Desenlace.

Para comprender el peso de este escrito es necesario conocer el lapiven de mi amigo Gendou. La vida que me diste y un poco antes del final de capitulo icarus.

¿Cómo yo hubiese terminado esa historia? ¿Qué haría diferente? O
¿Por qué hago esto hasta ahora?

"Yo lo terminaría con un lemon lapiven", jeje, ok no. Lo hago por qué lo tenía guardado desde hace bastante y siento ganas de escribir, además quiero despejar mi mente.

Bro espero te guste mi respuesta y este escrito. Y veré si me doy chance de hacer algo con Tempestida.

***

Eran ya las diez de la noche. La joven pasante de medicina Connie Maheswaran, salía del hospital a toda prisa, con su bolso al hombro y con un sin fin anotaciones y archivos bajo el brazo.

Por las prisas apenas y se permitió el gusto de despedirse de su grupo de amigos. Más de alguno de sus nuevos futuros colegas e incansables pretendientes, se ofreció de buenas intenciones el acompañarla hasta la puerta de su casa, pero amablemente Connie les respondió que no era necesario.

-A mí me daría un miedo atroz si es que me tuviese que regresar sola a casa.- dijo una de sus amigas - ¿A ti no te da miedo volver sola?

Connie se limitó a negar con un suave movimiento de cabeza a la vez que se despedía con la mano.

-Estaré bien, chicos. Hasta mañana.- Luego sin esperar más, la joven de piel morena se apresuró a retirarse a paso velos. Cómo si alguna clase de bien disimulada inquietud le sobreviniese.

Sin hacer más, aquel grupo con algo de curiosidad solo la observo irse hasta perderla de vista en la siguiente esquina.

Más de alguno se decía que además de atractiva, lista, Connie era muy centrada en su carrera, pues parecía no estar interesada en salir de fiesta ni siquiera mostró interés en el atractivo de Kevin, quien solía buscarla con incansable insistencia.

Aunque también más de alguno de sus compañeros escucho rumores de quienes sin pruebas, se figuraron ver a Connie salir de algún bar acompañada de un desconocido. Dejando en dudas si quizá ella solo era de preferir las pequeñas aventuras de una noche.

Connie lo tenia todo, provenir de una buena familia, hacerse de un buen futuro y quizá pudo tener a esa persona que sería el amor de su vida. Pero solo quizá no supo cómo cuidar ese último detalle.

Ya no era la misma chiquilla que se dejaba ilusionar con magia, ni siquiera tenía tiempo para desviar su atención de su único objetivo, la medicina. Su madre se lo había advertido; Esta carrera exigirá más de ti y nadie más tendra la culpa si te rindes y tiras la tuya.

Cada vez de que la joven iba tarde de camino a la casa que sus padres le rentaron cerca de la universidad, se repetía automáticamente como si de un mantra se tratase; -Se que no eres ella, no puedes ser ella.

Derrepemte durante su camino le pareció ver a una velos figura cruzar desde el otro lado de la acera, para esconderse detrás de un arbol. Connie no le dio importancia, sabía bien que esa ilucion era a causa de la oscuridad, a sus ojos le resultaba complicado el enfocar con claridad las fugases y traviesas sombras, y que su mente las hacía parecer familiares.

Cómo siempre, ella trato de ignoralas al pensar en sus notas mentales. -De las bases neurobiológicas del miedo, se ha centrado una activación en una región cerebral concreta: la amígdala, una pequeña estructura alojada en el seno del sistema límbico...

Otro ruido en la calle quiso llamar su atención, apenas haciéndole acelerar el paso. Connie no actuaba asi por qué tuviese miedo, el miedo era irracional y emocional, y ella, no era para nada irracional. Solo necesitaba tomar su medicamento e ir a dormir.

El frío viento que golpeó su rostro y que le sujeto del cuello, no le hizo temer, si no desear tener un abrigo más grueso o al menos el llegar lo antes posible a casa. Las voces susurrantes a su espalda la llamaron, pero para ella era solo ecos sin sentido, quizá el viento que se hacía sonar, sobre las ramas y las hojas de los árboles.

Connie tampoco volteo con el sonido de los pasos que le seguían. Ella sabía que no tenía para que voltear, el cansancio y su traviesa imaginación gustaban de poner cosas que no estaban ahí, no había nadie más.

-No eres ella.-  Se repitió en voz baja.

No, Connie no tenía nada de miedo.
Aquello que tenía era otra cosa.

Al llegar y entrar a su casa, vio todo aquello en tinieblas. No pudo evitar el mirar alrededor, como buscando una esquiva figura que gustaba de huir de la luz.

-Se que no estás aquí.... - Susurro Connie para si, mientras dejaba caer su bolso sobre la mesa y este se iba de lado para quedar recargado junto al florero. Ella siguió su camino hasta llegar a su habitación.

-Es imposible de que seas ella. Tu no eres ella, solo estás aquí. -Se dijo dándose un pequeño golpe en la frente con su dedo anular.

-Se que no eres quien se esconde detrás de la puerta, se que no eres ella.- Se dijo una vez más mientras se preparaba para dormir. -No eres la sombra que se filtra desde la calle.

La mismas frase se aplicaba con las extrañas figuras de detrás de sus cortinas o con los golpes provenientes del otro lado de su ventana.

La joven y prometedora doctora se recostó sobre su cama quedando con la vista fija en la ventana, luego observo a una delicada figura de pie en el rincón, esa que parecía odiarle, despreciarle.

-No eres ella...

Connie no tenía miedo, era más bien culpa.

En el pasado le confeso a Steven que había engañado a Lapis Lazuli para que se fuera lejos, ya que creyó imposible que existiera un futuro para la gema con Steven.

¿Era lo mejor? ¿Cómo podían tener una futuro juntos?

Connie ya no quería recordar aquel lejano día, cuando confeso sus culpas y busco el compasivo perdón del corazón de Steven. Mucho menos quería recordar cuando descubrió que aquella sonrisa que adornaba el rostro del híbrido había desaparecido, dejando como remplazo una expresión de dolor.

Lo había perdido. El que ella llorara y se disculpase ya no tenían ningún valor para él.

Decepcionada de su propio modo de actuar, Connie salió de la casa de Steven para nunca más volver.

Quizá Steven recorrió toda la tierra, posiblemente se presentó con las diamantes y suplico su ayuda, pero ¿Cuánto tiempo le tomaría a Steven encontrar a su ángel entre tantas estrellas?

Quizá ningún poder era capas de encontrarla en el enorme universo. Quizá si se arrojó al sol como lo expreso en su carta.

Cómo sea, ahora cuando Connie se encontraba sola en la oscuridad de su cuarto o pasando el rato con sus nuevos amigos, su paz se esfumaba y era por qué a veces creía ver a Lazuli. Apenas percibida por el rabillo del ojo, siendo un fantasma, oculto, con una mirada de desprecio.

No importaba si Connie se enfrentarse a la visión, descubría con desilusión que la imagen siempre se desvanecía para luego buscar volver.

Sus existencias quedaron desechas, dejándola a ella con la culpa, a Steven lleno de dolor, y también a una gema desaparecida o destruida. Los tres solos, sin que ninguno pudiese volver amar.

Y ante el presente ruido de pasos en la azotea, Connie solo tomo dos píldoras más, mientras cerraba los ojos para tratar de dormir.

-No puedes ser ella... Se que no eres ella. Debe de ser otra cosa.

Fin.

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