Niragi X Alex Illanova [QOH]♥︎

Hola, usualmente no esperarían ver este tipo de contenido aquí, pero el especial de Queen of Hearts lo sentí más necesario para este libro que para su homólogo, Knave of Hearts. Si quieren un poco de contexto antes de leer el mismo pueden pasarse por las historias de mi perfil (o si lo prefieren, pueden leerlo así sin más, situándose en el tiempo en que Niragi se encontraba en la preparatoria).

Muchísimas gracias por estar aquí en mi ausencia, había tenido un mal momento pero ya he regresado y me pondré al corriente con sus pedidos.



[...]

« Baby, though I've closed my eyes I know who you pretend I am»

«Quizás podríamos encontrar nuevas maneras de derrumbarnos juntos. Es obvio que estás hecho para mí, cada parte de ti, simplemente encaja perfectamente.»

—¿Qué almorzarás hoy? —le preguntó Niragi a su amiga caminando por los pasillos del gran instituto, hacía ya bastante tiempo del incidente detonador, cuando él la defendió de los comentarios de uno de los chicos por el que se ganó la detención.

—Podemos comprar comida en los food truck, la comida de la cafetería apesta y ahora tengo que seguir un régimen riguroso de alimentación. — Alex le enseñó la el recipiente para después arrojarlo al bote de basura. —Delicioso, sí.

—De hecho...traje algo que creo que te gustará. Mencionaste hace días que nunca los probaste de niña, entonces...— entre dejó ver la brocheta de takoyaki y sonrió sincero al ver cómo se le iluminaba el rostro a la chica. Le extendió uno que ella probó entusiasmada.

—¡Dios, saben increíble! — Niragi sonrió complacido que le gustaran, sacó la otra brocheta y comenzó a comer de igual forma mientras seguía caminando a su lado admirando los arbustos perfilados del gran Instituto. — ¿Los ha hecho tu madre? Tienes que felicitarla, están exquisitos.

—Yo le diré que te gustaron. — respondió genuinamente feliz. No se tomó la molestia de aclarar que él mismo había hecho el platillo, que días anteriores se detuvo a escoger solo los mejores ingredientes, y que se pasó la noche entera horneando, incluso escondió levemente sus manos en su suéter, para que así Alex no se percatara que tenían quemaduras por abrir y cerrar tanto el horno.

Pasaron de comer en las áreas de recreación del instituto hasta esconderse en las gradas, la siguiente hora de clase era una pérdida de tiempo, según ambos, por lo que podían prescindir de ella por lo menos una vez a la semana. Por supuesto que Niragi tenía un plan de respaldo por si los encontraban; «Nos dirigíamos a la enfermería porque a Alex le ha caído mal la comida.» El temor de que el padre de la joven se enterara superaría muchísimo más la búsqueda de información para conocer si lo que decían era cierto.

—¿Quieres ir a mi casa hoy? — preguntó la chica con la mirada perdida en las lejanías de los jardines, esperando temerosa una negativa de su nuevo amigo.

—¿Tu padre no está otra vez? —la naturalidad con la que salió la pregunta de Niragi se disipó al darse cuenta de lo que dijo, se intentó disculpar rápidamente pero ella lo miró sonriente y negó, como si le hubiera preguntado si le gustaba el helado de vainilla.

—No volverá hasta dentro de 3 semanas y 5 días, pasará algunas horas en casa y luego se irá por otros días más. —hizo cuentas con sus dedos, aparentando que en verdad no se la pasaba contando los días en los que él regresara. Finalmente soltó un suspiro cansado. —Si tengo suerte, se quedará un mes para pasar las fiestas en casa.

—Me encantaría ir a tu casa, Alex.

La entrada a la casa de la familia Illanova estaba estructurada de cierta forma idónea; tenías que pasar por 2 plumas de seguridad en el auto que además era conducido específicamente por personal autorizado. Apenas Niragi miró a través de las ventanas del Rolls Royce pudo apreciar a los jardineros cortando cada hoja para que todo se viera exactamente en línea, pero se detenían para saludar a Alex, que tenía la mirada en una revista, y después volvían a sus actividades.

—No está en sus instrucciones hacer eso. —le aclaró al joven, sin despegar la mirada de la revista. —Supongo que piensan que así me sentiré menos sola, o que no los despedirán, o no lo sé en realidad. Supongo muchas de las cosas que pasan aquí.

—¿Recuerdas el nombre de todas las personas que trabajan en tu casa? —se interesó en preguntar, por el rabillo del ojo pudo ver los pequeñas microseñales que deformaban la tranquilidad en la cara del conductor, quien jamás perdió de vista el frente. A Niragi le recordó los caballos de carreras, aquellos a los que les ponen anteojeras que no les permiten ver a los lados y no pudo evitar que un escalofrío recorriera su espalda.

—Ellos no trabajan en mi casa. —Alex cerró la revista y finalmente giró el rostro para mirarlo. —En casa solo trabajan 5 personas, las únicas autorizadas para entrar. A ellos sí que los conozco, yo misma los escogí en la ronda final.

El auto se detuvo y las puertas fueron abiertas, apenas eso sucedió el sonido de las grandes puertas resonó y dos personas bajaron las escaleras para tomar las mochilas de ambos jóvenes, no sin antes saludarlos y poner al tanto a Alex sobre la situación en cuanto a la comida y la temperatura en el interior de la mansión. La chica tomó de la mano al japonés y caminaron subiendo las escaleras con ambos empleados siguiéndoles los pasos al mismo ritmo.

—Parecen...—susurró Niragi, esperando no ser descortés.

—Robots. —completó Alex por él. —Puedes decirlo; les pagan para cuidarme, no para pensar o expresar opiniones. ¿Verdad?

El número de cabezas que asintieron rápidamente fue unánime. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Niragi nuevamente, quien se acomodó los anteojos envuelto en un tic de nerviosismo.

—Todo está en su habitación, señorita. —habló el ama de llaves con la cabeza gacha. —¿Hay algo más en lo que seamos requeridos?

Alex no contestó y simplemente comenzó a caminar llevándose a Niragi consigo. La actitud frívola que mostraba en su hogar contrarrestaba absolutamente la nobleza y timidez en la escuela.

—Le dicen todo lo que hago a mi padre. —le aclaró y contó con los dedos. —Absolutamente todo, a qué hora como, qué líquidos bebo, en qué horario estuve en la habitación, si tomé una ducha o no, los programas de televisión que he visto.

—No hay privacidad entonces. —y la chica negó.

Niragi no esperó, por lo que había visto previamente, que pudieran entrar a la habitación de la chica sin supervisión. Fue todo lo contrario. Alex lo guio a través de los grandes pasillos finamente decorados, tenía que admitir que el señor Illanova tenía muy buen gusto, pues el arte dentro de la casa era exquisito. No tan pronto y en un lugar que recordaría por mucho tiempo, se encontró ante dos grandes puertas de color marfil que Alex abrió de par en par, revelando su habitación.

Era grandísimo, estaba muy iluminado debido a una de las paredes que daba a los grandes jardines de la familia y al lago artificial era reemplazada por grandes cristales sin cortinas. Niragi apreció a las personas uniformadas correr a colocar los alimentos en una larga mesa, donde además incluyeron flores y un montón de cosas que resultarían completamente innecesarias. Era extraño, porque parecía que evitaban a toda costa mirar hacia la casa.

—Los cristales son antirreflejantes. Nosotros podemos verlos a ellos, pero ellos no a nosotros, ¿no es eso fascinante? —Niragi la miró extrañado. —Ni siquiera saben que estamos aquí, observándolos. Es divertido.

Alex negó levemente, espabilando un poco en sus palabras. Se giró a mirarlo con el ceño fruncido pero con una sonrisa en la boca.

—¡Pero qué descortés! Dios, siéntate, vamos.

Había una zona tipo lounge con puffs blancos y rosas pastel, además de un mini estudio con unos cuantos sillones y una mesa con cuatro sillas. Exagerado, y a la vez triste, porque Alex se la pasaba sola en ese lugar.

Niragi tomó un puff rosa, algo apenado, y lo acercó hasta uno de los extremos de la gran cama para después recostarse en el mismo. Alex le indicó que se cambiaría el uniforme y desapareció por una de las puertas de aquella particular habitación. Niragi se quedó otro momento admirando los detalles, había algunas plantas de un verde precioso, que se preguntó si eran reales o simplemente decoración artificial, además de flores y un olor precioso que lo invitó a recostarse en la gran cama, oliendo a través de la funda de la almohada de plumas, el característico aroma del Shampoo de Alex.

Estaba tan ensimismado que apenas reaccionó cuando escuchó golpes en la puerta de la habitación. Dos pequeños golpes apenas perceptibles y luego una melodía corta. Sin señales de que Alex fuera a aparecer por la otra puerta, se levantó y abrió aquella una de las pesadas puertas color marfil.

Una de las empleadas de la casa, la que había tomado la mochila de Alex, con la cabeza semi agachada estaba parada a unos pasos de la puerta. La primera impresión de Niragi fue que quizá algunos locos detectores de movimiento habían captado su intromisión en la cama de su amiga, por lo que se ruborizó rápidamente.

—Señor Suguru. —aquella empleada hizo una reverencia exagerada.

—Pase, por favor. —dijo rápidamente, no entendiendo por qué no se movía. —Alex se está cambiando, creo que no tardará en salir.

Pero no se movió, siguió en la misma posición por un poco más de tiempo hasta que finalmente Alex salió de la puerta al otro lado de la habitación. Tenía un vestido blanco suelto que le llegaba a la mitad del muslo, se había soltado el rojizo cabello y llevaba unas sandalias. Niragi la miró embelesado, pero rápidamente se recompuso recordando a la chica de la entrada.

—Señorita Alex. —volvió a saludar la mujer. —La mesa está lista.

—Nadie puede entrar a mi habitación a menos que yo de consentimiento de ello. —le aclaró al chico, para después girar sobre sus talones y mirar a la mujer. —Cambio de planes, creo que comeremos aquí.

—Excelente elección, señorita Alex. —asintió, para desaparecer por los pasillos.

Niragi entendió aquella tarde, después de ver a Alex desarrollarse en un ambiente completamente diferente al que la conocía, que se había enamorado. Parecía tan surreal la forma en la que controlaba las cosas, de cómo parecía tan cómoda a diferencia de la persona que era en el colegio.

Las siguientes semanas transcurrieron casi de la misma forma, salían por la tarde y llegaban a la casa donde Alex cada vez mostraba más sonrisas y Niragi entraba en confianza recorriendo las habitaciones que Alex le mostraba.

—Hay solamente tres habitaciones a donde no tienen permitido acceder. —y se lo pensó. —En realidad yo tampoco puedo entrar a la de mi padre, pero eso es otra historia. Mi habitación, que ya conoces, y la biblioteca de la familia.

La biblioteca de la familia Illanova era un espacio amplio, como el de la biblioteca pública de algún pueblo pequeño, incluso estaba ambientado como tal. Alex no había tenido el gusto de conocer a ninguno de sus ancestros y resultaba hasta extraño tener toda su historia familiar en aquellas paredes.

—No hay sección prohibida, adelante. —le sonrió al ver que Niragi se deslizaba entre los libros de ciencia ficción como un niño en una dulcería.

Alex se recostó en uno de los sillones de cuero y tomó su iPad con una de las manos, pasando entre aplicaciones y colocando un poco de música en un volumen prudente. Niragi abría aquellos títulos y después los volvía a colocar, maravillado por todas las cosas que tenía en ese lugar. Paró un momento cuando sintió algo extraño, girando a mirar a Alex, se percató de que tenía los ojos llorosos mientras miraba el aparato, para después negar y respirar hondo.

Alterado, Niragi bajó casi tropezándose en las escaleras de madera hasta llegar al lado de la joven.

—¿Qué pasó?

—Eso es lo que quería preguntarte. —el labio inferior de la chica temblaba, Niragi le señaló con los ojos al iPad y Alex negó. —No me hagas tomarlo.

—No vendrá. —soltó la bomba. No resultaba algo nuevo el hecho de que Alex Illanova padre se perdiera de las fiestas con su hija, pero no era una situación a la que terminara por acostumbrarse. —De cualquier forma, creo que es algo que se veía venir, y es algo considerado en avisar con tiempo, no como hace dos años cuando simplemente no llegó y...

La voz se le cortó y miró a sus manos. Niragi se hizo espacio en el sillón hasta poder abrazar a Alex, quien se derrumbó en sus brazos. Acarició su cabello con delicadeza y dejó un casto beso en su frente, acunándola en su pecho. Dejó que sacara aquello que la lastimaba un rato, hasta que finalmente se ofreció a pasar las fiestas con ella. En su casa, con sus hermanas, bien podrían sobrevivir sin él.

Navidad fue mágica, fue preciosa. La casa Illanova poseía decoraciones asombrosas que, por primera vez y casi después de un ruego por parte de Niragi, colocó la misma Alex llevándose muchísimas anécdotas en el proceso. Eran escasos los trabajadores a las afueras de la casa, más allá de la seguridad necesaria, dentro solamente se encontraba el ama de llaves.

Cenaron delicioso, comida traída del mejor restaurante, por supuesto. Se levantaron de la mesa y fueron a la habitación de Alex a ver una película navideña mientras los copos de nieve formaban montículos alrededor del lago, que era apreciado a través de los cristales. Estaban cómodos, en paz, y de pronto, de un momento a otro, simplemente pasó.

—Creo que te amo, Alex. —Niragi se sorprendió ante sus palabras, negó para sus adentros y se maldijo cuando sintió el pequeño cuerpo de Alex levantarse de encima de su pecho, cuando abrió los ojos, Alex lo miraba fijamente.

—Yo también te amo, Niragi. —le dijo, y era verdad. Hay diferentes tipos de amor, de todos los tipos. Pero Alex amaba a Niragi de una forma especial.

Niragi se acercó, lleno de impulsos y con el corazón acelerado, y la besó, y se sorprendió cuando Alex le siguió el beso, aunque un poco insegura. Pasó sus brazos por la espalda, y Alex se sentó a horcajadas de él, sin romper aquel beso que comenzó a subir de intensidad por parte de ella.

Y esa noche, aquel 25 de diciembre en el que Niragi no fue a su casa para las fiestas y que Alex no pasó sola, aquella navidad fue donde ambos perdieron la virginidad el uno con el otro. Fue tierno, fue torpe, fue todo un cúmulo se sentimientos, nuevas sensaciones y emociones para ambos.

Pero la mañana siguiente, cuando Alex actuó como normalmente lo hacía, cuando la sonrisa que le dedicaba seguía siendo la misma, y cuando parecía que aquella noche solo quedaría como un bello recuerdo de algo que pudo ser, Niragi entendió que no era el momento para que ella y él tuvieran esa historia de cuentos de hadas en el país de las maravillas que se había imaginado ya en su cabeza.

Que buen juego de palabras era aquel, Wonderland.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top