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Hedin Selland, el caballero blanco de la familia Freya caminaba por las calles de Orario con el ceño fruncido, las manos dentro de su capa. Su cabello dorado moviéndose suavemente bajo la brisa fresca de la tarde.

La ciudad seguía igual de bulliciosa, pero en su mente todo era caos. —¿Qué debo hacer?" Había dedicado su vida a Freya, había empezado a vivir desde que la había conocido. Ella era su diosa, su razón de ser. No había nada salvo monotonía y una cárcel autoimpuesta antes de ella, y no habría nada después.

Y sin embargo…
Lo que deseaba ahora no era posible.
Bell Cranel, el mocoso conejo, el cerebro de liebre....lo había cambiado todo.

Hedin apretó los dientes.

La fascinación de Freya por ese niño estaba devorando todo a su paso. Incluso a ellos, destrozando a algunos, quebrando los de adentro hacia fuera y lentamente llevándolos al desfiladero a otros.

Los Einherjar…la familia Freya, su familia , estaban a punto de ser sacrificados en un juego absurdo donde Freya apostaba todo.

Pero lo peor no era eso.

Lo peor era que si Freya ganaba…El sabía Perdería el deseo por Bell. Porque Freya solo amaba lo que no podía tener.

Si lo conseguía completamente, si lo quebraba y lo moldeaba a su voluntad…
Se aburriría. Como siempre. Como lo había hecho con todos ellos.

Hedin se detuvo en seco, una brisa más fuerte de lo normal moviendo ligeramente sus cabellos hasta molestar en sus lentes. Miró a su alrededor y por el rabillo del ojo, notó un callejón que no recordaba haber visto antes.
Al fondo, una cálida luz anaranjada brillaba detrás de una ventana empañada.

"El Refugio de la Diosa."

Hedin frunció el ceño, levantó una ceja levemente con curiosidad, sus pies avanzaron hasta estar lo más cerca y extendió la mano.

Empujó la puerta y entró.

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El delicioso aroma a té y especias lo envolvió de inmediato. Bailando en su nariz y sintiendo una extraña calma.

La casa de té era pequeña, acogedora, con luces tenues de piedra mágica que proyectaban sombras suaves en las paredes de madera. Las mesas, aunque pocas, tenían un decorado de bellos manteles.

En el centro del lugar, una mujer de cabellos plateados y ojos violetas le sonreía con tranquilidad.

—Bienvenido, Hedin Selland.

El elfo entrecerró los ojos.

—Conoces mi nombre
—Asi es.

La mujer de cabellos plata (o un extraño gris ahora que lo veía bien) deslizó una taza de té en la mesa más cercana con una elegancia que le recordó a las gotas de lluvia.

—Siéntate.

Hedin la observó con desconfianza, pero finalmente tomó asiento. Era un nivel 6, y no sentía que en este lugar habría algo hostil, tampoco es que pudiera ser atacado sin que alguien perdiera antes. Pero al estar más cerca de esta mujer, pudo sentir algo extraño emanando de ella, algo sutil.

—¿Eres una diosa?
—Eso me dicen. ¿Cómo se encuentra el joven <Rabbit foot>?

Levantó una ceja, había algo extraño en ella. Y ya sabía la respuesta.

—¿Por qué no estás bajo el hechizo de Freya-sama?.

Selene apoyó el mentón en su mano con una sonrisa suave, pero no sentía hostilidad ni una burla de ella como con otros dioses.

—Porque nunca lo estuve.

Silencio.

Hedin no se movió, pero su mente procesó rápidamente lo que eso significaba.

—Interesante…

Tomó la taza y le dio un sorbo.

El sabor era profundo, con un ligero amargor que casi le hizo fruncir el seño en el fondo.

—Parece que llevas un dilema en la mente —comentó Selene con calma.

Hedin no respondió de inmediato. Aguanto unos segundos para tragar. Luego, apoyó la taza en la mesa.

—Voy a traicionar a Freya-sama.

Su tono era neutral, como si simplemente estuviera diciendo la hora.

Selene no reaccionó.

—¿Eso crees?

Hedin giró la taza entre los dedos, intentando calmar su mente. Está diosa no parecía....Que fuera a correr a decirle a alguien, se veía...confiable. probablemente conocía su lugar.

—Si sigo su juego, Bell será suyo. Y cuando eso pase— Se detuvo.

Selene completó su pensamiento.—Ella perderá el interés. ¿No es así?

Hedin asintió lentamente.

—Entonces, ¿realmente la estás traicionando?

Los ojos rojos del elfo brillaron levemente.

—No.—Selene sonrió.
—Lo sabía.

Hedin tomó otro sorbo de su té.

—Si hago esto, la salvaré de su propio deseo.

—Y a ti mismo. Verdad?— Los delgados dedos de la diosa revolvieron la cuchara, después de colocar dos cubos de azúcar antes de voltear a mirar a los ojos cereza del elfo. Hedin no reaccionó y Selene lo observó con tranquilidad.

—Dime, Hedin. ¿Por qué nunca tuviste esperanza?

El elfo ladeó la cabeza, visiblemente intrigado. Esa pregunta no la esperaba

—¿Esperanza en qué?
—En que Freya podría amarte.

La pregunta lo golpeó más fuerte de lo que esperaba, su pregunta lo había tomado desprevenido y no pudo formular una respuesta antes que continuará.

—Todos los que la servían la adoraban. Pero tú eras diferente.— Hedin se mantuvo en silencio.
—Nunca te permitiste esperar. Desde el principio, sabías que ella nunca te miraría de esa manera.

El elfo respiró hondo.

—Porque Freya-sama solo ama lo inalcanzable.

Selene asintió.

—Y ahora, Bell es el único que sigue siendo inalcanzable para ella.—

Hedin dejó la taza en la mesa.—Por eso haré lo que debo hacer.

Selene sonrió con suavidad.

—Entonces, no es traición.
Hedin la miró fijamente.
—No.
Se levantó, alisando su capa.
—Es lealtad.
La campanilla sonó cuando cruzó la puerta.
Cuando miró hacia atrás…

La casa de té ya no estaba.

Hedin Selland sonrió levemente.

Era hora de hacer lo necesario.

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