua.

— Deja de llamarme así — Se quejó, tomando el vaso para saciar la sed de su garganta.

— Antes te gustaba que lo hiciera.

— Antes, ya no somos adolescentes, Park.

El silencio abundó en la sala. Ambos miraban al suelo, y ninguno musitaba palabra alguna. La tensión podía cortarse con tijeras.

— ¿Te has hecho el tatuaje que querías? — Inquirió el rubio de la nada.

— ¿El de perritos? — Él asintió — No, no he tenido tiempo, y tampoco me animé a hacerlo.

"A mi me gustaría tatuarme lunas en la espalda" Recordó un lejano deja vu de su adolescencia.

— ¿Y tú? ¿Te hiciste las lunas? — Se atrevió a decir.

Jimin sonrió ladino, se giró a verla, y Jeong, desde su lugar en la otra punta del sofá, hizo lo mismo.

— Por lo visto, aún conservas tu sueño de ser astronauta — Pronunció.

El joven se levantó, e inició a quitarse su corbata, haciendo que la sangre de la femenina hierva. Al concluir dicha acción, prosiguió a desprenderse los botones de la camisa.

— ¿Q-qué haces? — Se aceleró Jeongyeon.

— ¿No es obvio? Solo quiero mostrarte el tatuaje — Sonrió pícaro.

Terminó de quitarse la prenda, y dio cinco segundos para que la menor apreciara su marcado abdomen, luego volteó, y permitió ver el hermoso tatuaje que enseñaba las fases de la luna.

Yoo quedó encantada, a Park siempre le gustó el diseño pero jamás se atrevió a hacerlo, incluso cuando ella le insistía tanto. De repente, sus ojos se desviaron a los hombros del coreano. No los recordaba tan marcados.

— ¿Sabes? Hasta donde yo recuerdo — Habló Jimin — Aún me debes un último beso.

— ¿E-eh? ¿De qué estás hablado ahora?

— Cuando terminamos — Giró levemente su rostro y la vio de costado — Esa vez subiste al metro demasiado rápido y no me diste tiempo a besarte por última vez.

El silencio volvió a aparecer, y la piel de la femenina se erizó al ver como el rubio giraba completamente y se acercaba de una forma brusca a su rostro, retrocediendo por impulso, y terminando contra el respaldar del sillón.
Sus ojos la penetraban de una manera intensa, y el deseo de ambos logró sentirse a kilómetros de distancia. Hasta que finalmente, el coreano acortó los centímetros que lo separaban de la boca de Jeong, y la besó, tal y como había querido hacer desde el momento que la vio ingresar a la compañía.

Tímidamente, Jeongyeon llevó sus manos a la espalda del mayor, y con su índice marcó el recorrido de las lunas, subiendo y bajando varias veces.

"Algún día, cuando me haga el tatuaje, prometo que tu serás la primera en dar una vuelta por ellas" Recordó una vieja conversación, mientras que Park besaba su cuello y luego bajaba hacia su clavícula.
Éste comenzó a desabrochar la camisa de la mujer, y dejó un rastro de besos desde el cuello hasta el ombligo, mientras que sus manos vagaban por el cuerpo de la menor.

Ambos estaban en el cielo.

Poco a poco, comenzaron a despojarse de algunas prendas, y el resto... Bueno, todos ya sabemos lo que ocurrió allí.

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— ¡Yoo Jeongyeon! — Se oyó un grito, y casi todos los presentes en la sala voltearon a ver.

La susodicha rodó los ojos — ¿Qué sucede?

— ¿A ti te parece adecuado presentarme el proyecto de esta manera? — Acusó su superior, tirando un montón de papeles al piso — Quiero que lo rehagas y lo presentes mañana en mi oficina a primera hora, ¿quedó claro?

Jeongyeon asintió, y se agachó a juntar las hojas.

¿Ya vieron el cuello del señor Park?

— ¡Sii! No sabía que tenía novia.

Los murmullos no se intentaban ocultar de sus oídos, y la castaña sólo se rió por dentro. Maldito, si quería que se quedara hasta tarde solo debía decírselo en vez de hacer todo ese show. Ya hablaría con él luego.

Las horas pasaron, y como se le ordenó, Yoo se quedó a rehacer el proyecto.

Se encontraba delante de la impresora, tocando algunos botones, cuando de repente, unas manos se deslizaron por su cintura.

— Te dije que no dejaras marcas, linda — Susurró Jimin en su oído, apegandola más a su cuerpo.

— Qué me importa — Dijo sin interés, siguiendo en lo suyo — Por cierto, tu beso de ayer, no me gustó.

Park rió. Todavía recordaba eso — Entonces tendrás que devolvermelo.

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Nimin_36

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