17

"Un trato inesperado" (Versión de Ray y Norman - The Promised Neverland)

Era un día como cualquier otro en Grace Field House, aunque para Ray, las cosas se estaban saliendo un poco de control. Todo comenzó con Norman, quien, como siempre, parecía saber algo que no debía.

—Ray, apostemos algo —sugirió Norman con su sonrisa tranquila mientras jugaban ajedrez.

Ray lo miró con el ceño fruncido, algo en su intuición le decía que esto terminaría mal. —¿Qué tipo de apuesta?

—Si pierdes... tendrás que usar algo que yo elija por 15 minutos.

—Tsk, no es como si fuera a perder —respondió Ray con su típica indiferencia, pero Norman, siempre calculador, tenía otros planes.

El resultado fue obvio: Ray perdió.

Al cabo de unos minutos, Norman sacó algo inesperado: un par de bragas blancas de encaje que había conseguido por quién sabe qué travesuras de Emma.

—¿¡Qué demonios es esto, Norman!? —Ray estaba rojo como un tomate, apretando las bragas entre sus dedos como si se quemaran.

—Reglas son reglas, Ray —respondió Norman con su tono calmado, pero con una evidente diversión reflejada en su sonrisa—. Vamos, solo son 15 minutos.

Ray gruñó, pero la presión de Norman y la mirada curiosa de Emma, que había aparecido de la nada, hicieron que no tuviera escapatoria. Minutos después, estaba ahí, con la camisa grande de Norman y las bragas puestas, intentando cubrirse como podía.

—¡Apúrate y acaba con esto! —bufó Ray, apretando el borde de la camisa, su rostro completamente rojo.

Norman, mientras tanto, lo observaba con una sonrisa triunfante y los ojos brillantes.

—Esto... esto es demasiado lindo, Ray —dijo, entre risas contenidas—. Eres sorprendentemente adorable cuando estás avergonzado.

—¡Cállate, Norman! ¡Te juro que esto no quedará así! —respondió Ray, cada vez más molesto mientras Emma observaba desde un rincón, sin entender bien por qué Ray estaba tan raro ese día.

Norman, sin embargo, decidió disfrutar el momento por completo. 15 minutos no eran suficientes para grabar esa imagen en su mente.

Al final, Emma terminó corriendo por toda la casa gritando:
—¡Ray está usando bragas! ¡Ray está usando bragas!

Mientras tanto, Ray perseguía a Norman, jurándole venganza.


"El Secreto de Ray"

En una habitación secreta, apartada de la vista de los demás en Grace Field House, Ray se encontraba solo, disfrutando de la tranquilidad que le proporcionaba ese pequeño rincón alejado de los demás niños. Con su cabello oscuro y su actitud reservada, siempre había sido el tipo de chico al que le gustaba mantener sus secretos bien guardados.

Aquella tarde, Ray decidió descansar un poco, quitándose la chaqueta de la escuela y dejando al descubierto su camisa larga desabrochada. Pero lo que nadie sabía, y que él había mantenido en secreto durante mucho tiempo, era que debajo de la camisa, Ray usaba bragas blancas con detalles morados y un toque de encaje transparente. Para él, eran cómodas y le daban una sensación de paz que no encontraba con los pantalones o ropa más tradicional.

Estaba tranquilo en su habitación secreta, hojeando uno de los libros que tanto disfrutaba, cuando de repente, la puerta se abrió con un suave crujido. Norman había llegado por accidente, buscando a Ray para hablar sobre algunos planes.

Al ver a Ray en esa postura, con su ropa y las bragas a la vista, Norman se sonrojó de inmediato, quedando completamente sorprendido por lo que acababa de descubrir.

Ray, al darse cuenta de la presencia de Norman, se levantó rápidamente, sonrojado de vergüenza. Antes de que Norman pudiera reaccionar, Ray le lanzó un libro con rapidez, como si intentara ocultar su vergüenza bajo el peso del mismo.

—¡¿Qué estás haciendo aquí!? —gritó Ray, mientras la incomodidad invadía su rostro.

Norman, todavía sorprendido pero intentando mantener la compostura, se quedó en silencio por un momento. Nunca en su vida había imaginado ver algo como eso de Ray, mucho menos en un lugar tan privado. Pero después de un segundo, su rostro se relajó y le sonrió con la misma calma de siempre.

—Lo siento, no quería verte así, Ray —dijo Norman, aunque un leve rubor todavía teñía sus mejillas. No podía dejar de pensar en lo raro y curioso que era su amigo en ese momento.

Ray se cruzó de brazos, claramente incómodo, pero en el fondo, sentía una ligera calma al ver que Norman no se burlaba de él. Era un pequeño consuelo, aunque no dejaba de pensar en cómo tendría que enfrentarse a Emma, quien seguramente nunca lo dejaría olvidar ese momento.

—Esto no ha pasado —dijo Ray, dirigiéndose hacia la puerta y cerrándola con fuerza. —Y tú... no le digas a nadie.

Norman asintió, prometiendo que no diría nada. Pero la sonrisa que llevaba en su rostro no podía esconder su curiosidad y diversión interna. Ray nunca dejaría de sorprenderlo, y eso era algo que Norman tenía claro.

Después del pequeño incidente en su habitación secreta, Ray se ajustó rápidamente la camisa larga, intentando ocultar su incomodidad, pero aún así, no pudo evitar sentir que algo había cambiado. Norman había sido discreto, como siempre, pero Ray sabía que en el fondo, Norman estaba muy intrigado.

A pesar de todo, Norman insistió en que tenían que hablar sobre los planes de escape. Sin hacer más preguntas sobre lo que acababa de ver, Ray y Norman se dirigieron hacia la sala común. Ray, aún con su camisa larga desabrochada parcialmente, no podía evitar sentirse consciente de lo que acababa de suceder, pero Norman lo guió hacia el lugar donde Emma y los demás niños estaban reunidos.

Cuando llegaron, Emma, quien estaba charlando animadamente con los demás niños, de inmediato notó algo raro en el comportamiento de Ray. La mirada que llevaba, tan incómoda, era difícil de ocultar, y al ver su camisa larga, no pudo evitar preguntar:

Ray, ¿por qué estás vestido así? —preguntó Emma, levantando una ceja. Parecía algo extraño que Ray, siempre tan serio y siempre con su actitud tan calculadora, estuviera en un estado tan... inusual.

Ray, visiblemente incómodo, intentó cambiar de tema rápidamente, pero no pudo evitar que sus mejillas se sonrojaran.

No es nada, Emma... Solo... estoy bien, realmente. —dijo Ray, cruzando los brazos, aún tratando de disimular la incomodidad de lo sucedido.

Sin embargo, los otros niños, que observaban la escena desde el fondo, no pudieron evitar mirar curiosamente hacia Ray, notando que algo no encajaba. Duncan y Gilda, quienes siempre se habían mostrado muy atentos a los detalles, intercambiaron miradas rápidas. Ray nunca había sido tan distraído. Y ahora, con la camisa larga desabrochada de manera extraña y el tono de su voz más nervioso de lo habitual, todos se dieron cuenta de que había algo que no entendían.

¿Ray? —preguntó Gilda, algo sorprendida—. ¿Estás bien?

Emma, que no quería seguir insistiendo, decidió cambiar de tema para centrarse en lo realmente importante: el plan de escape.

¡Bien! Dejemos eso de lado por ahora, chicos. Lo que importa ahora es cómo vamos a escapar. Norman, ¿qué descubriste? —Emma preguntó con entusiasmo, siempre dispuesta a seguir adelante con los planes.

Ray, agradecido de que Emma no hubiera insistido más en su extraño comportamiento, asintió y miró a Norman, quien, aunque todavía parecía curioso por lo sucedido, sabía que ahora era el momento de trabajar juntos en el escape.

Pero mientras los niños comenzaban a centrarse en el plan, las miradas furtivas hacia Ray no cesaban. Los demás sabían que algo extraño había ocurrido, aunque ninguno de ellos sabía con exactitud qué.

Era evidente que Ray siempre ocultaba algo, pero ahora, ese secreto parecía más grande que nunca.

"El Secreto de Ray - Continuación"

Después de la conversación con los demás niños, Ray no podía dejar de sentirse incómodo con la situación. Norman, por su parte, había notado la incomodidad de Ray, pero en lugar de hacer más preguntas, simplemente lo miró con una sonrisa enigmática. Aun así, Ray no pudo evitar sentirse vulnerable, especialmente con todos esos ojos sobre él.

Norman, ¿por qué no me dejaste ponerme un short o algo? —murmuró Ray en voz baja, mientras se ajustaba la camisa larga, intentando cubrirse de la mejor manera posible. El calor en su rostro era evidente, y el recuerdo de lo que había sucedido seguía persistiendo en su mente. A pesar de que había intentado ocultarlo, las bragas que llevaba bajo la camisa seguían siendo un problema.

Norman no dijo nada al principio, pero su mirada se suavizó. Sabía lo que Ray estaba sintiendo. En una rápida reacción, Ray agarró una sábana que estaba cerca, envolviéndose en ella para evitar que los demás pudieran ver algo que no quería que supieran. Aunque era una sábana sencilla, en ese momento, sentía que era su única protección.

Ray se sintió extraño al caminar por la casa envuelto en la sábana, pero por lo menos podría esconderse de los miradas curiosas. No era que tuviera algo contra el hecho de usar lo que usaba, sino que no quería que los demás, especialmente los niños, lo vieran en esa situación tan... vulnerable.

¿Estás bien, Ray? —preguntó Emma, que al parecer no entendía completamente la incomodidad de Ray pero lo percibió por su actitud.

Ray se detuvo un momento, mirando hacia el suelo y luego levantó la mirada, intentando mostrar la típica expresión fría que solía tener.

Sí, todo está bien. Solo... prefiero no llamar demasiado la atención. —respondió rápidamente.

Norman, que lo conocía demasiado bien, no insistió en el tema. Sin embargo, dentro de sí, pensaba que Ray nunca mostraba esa vulnerabilidad, lo que hacía la situación aún más intrigante.

Mientras tanto, los demás niños seguían ocupados con el plan de escape, pero en el fondo, había una especie de curiosidad flotando en el aire. ¿Qué había hecho Ray para ponerse en una situación tan incómoda? Y más importante aún, ¿por qué Ray nunca había mostrado esa parte de sí mismo antes?

Por un momento, todos parecían más concentrados en la situación de Ray que en el escape mismo. Sin embargo, la necesidad de huir de Grace Field seguía siendo más importante, por lo que los niños decidieron dejar el asunto por ahora.

Ray, con la sábana envuelta alrededor de su cuerpo, se sintió un poco más tranquilo, pero sabía que el secreto que había dejado al descubierto esa tarde no se iba a quedar en silencio por mucho tiempo.

La situación en la que Ray se encontraba seguía siendo incómoda, y mientras los niños seguían ocupados con sus planes, Emma no pudo evitar notar algo raro en su amigo. Lo vio de pie, con la sábana envuelta a su alrededor, como si estuviera tratando de ocultarse, y su expresión fría y distante solo hacía la situación más extraña.

Ray, ¿qué pasa? ¿Por qué estás así? —preguntó Emma con voz preocupada, acercándose a él, pero Ray no respondió. Se cruzó de brazos y desvió la mirada, evitando entrar en detalles sobre lo que realmente lo estaba incomodando.

El silencio se alargó hasta que uno de los niños, curioso, rompió la tensión con una pregunta que solo aumentó la incomodidad de Ray.

¿Por qué usas bragas, Ray? —preguntó el niño, con un tono inocente, pero que hizo que todos los ojos en la habitación se dirigieran hacia Ray.

Ray, avergonzado, negó rápidamente.

No uso bragas... no sé de qué hablas. —respondió con tono molesto, mirando al niño que había hecho la pregunta.

Pero Emma no estaba convencida. Ella sabía que Ray estaba actuando raro, así que insistió.

Ray, ¿usando eso? No te creo. —dijo Emma, frunciendo el ceño mientras lo observaba, claramente confundida por la respuesta evasiva de su amigo.

En ese preciso momento, uno de los niños, en un impulso de curiosidad, se acercó a Ray y levantó la sábana ligeramente. Al ver lo que había debajo, su rostro se iluminó con sorpresa.

¡Ah! ¡Usas una braga blanca con morado transparente! ¡Qué bonito! —exclamó el niño, con una mezcla de asombro y admiración en su voz.

Ray, sintiendo la vergüenza aumentar, reaccionó rápidamente. Con una patada precisa y rápida, empujó al niño de vuelta dentro de la sábana, haciendo que el niño cayera al suelo.

¡No vuelvas a mirar! —gritó Ray, visiblemente molesto. Su rostro estaba completamente rojo de la vergüenza.

Los demás niños estaban en shock, sin saber qué hacer o decir. La situación se había vuelto incómoda para todos, pero especialmente para Ray, que solo quería mantener su privacidad intacta.

Emma, un poco sorprendida por la reacción de Ray, lo miró con una mezcla de preocupación y confusión.

Ray... no es para tanto. No tienes que ponerte así. —dijo Emma, intentando calmar la situación.

Pero Ray no podía dejar de sentirse expuesto. La vergüenza era demasiada, y ahora sabía que había dejado escapar un secreto que nunca imaginó que los demás descubrirían.

Es... no es lo que parece, Emma. —murmuró, sintiéndose derrotado mientras trataba de recobrar algo de su compostura.

Sin embargo, los niños no dejaron de hablar entre ellos, murmurando sobre lo que acababan de ver. El secreto de Ray ya no estaba tan seguro, y lo único que podía hacer ahora era intentar volver a la normalidad, aunque sabía que sería difícil mantener esa fachada durante más tiempo.


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