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One-shot: "La Segunda Oportunidad de Rui y Enmu"
Rui y Enmu estaban arrodillados frente a Muzan en el castillo infinito. Ambos demonios mantenían la cabeza baja, temblando mientras el frío y aterrador tono de Muzan los envolvía.
"Las lunas inferiores han demostrado ser inútiles... excepto ustedes dos," dijo Muzan, su voz resonando como un filo mortal. "Pero eso no significa que estén a salvo. Les daré una última oportunidad. Fallar de nuevo no será tolerado."
Antes de que pudieran responder, Muzan extendió su mano hacia ellos, y una inyección de su sangre comenzó a fluir por sus cuerpos. Rui gritó al sentir el dolor abrasador, sus venas se encendían como fuego líquido. Enmu se arqueó hacia atrás, sus uñas rasgando el suelo mientras su cuerpo se convulsionaba por el torrente de poder que invadía sus células.
"Sufran todo lo que quieran," murmuró Muzan con frialdad. "Este poder es un regalo... y una maldición, si no lo usan adecuadamente. Ahora, Nakime, llévalos al lugar donde Tanjiro Kamado será encontrado. No deben fallar."
El dolor como preludio a la misión
Rui apenas podía moverse después del dolor, pero sentía la diferencia en su cuerpo. Su cabello blanco en forma de patas de araña parecía brillar con un nuevo resplandor, y los hilos que podía crear se sentían más afilados, más resistentes. Enmu, por su parte, sentía su habilidad de controlar los sueños evolucionar. Ahora podía manipular la percepción del tiempo dentro de ellos y arrastrar incluso a los más fuertes a un letargo inquebrantable.
"Muzan-sama nos ha dado una segunda oportunidad," dijo Rui, su voz fría pero decidida mientras se ponía en pie. "No podemos desperdiciarla."
Enmu sonrió débilmente, su usual tono burlón apenas asomándose mientras aún se recuperaba. "Oh, no lo haremos. Tanjiro Kamado y sus amigos... aprenderán lo que significa enfrentarse a nosotros."
Nakime golpeó las cuerdas de su biwa, y el entorno cambió en un parpadeo. Ahora estaban en un bosque oscuro, un lugar apartado donde la luz apenas tocaba el suelo.
El encuentro con Tanjiro
Tanjiro, Zenitsu e Inosuke caminaban juntos, en busca de su próximo objetivo. Habían recibido información sobre demonios en esa área, pero no esperaban encontrarse con dos presencias tan abrumadoras.
Cuando Rui y Enmu aparecieron frente a ellos, la tensión en el aire se volvió palpable.
"¡Rui!" exclamó Tanjiro, reconociendo al demonio de las montañas Natagumo. Pero algo era diferente en él: su presencia era más pesada, y el brillo en sus ojos reflejaba un poder aún mayor.
"Veo que recuerdas mi nombre, Kamado," dijo Rui con calma. "Esta vez, no habrá errores. Tú y tu hermana serán nuestras ofrendas para Muzan-sama."
Enmu, por otro lado, simplemente se rió, su tono burlón y macabro resonando. "Ah, Kamado Tanjiro... Qué interesante será arrastrarte a un sueño eterno. Tal vez esta vez incluso tu hermana no pueda salvarte."
La batalla comienza
Tanjiro desenvainó su espada con rapidez. "¡Zenitsu, Inosuke, prepárense! Estos demonios son mucho más fuertes que cualquier otro que hayamos enfrentado."
Rui atacó primero, lanzando una red de hilos afilados que cortaron los árboles a su alrededor como si fueran mantequilla. Enmu, mientras tanto, comenzó a tararear una melodía hipnótica, intentando arrastrar a los cazadores a un trance.
La batalla se desató con una intensidad que ninguno de ellos había experimentado antes. Rui y Enmu no solo eran más fuertes, sino que trabajaban en perfecta sincronización. Los ataques de Rui mantenían a los cazadores ocupados mientras Enmu intentaba colarse en sus mentes.
Tanjiro, aunque superado, se mantuvo firme. "¡Nezuko, ayúdame!" gritó mientras intentaba cortar los hilos de Rui con su técnica de respiración solar.
Nezuko salió de su caja, lista para proteger a su hermano. Sus ojos brillaban con determinación mientras corría hacia Rui, quien la observó con una mezcla de interés y desprecio.
"Así que esta es tu hermana," murmuró Rui. "Veamos si es tan fuerte como tú."
El desenlace
La batalla continuó en un tira y afloja, pero Tanjiro y sus amigos sabían que estaban en desventaja. Sin embargo, algo dentro de Tanjiro despertó: un recuerdo de su padre y la danza del dios del fuego.
Con un último ataque, Tanjiro logró cortar los hilos de Rui y herirlo gravemente, pero no lo suficiente para matarlo. Rui y Enmu, al darse cuenta de que no podían ganar fácilmente, decidieron retirarse.
"Esto no ha terminado, Kamado," dijo Rui mientras Nakime los transportaba de vuelta al castillo infinito.
Tanjiro cayó de rodillas, agotado pero determinado. "Nezuko... no dejaremos que Muzan o sus demonios nos derroten."
Desde las sombras, Rui y Enmu planificaban su próximo movimiento, sabiendo que Muzan no aceptaría otro fracaso.
El viento cortaba la quietud del bosque donde los cazadores y demonios se encontraban, aún respirando con la tensión de la batalla recién librada. Rui, con su cabello blanco brillante y sus patas de araña que formaban hilos afilados, observaba a los cazadores con una sonrisa fría en su rostro, disfrutando del caos que había creado.
Shinobu, con su expresión calmada pero decidida, se adelantó, su aguja cargada con veneno mortal. "No dejaremos que sigas causando daño, demonio."
Rui la observó, manteniendo la calma, mientras su rostro reflejaba desdén hacia la pequeña mujer que se atrevía a desafiarlo. La batalla aún no había terminado, y el sabor de la victoria ya estaba cerca, pero los cazadores se negaban a rendirse.
El ataque de Tomioka
Giyu Tomioka, el Pilar de la Niebla, observaba desde un costado, su espada lista para cortar la cabeza de Rui. Había visto el poder de este demonio, y sabía que era necesario acabar con él de inmediato para proteger a Tanjiro y los demás. La misión era clara: cortar la cabeza de Rui antes de que pudiera causar más daño.
Con rapidez, Tomioka se movió hacia Rui, su katana apuntando al cuello del demonio. En un solo y preciso movimiento, intentó decapitarlo, pero Rui reaccionó más rápido. Con un solo hilo, cortó la espada de Tomioka en dos, y antes de que pudiera reaccionar, lo golpeó con una fuerza brutal contra la pared, dejándolo inconsciente.
Tanjiro gritó desesperado, viendo cómo su aliado caía. "¡Giyu!"
Rui, mientras observaba el desespero de los cazadores, no pudo evitar sonreír, pero su expresión cambió rápidamente al notar el movimiento de Shinobu.
Shinobu y el veneno
Shinobu no dudó ni un segundo. Sabía que la única forma de acabar con un demonio tan fuerte como Rui era usando su veneno mortal. Avanzó rápidamente, inyectando la aguja directamente en el cuello de Enmu, que estaba a su lado.
"¡Muere, demonio!" exclamó Shinobu con fuerza, segura de que el veneno haría efecto, como había sucedido con otros demonios. Sin embargo, lo que ocurrió a continuación la dejó helada.
Enmu no mostró signos de debilidad. En su lugar, una risa macabra salió de su garganta mientras el veneno simplemente no hacía efecto sobre él. Con una rapidez inhumana, golpeó a Shinobu, enviándola volando contra un árbol cercano.
"¿Creías que tu veneno podría afectarnos tan fácilmente?" dijo Enmu, burlándose. "Este cuerpo ha sido fortalecido con la sangre de Muzan. Nada de eso nos afecta."
Shinobu se levantó, tambaleándose, sorprendida por la ineficacia de su ataque. "Esto... no puede ser..." murmuró, mirando a Enmu con una mezcla de temor y frustración.
La batalla continúa
Tanjiro, furioso por ver a sus compañeros caer, dio un paso adelante, empuñando su espada con determinación. "¡No dejaré que ustedes sigan matando a los inocentes!" gritó, avanzando hacia Rui.
Rui lo observó con calma, sus hilos de araña listos para defenderse. "Parece que los cazadores son cada vez más tontos," dijo con desdén. "Nada de lo que hagan será suficiente."
En ese momento, Enmu se levantó, con su rostro oscuro y decidido. "Ahora veremos si los cazadores de demonios realmente pueden superar nuestra fuerza."
El enfrentamiento final
Mientras Rui y Enmu se preparaban para atacar, la determinación de los cazadores crecía. Tanjiro no podía rendirse. No importaba lo fuerte que fuera el enemigo, siempre tendría la esperanza de vencerlos.
"¡Nezuko, vamos!" gritó Tanjiro, haciendo un último esfuerzo por empujar a los demonios hacia atrás. La lucha estaba lejos de terminar, y aunque la situación parecía desesperada, la luz de la esperanza seguía brillando.
Pero los demonios, con la fuerza de Muzan corriendo por sus venas, sabían que este enfrentamiento no sería fácil para los cazadores. La batalla estaba lejos de llegar a su fin, y todo lo que podían hacer era esperar lo peor.
En ese momento, todos sabían que la lucha no solo era por la supervivencia, sino por el destino mismo de la humanidad.
La batalla parecía estar llegando a su clímax. Tanjiro, con su espada en mano, se lanzó con fuerza hacia Rui, dispuesto a cortar su cabeza. La determinación en sus ojos era inquebrantable; no iba a permitir que los demonios continuaran matando a los inocentes. Sin embargo, cuando la espada de Tanjiro rozó la piel de Rui, lo que ocurrió fue algo inesperado: Rui no cayó. No murió.
La espada se deslizó sobre su piel como si estuviera tocando una capa de acero, el corte no dejó ni rastro. Rui, con una expresión de desdén, miró a Tanjiro.
"¿Creías que esto acabaría así, cazador?" dijo Rui, su voz suave pero llena de arrogancia.
Enmu, observando desde el costado, sonrió de manera maliciosa. "Tu esfuerzo es inútil, Tanjiro. Somos inmunes a tus cortes. Nada de lo que hagas nos detendrá."
Tanjiro retrocedió, respirando con dificultad. No podía creer lo que veía. En esos momentos de duda, Nezuko apareció a su lado, su fuerza y determinación inquebrantables.
El golpe de Nezuko
Nezuko, furiosa y con su bambú en la boca, corrió hacia los demonios con una velocidad asombrosa. Sin dudarlo, usó su fuerza demoníaca para golpear a Rui y Enmu. Ambos demonios fueron empujados hacia atrás con tal fuerza que no tuvieron tiempo de reaccionar antes de caer en un pozo petrolero cercano.
Los demonios se sumergieron en el petróleo, gritando por un momento, pero sus cuerpos no sucumbían a la fuerza de la caída. En su lucha por salir del pozo, Rui y Enmu miraron a Tanjiro, a Nezuko y a todos los demás cazadores de demonios.
"¡Esto no termina aquí!" gritó Rui, con una mirada de furia. "Nuestro amo nos ha dado un poder inhumano. Nos liberará... y las Lunas Superiores descenderán sobre ustedes para acabar con todo."
Enmu, con voz siniestra, añadió: "Solo esperan a que el amo nos envíe... ¡y cuando lo haga, ustedes no tendrán escapatoria!"
El hundimiento definitivo
Los cazadores de demonios, decididos a acabar con los dos demonios de una vez por todas, observaron cómo Rui y Enmu luchaban por escapar, pero la fuerza del petróleo los mantenía atrapados. El fuego de la batalla comenzaba a extinguirse, pero la amenaza de los demonios no desaparecía.
"¡Nos hundiremos en este pozo, pero nuestro maestro... nos traerá de vuelta!" gritó Rui, su voz llena de furia y desesperación.
Tanjiro dio un paso hacia adelante, dispuesto a hacer todo lo posible para asegurarse de que este capítulo finalmente llegara a su fin.
"Esto no se trata solo de nosotros. No importa lo que digan, siempre lucharemos por proteger a los inocentes," dijo Tanjiro con voz firme, mientras Nezuko lo miraba con determinación.
Rui y Enmu, atrapados en el petróleo, finalmente comenzaron a hundirse más y más en la oscuridad, sus cuerpos cada vez más sumidos en la viscosa sustancia. Las últimas palabras que pudieron pronunciar fueron un susurro lleno de odio y maldición:
"Nuestro amo... nos traerá de vuelta... y entonces... todos ustedes... morirán."
El pozo se tragó sus cuerpos, dejando solo la superficie negra y calma. El silencio que siguió fue un alivio, pero la amenaza seguía en el aire. Los cazadores de demonios sabían que la guerra no había terminado, que siempre habría más demonios a los que enfrentarse.
Sin embargo, en ese momento, Tanjiro y Nezuko compartieron una mirada de entendimiento. La lucha por la humanidad nunca acabaría, pero mientras hubiera esperanza, siempre seguirían luchando.
Muzan Kibutsuji, el rey de los demonios, se encontraba en su oscura morada, una enorme sala iluminada solo por la luz tenue de la luna que se filtraba a través de las grietas de las paredes. Sus ojos brillaban con furia mientras escuchaba el informe de uno de sus seguidores. Las noticias que acababa de recibir no solo le sorprendieron, sino que lo enfurecieron.
"¿Qué dices?" musitó Muzan, su voz como un susurro mortal. "¿Rui y Enmu... fallaron?"
El informante, un demonio de bajo rango, tembló. "Sí, mi señor. Rui y Enmu intentaron matar a Tanjiro Kamado y a dos pilares... pero... fueron derrotados por Nezuko Kamado, la hermana de Tanjiro. Los dos demonios fueron enviados a un pozo petrolero, donde cayeron y se hundieron, como si fueran nada."
Muzan apretó los dientes, su ira palpable en el aire. No podía creer que sus subordinados, dos de las lunas inferiores más poderosas, hubieran fallado de esa manera. ¿Cómo era posible que fueran derrotados por una niña demonio y un grupo de cazadores?
"¿Y qué sucedió con los cazadores que murieron?" preguntó Muzan, sus ojos brillando con un deseo de venganza.
"Rui y Enmu mataron a más de quince cazadores antes de su derrota, y dejaron a Giyu Tomioka, el Pilar de Agua, gravemente herido. Está al borde de la muerte, mi señor. El daño fue severo."
Muzan permaneció en silencio por un momento, su mente maquinando en silencio. La furia dentro de él solo crecía más y más. Rui y Enmu habían fallado, pero lo peor de todo era que habían permitido que un niño demonio como Nezuko los derrotara. Esto no iba a quedar impune.
El Castigo: La Furiosa Decisión de Muzan
Finalmente, Muzan se levantó de su asiento, su presencia imponente llenando la sala. Sus ojos reflejaban una mezcla de desprecio y furia. Caminó lentamente, sus pasos firmes resonando en el suelo de piedra mientras se acercaba a una ventana.
"Ellos... han fracasado," dijo en voz baja, casi como si hablara para sí mismo. "Ellos no comprenden lo que significa ser una Luna Inferior. Los dejé vivir por mucho tiempo, pero ahora..."
Muzan se detuvo y miró al horizonte, donde la luna llena iluminaba la noche. "Es hora de que las Lunás Superiores se encarguen de esto."
Rui y Enmu: El Último Castigo
Mientras tanto, en el pozo petrolero, Rui y Enmu yacían sumidos en el aceite espeso, sus cuerpos completamente cubiertos y atrapados. Aunque no murieron en el momento, el castigo de Muzan era claro. Al no cumplir con su misión, su destino estaba sellado.
"Esto... no es... justo..." murmuró Enmu, su cuerpo deformado y cubierto de petróleo, mientras luchaba por respirar.
"Lo sé..." respondió Rui, su voz ronca y debilitada. "Pero... no podemos hacer nada... ahora... nuestro amo nos abandonó... nos entregó a las Lunás Superiores."
"Pero... ellos no sabrán lo que les espera... las Lunás Superiores... nos destruyeron..." continuó Enmu, con una mirada de desesperación. "Tal vez... si logramos escapar... podríamos... regresar a su lado..."
Pero las esperanzas de Rui y Enmu eran solo ilusiones. La voluntad de Muzan era la única que prevalecía, y las Lunás Superiores no tolerarían más fracasos. Un futuro oscuro les esperaba.
Los pilares llegaron al pozo petrolero en silencio, con el peso de la misión en sus hombros. Habían recibido la orden de acabar con Rui y Enmu, pero lo que encontraron allí fue algo más triste de lo que esperaban. La escena ante ellos era desconcertante, aunque no esperaban compasión, se sintieron sorprendidos por lo que veían.
Rui y Enmu, las lunas inferiores que habían causado tanto caos y dolor, yacían allí, atrapados en el espeso petróleo, sus cuerpos casi irreconocibles, cubiertos y pegados al aceite negro que los rodeaba. El pozo estaba profundamente quieto, el aire denso, casi insoportable. Los demonios se hundían lentamente, sin poder moverse.
Ambos, Rui y Enmu, estaban tan debilitados que sus ojos apenas podían mantenerse abiertos, sus rostros reflejaban desesperación y dolor. No eran los demonios poderosos que habían sido en su apogeo, sino sombras de lo que una vez fueron. El ambiente estaba pesado, la oscuridad del petróleo representaba lo que sentían en sus corazones.
"El amo... nos ha abandonado..." murmuró Enmu, su voz quebrada, llena de tristeza y arrepentimiento. "Nos fallamos... fallamos al maestro... no... no pudimos... completar la misión..."
Rui, por su parte, tenía lágrimas en los ojos, aunque estos no eran de rabia o maldad, sino de desesperación. "Nunca quisimos fallar... nunca..." dijo con dificultad, su cuerpo ya comenzando a hundirse más en el petróleo, que lo absorbía poco a poco. "El amo... nunca nos dio otra oportunidad..."
Ambos demonios sabían que no había marcha atrás. El fracaso era irreversible. Aunque el odio había sido su motor, algo en su interior ya no era capaz de sostenerlo. El amor por su maestro, Muzan, había sido su única razón para existir, y ahora, esa razón se les escapaba de las manos.
Los pilares observaron en silencio, cada uno con sus propios pensamientos. Giyu Tomioka, quien había estado gravemente herido por Enmu, miraba a Rui y Enmu, pero no mostraba piedad. No había espacio para la compasión en su corazón. Sin embargo, al ver su sufrimiento, un destello de duda cruzó su mente. ¿Realmente estos demonios merecían morir de esta manera? ¿Abandonados, perdidos, ya sin ninguna esperanza?
Shinobu Kocho, con su inconfundible expresión de serenidad, observaba con una mezcla de compasión y desconcierto. Sabía lo que significaba ser abandonado, pero también lo que estos demonios habían hecho. No podía permitir que continuaran con su existencia.
Tanjiro Kamado, que estaba a un lado, miraba con tristeza. Aunque su familia había sido destruida por estos mismos demonios, no podía dejar de sentir algo de pena por lo que veía. No todos los demonios elegían ese camino, pero para Rui y Enmu, no había marcha atrás.
"Lo siento..." murmuró Tanjiro, sin poder evitarlo. "Sé que cometieron horribles actos, pero... tal vez no deberían haber sido usados así... ni siquiera los demonios son solo monstruos."
En ese momento, el silencio se hizo presente. Los pilares se miraron entre sí, sabiendo que esto no era una decisión fácil. Rui y Enmu, derrotados y abandonados, esperaban su final en silencio, sumidos en la angustia de no ser nada más que piezas descartadas en el ajedrez de Muzan.
Giyu dio un paso adelante, listo para poner fin a esta tragedia. Con su espada desenvainada, se preparó para acabar con lo que quedaba de sus vidas. Sin embargo, en su mente resonaba la duda. ¿Era esto lo correcto?
En ese preciso instante, antes de que la espada de Giyu pudiera hacer su movimiento final, Rui levantó la cabeza y susurró, como si hablara consigo mismo:
"Tal vez... el final... es lo único que nos queda..."
Y con esas palabras, su cuerpo finalmente se hundió más en el petróleo. Enmu, al ver la escena, también se sumió más en la oscuridad del pozo, aceptando su destino. No hubo lucha, no hubo resistencia.
Solo silencio.
Los pilares permanecieron allí, observando cómo las últimas burbujas de aceite se alzaban a la superficie, mientras el destino de Rui y Enmu quedaba sellado.
El pozo petrolero, antes un lugar de condena, se convirtió en su tumba. La historia de los demonios que fueron abandonados por su propio creador llegó a su fin, y en su lugar, solo quedó el eco de su dolor.
Los pilares restantes llegaron al pozo petrolero en silencio, sus pasos firmes resonando en la tierra húmeda. Kyojuro Rengoku, Sanemi Shinazugawa, Muichiro Tokito y Gyomei Himejima avanzaron, cada uno con una expresión seria, pero en sus ojos brillaba algo más: curiosidad. Habían escuchado sobre el destino de Rui y Enmu, pero no esperaban encontrarse con esta escena.
Al acercarse al borde del pozo, vieron algo que nunca imaginaron. Las figuras de Rui y Enmu, ya parcialmente hundidas en el petróleo negro, se mantenían a flote, pero lo que llamó la atención fue lo que aún quedaba visible: sus cabezas. Y, lo más extraño, sus manos entrelazadas.
Ambos demonios, ahora solo sombras de su antigua gloria, estaban allí, abrazándose en su dolor. El aceite negro cubría sus cuerpos, pero sus manos aún se unían en una muestra de desesperación. Sus ojos, antes llenos de odio y furia, ahora mostraban una tristeza profunda, una aceptación silenciosa.
Rui, con su cabello blanco y en forma de patas de araña, miró a los pilares con ojos vacíos. Su rostro estaba marcado por las lágrimas que nunca habían caído, pero el sufrimiento en su expresión era evidente.
"Lo hemos fallado..." murmuró Rui, su voz quebrada. "Lo hemos fallado todo... al amo, a los demonios... a nosotros mismos."
Enmu, que estaba a su lado, también levanta la mirada. La angustia en su rostro reflejaba la misma sensación de abandono. "Nunca fuimos más que herramientas... y ahora... ni siquiera somos eso."
Ambos demonios, antes temidos y poderosos, se veían ahora tan vulnerables que los pilares no pudieron evitar sentir una chispa de conmoción. Había algo en la forma en que se hundían en el petróleo, como si aceptaran su destino sin resistencia, sin resentimiento.
Rengoku, con su típica sonrisa llena de fuego, se acercó un poco más, observando las figuras de los demonios que una vez habían causado tanto caos. "Este no es el final para ustedes, pero sí es el final de su camino", dijo con voz firme, sin dejar de mirarlos. No era compasión lo que sentía, sino una mezcla de respeto y determinación.
Sanemi, como siempre, no mostró signos de empatía. Su rostro estaba lleno de ira, y su mano descansaba sobre el mango de su espada. "No merecen misericordia, pero no puedo decir que lo que están viviendo no sea algo digno de respeto. Su sufrimiento será el último castigo que recibirán."
Muichiro, quien siempre parecía distante, miró a los demonios con una expresión vacía. "No somos quienes para decidir qué hacer con ustedes ahora... El destino les alcanzó, y de alguna forma, lo aceptan. Es... algo raro."
Gyomei, el Pilar de la Roca, fue el único que permaneció en silencio por más tiempo. Su semblante grave y su imponente figura daban la sensación de que reflexionaba profundamente sobre la situación. Finalmente, dijo con una voz profunda, casi espiritual: "Todo ser tiene un destino. Algunos, como ustedes, eligen seguir un camino oscuro, pero incluso en su final, parece que la redención no les fue negada. Ustedes mismos aceptaron su fin."
Los demonios, aún atrapados en el petróleo, apretaron las manos el uno del otro. No había más resistencia, ni más luchas, solo la aceptación de lo inevitable.
"Nosotros... aceptamos nuestro destino", dijo Enmu, apenas audible, como si sus últimas palabras fueran una despedida no solo a la vida, sino a todo lo que alguna vez fueron.
Rui asintió lentamente, sin mirar atrás. "El amo nos abandonó. Nos dejó aquí... solos."
Con esas últimas palabras, ambos demonios desaparecieron bajo las aguas del pozo petrolero, sumidos en el aceite que los había atrapado. Sus manos se soltaron y, poco a poco, sus cuerpos fueron engullidos por el abismo.
Los pilares quedaron en silencio por un momento, observando cómo el pozo volvía a la calma. No había más lucha, ni más crueldad. El sufrimiento de Rui y Enmu había terminado, y aunque había una sensación de alivio, también flotaba en el aire un sentimiento de tristeza inexplicable.
Finalmente, Rengoku rompió el silencio. "A veces, la victoria no se siente como tal", dijo, mirando hacia el horizonte. "Y aunque derrotamos a estos demonios, no podemos olvidar lo que hemos perdido en el camino."
Sanemi, siempre desafiante, suspiró con desdén. "Solo quedarán las cenizas de los que se cayeron en el camino. Pero nosotros... seguimos aquí. No podemos descansar hasta que todos estén vencidos."
Muichiro miró hacia el pozo una última vez. "Es curioso... como el destino de un demonio también puede ser tan vació y solitario."
Gyomei, con su mirada profunda, asintió. "Este es solo un capítulo más, pero siempre quedará la lección. La oscuridad no perdona, pero incluso en el fin, algunos encuentran una forma de redención."
Así, con la desaparición de Rui y Enmu en las aguas del pozo, los pilares dieron la vuelta, dejando atrás el pozo petrolero. El final de esa parte de la guerra había llegado, pero sabían que su lucha no había hecho más que comenzar.
Tanjiro observaba, en silencio, cómo el pozo petrolero se calmaba tras la desaparición de Rui y Enmu en sus aguas negras. Sus ojos, llenos de tristeza y empatía, reflejaban el peso de la situación. No podía evitar pensar en el cruel destino al que habían sido condenados aquellos demonios. Aunque habían causado mucho sufrimiento, su final no parecía el de seres que habían sido malvados por elección, sino más bien como si fueran víctimas de un poder mucho más grande y despiadado.
"Muzan... es cruel", murmuró Tanjiro, con la voz quebrada por la desolación. "Incluso a sus propios demonios los abandona. No les dio ni siquiera una oportunidad para redimirse... sólo los usó como herramientas y luego los dejó atrás."
Los pilares, que aún estaban observando en silencio, intercambiaron miradas. La dureza de la guerra contra los demonios siempre les había enseñado a ver a los demonios como enemigos que debían ser derrotados sin dudar. Pero la imagen de Rui y Enmu, atrapados en el petróleo, con el destino ya sellado, dejó una sensación extraña en sus corazones.
Kagaya Ubuyashiki, el líder de los pilares, quien había estado observando la escena desde las sombras, se adelantó. Su rostro, siempre sereno, mostraba una ligera mueca de preocupación. "Tenemos que sacarlos de ahí", dijo con determinación, su voz calmada pero firme. "No murieron, pero están atrapados en un estado de sueño profundo. Son demonios, sí, pero aún saben de Muzan. Su conocimiento puede ser valioso para nosotros. Necesitamos obtener esa información antes de que sea demasiado tarde."
Kyojuro Rengoku, como siempre, fue el primero en responder, aunque con su característico ardor. "¡Cierto! No podemos simplemente dejarlos así. Si tienen alguna información sobre el plan de Muzan, necesitamos aprovecharla."
Sanemi, siempre impulsivo y menos inclinado a la compasión, frunció el ceño. "¿De verdad vamos a ayudar a estos demonios? Después de todo lo que hicieron, ¿realmente es lo correcto?"
Muichiro, con su mirada siempre distante, habló con una calma inusitada. "A veces, las decisiones no son tan fáciles como parecen. Lo que hicieron está en el pasado, pero su conocimiento podría salvarnos a todos. De todos modos, su destino está sellado. Sólo resta saber si podemos usar lo que queda de ellos."
Gyomei, el Pilar de la Roca, se mantuvo en silencio, pensativo. Finalmente, dio un asentimiento con la cabeza. "Lo que sea que decidan, debemos actuar con rapidez. Si Muzan los ha abandonado, eso puede ser tanto una debilidad como una oportunidad para nosotros."
Tanjiro, aunque comprendía la incertidumbre de sus compañeros, no podía evitar sentirse confundido. "Pero... ¿realmente es justo? Ellos eran demonios, sí, pero también fueron manipulados. ¿Merecen ser tratados como simples herramientas?"
Kagaya Ubuyashiki, siempre el más sabio de todos, miró a Tanjiro con una calma profunda. "No estamos buscando redimirlos, Tanjiro. Lo que buscamos es evitar que más seres como ellos sufran el mismo destino. Si hay algo que podemos aprender de ellos, debemos hacerlo. Y si podemos salvar lo que queda de sus vidas, incluso en su forma actual, es nuestra responsabilidad."
Tanjiro asintió lentamente, sintiendo una mezcla de tristeza y comprensión. No era fácil, pero entendió lo que Kagaya quería decir. No todo en la vida era blanco o negro, y en la guerra, los enemigos caídos no siempre debían ser tratados con indiferencia.
"Entonces, ¿qué debemos hacer?" preguntó Tanjiro, con un tono resuelto.
Kagaya respiró profundamente antes de dar su respuesta. "Debemos llevarlos a un lugar seguro, lejos de la influencia de Muzan. Asegurarnos de que no puedan ser controlados ni usados de nuevo. Y si su conocimiento puede ayudarnos a derrotar a Muzan definitivamente, será un precio que debemos pagar por la paz."
Rengoku y los demás pilares asintieron, reconociendo la seriedad de la misión que tenían por delante. Aunque no dejaban de ser guerreros en su esencia, sabían que la batalla no solo se libraba con espadas, sino también con decisiones difíciles y, a veces, con compasión.
La misión estaba clara: rescatar a Rui y Enmu, darles la oportunidad de encontrar la paz, y utilizar el conocimiento que aún pudieran ofrecer. La guerra contra Muzan no estaba terminada, y lo que sucediera con estos dos demonios sería solo un paso más en el largo camino hacia la victoria. Pero a pesar de todo, Tanjiro sabía que lo más importante era nunca perder de vista lo que hacía que un ser humano o demonio fuera digno de ser salvado: la posibilidad de redención.
Mientras los pilares se preparaban para actuar, Tanjiro no pudo evitar mirar el pozo petrolero una última vez. Sabía que la batalla interna entre el bien y el mal nunca sería fácil, pero en su corazón, sentía que todo lo que luchaba por preservar valía la pena.
Muichiro Tokito, el Pilar de la Niebla, observó el pozo petrolero con atención. Después de la intensa confrontación y la horrible caída de Rui y Enmu, la situación parecía haberse estancado. Los dos demonios estaban casi sumidos en el petróleo, atrapados y aparentemente sin esperanza. Sin embargo, Tokito, siempre analítico y observador, notó algo extraño en el lado del pozo.
Un control de maquinaria estaba ubicado cerca de la pared del pozo, diseñado para regular la viscosidad del petróleo y evitar que se tapara. Sin pensarlo dos veces, Tokito se acercó y, con un gesto preciso, presionó el botón que activaba el sistema de expulsión de petróleo.
En un instante, el petróleo comenzó a ser impulsado hacia arriba, expulsando la sustancia densa hacia el exterior. El impacto fue tan repentino que Rui y Enmu, quienes apenas tenían fuerzas para mantenerse conscientes, fueron liberados del abrazo mortal de la oscuridad líquida. Ambos cayeron pesadamente al suelo, completamente desmayados.
Los pilares observaron en silencio, sorprendidos por la repentina liberación de los dos demonios. Kyojuro Rengoku, siempre lleno de energía, fue el primero en reaccionar. "¡Rápido! Asegúrense de que no se levanten."
Sin embargo, el escenario estaba lejos de ser tan simple. Rui y Enmu no se movían, sus cuerpos débiles y sus respiraciones apenas perceptibles. El sufrimiento que habían soportado por la sangre de Muzan y la constante lucha por su supervivencia los había dejado casi sin fuerzas. El aire pesado se llenó de una atmósfera de tensión, pero algo extraño había sucedido: su control, su conexión con Muzan, parecía haberse roto.
Rengoku observó con sorpresa. "¿Cómo es esto posible? ¿Por qué no reaccionan como lo harían normalmente?"
Muichiro se acercó a los cuerpos de los demonios con cautela. "El control de Muzan... parece que ya no los afecta. No sé cómo, pero sus cuerpos están libres de su influencia. Es como si nunca hubieran estado bajo su yugo."
Tanjiro, que había permanecido en silencio hasta ese momento, dio un paso adelante, mirando fijamente a Rui y Enmu. Algo en su interior le decía que no todo estaba perdido. Aunque su corazón aún sentía el peso de la venganza, también sabía que había algo más en juego. "Tal vez nunca llegamos a entender completamente lo que son. Ellos... siempre fueron más que simples monstruos."
Kagaya Ubuyashiki, el líder de los pilares, se acercó lentamente, su rostro imperturbable, pero con una leve tristeza en los ojos. "La gente no es completamente buena ni completamente mala. A veces, incluso los demonios pueden ser víctimas de algo más grande que ellos mismos. No podemos olvidarlo, aunque sea difícil."
Los otros pilares intercambiaron miradas. Sanemi, aunque reacio a admitirlo, asintió. "Aunque los odiamos, no podemos dejar de ver que, de alguna manera, Muzan también fue su carcelero. Si esta es su oportunidad para liberarse, tal vez merecen al menos la chance de decidir su destino."
Tanjiro miró a Rui y Enmu, con la esperanza de que, incluso en su debilidad, pudieran encontrar la paz que tanto les había sido arrebatada. "No sé si podemos salvarlos, pero debemos darles una oportunidad. Lo que hicieron no puede ser olvidado, pero tal vez esta es su última oportunidad para redimirse."
Kagaya, con una ligera sonrisa en el rostro, miró a Tanjiro. "Esa es la respuesta correcta. Nunca perdamos nuestra humanidad, incluso cuando enfrentemos a los más oscuros enemigos."
Mientras los pilares se preparaban para abordar lo que sucediera a continuación, un extraño silencio llenó el aire. Rui y Enmu seguían inmóviles en el suelo, pero la posibilidad de un futuro diferente, uno en el que ya no fueran meras marionetas de Muzan, flotaba en el aire.
Los pilares decidieron que, antes de tomar cualquier acción, debían esperar. Deberían darles tiempo para sanar y despertar por sí mismos, sin la influencia de su pasado, sin las cadenas de su creador.
En ese breve intervalo de espera, solo el viento movía las hojas de los árboles cercanos, mientras el destino de Rui y Enmu se definía en silencio.
Rui y Enmu despertaron días después en un lugar seguro, bajo la supervisión de los Pilares y Tanjiro. Estaban débiles, pero conscientes de que el control de Muzan ya no los dominaba. Por primera vez en más de mil años, ambos demonios sintieron algo que les era extraño: la libertad.
Kagaya Ubuyashiki, líder de los Pilares, los recibió en la sala de reuniones, su mirada calmada y llena de compasión. Los cazadores presentes miraban con desconfianza a los demonios, pero el liderazgo de Kagaya era suficiente para mantener la tensión bajo control.
"Rui, Enmu, entiendo que habéis sufrido bajo el control de Muzan," dijo Kagaya con su voz suave pero firme. "Si tenéis información sobre su paradero o sus planes, este podría ser el momento para redimir vuestros actos."
Rui, aún débil, asintió con dificultad. "Muzan... es cruel. Nos dio más poder, pero solo para convertirnos en herramientas desechables. Él nunca confió en ninguno de nosotros, ni siquiera en las Lunas Superiores."
Enmu añadió, con un tono melancólico pero determinado: "Sabemos dónde se oculta. Tiene varios refugios, pero su base principal está en una montaña al norte de Japón. Allí está planeando convertir más humanos en demonios para reconstruir su ejército."
Los pilares escucharon con atención. La información proporcionada por Rui y Enmu era valiosa, un paso importante para poner fin al reinado de terror de Muzan. Sin embargo, Rui alzó la vista, sus ojos reflejando arrepentimiento.
"Esto es todo lo que podemos hacer por ustedes. No podemos quedarnos. Si lo hacemos, Muzan nos encontrará, y nos obligará a traicionarlos."
Kagaya asintió con comprensión. "Entiendo. Si vuestro destino está lejos de Japón, no os detendremos. Pero recordad: el camino hacia la redención no termina aquí. Donde sea que vayáis, usad vuestra libertad para hacer el bien."
Con la ayuda de los cazadores, Rui y Enmu fueron escoltados a un puerto. Decidieron abandonar Japón y viajar a un país lejano, donde podrían vivir sin el miedo constante de ser encontrados por Muzan. Antes de partir, Rui se volvió hacia Tanjiro, quien los había mirado todo el tiempo con una mezcla de compasión y tristeza.
"Tanjiro... gracias por no rendirte. Puede que nunca podamos redimirnos del todo, pero haremos lo posible para vivir sin dañar a nadie más."
Tanjiro asintió, sus ojos llenos de esperanza. "Solo recuerden que siempre hay un camino hacia la redención. Incluso si es difícil, nunca es imposible."
Cuando el barco zarpó, Rui y Enmu miraron hacia el horizonte. Por primera vez en siglos, no sentían las cadenas de Muzan. Estaban decididos a usar esta segunda oportunidad para encontrar un nuevo propósito, lejos del caos y la destrucción.
Mientras el barco se alejaba, los cazadores en el puerto se quedaron en silencio, reflexionando sobre lo que acababan de presenciar. Tanjiro, mirando al horizonte, murmuró para sí mismo:
"Quizás, incluso en los corazones más oscuros, aún puede brillar una pequeña luz de esperanza."
FIN.
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