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One-shot: "Juego de Apariencias"
El calor del gimnasio se mezclaba con el bullicio de risas y bromas mientras los jugadores de baloncesto terminaban su partida amistosa. Entre ellos, Killua y Gon, que habían estado en equipos opuestos, se lanzaban miradas competitivas.
La noche anterior, Hisoka, con su sonrisa enigmática, había propuesto un reto peculiar a Killua.
—Si pierdes el partido de mañana, tendrás que usar esto —dijo Hisoka, sacando un vestido ceñido de color azul acompañado de un par de bragas que parecía haber comprado en alguna tienda de lujo. Para añadir más presión, la recompensa era nada menos que 180,000 yenes.
Killua nunca había sentido tanta vergüenza en su vida. No era por el vestido azul pastel que ahora llevaba, ni por las bragas blancas con encaje que cubrían su dignidad. Era el hecho de que estaba en medio del gimnasio, rodeado de su grupo de amigos, mientras Hisoka reía como loco en la esquina tras ganar una apuesta absurda.
Hisoka: "Oh, querido Killua, luces adorable~. Casi demasiado perfecto. Deberíamos hacer esto más seguido, ¿no crees?"
Killua gruñó, sus mejillas encendidas. "¡Cállate! Termino este maldito reto y te arrepentirás."
Mientras Killua ajustaba el vestido incómodo, Gon entró al gimnasio con una bebida fría en la mano. Estaba en medio de tomar un trago cuando vio a Killua. Sus ojos se abrieron como platos y, sin poder controlarlo, escupió la bebida directo hacia Zushi, que estaba desprevenido.
Zushi: "¡¿Qué demonios, Gon?!" gritó, sacudiéndose la camiseta empapada.
Gon no podía apartar los ojos de Killua. "K-Killua... tú... luces..." Su cara estaba tan roja como un tomate.
Killua frunció el ceño y giró los ojos. "No digas nada, Gon. Esto no es por elección, ¿entendido?"
Desde la esquina del gimnasio, Illumi apareció con su típica expresión inmutable, aunque una ceja ligeramente levantada delataba su incredulidad. Illumi: "¿Qué estás haciendo, Killua? Y más importante, ¿por qué estás usando eso?"
Killua suspiró y cruzó los brazos, olvidando momentáneamente que el vestido era corto, causando que Gon desviara la mirada, aún más sonrojado.
Killua: "Le gané a Hisoka en un juego de baloncesto, pero él tenía esta estúpida cláusula de castigo. Y sí, ¡esto es culpa suya! Ahora debo soportar esto por un día entero o pagarle 180,000 yenes. ¡Tú sabes cuánto es eso!"
Illumi: "Podría habértelo pagado. No había necesidad de que... hicieras esto."
Killua lo miró con incredulidad. "¡¿Y me lo dices ahora?!"
Mientras tanto, Gon intentaba actuar normal, pero no podía evitar lanzar miradas furtivas a Killua. Había algo en cómo el vestido fluía con cada movimiento y cómo el azul resaltaba los ojos de Killua que lo tenía distraído.
Hisoka, que había estado observando desde las gradas, no podía contener su risa.
—Oh, Killua, luces tan adorable. Podrías hacer una fortuna trabajando como maid en el distrito rojo.
—¡Cállate! —gritó Killua, lanzándole un balón que Hisoka esquivó con gracia.
Mientras tanto, Gon seguía mirando a Killua, su rostro aún rojo como un tomate. Por alguna razón, no podía quitarse la imagen de la cabeza. Zushi aun limpiandose
Aunque Killua estaba furioso y avergonzado, una cosa era clara: esa apuesta sería algo que nunca olvidarían. Y Gon... bueno, Gon tenía mucho en qué pensar.
Zushi, todavía sacudiéndose el jugo que Gon le había escupido encima, giró hacia Killua y lo observó detenidamente. Su expresión era de curiosidad más que de burla. Finalmente, dijo:
—No está mal, Killua. Creo que te queda bien el vestido. Tienes porte para llevar cualquier cosa.
Killua se quedó en blanco. ¿Qué acababa de escuchar? ¿Había sido un cumplido? Sus mejillas se tiñeron de rojo, y por un momento no supo si responder con gratitud o tirarle un balón a Zushi.
—¡¿Qué dices, cabeza de alga?! —gritó, cruzando los brazos y mirando a otro lado.
Zushi levantó las manos, como si se rindiera.
—Solo digo la verdad. Aunque esas bragas son un poco llamativas...
—¡No sigas! —Killua casi explotó de la vergüenza.
En ese momento, Kurapika entró al gimnasio cargando una bandeja con vasos de agua y una pequeña bolsa de hielo, probablemente para alguien que se había lastimado en el partido. Al pasar cerca del grupo, notó a Killua en su peculiar atuendo.
Al principio, parpadeó incrédulo. ¿Era real lo que veía? Luego, trató de actuar con normalidad. Pero justo cuando iba a saludar, una imagen demasiado clara del vestido y las bragas de Killua cruzó su mente. Eso hizo que olvidara cómo tragar.
Kurapika se atragantó con el hielo que estaba masticando y comenzó a toser violentamente, derramando parte del agua que llevaba en la bandeja. Gon y Zushi se apresuraron a ayudarlo, pero Killua aprovechó la oportunidad para cubrirse mejor con las manos y murmurar:
—Este es el peor día de mi vida...
Kurapika, todavía tosiendo, finalmente pudo hablar. Señaló a Killua mientras tomaba aire:
—¿Qué... qué estás... haciendo... vestido así? —jadeó, su cara roja tanto por la falta de aire como por la vergüenza ajena.
Killua cerró los ojos, inhaló profundamente y, con toda la paciencia que le quedaba, respondió:
—Perdí un reto, ¿de acuerdo? ¡Deja de mirarme como si fuera un fenómeno!
Kurapika se acomodó el cabello, tratando de recuperar la compostura.
—No... no es eso. Es solo que... bueno, te ves... diferente —dijo, desviando la mirada rápidamente mientras sus mejillas aún estaban rosadas.
Hisoka, desde su lugar en las gradas, no podía contener la risa.
—Oh, Killua, no sabía que podías causar tanta impresión. Quizás debería retar a Gon la próxima vez...
—¡Ni se te ocurra! —gritó Killua, apretando los puños y deseando que el día terminara de una vez.
One-shot: "Un Trabajo Peculiar"
Rui y Enmu caminaban por las calles del distrito comercial, cada uno con un semblante más resignado que el otro. Habían pasado toda la mañana buscando trabajo y todo parecía ser un callejón sin salida. Sin embargo, justo cuando estaban a punto de rendirse, un letrero llamativo captó su atención:
"Se necesitan empleados. Pago: 9,000 yenes semanales. No se requiere experiencia."
—¿Qué opinas, Rui? —preguntó Enmu, alzando una ceja al leer el anuncio.
—No lo sé... suena demasiado bueno para ser verdad —respondió Rui, cruzando los brazos.
Ambos se miraron y luego decidieron entrar al establecimiento. Grande fue su sorpresa al descubrir que el lugar era un café temático de maids. Rui frunció el ceño al instante, mientras Enmu soltaba una risita nerviosa.
—Esto... esto tiene que ser una broma —murmuró Rui.
El encargado, un hombre de aspecto amable pero con ojos evaluadores, se acercó a ellos con una sonrisa.
—¡Oh, qué suerte! Necesitamos personal urgentemente. ¿Están interesados en el puesto?
—¿Qué implica exactamente? —preguntó Rui, tratando de mantener la compostura.
—Bueno, tendrán que usar estos trajes de maid —respondió el hombre, señalando dos uniformes colgados en un perchero cercano. Eran cortos, adornados con encajes, y parecían apenas cubrir lo necesario.
Enmu agarró uno de los trajes con curiosidad.
—¿Y son 9,000 yenes semanales? —preguntó.
—Exacto. Pero tendrán que usarlo completo, incluyendo... —el encargado señaló una caja donde había accesorios y ropa interior femenina.
Rui retrocedió instintivamente.
—No pienso ponerme eso —declaró con firmeza.
—Bueno, es parte del uniforme. Sin él, no podemos contratarte —respondió el encargado, encogiéndose de hombros.
Rui suspiró profundamente, pensando en el dinero. 9,000 yenes eran mucho más de lo que habían encontrado en cualquier otro lugar. Finalmente, aceptó con un murmullo inaudible y tomó el traje.
Minutos después, Rui y Enmu salieron del vestidor vestidos como maids. El uniforme corto apenas les cubría las piernas, y Rui estaba visiblemente incómodo mientras ajustaba la falda, intentando cubrirse más. Las bragas blancas que usaba se veían cada vez que hacía el más mínimo movimiento brusco.
Enmu, por otro lado, parecía disfrutar la experiencia.
—¿No es esto divertido, Rui? —dijo, girando para mirar cómo se veía en un espejo cercano.
—¡No es divertido! —respondió Rui, sus mejillas teñidas de rojo. Trató de caminar hacia una esquina menos visible, pero la falda se levantó un poco, revelando nuevamente su ropa interior.
Enmu lo notó y no pudo evitar soltar una risa.
—Vaya, Rui, creo que podrías acostumbrarte a esto. Te ves... adorable.
—¡Cállate, Enmu! —gruñó Rui, tirando de la falda hacia abajo.
El encargado volvió, aplaudiendo satisfecho.
—Perfecto. ¡Empiezan hoy! Espero que les guste atender clientes.
Rui soltó un suspiro, sabiendo que sería un día largo. Mientras tanto, Enmu seguía admirándose en el espejo, aparentemente más interesado en el uniforme que en el trabajo en sí.
Era un día tranquilo en el distrito, pero los rumores sobre un nuevo café maid en el pueblo se habían esparcido rápidamente entre los pilares y sus compañeros. Giyū Tomioka, Shinobu Kōchō, Kyōjurō Rengoku, Mitsuri Kanrōji, Obanai Iguro, Sanemi Shinazugawa, Gyōmei Himejima, Tengen Uzui y Muichirō Tokito estaban intrigaos por escuchar sobre este lugar peculiar. A ellos se unieron Tanjiro Kamado, Zenitsu Agatsuma, Nezuko Kamado y Senjuro, quienes, aunque sorprendidos, decidieron unirse a la expedición al café.
Cuando llegaron al café, fueron recibidos por una puerta de madera tallada con elegantes detalles y un letrero brillante que decía "Café Maid: un lugar para relajarse y ser atendido por lo mejor". Los pilares se miraron entre sí, desconcertados por la apariencia tan peculiar del establecimiento, pero su curiosidad los impulsó a entrar.
Dentro, el aire estaba lleno de una mezcla de aromas dulces y el sonido suave de música ligera. Las mesas estaban dispuestas ordenadamente, y un par de chicas con el uniforme tradicional de maid —falda corta, delantal blanco y orejas de gato— los recibieron con sonrisas.
Pero lo que realmente sorprendió a todos fue cuando, al dar un paso más hacia adentro, vieron a dos maids que se acercaban hacia ellos. Los ojos de los pilares se abrieron al instante al reconocer a los dos demonios que habían escapado en el pasado: Rui Ayaki y Enmu. Aunque ya no vestían sus ropas demoníacas, la aura de poder de ambos aún estaba presente. Sin embargo, en lugar de su tradicional apariencia temible, los dos estaban vestidos con los mismos trajes maid cortos, lo que dejaba ver más de lo que deberían. Las faldas cortas se alzaban ocasionalmente, revelando sus bragas blancas, lo que hacía que varios de los pilares se sintieran incómodos.
—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó Giyū, visiblemente desconcertado, mientras observaba a Rui, quien trataba de evitar hacer contacto visual. Su rostro estaba rojo de vergüenza, y no era para menos.
Rui se ajustó rápidamente la falda y, con una sonrisa forzada, respondió:
—Nosotros... bueno, necesitábamos trabajo, y este lugar nos ofreció un salario decente.
Enmu, a su lado, parecía completamente indiferente a la situación, como si nada le molestara. Sonrió juguetonamente, como si fuera parte de un juego.
—Sí, parece ser el tipo de trabajo que más nos conviene —dijo Enmu, lanzando una mirada desafiante a los pilares.
Tanjiro, Zenitsu y Senjuro se quedaron mirando, sorprendidos por el giro inesperado de los acontecimientos. Nezuko, que había sido cuidadosamente metida en una caja pequeña en la espalda de Tanjiro, también miraba confundida. Senjuro, ligeramente rojo, no sabía qué hacer. Finalmente, fue Mitsuri quien rompió el silencio, con su sonrisa típica.
—¡Vaya, Rui! ¡Te ves adorable en ese traje! —exclamó con una sonrisa amplia, mientras se acercaba a ellos, aparentemente sin vergüenza por lo que estaban viendo.
Rui, sonrojado, intentó hablar pero no pudo, solo se quedó callado, mientras los demás pilares se mantenían en silencio, observando la escena. Sanemi, no pudiendo evitar la incomodidad, miró hacia otro lado.
—Esto es... raro —dijo en voz baja, mientras intentaba no hacer que la situación fuera aún más incómoda.
Kyojuro Rengoku, con su actitud siempre positiva, se adelantó y, con una risa alegre, intentó aligerar el ambiente.
—¡Bueno, parece que todos han encontrado algo interesante para hacer en este pueblo! —dijo, mirando a Rui y Enmu con una mezcla de sorpresa y diversión—. Aunque no esperaba encontrarlos aquí.
Enmu, con su tono relajado, se acercó a Kyojuro y le ofreció el menú del café.
—Puedo tomar su pedido. No somos tan malos, ¿verdad? —bromeó, aunque su mirada parecía esconder algo más, como si estuviera disfrutando de la confusión que había causado.
Los pilares finalmente se sentaron, todavía procesando la idea de que estos dos demonios ahora trabajaban en un café maid. A pesar de la extraña situación, decidieron seguir adelante y hacer como si nada estuviera fuera de lugar.
Rui, aún rojo, se acercó a tomar la orden de Giyū, quien claramente no estaba del todo cómodo con la situación, pero aceptó el servicio sin protestar.
Mientras tanto, Tanjiro miraba a Rui, algo triste, al recordar lo que había sucedido antes con los demonios, pero también entendía que las circunstancias habían cambiado. Rui y Enmu ahora parecían completamente diferentes de lo que eran en el pasado.
En ese momento, el lugar se llenó con una mezcla de silencios incómodos y risas nerviosas. Aunque nunca imaginaron que este tipo de encuentro sucedería, todos los presentes sabían que nada en su vida sería igual después de esa visita al café maid.
El ambiente en el café maid se había calmado un poco después de la llegada de los pilares y sus compañeros, pero la tensión seguía en el aire. Rui y Enmu, a pesar de sus roles como demonios poderosos, estaban ahora trabajando como camareros en este lugar peculiar. Mientras atendían a los clientes, los pilares seguían observando con incredulidad. Algunos se sentaron en silencio, otros murmuraban entre ellos, incapaces de creer lo que veían. Rui, a pesar de su incomodidad con el traje maid, seguía sirviendo con su actitud reservada. Enmu, por otro lado, parecía divertirse con la situación, aunque su mirada siempre estaba alerta.
Senjuro, que no podía evitar sentirse atraído por la curiosa imagen de Rui en ese atuendo, no podía dejar de mirarlo. La situación era desconcertante para todos, pero más aún para él. Aunque el lugar estaba lleno de gente y las risas continuaban, Senjuro no pudo evitar sacar su celular, movido por la curiosidad y un deseo de inmortalizar lo que, sin duda, sería un recuerdo peculiar. Lo que no se dio cuenta fue que, en el momento en que se agachó para tomar la foto, Rui se inclinó ligeramente para colocar unos vasos en la mesa, dejando que su falda se levantara un poco.
El click de la cámara resonó en la habitación, y los ojos de Rui se abrieron al instante. Al darse cuenta de lo que había sucedido, su rostro se tiñó de rojo. No podía creer que Senjuro le hubiera tomado una foto sin darse cuenta de lo que estaba haciendo.
—¡Senjuro! —exclamó Rui, con un tono avergonzado y un poco molesto mientras se levantaba rápidamente. Intentó ocultar su cuerpo con una bandeja de café, pero la incomodidad era evidente.
Senjuro, mirando la pantalla de su celular, se dio cuenta demasiado tarde de lo que había hecho. La foto mostraba a Rui de espaldas, con la falda levantada por su movimiento, revelando sus bragas blancas. Los pilares, que también habían notado el escarceo, no pudieron evitar reírse de la situación incómoda, pero también entendieron lo embarazoso que era para Rui.
—Oh, vaya... —dijo Sanemi, cruzándose de brazos y tratando de no reírse demasiado, aunque la sonrisa le escapó. —Eso no fue muy sutil, Senjuro.
Senjuro, completamente avergonzado, bajó rápidamente el celular y miró a Rui, sus mejillas también encendidas por el bochorno. —Lo siento... no fue mi intención —murmuró.
Rui, sin saber cómo reaccionar, se quedó en silencio por un momento, intentando calmarse. La vergüenza era palpable, y el hecho de que los pilares estuvieran allí no ayudaba en lo más mínimo. Sin embargo, Rui sabía que no podía quedarse enojado mucho tiempo. Había algo más en todo eso, un deseo de normalidad en medio de las circunstancias tan extrañas.
—¡Es solo una foto! —exclamó Enmu desde el otro lado, con una sonrisa burlona en su rostro—. ¡No te pongas tan nervioso, Rui!
Rui lanzó una mirada fulminante a Enmu, pero rápidamente cambió su expresión al ver la reacción de los pilares. Algunos parecían apenados por él, mientras que otros se divertían con la situación. Lo que más le molestaba era el hecho de que esa foto podría haber quedado registrada para siempre.
Mitsuri, siempre optimista, intentó romper el silencio con una risa suave. —¡Vaya, Rui! ¡Nunca te imaginé en un traje tan... adorable!
Rui se tapó la cara, sintiendo aún más vergüenza. —No me llamen adorable, por favor...
La situación, aunque incómoda, también les dio una ligera sensación de normalidad, una pausa en la tensión constante que acompañaba su vida. Aunque Rui y Enmu habían escapado y ahora se encontraban en una posición tan inesperada, los pilares comprendieron que, tal vez, la vida podía ser extraña y compleja, pero aún había lugar para los momentos de humanidad, aunque fuera en un café con trajes maid.
Mientras la charla continuaba entre los pilares y los demonios, Senjuro guardó su celular, prometiéndose que nunca volvería a hacer algo tan impulsivo. Aunque la foto estaba allí, el verdadero valor de ese momento radicaba en lo que sucedió después, en la forma en que todos, incluso los demonios, encontraron una manera de seguir adelante.
En el aire pesado del café, el caos provocado por la foto de Senjuro se mantenía vivo. Rui, visiblemente molesto, apenas pudo evitar el impulso de lanzarse sobre Enmu, quien, con una sonrisa burlona, seguía agobiándolo.
—¡Enmu, cállate! —gritó Rui, su rostro aún rojo de vergüenza. Las risas de los pilares resonaban en la habitación, pero Rui no podía encontrar humor en la situación. La tensión se volvía casi palpable.
Enmu no dejaba de reírse, disfrutando claramente de la incomodidad de Rui. —Oh, vamos, Rui, solo es una foto. Sería bien que gimieras un poco... —dijo con tono sarcástico, mirando al demonio con descaro.
¡Bam!
Antes de que Enmu pudiera continuar, Rui se acercó rápidamente y, con un movimiento rápido, levantó una bandeja con tazas de café y la estampó con fuerza en el rostro de Enmu. La bebida caliente salpicó por todos lados, haciendo que los pilares se apartaran rápidamente.
—¡No me hagas eso! —gritó Rui, respirando agitadamente. La furia y la vergüenza seguían dominando su cuerpo, pero no podía permitir que Enmu siguiera burlándose de él.
Enmu, sorprendido, se tocó la cara, sintiendo el líquido caliente sobre su piel, pero pronto se echó a reír, sin importarle en lo más mínimo el golpe que acababa de recibir.
—¡Esa es la actitud que me gusta! —dijo Enmu entre carcajadas, limpiándose el rostro con la mano. —Ya sabía que no podías contenerte.
Sin embargo, lo que Rui no sabía era que mientras esto ocurría, Muichirō Tokito y Senjuro se habían acercado sigilosamente para grabar todo en sus celulares. Ambos miraban la escena con una mezcla de incredulidad y diversión.
Senjuro, tratando de no reír, apenas pudo contener su emoción al ver a Rui en acción. La escena de Enmu siendo golpeado con la bandeja de café fue demasiado divertida para ignorarla.
Tokito simplemente levantó una ceja, sintiendo algo de empatía por Rui, pero al mismo tiempo, disfrutando de la escena. Era como si, a pesar de todo, se sintiera un poco aliviado al ver que, incluso en situaciones tan incómodas, los demonios podían mostrarse vulnerables.
Senjuro, con una sonrisa traviesa, susurró: —Creo que esto será un buen recuerdo... y nadie sabrá nunca más sobre ese "accidente".
Con la cámara de su celular aún grabando, Tokito no pudo evitar burlarse. —Definitivamente esto va directo a mi lista de recuerdos divertidos.
La escena que se había formado, aunque algo caótica, sirvió para aliviar la tensión del momento. Rui, después de descargar su frustración en Enmu, se dio cuenta de que no era tan malo. En lugar de seguir molesto, intentó calmarse, aunque el color rojo en su rostro nunca desapareció completamente.
Enmu, por su parte, continuaba riendo. Aunque la broma había sido un poco fuera de lugar, en el fondo no podía evitar sentir que había logrado su objetivo: hacer que Rui reaccionara y, de paso, provocar una escena memorable.
Mientras los pilares miraban, algunos con sonrisas contenidas y otros con una ligera preocupación, Senjuro y Tokito se aseguraron de que la escena quedara registrada, sabiendo que, aunque rara vez mostraban su lado más juguetón, esas pequeñas situaciones de la vida diaria los hacían sentir un poco más humanos.
Era un día tranquilo en la ciudad, y el café maid, que antes parecía ser solo un lugar común, ahora se convertía en el escenario de un encuentro algo peculiar. Rui y Enmu, aún vestidos con sus trajes maid, estaban trabajando como siempre, sirviendo a los clientes con una mezcla de incomodidad y profesionalismo. Pero hoy, algo diferente estaba por suceder.
En una esquina del café, sentados tranquilos como si nada fuera a alterar su paz, estaban Douma, Kokushibo y Akaza. Los tres, miembros poderosos de las Lunás Superiores, estaban disfrutando de una bebida caliente mientras discutían asuntos internos. Todo parecía normal... hasta que algo captó la atención de Akaza.
Rui, con su traje de maid, servía a una mesa cerca de ellos, y al ver cómo se movía con su andar delicado y algo incómodo, Akaza frunció el ceño. La mezcla de ropa femenina y su aura demoníaca lo hacía difícil de ignorar.
Akaza, que tomaba un café caliente, observó durante unos segundos antes de escupir la bebida con sorpresa. El café, aún humeante, voló directo hacia el rostro de Douma.
—¡Qué demonios, Akaza! —gritó Douma, frotándose la cara, ahora cubierta de café caliente, quemándose levemente.
Douma, aunque había reaccionado con molestia, no pudo evitar reírse entre dientes, pero el dolor en su rostro no era algo que pudiera ignorar.
—¡Eso quema, maldito! —añadió Douma, mientras trataba de aliviar el ardor en su piel.
Kokushibo, que observaba desde su asiento, levantó la mirada y dejó escapar un suspiro profundo, claramente perplejo por la situación. No era común que alguien en su posición perdiera la compostura de esa manera, y mucho menos al ver a Rui en esa especie de "disfraz".
—WTF... —murmuró Kokushibo, con el rostro impasible, pero su tono mostraba claramente que no entendía qué estaba sucediendo en ese café. Ni siquiera él, que había visto todo tipo de comportamientos y situaciones inusuales, estaba preparado para lo que acababa de ocurrir.
Akaza, aún visiblemente molesto por lo que acababa de ver, se cruzó de brazos, mientras Douma seguía quejándose de la quemadura en su rostro. A pesar de las molestias físicas, Douma no podía dejar de observar a Rui y Enmu, que seguían trabajando. La situación era tan absurda que casi le resultaba divertida.
—¿Por qué están trabajando aquí? ¿Y con esas ropas? —preguntó Akaza, mirando fijamente a Rui, que parecía completamente avergonzado, con las mejillas rojas.
Douma, por su parte, no se quedó atrás y, con su típica sonrisa burlona, agregó: —Parece que el lugar les quedó pequeño, ¿no? —aunque su tono era irónico, lo decía sin malicia, como si la situación fuera solo una curiosidad.
Enmu, que estaba en su puesto, también notó la presencia de los tres, pero no dijo nada. Estaba acostumbrado a la sorpresa de sus compañeros de las Lunás Superiores y, en el fondo, disfrutaba de las reacciones de los demás.
Kokushibo no podía dejar de mirar la escena, procesando lo que estaba pasando. Los tres, Douma, Akaza y él, miembros de las Lunás Superiores, eran unos de los seres más poderosos, pero ahora se sentían sorprendidos por algo tan simple como ver a dos de los suyos trabajando en un café, vestidos con trajes de maid.
Sin embargo, en su mente, había una pregunta que seguía rondando. ¿Qué propósito tenían para estar en un lugar como ese? ¿Era una táctica para desviar la atención, o simplemente algo más insólito que no comprendía del todo?
Mientras tanto, Rui seguía sirviendo, sin atreverse a mirar hacia donde estaban los tres demonios, tratando de mantenerse lo más normal posible, aunque su incomodidad era evidente. Sabía que las miradas de los tres Lunás Superiores no eran algo que pudiera ignorar fácilmente.
Pero lo que no esperaba era que, a pesar de todo, las risas y las bromas de sus compañeros no fueran tan malas después de todo. Al final, algo tan simple como un incidente en un café había logrado desviar la atención de su seriedad habitual.
One-shot: "La Broma de Gregory y Sammy"
Era un día tranquilo en el campamento, pero la paz que reinaba entre los chicos estaba a punto de ser interrumpida por una broma que venía de los bromistas del grupo: Gregory y Sammy. Los dos siempre estaban buscando algo para reírse, y hoy no sería la excepción.
En un rincón apartado, Evan y Andrew estaban conversando, pero su diálogo fue interrumpido por las risas de los dos chicos traviesos.
—Oye, ¿qué pasa con ustedes dos? —preguntó Gregory con una sonrisa burlona, mirando a Evan y Andrew de arriba a abajo. —¿Por qué siempre usan bragas?
Sammy, que estaba a su lado, se rió con complicidad, sin quitarle la vista a ambos chicos.
—¡Sí! —exclamó—. Nunca los había visto antes de esta manera. ¡Pensé que solo las chicas usaban esas cosas!
Evan y Andrew se miraron brevemente. Estaban sorprendidos por la repentina pregunta, pero ambos decidieron no responder directamente. Sabían que si decían algo, las bromas no pararían, así que optaron por guardar silencio.
Gregory frunció el ceño, sin entender la situación.
—¿Qué pasa? —insistió. —¿Es un secreto? No entiendo por qué usarías eso, no es algo que normalmente se ve en chicos como ustedes.
Sammy se echó a reír de nuevo, como si todo fuera una broma, pero había algo en el ambiente que hizo que Evan y Andrew se sintieran incómodos. No era la primera vez que recibían bromas sobre su ropa interior, pero hoy parecía que Gregory y Sammy no iban a parar hasta obtener una respuesta.
Finalmente, Evan suspiró y, aunque su rostro estaba ligeramente enrojecido, se cruzó de brazos.
—¿Y qué pasa si usamos bragas? —dijo con calma, intentando no darles el gusto de verlos más avergonzados.
Andrew asintió con la cabeza y agregó:
—Es nuestra elección, Gregory. No necesitamos dar explicaciones.
Por un momento, el grupo quedó en silencio. Gregory y Sammy parecían sorprendidos por la actitud de ambos. Aunque no entendían del todo, comenzaron a darse cuenta de que tal vez no había nada más que decir.
Sammy, al ver que no había más respuesta que la indiferencia, dejó escapar una risa nerviosa.
—¡Vale, vale! No quiero más líos. Pero, en serio, nunca había visto algo así... —dijo, con una pequeña sonrisa, dándose por vencido.
Gregory no pudo evitar reírse un poco, aunque ahora lo hacía sin el tono burlón. A veces, las bromas eran solo eso: bromas. Y no siempre era necesario profundizar más.
—Está bien, está bien, chicos. No sé por qué me da tanta curiosidad —murmuró Gregory mientras se alejaba, decidido a dejar el tema atrás.
Evan y Andrew se miraron una vez más, aliviados de que la conversación terminara sin más problemas. Aunque sabían que las bromas seguirían, al menos hoy habían logrado mantener la calma y no dejar que les afectara.
Y así, la pequeña broma quedó en el aire, sin mayores consecuencias, y el campamento volvió a la normalidad, con todos retomando sus actividades. Pero Gregory y Sammy no olvidarían tan fácilmente el misterioso secreto de Evan y Andrew.
Después del incidente en el campamento, Gregory y Sammy no podían dejar de pensar en lo que había pasado. Lo que había comenzado como una simple broma sobre Evan y Andrew se había transformado en algo más profundo, algo que ninguno de ellos había anticipado. Aunque ambos chicos se habían mantenido en silencio sobre el asunto, en el fondo, Gregory y Sammy sabían que lo que más les intrigaba no eran las bragas, sino la conexión que sentían por Evan y Andrew.
Para Gregory, la relación con Evan Afton había sido algo que creció con el tiempo, pero ahora se sentía de una manera diferente. Había algo en su manera de ser, en su calma y su forma de manejar las situaciones, que lo había dejado completamente cautivado. Y aunque nunca había pensado que una simple broma podría llevarlo a sentir lo que sentía ahora, Gregory sabía que su corazón había comenzado a latir más rápido cada vez que veía a Evan.
Sammy, por otro lado, no podía negar que algo dentro de él también había cambiado. Andrew le parecía alguien especial, aunque aún no comprendía bien por qué. Su actitud tranquila y su forma de reaccionar ante las bromas le daban una paz que Sammy no había experimentado en mucho tiempo. Era una sensación difícil de describir, pero lo que sí sabía era que no podía dejar de pensar en Andrew.
Una tarde, mientras todos descansaban después de una actividad en el campamento, Gregory y Sammy se sentaron juntos en una mesa al aire libre, ambos con las mentes ocupadas.
—¿Sabes, Sammy? —dijo Gregory, mirando pensativamente a Evan y Andrew, que estaban conversando en un rincón—. No puedo dejar de pensar en Evan.
Sammy se giró hacia él, sorprendió, pero con una pequeña sonrisa en el rostro.
—Yo igual... —admitió Sammy en voz baja. —Creo que Andrew tiene algo, no sé... su calma me atrae.
Ambos se miraron, como si finalmente se dieran cuenta de lo que había estado pasando entre ellos, aunque ninguno de los dos quería admitirlo de manera directa.
Gregory suspiró, mirando a Evan con una mezcla de nerviosismo y emoción.
—Creo que estoy enamorado de Evan Afton... —dijo, con un tono de voz bajo, como si intentara comprender lo que sentía.
Sammy no pudo evitar reír suavemente, aliviado de no estar solo en sus sentimientos.
—Yo... también me siento así por Andrew. No sé por qué, pero... hay algo en él que me hace querer estar cerca.
Había algo tan simple y tan complejo a la vez en sus palabras. Ambos chicos se sentían vulnerables, pero al mismo tiempo comprendían que no podían controlar lo que sus corazones sentían.
La tarde pasó lentamente, pero ambos sabían que las cosas entre ellos y Evan y Andrew nunca serían las mismas. Si bien el tema de las bragas se había quedado en el aire como una broma, lo que realmente había quedado entre ellos era algo mucho más profundo.
Gregory y Sammy no sabían qué depararía el futuro, pero una cosa era segura: ahora había un secreto aún más grande que ninguno de los dos estaba dispuesto a compartir con nadie más. El sentimiento que compartían por Evan y Andrew era algo que iba más allá de las bromas y las confusiones. Era real, y aunque ambos sabían que tendrían que lidiar con sus propios miedos y deseos, también sabían que no podían negar lo que había comenzado a crecer dentro de ellos.
Y mientras tanto, Evan y Andrew, ajenos a todo lo que sucedía en las mentes de sus amigos, seguían con su vida cotidiana en el campamento. Sin saber que las bromas sobre las bragas habían desatado algo mucho más complejo y profundo entre ellos y los otros chicos.
One-shot parte 2 : "Secretos en el Campamento"
El campamento estaba lleno de risas, juegos y bromas, pero Evan y Andrew siempre se aseguraban de que sus pequeños secretos se mantuvieran a salvo. Aunque los demás chicos en el campamento pensaban que ellos solo estaban disfrutando de su tiempo libre, había detalles que solo unos pocos conocían.
Desde que habían llegado al campamento, Evan y Andrew habían tomado la costumbre de siempre bañarse al final, alejándose de las miradas curiosas de los demás. Se bañaban en privado, asegurándose de que nadie los viera en su ropa interior. Pero no era por vergüenza; no, era por algo mucho más sencillo. Si alguien descubría lo que usaban debajo de sus ropas, podría haber bromas o risas que no querían enfrentar. Por eso siempre esperaban hasta el último momento para ir al baño y disfrutar de un poco de privacidad.
A pesar de las bromas que rondaban sobre su amistad, Evan y Andrew mantenían un vínculo mucho más cercano que la mayoría de los demás. Había algo entre ellos que iba más allá de las bromas sobre ropa interior y eso era lo que los hacía sentir cómodos el uno con el otro. Nadie más lo entendía realmente, excepto Gregory y Sammy, quienes tenían sus propias sospechas.
A menudo, Evan y Andrew decían que irían a pescar ostras o peces, y aunque muchos pensaban que solo era una excusa para alejarse un rato, era completamente cierto. Regresaban al campamento con canastas llenas de peces, almejas y otras criaturas del mar, dejando que los demás se sorprendieran por su habilidad en la pesca. Nadie sospechaba que además de los peces, Evan y Andrew también se llevaban pequeñas perlas encontradas entre las ostras. Estas pequeñas joyas se guardaban cuidadosamente, un recordatorio de sus viajes secretos, de su conexión única.
Y luego estaba la cabaña. Mientras que la mayoría de los chicos se acomodaban en cabañas compartidas, Evan y Andrew se habían ganado su propio espacio, una pequeña cabaña para dos. No era tan grande como las demás, pero estaba justo lo que necesitaban. En su cabaña no había lugar para que nadie más se metiera, ni siquiera los más curiosos. Y aunque a veces se sentían algo apartados, se dio cuenta de que eso les daba más libertad para disfrutar de su compañía sin preocuparse de los comentarios de los demás.
Una noche, después de otro día de pesca y secretos compartidos, Gregory y Sammy decidieron acercarse un poco más a la cabaña de Evan y Andrew. Sabían que algo extraño ocurría, pero se habían estado reservando sus propias preguntas.
—¿Oye, Sammy? —dijo Gregory, mirando a la cabaña en la distancia—. ¿No te parece extraño que siempre estén solos? ¿Nunca se bañan con nosotros o participan en las actividades del grupo?
Sammy se encogió de hombros, pero sabía que Gregory estaba más interesado de lo que admitía.
—No es raro... —respondió, aunque sabía que las sospechas de Gregory eran ciertas—. Todos tenemos nuestros secretos, ¿no? Tal vez Evan y Andrew solo son diferentes.
De alguna manera, Gregory se sintió aliviado al escuchar esas palabras, pero también preocupado. Había algo en el aire, algo que no podía entender completamente, pero sabía que no debía presionar. A veces los secretos eran lo único que unía a las personas, incluso si esos secretos podían ser más grandes de lo que parecían.
Esa noche, mientras Evan y Andrew descansaban en su cabaña, sumidos en la quietud de su propio mundo, pensaban en cómo su vínculo se mantenía a salvo. Podían disfrutar de su paz, de las pequeñas alegrías que compartían, sin la necesidad de que los demás lo entendieran. Los secretos eran su refugio, y entre las perlas recogidas y las risas que nunca compartían, sabían que mientras mantuvieran su conexión intacta, nada podría separarlos.
One-shot: "Secretos en el Campamento" Parte 2
El campamento era un lugar donde todo parecía sencillo: sol, actividades al aire libre, fogatas y largas caminatas por la naturaleza. Pero para Evan y Andrew, todo aquello era solo una fachada. Cada noche, cuando las luces del campamento se apagaban y el silencio lo invadía todo, comenzaba su pequeño ritual.
Después de un día lleno de juegos y risas con los demás, Evan y Andrew se retiraban discretamente a su cabaña para disfrutar de su tiempo a solas. Como siempre, la actividad principal era la misma: el descanso, pero con un pequeño detalle que solo ellos entendían. Ambos dormían en bragas, algo que no era del todo común en un campamento lleno de chicos rudos, pero era su manera de sentirse cómodos, de escapar de la presión de las expectativas ajenas.
Y no era solo eso. Evan, siendo un genio prodigioso e hijo de William Afton, había ideado una forma de mantener sus secretos a salvo. En su mente brillante, la tecnología nunca faltaba. Había construido, en secreto, un pequeño robot que les ayudaba a secar su ropa interior durante la noche. Un robot que apenas hacía ruido, con una eficiencia impresionante. Evan nunca revelaba su conocimiento sobre la robótica, pero aquellos pequeños inventos lo ayudaban a sentirse tranquilo y seguro en su pequeño refugio. El robot, discreto y preciso, recogía la ropa mojada y la dejaba perfectamente seca al día siguiente, sin que nadie pudiera sospechar nada.
Andrew, aunque no tan ingenioso como Evan, siempre había estado a su lado desde la infancia. Era su amigo más cercano, el único que sabía todas sus facetas, incluso los secretos que guardaban en su cabaña. Andrew confiaba plenamente en Evan, y aunque a veces se sentía un poco extraño por las reglas no dichas que habían establecido entre ellos, sabía que esos pequeños momentos juntos eran lo que los mantenía unidos.
En medio de todo esto, Evan no podía evitar sentirse algo incomprendido. El campamento, con su dinámica social tan rígida, no le permitía ser el niño genio que realmente era. Pero en los momentos tranquilos junto a Andrew, sin las expectativas del mundo exterior, podía ser él mismo. Sin la presión de ser el hijo de William Afton, sin la sombra de su familia y sin tener que estar a la altura de lo que otros esperaban de él.
—Andrew, ¿te has dado cuenta de lo extraño que sería si alguien supiera sobre nuestro pequeño robot? —preguntó Evan una noche mientras organizaba su ropa para dormir. El robot estaba trabajando a la perfección, y Evan estaba satisfecho con los resultados.
Andrew sonrió, sin saber si reír o sentirse nervioso por lo que acababa de decir. A pesar de que la tecnología de Evan era algo asombroso, a veces se sentía un poco desconectado de lo que sucedía a su alrededor.
—La verdad, no quiero ni imaginarlo —respondió Andrew mientras se recostaba en su cama. Se acomodó bajo las sábanas, consciente de que nada de lo que hacían juntos podría mantenerse en secreto por mucho tiempo si alguien comenzaba a investigar.
Evan asintió en silencio. No quería arriesgarse a que los demás descubrieran sus pequeños secretos, los que solo compartía con Andrew. Pero era un pensamiento recurrente en su mente: Si alguien llegaba a enterarse, ¿qué pensarían de ellos?
A la mañana siguiente, mientras todos los demás chicos del campamento se reunían para las actividades del día, Evan y Andrew se aseguraron de que sus secretos se mantuvieran bien guardados. Evan era un genio, pero sabía que no siempre era bueno destacar demasiado en un lugar como ese. Por otro lado, Andrew, aunque más sencillo en sus pensamientos, no podía evitar sentirse agradecido por tener a alguien como Evan a su lado.
Aunque su amistad y los secretos que compartían parecían simples, sabían que nada en el campamento era tan sencillo como parecía. Pero por ahora, podían disfrutar de esos momentos de tranquilidad, sabiendo que los demás nunca descubrirían lo que realmente sucedía en la pequeña cabaña, donde los secretos estaban a salvo.
Hijo de la Luna
Izuku Midoriya, un chico de 15 años, caminaba por los pasillos de la escuela Aldera Junior High, soportando las miradas burlonas de sus compañeros. La vida nunca había sido sencilla para él, pero eso no le preocupaba tanto. Izuku tenía un secreto que nadie más conocía, salvo dos personas: su padre y su hermano.
Desde que tenía memoria, Izuku había sabido que era diferente. No por su apariencia ni por su personalidad, sino por el don que le había sido otorgado al nacer: All for Copy. Este quirk era una rareza que desafiaba las leyes de la genetica misma, permitiéndole copiar permanentemente los quirks de otros y manipularlos como si fueran propios. No solo eso, también podía mejorarlos, combinarlos e incluso compartir versiones duplicadas con otros. Sin embargo, el poder también tenía un lado oscuro: el peso de las conciencias de los usuarios originales que también se almacenaban en su mente.
Pocos conocían la verdad sobre su familia. Izuku no era un Midoriya; era el hijo biológico de All for One, el villano más temido del mundo, y hermano menor de Tomura Shigaraki. Su madre adoptiva, Inko, lo había cuidado como si fuera suyo, pero el día en que su padre apareció frente a él, todo cambió.
—Izuku, mi pequeño hijo de la luna —le había dicho All for One una noche bajo la luz de la luna llena—. Eres mi legado, el portador de un don que eclipsará incluso al poder de One for All.
Izuku no comprendía del todo las palabras de su padre en ese momento, pero con el tiempo, el alcance de su poder se volvió claro. En la escuela, sin embargo, no lo usaba para destacar. No quería atraer más atención de la necesaria, especialmente porque Bakugo, su ex amigo de la infancia, no dejaba de acosarlo.
—¡Oye, Deku! —gritó Bakugo desde el otro lado del pasillo—. Apuesto a que hoy también te escondes como el cobarde que eres.
Izuku ignoró el comentario y siguió caminando hacia su salón. Nadie sabía que bajo su uniforme escolar llevaba bragas en lugar de ropa interior masculina. Era una excentricidad que solo compartía con All for One y Tomura, quienes ni siquiera se molestaron en cuestionarlo.
Al llegar a su salón, Izuku tomó asiento en la parte trasera, sacó su cuaderno y comenzó a escribir. A pesar de todo, seguía siendo el chico analítico y curioso que siempre había sido, registrando información sobre los quirks que observaba a su alrededor. Cada nueva habilidad que veía era una oportunidad para mejorar su arsenal.
Sin embargo, ese día iba a ser diferente. Mientras escribía, sintió una presencia familiar. Levantó la vista y vio a un hombre de cabello grisáceo y piel pálida parado frente a la ventana. Era Tomura.
—Izuku —dijo con una sonrisa torcida—. Papá quiere que te reúnas con nosotros esta noche. Tenemos algo importante que discutir.
Izuku asintió sin decir palabra. Sabía que cuando All for One lo llamaba, no había lugar para excusas. La luna llena iluminaba el cielo cuando Izuku salió de su casa esa noche, encontrándose con su padre y hermano en un lugar apartado del bosque.
—Hijo mío —dijo All for One con un tono solemne—. Es hora de que des el siguiente paso. Tu don no es solo para observar y aprender. Es para gobernar.
Izuku miró a su padre, sintiendo el peso de sus palabras. ¿Estaba preparado para asumir el papel que le estaban imponiendo? Su corazón dudaba, pero en el fondo, una parte de él anhelaba demostrar su verdadero potencial, no solo como el hijo de All for One, sino como alguien que podía superar incluso al legendario One for All.
La luna llena brillaba intensamente, como si el destino de Izuku estuviera escrito en su luz plateada. Era el hijo de la luna, y su camino apenas comenzaba.
One-shot: "El Secreto de Izuku"
Era una mañana tranquila en los dormitorios de la Clase 1-A. Izuku, como siempre, estaba apresurado para prepararse para el día. Con la puerta de su habitación ligeramente entreabierta, pensó que tendría suficiente privacidad mientras se vestía. Lo que no sabía era que Mineta pasaba casualmente por ahí.
Cuando Mineta vio el destello de algo diferente al usual boxeador que todos los chicos llevaban, no pudo evitar detenerse. Izuku, sin darse cuenta de la mirada, se puso unas bragas blancas decoradas con un pequeño lazo azul antes de seguir vistiéndose.
Mineta, sin perder la oportunidad, sacó su teléfono rápidamente y tomó una foto. La emoción del descubrimiento casi lo hizo reír en voz alta, pero se contuvo. "Esto es oro puro," pensó, guardando el teléfono en su bolsillo.
Más tarde, mientras todos desayunaban, Mineta se acercó a Izuku con una sonrisa misteriosa. "Oye, Midoriya," dijo en un susurro, "¿por qué llevas... eso?"
Izuku, que estaba masticando su tostada, casi se atraganta. Se giró hacia Mineta con los ojos como platos. "¿Q-qué dices?" preguntó nerviosamente, tratando de disimular.
Mineta sacó su teléfono, pero no mostró la pantalla. "No te preocupes, soy un amigo confiable," dijo con una risa pequeña. "Solo... tengo curiosidad. ¿Es por comodidad? ¿Un fetiche? ¿Algún tipo de estrategia de héroe?"
Izuku, rojo como un tomate, murmuró, "No es nada de eso. Es... algo personal." Bajó la mirada, claramente avergonzado. Mineta decidió no presionarlo demasiado, pero no pudo evitar añadir: "Bueno, debo decir, te queda bastante bien."
Izuku no supo cómo responder, pero internamente decidió que tendría que tener mucho más cuidado con su privacidad de ahora en adelante. Mientras tanto, Mineta guardó el secreto... por ahora.
Con el tiempo, Mineta no podía resistir espiar, no solo a las chicas de la Clase 1-A, sino también a Izuku. La idea de verlo en bragas se había convertido en algo que lo intrigaba más de lo que él mismo quería admitir. Mientras tanto, las chicas empezaron a notar algo diferente en Izuku. Sus movimientos cuidadosos, su forma de sentarse y su tendencia a evitar ciertas actividades físicas les daban pistas. Finalmente, fue Ochaco quien confrontó a Izuku en privado.
"Izuku," dijo suavemente, "hemos notado algo... curioso sobre ti. ¿Es cierto que te gustan las bragas?"
Izuku se puso pálido. "¿C-cómo sabes eso?" preguntó, tambaleándose hacia atrás.
"Bueno, no es tan difícil de notar," dijo Momo, entrando en la conversación. "Además, Mineta no sabe mantener la boca cerrada."
Izuku suspiró, su secreto estaba expuesto. Pero, para su sorpresa, las chicas no se burlaron de él. Al contrario, Mina lo miró con emoción y dijo: "¡Eso es genial! ¿Te gustaría venir a nuestra próxima tarde de moda? Podríamos probar ropa juntas."
Izuku parpadeó, sorprendido. "¿No les parece raro?"
"¡Para nada!" dijo Jirou con una sonrisa. "Eres un femboy, ¿no? Eso te hace único y adorable."
Aunque nervioso al principio, Izuku aceptó la invitación. La tarde de moda fue un éxito. Las chicas lo vistieron con diversos atuendos, desde vestidos florales hasta uniformes de camarera. Incluso Momo confeccionó un par de conjuntos personalizados para él. Se rieron, compartieron historias y tomaron fotos para recordar el momento.
Mineta, por supuesto, intentó espiar la reunión. Pero fue atrapado por un combinado de Mina y Tsuyu, quienes le dieron un "trato especial" al envolverlo en cinta adhesiva y dejarlo fuera de la habitación.
Esa noche, Izuku se sintió más cómodo consigo mismo. Por primera vez, no estaba avergonzado de su gusto por la ropa femenina. Sabía que tenía amigos que lo aceptaban tal como era, y eso lo hacía feliz.
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