𝐏𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫𝐨 | 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐞 (1/2).
Disclaimer: los personajes no me pertenecen. Son autoría de Akira Toriyama.
Título: Una sorpresa para Gine.
Locación: Vida normal. Sin poderes.
Advertencias: Ninguna.
➨NARRADOR OMNISCIENTE.
—Algo le pasa a Gine —el hombre de la cicatriz aseguró, antes de vaciar por completo aquél chupito abastecido en una fuerte cantidad de vodka.
El liquido quemó su garganta, rastros de el permanecían en sus humedos labios y su cerebro no tardó mucho en responder a los estímulos que ocacionaba el alcohol en sangre. Para él era como una pequeña anestesia, un descargo que dejaba en evidencia su frustración.
—Ajá ¿Y por qué diablos me lo cuentas a mí? —también lo secundó bebiendo una botella de cerveza.
Bardock no dijo nada.
Su hijo mayor rodó los ojos y pasó uno de sus brazos por encima de los hombros de su progenitor. Ocultaba su diversión con mucho esmero, pues su padre no dudaría un minuto antes de propinarle un buen golpe si llegaba a burlarse de él.
—Déjame adivinar —dedujo hilarante, al mismo tiempo que fruncia su nariz— eres un viejo apático, gruñon y cascarrabias que no tiene amigos. Wow, triste realidad.
—Tsk, no es verdad —Bardock negó, sujetando la botella para volver a llenar su vaso.
Raditz sostuvo su mano y lo frenó en seco antes de que pudiese hacerlo. Le dijo que no había necesidad de emborracharse tan temprano ¿Cuál era el afán?. Como de costumbre, el de la cicatriz hizo lo que quizo.
—Menciona uno de tus amigos —su hijo mayor lo desafió en tono burlesco.
El contrario lo pensó por un minuto.
—¿Tōma? —respondió inseguro. A lo que obtuvo una carcajada sonora de parte de Raditz.
—¿El mismo que se pasea por el gimnasio reclamando que te follaste a su hermana? —el muy desvergonzado refrescó la memoria de su padre.
—Hace ya veinte años de eso —Bardock se defendio frotando su cien con verguenza. Un rubor pintó sus mejillas— ni siquiera fue bueno. ¿Qué? ¿Maldice a mis espaldas? ¿Aún no me perdonó por eso?.
—Papá —el de pelo largo entonó con obiedad—: te maldice en la cara. Y dudo mucho que: Bardock ¡Maldito bastardo! Sea un apodo común entre los amigos.
—¿En verdad? —su padre lo miró sorprendido— siempre que me saludaba de ese modo, yo le respondía: Tōma ¡Que hay mal nacido! —confesó, analizando los hechos— pensé que era lo nuestro.
—Sin dudas te odia —concluyó, elevando su mano para pedir otra bebida a la camarera. Bardock frunció el ceño y Raditz reclamó— hey ¿Piensas que me gusta faltar a mis citas de tinder por estar aquí contigo?. Al menos paga algo, viejo tacaño.
Sin dudas se sentía patético, bebiendo en ese bar de pacotilla junto con su hijo mayor.
Él solo quería encontrar una respuesta para mantener su matrimonio a flote, la distancia lo estaba matando.
Cuando Raditz vió a su padre sin intenciones de volver a comunicarse, recostado sobre la barra de madera y bebiendo como si no hubiese un mañana; dispuso ser un buen hijo.
—¿Dices que algo le pasa a mi mamá? —el de cabello largó intentó retomar la conversación.
Observándolo de costado, con una mejilla recargada en la barra, Bardock asintió.
—Ajá, y... ¿Qué te hace pensar eso?. Yo la veo bastante bien.
—Señales —su progenitor masculló antes de beberse otro trago, directo de la botella.
—¿Pelearon?.
—No.
—¿Le hiciste algo?.
—No que yo recuerde.
—¿Muestra indiferencia contigo?.
Lo ignoró.
—...
—Papá —Raditz encaró su mirada por la fuerza.
—Quizá.
Su hijo le arrebató la bebida de las manos, sin importar sus gruñidos, arrebatos y quejas previas. Había despertado su curiosidad y ya comenzaba a fastidiarle que el mayor divagara tanto para hablar del tema.
—Sé más específico —exigió tolerando la mirada asesina de Bardock— y habla en oraciones largas. No bocablos, monosílabos, gruñidos y miradas matonas ¿Bien?.
Bardock aceptó sin mucha gracia.
:—Oh, y también vas a tener que pagar mi cuenta. Olvidé mi billetera en la casa —añadió lo último con picardía.
—Que conveniente —Bardock bufó sacando la billetera que guardaba en sus bolsillos.
—¡Eres el mejor! —Raditz felicitó palmeando sus hombros con felicidad— ya decía yo que no eras tan tacaño.
—Si, si —el mayor extendió su pago respectivo a la amistosa mesera— volviendo a lo de tu madre...
—Dispara tus supuestas "señales".
El de la cicatriz hizo una lista en su cabeza para comenzar a enumerar algunas cosas:
—Ya no me da masaje cuando regreso de entrenar —comenzó diciendo.
—Ajá —su hijo lo dejó proseguir.
—No separa la ensalada del pure de papas como a mi me gusta —el de la cicatriz quejó— ella sabe que odio cuando esos dos alimentos se mezclan.
—Papá...
—Todo el tiempo se lo pasa trabajando. Cuando llega, no hace solo más que usar ese maldito celular —el de la cicatriz emitía con fastidio— no me dirige la palabra, duerme a mis espaldas. Y... ¡Se rie sola con esa maldita cosa!.
—Por lo que tengo entendido, el restaurante gastronómico está obteniendo fama ultimamente —Raditz argumentó recargando su mentón en la mano— de seguro mamá está muy ocupada con eso, siempre quizo ser una chef reconocida. Y eh visto muchos post en sus redes sociales, publicitando a Rábanos y Zanahorias.
—Sinceramente, me importa un comino —el mayor siseó muy enojado.
Su hijo se cruzó de brazos.
—Suenas, y te ves como una ama de casa necesitada —el de pelo largo le reclamó, sin entender el porqué de su comportamiento volátil— ve a estrenar, has algo provechoso y no jodas. Viejo, estás exagerando.
—Lleva un mes sin tocarme ¿Tienes idea de lo que significa eso para mí?.
—Bebito —por medio de un trago Raditz se burló con disimulo.
Bardock lo sujetó del cuello de la camisa y lo sacudió un poco sobre la barra. Finalmente, dejó caer su mentón sobre el hombro de su hijo, que tuvo que tolerar el hedor desagradable de su boca.
—Solo exijo un maldito minuto. Tiempo de calidad con mi esposa —su padre confesó. Un notable atizbo de trizteza remplazó esa voz furica— muero por tocarla, besarla, verla reír.
—Por Ozaru, viejo —su hijo quejó— ten un poco de dignidad.
En caso de no tener unas copas encima, Bardock no era de hablar así en lo absoluto.
—Me gusta cuando se enoja conmigo porque no recorto mi barba y le raspa al querer besarme, me gusta acariciar sus pe...
—¡Basta! ¡Hiug! —Raditz lo frenó antes de que diga algo que no quería escuchar. Su padre se dejo llevar por la confianza del momento y casi habla de más— suficiente. Papá, habla con ella de una maldita vez.
Después de diez copas, la voz de Bardock se percibía un tanto mas gruesa y torpe que de costumbre. Ya estaba en estado de ebriedad y no conjugaba muy bien sus frases. Siquiera su cerebro respondía a lo que este le mandaba.
—No puedo... me odia —el de la cicatriz pronunció en una risa amarga—. Ayer, escribió la palabra idiota encima de mi bistec. Con mayonesa ¿Qué fue lo que le hice?.
—Clásico de mamá —Raditz reconoció resoplando divertido— ahora entiendo a quién salió tan infantil Kakaroto.
—¿Qué hago?.
Su hijo mayor suspiró.
¿Que tan desesperado estaba su padre para pedirle consejo a él?.
—Si Gine me deja, yo...
—¿Cuándo fue la ultima vez que salieron juntos? —Raditz rebuscó una forma de que pudieran reconciliarse. Si bien le gustaba la cerveza grátis, no era bonito ver a su padre sufriendo por amor.
—Mi última pelea —Bardock lo recordó esbozando una pequeña sonrisa. Durante su carrera como boxeador, la de cabello corto siempre lo acompañaba en todo— me cuidó tanto después de eso. Solo se oía ella, gritaba a todo pulmón desde las gradas alentandome e insultando al árbitro cada que podía. Por poco nos echan. Pero, esas cosas le encantan.
—Si, de seguro ver a tu esposo intercambiando golpes y escupiendo sangre en una cubeta de metal ah de ser tan romántico. El sueño de toda chica —Raditz ironizó en desacuerdo ¿Realmente su padre desconocía esa información? — mamá odia la violencia. Solo va a las peleas para darte gusto a tí.
¿Solo para darle gusto?.
Imposible...
Bardock sintió su pecho oprimirse en un profundo peso de culpa.
¿Tan egoista había sido él con su esposa?.
¿Cuando fue la ultima vez que hicieron algo que ella quizo?.
Ahora comprendía porqué estaba enojada.
Su comportamiento fue sumamente mezquino y egoísta.
Quizá olvidó algo que para ella era importante, o cometió una equivocación. Se sentía tan en falta con Gine; quién únicamente se dedicó a hacerlo feliz toda la vida.
—¿Qué hago? —volvió a repetir por segunda vez en el día. Esta vez su duda tenía mas pesar que en la primera ocasión.
Después de varios minutos, su hijo tuvo una idea.
—Por ahora, dame el número de tu tarjeta de crédito para que pueda hacer unas cuantas compras —explicó el azabache, entregando su celular con el que se supone; Bardock accedería a su cuenta bancaria digitalmente.
—No estoy seguro.
—Viejo, no te queda de otra —argumentó el primogénito encogiéndose de hombros— ¿Quieres sorprender a mamá?.
El de la cicatriz renegó hasta que su hijo le ganó por cansancio. Y terminó digitando la clave de su cuenta bancaria en el celular.
—Bien —cuando hubo acabado lo que restaba de cerveza, con su padre a cuestas dispuso abandonar el bar— regresemos a la casa para descansar. Mamá llega por la noche y no te conviene que te vea así de moribundo.
—C-callate.
❱❱❱
—Gine.
Bardock llamó a su esposa, quien caminaba tranquilamente por la calle con un vestido floral. Sus ojos brillaban y en sus mejillas se formaba ese hoyuelo tan característico que tenía al sonreir.
Bardock la admiró varios metros a distancia, era preciosa. No quería frustrar su paz y felicidad, parecía estar bien en mucho tiempo.
No cansada.
O agotada como ultimamente.
Ella era una espada de doble filo. Su debilidad y fortaleza. La razón por la cual su vida cobró sentido.
Por muchos años batalló evitando lo que la delicada mujer le provocaba; sin embargo, nunca pudo arrancar ese sentimiento de su corazon.
La amaba.
Con locura.
Esa mujer era su perdicion.
—Gine —volvió a llamar, pero esta parecía no escucharlo.
De pronto, un hombre se apareció en la avenida por donde caminaba.
Ella corrió en su encuentro.
Lo besó, tocó y acarició justo como hacía con él.
Entonces...
Una inmensa rabia atormentó a Bardock, regresando nuevamente los impulsos destructivos de su pasado.
Esos demonios que Gine lograba contener ahora querían escaparse.
Iba a matarlos a ambos.
Cuando despertó.
—¿Ya es navidad? —la voz de Kakaroto se escuchó por todo el comedor.
Raditz, quien organizaba la cena en la cocina asomó la cabeza entre medio de la puerta para examinar que hacía su hermano menor.
—¡Kakaroto! ¡Eres un entrometido! —reclamó el mayor, avanzando para cubrir la caja de cartón entre sus manos— ¡Te dije que pongas la mesa!.
—Ya lo hice ¿A que hora vamos a comer? —el menor cuestionó frotando su barriga— ¡Estoy muriendo de hambre!.
—Nosotros nos vamos —aclaró cuando observó como su hermano miraba con amor el postre que había sobre la mesa. Tenía menos fresas de las que recordaba, Raditz dedujo que Goku era el responsable de esto— la casa esta noche queda solo para nuestros padres.
—¿Y eso porqué?.
Bardock interrumpió la conversación.
—¿Qué es todo esto?.
La casa estaba ambientada con velas aromáticas encima de los muebles, una luz tenue apenas brillaba en el comedor. Vários postres adornaban la mesa y dos bandejas redondas cubrían una cena para dos bien lograda. La mesa tenía un arreglo de rosas rojas y habían petalos esparcidos en el suelo, que llegaban hasta la puerta.
Bardock se levantó del sillón y arrebató la caja roja que Kakaroto sostenía en sus manos.
—¿Y esto? —el hombre de la cicatriz esbozó una sonrisa torcida cuando sujetó en sus manos un par de ligas, cadenas y accesorios de lenceria erótica que enseguida imaginó en su esposa— pensé que por regalo: te referías a una lavadora, algo para la cocina o cualquier chucheria.
—Ya tiene trabajo ¿Quieres ofrecerle más? —su hijo se excusó buscando en la caja algo que tenía apartado para si mismo— esto tienes que usarlo —extendió una pequeña prenda similar a una tanga— y esto... —sacó una pequeña caja que contenía como logo la marca de apple— esto es mío.
—De seguro a tu madre todo se le verá genial —Bardock lo felicitó con una palmada en la espalda y una sonrisa de gratitud.
—No es para mamá.
Aclaró.
Borrando enseguida la sonrisa que permanecía en el rostro de Bardock.
—¡Ten buena noche! —su hijo mayor se despidió, dificilmente pudo despegar a Kakaroto del pastel de fresa.
—Raditz, vuelve aquí mocoso —reprendió, siguiendo sus pasos. Observando de camino las telas rojizas, que venían acompañadas de un moño brillozo y una imagen de muestra— ¡Maldición! ¡¿Que demonios es esto?!. ¡Raditz! ¿Y esa caja en tu mano?.
—Oh ¿Esta? —el de pelo largo solo se dignó a responder su última duda— nuevo celular. Tú me lo regalaste.
—¡¿Qué?!.
—¡Adios viejo! ¡Toma el crédito y luego me agradeces! —antes de que pudiese alcanzarlo, Raditz cerró la puerta en sus narices.
Bardock suspiró y pateó la caja lejos de él.
No quería ni imaginarse cuanto le habían costado a Raditz todas esas tonterías. Pero, observando a detalle todo su alrededor: la comida, velas, flores, globos y fotos. Sabía que a su esposa le encantaría.
¿Y que mejor que cerrar la noche? Cambiando un poco la monotonía para brindarle nuevas experiencias a su esposa. Revivir la chispa del amor.
Lo reconsideró por un tiempo.
Gine llegaría en media hora.
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