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Era una tarde tranquila en casa de los Hinata. Shoyo había terminado un día de entrenamiento y estaba ansioso por pasar tiempo con su familia. Al entrar en la sala de estar, encontró a su hijo, Haruto, sentado en la mesa de la cocina, con los libros abiertos y una expresión de frustración en su rostro.

"¿Qué pasa, campeón?" preguntó Shoyo, acercándose y colocando una mano en el hombro de su hijo.

Haruto suspiró, dejando caer su lápiz sobre el cuaderno. "Es esta tarea de matemáticas, papá. No entiendo nada, y he estado tratando de resolverla durante horas."

Shoyo sonrió, tratando de animarlo. "Vamos, déjame ayudarte. Juntos lo resolveremos."

Se sentó junto a Haruto, mirando el libro de matemáticas y los ejercicios. Sin embargo, a medida que leía las instrucciones y los problemas, la confianza de Shoyo comenzó a tambalearse. Los números y las fórmulas no tenían mucho sentido para él, y se dio cuenta de que no recordaba gran parte de lo que había aprendido en la escuela sobre este tema.

A pesar de eso, trató de mantener la calma. "A ver... esto parece... interesante," dijo, fingiendo seguridad. "Primero, sumamos... o restamos... no, espera... multiplicamos aquí, ¿verdad?"

Haruto lo miró con una mezcla de confusión y desesperación. "¿Papá, estás seguro?"

Shoyo frunció el ceño, revisando el problema nuevamente. "Bueno, tal vez no... Vamos a intentarlo de nuevo."

Pasaron varios minutos en silencio, ambos mirando el mismo problema sin poder avanzar. La frustración de Shoyo comenzó a crecer. Estaba acostumbrado a enfrentarse a desafíos físicos en la cancha, donde su habilidad y determinación podían superar cualquier obstáculo. Pero aquí, frente a este simple problema de matemáticas, se sentía impotente.

Después de varios intentos fallidos, Shoyo finalmente dejó escapar un suspiro de exasperación y se apartó de la mesa. "¡Esto es ridículo! ¿Por qué hacen estas cosas tan complicadas? ¡Ni siquiera yo lo entiendo!"

Haruto, sorprendido por el tono de su padre, lo miró con preocupación. "Papá, está bien... No tienes que saberlo todo."

Shoyo se frotó la frente, sintiendo una mezcla de vergüenza y frustración. "Lo sé, pero debería poder ayudarte con esto. Soy tu padre. Debería ser capaz de entenderlo y explicártelo."

Haruto se levantó y se acercó a su padre, tocándole el brazo con una sonrisa comprensiva. "Papá, no pasa nada. Tú siempre me has ayudado con otras cosas, como el voleibol y en muchas otras situaciones. No tienes que saberlo todo."

Shoyo suspiró profundamente, dándose cuenta de que su frustración no tenía sentido. "Tienes razón, Haruto. Solo... me molesta no poder ayudarte como quisiera."

Haruto lo abrazó. "Siempre me ayudas, incluso si no entiendes todo. Podemos resolver esto juntos, y si no, podemos pedirle ayuda a mamá o a la profesora. No te preocupes."

Shoyo sonrió y abrazó a su hijo con fuerza. "Gracias, Haruto. Eres un buen chico. Y tienes razón, podemos pedir ayuda si la necesitamos. No siempre tenemos que resolver todo solos."

Con una actitud renovada, Shoyo y Haruto decidieron tomar un descanso y luego llamaron a [TN] para que los ayudara. Juntos, encontraron la solución al problema y aprendieron una valiosa lección: no siempre se trata de tener todas las respuestas, sino de trabajar en equipo y no rendirse ante las dificultades.

Esa noche, mientras Shoyo observaba a su hijo dormido, sintió una profunda gratitud por la sabiduría y comprensión de Haruto. Sabía que, aunque no siempre sería fácil, siempre harían frente a los desafíos juntos, como familia.

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