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Título: "Vacaciones en la Playa: Inmunidad al Sol"

Era un día caluroso en el que las olas del mar tocaban la orilla con calma. Una brisa suave recorría la playa mientras el sol brillaba en lo alto. Sin embargo, para las lunas superiores y algunos demonios, ese día no era como los demás. Gracias a una inesperada habilidad otorgada por Muzan, habían logrado volverse inmunes al sol, lo que les permitía disfrutar de un paseo por la playa sin temor a desintegrarse.

Muzan, observando desde un rincón apartado, sonrió con satisfacción al ver cómo sus soldados disfrutaban de la rara libertad. La playa, lejos de ser solo un descanso, era ahora el escenario para un experimento. El comportamiento de las lunas superiores, siempre controlado y calculado, era ahora una mezcla de relajación y una sutil competencia por demostrar su poder.

Kokushibo, la Luna Superior Uno, estaba reclinado sobre una silla de playa de lujo, vistiendo un conjunto oscuro que contrastaba con el ambiente brillante. Su rostro, siempre tan serio, no mostraba ninguna emoción, pero la tensión en su postura dejaba claro que su mente seguía trabajando, incluso mientras disfrutaba del sol que nunca antes había podido tolerar.

Douma, la Luna Superior Dos, no se sentía igual de reservado. Caminaba por la orilla, dejando que el agua le mojara los pies, riendo y disfrutando de cada momento. "¡Qué extraño, estar en la playa sin preocuparme por quemarme!" dijo en voz alta, como si alguien pudiera escucharlo. A pesar de su actitud despreocupada, siempre había algo inquietante en su risa.

Akaza, la Luna Superior Tres, estaba centrado en un partido de volley-playa improvisado. Su agilidad y fuerza eran evidentes mientras saltaba y golpeaba la pelota. Aunque disfrutaba del ejercicio, no podía evitar recordar que, a pesar de estar en la playa, su misión seguía siendo esencial: mantenerse fuerte y listo para cualquier orden de Muzan.

Nakime, la Luna Superior Cuatro, estaba apartada del bullicio, sentada en una sombrilla mientras disfrutaba de la paz que le brindaba el entorno. La música tranquila que salía de su dispositivo parecía reflejar su deseo de escapar por un momento de las tensiones de su vida como demonio.

Pero no todo era paz. Hantengu, la otra Luna Superior Cuatro, no podía dejar de inquietarse. Caminaba de un lado a otro, buscando algo que le diera propósito, como si estuviera fuera de lugar en un ambiente tan relajado. "¡Es tan difícil disfrutar de algo sin tener que estar pendiente de todo!", murmuró para sí mismo.

Gyokko, la Luna Superior Cinco, había traído una sombrilla adornada con patrones extraños que se asemejaban a sus propias pinturas. Estaba observando la naturaleza a su alrededor, pero no con la misma fascinación que los demás. En su mente, la playa solo era una forma más de capturar la estética en su arte, pero el mar y la arena no eran suficientes para satisfacer su insaciable deseo de belleza.

Kaigaku, la nueva Luna Superior Seis, estaba sentado en la arena, mirando al horizonte con una expresión desafiante. Había llegado hace poco, y aunque la inmortalidad bajo el sol le parecía como un regalo, no dejaba de pensar en los obstáculos que aún tenía que superar para ganarse su lugar entre los más poderosos demonios.

Daki y Gyutaro, la Luna Superior Seis, estaban abrazados bajo una sombrilla de gran tamaño. A pesar de la atmósfera relajante, ambos seguían en alerta, especialmente Gyutaro, quien sentía que aún debía proteger a su hermana. Daki, con una sonrisa en el rostro, miraba a su alrededor, disfrutando del momento, pero sin perder de vista a los demás.

En el medio de todo esto, Rui Ayaki, la Luna Inferior Cinco, estaba de pie cerca de la orilla, con una camisa larga que flotaba con la brisa y bragas moradas que se asomaban por debajo de su prenda. Su mirada estaba perdida en el horizonte, pero no era un día de paz para él. Aunque se sentía libre de la amenaza del sol, las cicatrices del pasado seguían marcando su alma. El sol ya no representaba un peligro físico, pero el dolor emocional seguía latente.

Enmu, la Luna Inferior Uno, se encontraba cerca de Rui. Aunque parecía tranquilo, estaba atento a cada movimiento, siempre vigilante, como un guardián que nunca deja de cumplir su deber.

De repente, Douma saltó a la arena, riendo. "¡Vamos, Rui, no seas tan melancólico! ¿Qué tal un baño en el mar?" gritó alegremente.

Rui, sin responder, simplemente se quedó mirando las olas. Douma se acercó, tocándole el hombro con una sonrisa traviesa.

"Está bien, no te preocupes. Solo quería ver si estabas disfrutando de tu nueva libertad, Rui." Douma insistió con su tono juguetón.

Rui, finalmente, giró la cabeza hacia él. "No necesito que me digas qué hacer, Douma", dijo, aunque un atisbo de una sonrisa apareció en su rostro.

En ese momento, Kokushibo levantó la mirada desde su asiento, observando a los demás con una leve incomodidad. No estaba acostumbrado a este tipo de situaciones. Sin embargo, algo en él comenzó a ceder ante la tranquilidad del momento.

"Si no podemos disfrutar de un día así, ¿de qué sirve todo lo que hemos logrado?" murmuró para sí mismo, como si fuera una revelación tardía.

Muzan, quien observaba todo desde lejos, finalmente apareció en la escena. Su mirada fría recorrió a todos, evaluando el ambiente.

"Esto es solo un respiro temporal. No olviden por qué estamos aquí", dijo con su habitual tono de autoridad. Aun así, había una ligera sonrisa en su rostro. Quizá disfrutaba más de la situación de lo que admitía.

Aunque sabían que este día de descanso no duraría, algo en sus corazones de demonios poderosos cedió ante el alivio de la playa. Quizás no eran humanos, pero, por un momento, podían sentir lo que era la tranquilidad.

Sin embargo, los desafíos y las expectativas de Muzan siempre estarían presentes, listos para interrumpir cualquier momento de paz.

Los humanos observaban desde lejos, asombrados, mientras los demonios inmunes al sol disfrutaban de su día en la playa, pero no como cualquier persona normal. El mar, la arena y el sol parecían ser su terreno de juego, y la fuerza de los demonios no era un secreto para nadie. Mientras tanto, Akaza y Kokushibo, quienes eran conocidos por su enorme poder, se retaban mutuamente en un partido improvisado de volleyball.

Akaza, con su agilidad y velocidad, saltaba y hacía increíbles jugadas, su cuerpo musculoso y entrenado se movía con precisión. Kokushibo, el líder de las lunas superiores, no se quedaba atrás. Con su forma imponente, sus movimientos eran más calculados, pero igual de impresionantes. En medio de su juego, una jugada cambió la dinámica del momento.

Akaza, con una sonrisa competitiva, le pasó la pelota a Kokushibo con un fuerte golpe, pero el líder de la Luna Superior Uno, demostrando su enorme fuerza, decidió no solo devolver la pelota, sino enviarla con tal potencia que su brazo parecía moverse con una velocidad letal. La pelota voló hacia Akaza con una intensidad brutal, pero este no pudo reaccionar a tiempo.

La fuerza del golpe no solo hizo que Akaza no pudiera recibir la pelota, sino que su cuerpo fue empujado hacia atrás. La energía de la colisión lo lanzó contra unas rocas cerca de las rompientes, destrozándolas en su camino. Las rocas se quebraron y saltaron hacia los lados por la brutalidad del impacto, mientras Akaza caía sobre la arena, respirando con dificultad.

Los demás demonios se quedaron en silencio por un momento. Douma, Daki, Gyutaro y los demás miraban sorprendidos ante el espectáculo de poder. Nadie esperaba que la partida tomara tal giro. Kokushibo, aún con una expresión serena, se acercó a Akaza, quien estaba levantándose del suelo cubierto de polvo y arena.

"¿Eso fue suficiente, Akaza?", preguntó Kokushibo con su tono habitual, una mezcla de calma y desafío.

Akaza, con una sonrisa algo desdentada, se levantó lentamente, limpiándose el polvo y las rocas de su ropa. "Parece que me subestimaste un poco", dijo, aunque su tono era más juguetón que serio. "No pensaba que pudieras hacerlo, pero ahora veo que me has impresionado".

Los demás demonios no podían evitar reírse, especialmente Gyokko y Nakime, quienes siempre se divertían cuando veían un choque de egos entre los lunas superiores. Pero incluso Daki, que normalmente mantenía su actitud tranquila, no pudo evitar esbozar una sonrisa por la escena.

Muzan, observando desde la distancia, no dijo nada. Sin embargo, sus ojos observaban con atención a cada uno de sus demonios. La competencia y la fuerza de sus subordinados no le causaban ninguna preocupación, pero sí le intrigaba cómo se desenvolvían en un ambiente tan ajeno a su naturaleza oscura.

"Recuerden, esto es solo un descanso. No olviden quiénes son", murmuró para sí mismo, mientras su mirada se centraba en los juegos de los demonios y el mar que se extendía ante ellos.

A pesar de todo, parecía que, por un momento, los demonios habían dejado de lado sus sombrías misiones para disfrutar de un breve respiro, aunque sabían que la paz nunca duraría demasiado.

En la costa tranquila, los demonios disfrutaban del sol mientras se sumergían en diversas actividades. El ambiente en la playa, lejos de la oscuridad de sus misiones, mostraba un lado más relajado, pero las personalidades de los demonios seguían siendo intensas.

Gyutaro, el más impetuoso de todos, decidió ir más allá y desafiar al mar en un combate. Había avistado un tiburón que nadaba cerca de las rocas, y con una sonrisa traviesa, se zambulló en el agua para enfrentarlo. El tiburón, al ver al demonio acercarse con esa mirada desafiante, abrió su boca llena de dientes afilados. Pero Gyutaro no se amedrentó. En un rápido movimiento, usó sus cuerpos de tentáculos, que se extendían como largos látigos, para rodear al tiburón y manipularlo como si fuera un juguete. La lucha en el agua fue feroz, pero pronto Gyutaro logró inmovilizar a la bestia, controlándola completamente con su fuerza demoníaca. Mientras tanto, Daki y Nakime, sentadas cómodamente en una roca cerca de la orilla, observaban la escena con calma.

Daki sonrió suavemente, disfrutando del espectáculo. "Es como ver a un niño travieso, pero con mucha más fuerza," dijo mientras sus ojos seguían el movimiento de Gyutaro.

Nakime, siempre serena y distante, simplemente asentía mientras observaba. "Es entretenido ver cómo se desafía a sí mismo con criaturas tan pequeñas comparadas con su poder."

Mientras tanto, Gyokko, el más artístico de las lunas superiores, aprovechó el entorno para crear una obra maestra. En la orilla, rodeado por montones de algas, cangrejos y peces muertos, empezó a manipularlos con su poder demoníaco, transformándolos en figuras intrincadas y grotescas. Los cuerpos de peces eran esparcidos de forma simétrica, sus formas convertidas en figuras abstractas, mientras las algas se entrelazaban creando patrones exquisitos. Gyokko se reía entre dientes, satisfecho con su creación. "La belleza de la muerte, siempre perfecta," murmuró, admirando su arte macabro.

En otro rincón de la playa, Douma, con su usual energía despreocupada, se acercó a un coco colgando de una palma. Con una sonrisa angelical, intentó bajarlo, pero su torpeza era evidente. No solo uno, sino diez cocos cayeron de golpe sobre su cabeza. Los cocos lo golpearon con un estruendo, y Douma cayó de espaldas, mirando al cielo confundido mientras se frotaba la cabeza. "¿Qué fue eso?", dijo entre risas, sin perder su humor. Los demás demonios observaron la escena con una mezcla de diversión y desinterés.

Akaza, siempre buscando mejorar su fuerza, no tenía tiempo para juegos o risas. En la orilla, comenzó a levantar grandes rocas como parte de su entrenamiento. Con cada levantamiento, sus músculos se tensaban, demostrando su increíble fuerza. No había necesidad de competir, él solo quería ser más fuerte. Su enfoque era total, y el sonido de las rocas estrellándose contra el suelo resonaba cada vez que las dejaba caer.

Kokushibo, el líder de las lunas superiores, se encontraba sentado tranquilamente sobre una roca grande, mirando el paisaje con una expresión impasible. A pesar de la energía a su alrededor, él se mantenía ajeno, reflexionando sobre cosas más profundas. Sus ojos observaban a sus subordinados, pero su mente estaba distante, pensando en las estrategias que vendrían después.

Finalmente, Muzan, el líder supremo, se encontraba apartado del resto. Sentado bajo una sombrilla, con la luz del sol cayendo sobre él, leía una novela en su celular. La paz del momento parecía poco relevante para él; en su mente, las tácticas y el control del mundo eran mucho más importantes que cualquier relajación temporal. Mientras los demás demonios se entretenían, él continuaba leyendo, sus ojos escaneando las palabras con una fría concentración.

El contraste entre la calma en la playa y la intensidad de los demonios era claro. Mientras ellos se divertían, sin saberlo, el mundo seguía girando, y nuevas batallas, desafíos y complicaciones los aguardaban. Pero por un momento, todos parecían disfrutar del descanso, aunque fuera solo por un breve instante.

Rui Ayaki caminaba con confianza por la playa, su presencia causando una mezcla de curiosidad y fascinación entre los presentes. Con una camisa larga que le caía suelta sobre los hombros y sus bragas moradas discretamente visibles bajo la tela, caminaba de manera que sus gestos seductores captaban la atención tanto de chicos como de chicas. Su apariencia era única y llamativa, con su piel pálida contrastando con los puntos rojos en su rostro, una característica que lo hacía aún más intrigante.

Los chicos y chicas no podían evitar mirarlo, algunos con admiración, mientras otros parecían cautivados por su atractivo sobrenatural. Sus ojos, uno verde y el otro violeta, reflejaban una mezcla de misterioso encanto y vulnerabilidad, lo que atraía a quienes lo observaban. Aunque su tamaño era pequeño, con 1.66 metros de altura, su complexión delicada y su aura demoníaca lograban dejar una huella en todos los que se encontraban a su alrededor.

Los civiles que lo veían, sorprendidos por su presencia, murmuraban entre ellos, sin saber exactamente cómo reaccionar ante este joven tan diferente. Algunos se sentían atraídos, mientras otros, al descubrir su naturaleza demoníaca, se mantenían a distancia, aún fascinados pero cautelosos de lo que implicaba realmente su apariencia.

Al ver a Rui Ayaki en la playa, vestido con su camisa larga y bragas moradas, los chicos y chicas no pudieron evitar sentir una atracción por su presencia, aunque muchos de ellos no comprendían por qué. Su aspecto único, con piel blanca, puntos rojos en su rostro y un cabello blanco similar a las patas de una araña, resultaba enigmático, pero también cautivador. Algunos intentaban acercarse a él, fascinados por su belleza sobrenatural, mientras otros se mantenían a distancia, observando con cautela.

Entre los observadores, las LunAs Superiores también notaron a Rui. En un rincón oculto, fuera del alcance de los civiles, las figuras imponentes de los demonios de las LunAs Superiores se reunieron, observando con interés al joven demonio.

Kokushibo, la Luna Superior Uno, con su presencia imponente y mirada calculadora, observaba a Rui con atención. "Este chico... tiene algo que me intriga", pensó mientras lo analizaba. A pesar de su aspecto frágil, había algo en su aura que despertaba su curiosidad.

Douma, Luna Superior Dos, mostró una sonrisa intrigante. Le fascinaba la belleza de Rui, y aunque era consciente de que su naturaleza demoníaca podía ser peligrosa, no pudo evitar sentirse atraído por su presencia.

Akaza, Luna Superior Tres, frunció el ceño. Aunque él prefería la fuerza y el combate, no podía ignorar el poder latente que Rui emanaba. "Quizás este joven demonio tiene un potencial oculto", pensó mientras lo observaba desde la distancia.

Nakime, Hantengu, Gyokko, Kaigaku, Daki y Gyutaro también estaban observando, aunque cada uno lo hacía con sus propias intenciones. Algunos se sentían atraídos por la belleza de Rui, mientras que otros lo veían como una amenaza o un recurso útil en sus propios planes.

Las LunAs Superiores sabían que Rui Ayaki no era un demonio común, y aunque la reacción de los civiles en la playa era de fascinación, ellos reconocían que el joven demonio podría ser mucho más de lo que parecía a simple vista.

Al ver a Rui Ayaki en la playa, subiendo su camisa y dejando ver sus bragas moradas, los chicos a su alrededor no pudieron evitar sonrojarse. Aunque su apariencia demoníaca les causaba un mix de atracción y misterio, el gesto de Rui fue inesperado, y su presencia se volvió aún más cautivadora. Los chicos miraban hacia otro lado o se sentían incómodos por la exposición, pero la curiosidad seguía siendo más fuerte que la vergüenza.

Mientras tanto, las LunAs Superiores, al ser inmune al sol como Rui Ayaki, observaban con interés desde las sombras. Aunque estaban acostumbrados a la oscuridad y a la nocturnidad, la visión de Rui, un demonio atractivo y aparentemente despreocupado por su naturaleza, les hizo preguntarse qué tipo de poder o habilidades podía tener realmente.

Muzan, al igual que las LunAs Superiores, observaba desde su posición estratégica, evaluando a Rui con una mezcla de interés y cautela. Sabía que el joven demonio era especial y que su inmunidad al sol podría ser una ventaja estratégica en sus propios planes, pero también se sentía celoso de la atención que Rui parecía recibir de los demás.

Rui, sin darse cuenta de lo que provocaba, caminaba por la playa con una actitud segura, disfrutando del momento sin temor. Mientras las LunAs Superiores y Muzan continuaban observando, Rui parecía estar completamente inmerso en su mundo, sin entender el impacto que causaba en los humanos y los demonios por igual.

Al ver a Rui Ayaki subirse la camisa y dejar al descubierto sus bragas moradas, Senjuro no pudo evitar sonrojarse. Aunque estaba acostumbrado a la cercanía de Rui, el gesto inesperado de Rui provocó una reacción en él. La escena lo dejó algo desconcertado, mientras su mirada se desvió por un momento, intentando evitar hacer contacto visual con el joven demonio. A pesar de su incomodidad, no pudo evitar sentir una mezcla de atracción y preocupación, preguntándose si Rui realmente entendía el efecto que causaba en los demás.

Senjuro, aún sonrojado, intentó recomponerse, pero sus pensamientos estaban agitados. Sabía que Rui tenía una forma de cautivar a las personas a su alrededor, y aunque estaba acostumbrado a la presencia de Rui, esta situación era diferente. La forma en que Rui se comportaba sin preocuparse por las miradas ajenas solo aumentaba la tensión que Senjuro sentía.

Rui, por su parte, no parecía notar el efecto que causaba en Senjuro, ya que estaba completamente inmerso en su propio mundo, disfrutando de la libertad de ser él mismo sin preocupaciones. Sin embargo, la situación no pasó desapercibida para los demás que observaban desde lejos, incluidos los demonios de las LunAs Superiores y Muzan, quienes continuaban analizando cada movimiento de Rui con interés.

Senjuro, a pesar de su sonrojo, sabía que debía mantener la calma y centrarse en lo que realmente importaba, pero la sensación de incomodidad persistía mientras observaba a Rui, quien seguía disfrutando de la atención que atraía de todos a su alrededor.

Cuando Muichiro Tokito, Tanjiro Kamado y Zenitsu Agatsuma vieron a Rui Ayaki subir su camisa, dejando a la vista sus bragas moradas, todos se sonrojaron de inmediato. El momento fue tan inesperado y desconcertante que los tres se quedaron paralizados por un instante, incapaces de apartar la mirada aunque la incomodidad crecía rápidamente.

Muichiro, que usualmente mantenía una expresión seria, estaba visiblemente confundido, sus mejillas teñidas de rojo mientras miraba a Rui. Aunque Tokito no solía mostrar muchas emociones, en ese momento, la situación lo había dejado sin palabras, y su rostro reflejaba una mezcla de desconcierto y vergüenza.

Tanjiro, siempre respetuoso y consciente de los sentimientos de los demás, trató de mirar hacia otro lado, pero sus mejillas también se sonrojaron ante la sorpresa de la escena. Como omega, a veces se sentía más vulnerable a los gestos o interacciones como esas, y no pudo evitar sentirse avergonzado por la exposición de Rui.

Zenitsu, como siempre, reaccionó con extrema vergüenza, sus ojos muy abiertos y su rostro completamente rojo. La sorpresa de la situación lo dejó boquiabierto, y comenzó a balbucear incoherencias, sin saber cómo reaccionar ante lo que acababa de suceder. "¡¿¡Por qué hace eso!?!", exclamó, cubriéndose la cara con las manos, mientras trataba de calmarse, pero la incomodidad y la vergüenza lo abrumaban.

Rui, ajeno al caos que había provocado, continuaba caminando por la playa con la misma actitud despreocupada, sin darse cuenta de lo que había causado entre sus compañeros. A pesar de la tensión que había creado, su comportamiento tranquilo y natural solo aumentaba la confusión de los chicos que lo observaban, mientras cada uno lidiaba con sus propios sentimientos y la vergüenza del momento.


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