Memories

Kiku se miró al espejo, su figura desnuda se apreciaba en al gran espejo. Su cuerpo esculpido y musculoso, pero delicado, su piel tersa y pálida, parecía ser el hombre perfecto. Era simplemente hermoso a la vista.

El japonés dio la espalda al espejo dejando ver su espalda, la piel del lugar no era tan hermosa como el resto de su cuerpo. En su espalda tenía dos horribles cicatrices de un color morado rojizo, la piel del lugar era levemente esponjosa y alrededor la herida había cicatrices similares a telas de araña.


La primera cicatriz iba desde su omoplato en diagonal hasta más abajo de la mitad de su espalda, la otra era un poco más profunda que la primera hasta la cadera. Ambas cicatrices parecían formar una diagonal morada en su espalda.

El morocho suspiró al mirar las cicatrices que aún dolían, incluso con una suave caricia. El dolor en la zona era infernal.

Era seis de agosto, día del terrible atentado contra Hiroshima hace setenta y un años. Esa semana se harían homenajes a los fallecidos en el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki en todo Japón.

Otro suspiro se hizo sonoro en la habitación de baño.

Kiku se metió a la tina para darse un relajante baño de agua caliente, sus músculos se relajaban y sus cicatrices ya no dolían tanto ante el cálido contacto del agua. Kiku miró al techo del baño, suspirando antes de cerrar sus ojos.

Flashback

Era 6 de agosto de 1945 en Hiroshima, Japón hablaba con su superior acerca del tratado de paz que firmarían ese día a las diez de la mañana, para así finalizar con la guerra.

Eran las ocho y quince de la mañana y Kiku caminaba por las aceras. Miró el despejado cielo de ese día y sonrió, al fin tendría la paz que tanto ansiaba.

La nación observó como una nave americana volaba sobre la ciudad, y se preguntó ¿Qué hacía una nave estadounidense allí? Seguía mirando curioso y escuchó a Alfred reír como solía hacerlo normalmente, desde lo alto ¿Qué planeaba?

El japonés miró como un tipo de misil salía desde el avión e iba descendiendo peligrosamente hacia la ciudad de Hiroshima. En alerta, Kiku corrió lo más lejos que pudo, ganando la mirada confundida de los citadinos.

La bomba que se dirigía hacia la ciudad explotó al momento en que Kiku caía al suelo, sintiendo en horrible dolor en la espalda, soltando un grito desgarrador al sentir como algo quemaba la zona, y la nación cayó desmayada.

El 9 de Agosto el joven japonés despertó en uno de los hospitales a las cercanías de Nagasaki, aún sintiendo
un agudo dolor en su espalda. Miró alrededor observando con detenimiento a los otros heridos de Hiroshima. Japón se sentía horrible.

La hora era desconocida para el oriental, quien se levantó de la camilla y miró la ciudad de Nagasaki desde lo alto. Sonrió al ver la tranquilidad de la ciudad.

Japón sintió un extraño hormigueo en la parte baja de su espalda, realmente picaba. Una explosión de colores naranja se vio en la ciudad de Nagasaki y aquel hormigueo se convirtió en un dolor insoportable, aún peor que el anterior.

Kiku cayó al suelo por el dolor gritando y llorando, sentía náuseas y se sentía muy débil. Con cierta dificultad, caminó hacia Nagasaki, mirando todo destruido. Cayó de rodillas con la mirada gacha, con lágrimas en los ojos y cubierto de sangre ¿Por qué Alfred le hizo esto? ¡¿Por qué?!

El rubio de ojos azules y lentes se acercaba, miró a Kiku desde arriba con una sonrisa.

— He ganado — Dijo el norteamericano — ¡Soy el héroe! — Exclamó alegre.

Japón lo miró dejando a Estados Unidos helado. Su ojo izquierdo se tornó negro con tres triángulos amarillos unidos de la punta; el signo de la toxicidad.

El japonés comenzó a toser fuertemente, le dolía el pecho, sentía sus pulmones siendo contaminados. Escupió sangre. Sosteniendo su pecho por el insoportable dolor. Cayó al suelo retorciéndose de dolor.

¡Japón! —gritó el rubio sosteniendo al morocho entre sus brazos.

— ¿Por qué? —dijo con dificultad el azabache mirando al americano — ¿Por qué me hizo esto cuando estaba dispuesto a firmar la paz? —sollozó.

Alfred abrazó al japonés sollozando y murmurando: — Oh God ¿Qué hice? ¿Qué fue lo que hice? Soy un monstruo. No te preocupes Kiku, yo te ayudaré. Juro que todo va a estar bien.

Fin del Flashback

El japonés abrió los ojos encontrándose con un par de ojos cielo y el sonriente rostro de su pareja.

— Alfred —murmuró el morocho con una pequeña sonrisa.

— No deberías dormir en la tina, puede ser peligroso —dijo el energético rubio acariciando su mejilla.

— No dormía. Sólo vinieron recuerdos hoy, es todo —respondió Kiku mirando al techo.

Alfred agachó la mirada, con tristeza, antes de abrazar a su novio con fuerza.

— Alfred, me duele. — Se quejó el asiático con una mueca de dolor.

— Lo siento, no quise lastimarte. No quiero volver a lastimarte nunca más — sollozó el estadounidense acariciando con suma delicadeza la piel herida del Japonés.

— No se preocupe, todo está bien. Aún duele, pero no importa — Respondió Japón acariciando el rubio cabello de Estados Unidos.

— Lo siento Kiku, lo siento tanto — Sollozó el de ojos zafiro mirando directamente a los ojos marrones del japonés.

— No necesita disculparse, yo lo perdoné hace mucho; además, me lo merecía por lo de Pearl Harbor — Sonrió el de ojos chocolate antes de dar un tímido beso en el hombro del americano.

— Esto no es nada comparado con lo que hice yo, Kiku — expresó el rubio acariciando el suave cabello azabache del asiático.

Alfred observó desde arriba las horribles heridas que había marcado en el japonés. Siempre se reprochaba el hecho de haberse osado a lastimar de esa manera el perfecto ser de Kiku Honda. Nunca se perdonaría por arruinar tan perfecta piel.

Con sumo cuidado y delicadeza, el americano volteó al azabache y con extrema suavidad besó sus heridas mientras Kiku se tensaba por el dolor.

— Mi Kiku —murmuró el rubio sobre la piel de su adorado japonés.

— Alfred — susurró el japonés volteando hacia él hasta quedar frente a frente.

La nación occidental tomó con cuidado el rostro de su amado para plantar un suave beso sobre sus labios, acto que el oriental correspondió con timidez. Japón jaló a América por la camisa hasta meterlo en la tina junto con él, lo cual provocó que el menor sonriera.

A pesar de lo ocurrido en la guerra, ambos se amaban y dependían el uno del otro. La alianza que firmaron poco después de la guerra se mantendría, sin importar la opinión de los otros.

Eran completamente opuestos, pero esas diferencias los hacían el uno para el otro. No podían vivir el uno sin el otro, porque Kiku pertenecía a Alfred y Alfred pertenecía a Kiku.

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