Epitafio: La realidad de la vida.

Hace pocos años atrás, mientras paseaba por el cementerio de Miraflores (Trujillo), un epitafio  me atrajo con su nostalgia; pues los epitafios suelen destacar dedicatorias de los sentimientos de los vivos para los muertos; en este caso, el epitafio era al revés y con un mensaje orgulloso... orgulloso pero triste:

Transcribo textualmente:

La realidad de la Vida

"No quisiera mirar lo que he mirado,
a través del cristal de la experiencia,
el mundo es un mercado en que se compra,
Honores, voluntades y conciencias...
¿Amigos? es mentira, no hay amigos,
la amistad verdadera es ilusión,
ella cambia, se aleja y desaparece,
con los giros que da la situación.
Amigos complacientes sólo tienen
los que disfrutan de Holgura y calma,
pero aquellos que abate el infortunio, 
sólo tienen tristezas en el alma.
Si estamos bien nos tratan con cariño,
nos llaman, nos invitan, nos adulan,
mas si acaso caemos, francamente,
sólo por cumplimiento nos saludan.
En este laberinto de la vida,
donde tanto domina la maldad;
todos tiene su precio estipulado,
amor, parentesco, amistad,
el que nada tiene nada vale,
en toda reunión pasa por necio;
y por más nobles que sus hechos sean,
lo que alcanza es la lucha y el desprecio
lo que brilla no tiene más valor
aunque brille por oro lo que es de cobre,
lo que no perdona en la vida,
es el gran delito de ser pobre.
La estupidez, el vicio y hasta el crimen
pueden tener su puesto señalado,
las llagas del delito no e miran
si las cubre un diamante bien cortado.
Nada humano es puro y sano,
todo se halla entre lo puro entremezclado
el mismo corazón con ser tan noble
¡cuántas veces se encuentra enmascarado!
Existe la virtud, yo no lo niego
pero siempre en conjunto defectuoso,
hay rasgos de virtud en el malvado,
y rasgos de maldad en el virtuoso.
Ha nadie habré de herir lo que yo digo
porque ceñido a la verdad estoy,
si me dan de libar hiel y veneno,
veneno y hiel en recompensa doy,
pero si peco con estas palabras toscas
de estas líneas opacas y sin nombre;
doblando las rodillas en el polvo
pido perdón a Dios pero no al hombre."  

Qué cosas habrá vivido el difunto, que aún después de su muerto, acuchilla a los pocos transeúntes que se atreven a echarle un ojo. Este epitafio me dejó pensando por muchos días y aunque no concuerdo con el mensaje ulterior, aún visito los mausoleos y viejas esculturas de mármol, de quienes me precedieron en el viaje de la muerte. Los cementerios y epitafios cuentan historias, tan grandes y tan fabulosas como los libros que lees. Dale una oportunidad y visita el cementerio de tu ciudad, que en mi caso, son destinos obligados para visitar, cuando llego a nuevas ciudades.

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