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Tras acabar el trabajo fui directamente a casa.

Como todos los días mi gato comenzó a arañar la puerta al oír las llaves.

Al abrir la puerta vi todo el pasillo que llevaba al salón lleno de huellas del gato .

Eran marrones, como si hubiera estado en el patio y al pasar por allí sus pasos se hubieran marcado.

Lo extraño de esa deducción era que está semana no había llovido.

Las calles estaban completamente secas .

Conforme me acercaba al salón esas huellas se fueron convirtiendo en una gran mancha marrón que más adelante se volvía carmesí.

Comencé a preocuparme.

Seguí avanzando y me topé con dos cuerpos.

Cada uno tenía 7 marcas de puñaladas, en el pecho, estómago y cuello.

Las caras de aquellas personas estaban completamente desfiguradas.

Daba la impresión de que alguien les había golpeado repetidamente con algún objeto cilíndrico no muy grande.

Del charco sobre el cual se encontraban los cadáveres salían unas huellas grandes, definitivamente de unas botas de hombre.

El rastro terminaba enfrente de una puerta.

La puerta del baño.

Avancé con pasos temblorosos hasta que esta quedó a centímetros de mi cara.

Con lentitud giré el pomo de la puerta.

Mis dedos palparon la pared en busca del interruptor.

Encendí la luz.

Cuando la penumbra de esa habitación se disipó pude ver una figura borrosa detrás mio.

El propietario de aquella figura levanto la mano en la que llevaba el cuchillo y, con un movimiento brusco, lo deslizo por mi cuello creando una herida de profundidad exacta para llegar a mi yugular.

Conduje mis manos hacia la herida por puro instinto.

Poco a poco mientras mis fuerzas se iban agotando caí al suelo. Sentía como, mientras me desangraba, mi sangre creaba pequeños surcos por el suelo hasta entrelazarse con la de los dos cadáveres de mi salón.

Mi vista se tornó borrosa y el vacío se apoderó de mis sentidos.

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