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Gon y Killua nunca imaginaron que una simple apuesta terminaría de esta manera. Todo comenzó cuando Hisoka, con su clásica sonrisa maliciosa, propuso un reto: si ambos fallaban en un desafío de Nen que él mismo ideó, tendrían que vestirse como sirvientas y, por supuesto, usar el atuendo completo, incluidas las bragas. Gon, confiado como siempre, aceptó inmediatamente, y Killua, aunque sospechaba que algo no andaba bien, no quiso quedarse atrás.
Cuando llegó el día del reto, ambos sabían que habían caído en una trampa. Hisoka y, sorprendentemente, Illumi, estaban más interesados en el "castigo" que en el desafío en sí. No mucho después, Gon y Killua se encontraron en el centro de una sala, vistiendo elegantes trajes de maid, con volantes, delantales y... bragas. Killua no podía ocultar su vergüenza, su rostro completamente rojo, mientras Gon intentaba actuar como si no le importara, aunque su expresión decía lo contrario.
"¡Hey, Killua! ¿Crees que nos queda bien?", preguntó Gon con su típica inocencia, girando para mostrar el vestido. Killua gruñó, tirando de la falda para intentar cubrirse. "¡Deja de moverte, idiota! ¡Esto ya es suficientemente humillante!"
Mientras tanto, Hisoka estaba extasiado, con su teléfono en mano, tomando fotos desde todos los ángulos posibles. "Oh, Killua, Gon, nunca había visto algo tan... adorable", comentó, con su voz llena de picardía, mientras Illumi, sentado a un lado, observaba en completo silencio, aunque su leve sonrisa delataba lo mucho que estaba disfrutando el espectáculo.
Killua, cansado de las burlas, intentó acercarse a Hisoka para arrebatarle el teléfono. "¡Borra esas fotos ahora mismo, payaso raro!" Pero antes de que pudiera hacer algo, Hisoka se alejó ágilmente, riendo con su característico tono burlón. "Oh, Killua, ¿y si estas fotos terminan en las manos equivocadas? Sería... una pena." Illumi, por su parte, sacó su propio teléfono y comenzó a grabar en silencio, mientras sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y desinterés.
Gon, como siempre, trató de suavizar la situación. "Bueno, Killua, al menos no se ven tan mal los trajes, ¿verdad?" Pero su intento de calmar a su amigo solo empeoró las cosas. Killua finalmente explotó. "¡Esto es tu culpa, Gon! ¡Por tu maldita manía de aceptar cualquier cosa sin pensar!"
La situación continuó durante varios minutos, con Hisoka tomando fotos, Illumi grabando, y Gon tratando de animar a Killua, quien claramente estaba al borde de perder la paciencia. Finalmente, Gon tuvo una idea. "Killua, si salimos corriendo ahora, ¡tal vez podamos escapar y quemar sus teléfonos!"
Killua lo miró, considerando la idea por un momento. "Eso... podría funcionar." Y sin decir nada más, ambos salieron disparados de la sala, sus vestidos y delantales ondeando mientras corrían, dejando a Hisoka y Illumi atrás, riendo y revisando su "material exclusivo".
"Son tan adorables, ¿no crees, Illumi?" comentó Hisoka, todavía mirando su teléfono. Illumi simplemente asintió, guardando su grabación para futuras ocasiones.
Mientras tanto, Gon y Killua corrían por el pasillo, jurando nunca volver a aceptar un desafío de Hisoka. "¡Te juro, Gon, esta es la última vez que me meto en tus tonterías!" Gon, sin embargo, no podía evitar sonreír. "¡Pero admitámoslo, Killua, fue un poco divertido, ¿no?!"
Killua solo gruñó, jurando que encontraría una manera de vengarse.
"La furia del Hilo Carmesí"
La mansión estaba sumida en caos. Rui Ayaki, la Luna Inferior 5, había perdido completamente el control. Sus hilos, afilados como cuchillas y teñidos de rojo por la sangre demoníaca, habían destrozado todo a su alrededor. La razón de su furia era clara: un grupo de cazadores de demonios había osado infiltrarse en su territorio y destruir su "familia". La rabia hervía en su interior, y no iba a detenerse hasta eliminar cualquier amenaza, incluso si eso significaba atacar a aliados cercanos.
"¡CÁLLENSE!" rugió Rui, su voz resonando por toda la mansión. "¡NINGUNO DE USTEDES ENTENDERÁ LO QUE ES TENER UNA FAMILIA! ¡NO INTENTEN DETENERME!"
Las otras Lunas Inferiores estaban completamente aterrorizadas. Sus intentos de calmar a Rui parecían inútiles. Mukago trató de razonar con él, acercándose lentamente mientras levantaba las manos en señal de paz. "Rui... por favor, escucha. ¡Podemos resolver esto sin más violencia!"
Sin embargo, Rui no estaba dispuesto a escuchar. Sus hilos se movieron con una precisión mortal, atrapando a Mukago en el aire. "¡No necesito sermones! ¡Nadie me dará órdenes, menos tú!" gritó, mientras sus hilos comenzaban a cerrarse alrededor de ella.
Kamanue, el más cobarde de las Lunas Inferiores, se tambaleaba de miedo en una esquina. "¡Alguien haga algo! ¡Nos matará a todos!" gimió, incapaz de moverse mientras veía cómo los hilos comenzaban a cercar a los demás.
Wakuraba intentó atacar a Rui por sorpresa, pero un hilo lo detuvo en seco, cortando profundamente su brazo. "¡Rui, basta! ¡Estamos de tu lado, maldita sea!" gritó, pero su voz fue ahogada por un grito de dolor cuando otro hilo rozó su rostro.
En medio del caos, Enmu, siempre el manipulador, se mantenía tranquilo, observando la escena con una sonrisa torcida. "Mi querido Rui, qué hermoso espectáculo. Tu furia es... inspiradora. Pero si matas a todos aquí, ¿quién quedará para adorarte?" dijo con su tono meloso, tratando de calmar al joven demonio sin realmente intervenir.
Rui se volvió hacia él, sus ojos llenos de ira. "¡No necesito tu admiración, Enmu! ¡Y no necesito a ninguno de ustedes!" gritó, lanzando un ataque en su dirección. Enmu apenas logró esquivar, su sonrisa desapareciendo momentáneamente.
De repente, la puerta se abrió de golpe, y la presencia imponente de Muzan Kibutsuji llenó la habitación. Todos se detuvieron, incluso Rui, cuya furia comenzó a disiparse al sentir la abrumadora autoridad de su maestro. Muzan no dijo una palabra, solo miró a Rui con sus ojos penetrantes, llenos de desdén.
"¿Así es como muestras tu gratitud, Rui?" dijo Muzan, su voz suave pero cargada de amenaza. "Te otorgué poder, te permití crear tu 'familia', y ahora destruyes a quienes trabajan para mí. ¿Es esta tu forma de pagarme?"
Rui, temblando, cayó de rodillas, sus hilos desmoronándose. "L-Lo siento, Maestro... No quise desobedecer..." murmuró, aunque su orgullo aún brillaba en su mirada.
Muzan avanzó lentamente hacia él, levantando una mano. En ese momento, las otras Lunas Inferiores aprovecharon para retirarse, agradeciendo que el foco de atención ya no estaba en ellas.
"Recuerda, Rui," dijo Muzan mientras colocaba una mano sobre la cabeza del joven demonio. "Tu poder es mío. Tu vida es mía. Si vuelves a fallarme, no habrá una próxima vez." Con un movimiento rápido, Muzan desapareció, dejando a Rui arrodillado y humillado.
Las Lunas Inferiores, aunque heridas y resentidas, se reagruparon, manteniendo la distancia de Rui, cuya furia había sido aplacada por el único ser al que temía más que a sí mismo.
En silencio, Rui se levantó y caminó hacia las sombras, sus cicatrices internas tan profundas como las externas. Aunque su furia había sido contenida, una parte de él sabía que este no sería el final de su lucha por encontrar el significado de la "familia" que tanto anhelaba.
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