⛓️// La Chica Del Cementerio.

El cementerio, jamás le gustó pasar por allí.

Sus amigos siempre le contaban historias, diciendo que alrededor de éste, un centenar de espíritus lo rodeaban, algunos eran buenos, otros malos, pero no quitaba el hecho de que seguían siendo espíritus.

Nunca pensó que estaría dentro de uno, jamás pasó por su mente la pequeña idea de entrar, pero ahí estaba, viendo como enterraban a su madre.

El pequeño Kim TaeHyung, de tan solo ocho años, fue testigo de la manera en la que su amada madre, se iba desvaneciendo poco a poco.

Veía como todos sus familiares lloraban por la pérdida.

Hipócritas. Pensó.

Nadie, absolutamente nadie, ni siquiera su propio padre, habían sido capaces de ayudarla cuando fue diagnósticada con leucemia.

Ya no había vuelta atrás, ella ya estaba muerta, y lo único que podía hacer era seguir adelante, pues la muerte es lo único que no se puede cambiar en ésta vida.

Su abuela paterna inició hablar, contando como su madre fue la peor nuera que tuvo, pero que aún así la había aceptado, haciendo que su sangre se hierba de la ira.

Por respeto a su mamá, optó por quedarse callado y correr la vista.

A lo no muy lejos, pudo ver a una bonita chica frente a una tumba, tenía un semblante neutro, mirando fijamente la lápida, vestida de pies a cabeza con ropas negras.

De un momento a otro, ella lo miró.

Kim podría jurar que ni viendo todas las películas de terror que existen, se podrían comparar al miedo que sintió en ese instante.

Su mirada era penetrante, sus ojos chocolates lo estaban atravesando, hasta que finalmente apartó la vista de ella.

Por lo que pude ver, la joven no tenía apariencia coreana, aunque sinceramente, eso era lo que menos le interesaba, lo que le llamó la atención fue ver la belleza que ella poseía, probablemente deba tener quince o dieciséis años.

Dos años después~

— ¿Crees que le gusten? — Preguntó Tae, enseñándole a su tía un ramo de rosas.

— Claro que si, tesoro — Respondió la mujer.

Ambos se dirigieron hasta el lugar donde yacía enterrada su madre.

— Demonios, olvidé las velas en el auto, adelantate, yo te alcanzo luego — Avisó la mayor, volviendo por donde vinieron.

El pelinegro asintió, para después seguir caminando con las flores en mano. Ya pasaron dos años, y aún dolía su partida.
Cuando llegó a su destino, las depositó frente a ésta, y seguidamente, acarició la foto de su mamá.

Tomó un poco de aire, y corrió un tanto la vista, observando cómo los árboles que antes eran plantas pequeñas, ahora estaban altos, pero no sólo eso, también pudo ver a una muchacha, y su silueta se le hizo conocida.

Se quedó viéndola un rato, tanto que la misma chica se volteó a verlo, comprobando, en definitiva, que ella era la misma que vio el día del entierro.

La curiosidad lo mataba, por lo que caminó hasta ella, ésta al verlo, regresó su mirada a la tumba que estaba observando.

— Hola — Saludó una vez estuvo cerca suyo.

— Hola — Habló serena.

— A quién... ¿A quién vienes a ver? — Consultó nervioso.

Pero ella no respondió, solo se dio vuelta y lo dejó solo. El menor la siguió con la mirada, hasta perderla de su campo visual, entonces regresó sus ojos a la lápida que estaba adelante, encontrándose con letras japonesas las cuales no entendió.

— ¡TaeHyung!, aquí estas, te estuve buscando, vamos, ya tengo las velas — Informó su tía.

— Bien, vamos.

Diez años después~

— Ah, es tan linda, madre, ojalá pudiera acercarme a ella, tiene unos ojos, y una voz que-... Ah — Suspiró, para luego tirarse hacia atrás.

Estaba enamorado, eso era algo innegable, y su madre lo sabía, él iba cada fin de semana a verla, le contaba todo sobre su vida, no quería que ella pensara que la había olvidado.

A veces tenía vergüenza de ir, puesto que siempre se encontraba con la misma muchacha de hace doce años, había veces en las que iba y no la hallaba, sintiéndose más cómodo de charlar con su mamá.

Pero hoy no era la excepción, ella estaba sentada frente a la misma tumba de siempre, hace unas semanas se dispuso a aprender algo de japonés, así podría leer lo que estaba escrito en aquella piedra, y resolver todas sus dudas.

La de cabellos negros se levantó de su lugar y salió del cementerio.

Ahora. Pensó el castaño.

Se paró, y corriendo se acercó al sepulcro para leer las palabras.

"1989 - 2005 Minatozaki Sana.
Proveniente de Osaka, Japón"

— ¿Qué haces en mi tumba? — Cuestionó la muchacha.

— ¿T-tu tumba?, ¿tu eres Minatozaki Sana? — Titubeó el chico, volteandose asustado.

— Si, esa soy yo, fui asesinada hace doce años y nueve meses, red de trata, nunca me encontraron — Relató sin cambiar su expresión.

— Vaya, que buen chiste — Se burló él — A ver, si eres fantasma, ¿por qué te puedo ver?

— No me digas fantasma, solo soy un alma que no encontró la paz, pero si gustas, allí hay una foto de mi, limpia la placa y verás.

Kim se rió levemente, se agachó y sacó la tierra de la placa, comprobando que, en teoría, era ella quien estaba bajo sus pies.

— ¡Imposible!, no puede ser que estés muerta — Musito, viéndola con temor.

— ¿Con quién hablas, joven? — Consultó una anciana que pasaba por allí con su nieto.

El regresó su vista a Sana, pero no la vio más — Lo siento señora, con nadie — Sonrió, dándole una reverencia.

La mujer imitó el gesto, y siguió su camino.
El mayor volvió a mirar hacia delante, notando que, técnicamente, ella seguía allí.

— Entonces... Dime cómo moriste — Pidió.

— A los trece, un sujeto me secuestró a mí y a mi hermana, nos llevó con otros tipos, los cuales nos vendieron a prostíbulos, luego de tres años, un día traté de escapar, pero me mataron, nadie me buscó, una señora que trabajaba para ellos me enterró aquí, jamás supe sobre mi familia, ni mucho menos sobre mi hermana — Finalizó, dejando caer una lágrima negra por su mejilla.

— Y tu hermana... ¿Cómo se llamaba?

— Umh, no recuerdo.

— Si la encuentro... ¿Descansarás en paz?

— Tal vez.

— Te ayudaré, prometo hallarla — Aseguró.

Se levantó del suelo, se sacudió el pantalón, y salió corriendo de allí.

Kim era conocido por cumplir las promesas que hacía, y el hecho de haberle dado una a un muerto, no cambiaría las cosas.

Cuatro meses después~

Fue una búsqueda de las más costosas que hizo en toda su vida, tardó demasiado en encontrar el paradero de la chica del cementerio, pero al hacerlo, se dio cuenta que la respuesta siempre estuvo a su lado.

— ¿Qué hacemos aquí, Tae? — Indagó su amiga, siguiendo al más alto.

— Sabes que yo no rompo mis promesas, y hace cuatro meses, le hice una a ella.

El castaño señaló una tumba, y la chica lo miró confusa, pero luego se acercó a leer el nombre de la persona enterrada.

— N-no puede ser — Murmuró.

— Gracias TaeHyung — Susurró el alma en pena.

El susodicho se dio vuelta, viendo como la japonesa le sonreía, iluminando su ser, para después; comenzar a desvanecerse.

Lo prometí, Sana, descansarás en paz.

Nimin_36

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