𖡡𖠃✎Sincero𓅨
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Ranpo no se disculparía. Nunca lo ha hecho, y no iba a empezar ahora, no con Chuuya. Ni siquiera cuando el pelirrojo lo miraba con esa expresión tan desafiante, como si estuviera esperando que Ranpo se arrodillara y le pidiera perdón por lo que fuera que había sucedido entre ellos.
Chuuya tenía ese don de hacer que las cosas parecieran mucho más importantes de lo que realmente eran. De repente, una discusión sobre algo tan trivial como quién había usado la última taza de café se convertía en un asunto de vida o muerte. Y Ranpo, al ser quien era, no iba a ceder. No podía hacerlo. No de esa manera.
No, Ranpo no se disculparía, y mucho menos ante Chuuya. Ni siquiera cuando la mirada del pelirrojo lo atravesaba, como si de alguna forma le estuviera reclamando algo que él no podía ni entender.
—¡Eres un idiota! —gruñó Chuuya esa mañana, después de que Ranpo tomara sin permiso el último pedazo de pastel que había dejado a un lado para sí mismo.
Ranpo no lo miró. Su rostro permaneció impasible, incluso mientras Chuuya seguía lanzando palabras que no tenían otro propósito más que hacerle perder la paciencia. Pero Ranpo no iba a reaccionar. Eso sería ceder.
Chuuya solía esperar una respuesta de él, algo para picarlo, algo para iniciar un intercambio de palabras y que al final todo se resolviera. Pero Ranpo sabía que las disculpas nunca venían con una solución. Las palabras no arreglaban nada. Lo que arreglaba las cosas era el tiempo y el olvido.
—Vete al diablo —masculló Chuuya, visiblemente frustrado, pero Ranpo siguió inmóvil, su atención concentrada en la ventana.
Chuuya no entendía, y tal vez Ranpo tampoco. A veces, pensaba que si se disculpaba, todo perdería su significado. Esas palabras, "lo siento", tenían un poder que no podía comprender. Era un poder que lo dejaba vulnerable, y Ranpo no quería ser vulnerable. No quería estar expuesto, ni siquiera ante Chuuya.
"Si me disculpo", pensó Ranpo, "entonces estoy admitiendo que he hecho algo mal. Pero... ¿he hecho algo realmente mal?"
Era una pregunta sin respuesta. Y esa incertidumbre era lo que más le incomodaba. Porque no estaba seguro de lo que había hecho mal. No lo entendía, no cuando todo lo que había hecho había sido una simple broma que terminó mal. ¿De verdad había algo tan malo en eso? Para él, las cosas siempre eran sencillas. Pero para Chuuya, no.
En ese momento, Ranpo sintió esa extraña presión en el pecho. Chuuya aún lo observaba, esperando alguna señal de arrepentimiento. Pero Ranpo no podía ceder. No podía. No quería ver cómo se caía la fachada que tanto le había costado construir. Y esa fachada era su orgullo.
"Si lo hago, perderé el control. Y no puedo perderlo. No con él."
Ranpo nunca había sido un buen ejemplo de arrepentimiento. Siempre había sabido cómo hacer que las cosas parecieran menos importantes, incluso cuando realmente lo eran. Pero esta vez, algo dentro de él comenzaba a retumbar. La voz de su madre, esa que le enseñó a ser fuerte, a no dejar que los demás lo hicieran sentir inferior, comenzó a susurrar en su mente. "No pidas disculpas a menos que realmente lo sientas. Y si lo sientes, entonces hazlo con todo tu corazón. Pero no lo hagas porque te lo pidan. Hazlo porque lo entiendas."
Ranpo cerró los ojos por un momento. Se sentó en el borde de la mesa y sus dedos se entrelazaron. Chuuya aún no se había ido. Y esa era la parte más molesta. Porque, por alguna razón, lo que menos quería era que Chuuya se fuera.
Pero no iba a disculparse. No todavía.
—¿Tienes algo más que decir? —preguntó Ranpo, sin mirarlo. Su voz sonó más cansada de lo que realmente quería que sonara.
Chuuya resopló, dando un paso atrás.
—No. No tengo nada más que decir.
Y, por un momento, Ranpo sintió que había ganado. Pero cuando levantó la vista y vio la sombra de decepción en los ojos de Chuuya, algo en su pecho dio un vuelco. No podía decir qué era, pero sabía que no le gustaba.
"Quizás... en algún momento, tal vez..." pensó Ranpo, pero no completó la idea. El orgullo era algo que no podía simplemente dejar ir.
Y así, la escena terminó, con Chuuya dando la espalda, pero Ranpo sintiendo que algo aún estaba pendiente. Porque, por primera vez, se dio cuenta de que la respuesta no siempre estaba en no disculparse. A veces, era necesario hacerlo. Pero no hoy.
—Bien. Entonces, supongo que hasta aquí llegamos.
Ranpo no estaba seguro de por qué lo había hecho. En cuanto escuchó los pasos de Chuuya alejarse, algo dentro de él hizo clic. Se levantó de la mesa de golpe, sin pensarlo, y caminó hacia él, alcanzándolo en dos zancadas rápidas. Su mano se cerró firmemente alrededor del brazo del pelirrojo, deteniéndolo en seco.
—¡Chuuya! —su voz sonó más urgente de lo que había esperado—¿Qué sucede realmente? ¿Es en serio todo esto por el pastel?
Chuuya no se movió. A pesar de la fuerza de Ranpo, Chuuya parecía tranquilo, casi indolente. Pero había algo en su postura, algo en el modo en que su cuerpo estaba rígido, que no dejaba de inquietar a Ranpo. El pelirrojo respiró hondo, como si estuviera buscando las palabras correctas.
—No es solo el pastel, Ranpo —respondió, su voz más baja y seria de lo que Ranpo habría imaginado. Luego se giró lentamente para mirarlo a los ojos, sus pupilas oscuras como la tormenta que se estaba formando dentro de él— Es todo, ¿sabes? Siempre es todo. Y tú... tú siempre haces que todo parezca tan simple. Pero no lo es.
Ranpo se quedó en silencio, sin soltar su brazo. No esperaba esa respuesta, y por un momento, se sintió perdido, sin saber qué hacer con las palabras de Chuuya. Lo que menos quería era que Chuuya lo viera como un simple juego, una distracción. Porque no lo era, para él. No en el fondo.
—No sé de qué hablas —dijo, pero sus palabras sonaron más vacías de lo que quería admitir. Chuuya estaba mirando hacia el suelo, y aunque Ranpo podía ver que estaba herido, no podía entender por qué. No podía entender qué había hecho mal.
Chuuya soltó un suspiro pesado, uno que resonó en los huesos de Ranpo. Levantó la cabeza, mirándolo directamente, pero esta vez sus ojos eran más suaves, más comprensivos.
—No me entiendes, ¿verdad?
Ranpo negó con la cabeza, su agarre relajándose, pero sin dejarlo ir por completo. Parte de él quería dar el siguiente paso, ser el que reparara algo que ni él mismo entendía completamente. Pero algo dentro de él le decía que eso significaría dar el primer paso hacia algo que no estaba seguro de querer.
—Es que... nunca lo hago, ¿verdad? —dijo Chuuya, casi en un murmullo, como si ya hubiera llegado a una conclusión que Ranpo aún no había alcanzado— Nunca hablas de lo que piensas o lo que sientes, y lo peor es que ni siquiera lo intentas. Todo se vuelve una broma para ti.
Ranpo apretó los dientes, más para no responder impulsivamente que por otra cosa. ¿Cómo podía explicarle que nunca había sido bueno para eso? Que no sabía cómo decir lo que realmente pensaba porque no podía entenderlo, y mucho menos transmitirlo.
—Tienes razón, no me disculpo. No lo hago porque no sé cómo... no sé qué decir. —La confesión salió sin que pudiera detenerla. Fue un susurro en el aire, pero lo suficiente para que Chuuya lo escuchara.
El pelirrojo lo miró de nuevo, con algo de sorpresa en su expresión. Pero no dijo nada. En lugar de eso, dejó que el silencio entre ellos se extendiera, como un espacio que necesitaba ser llenado. Ranpo sentía que ese momento era crucial, pero no tenía idea de cómo terminarlo.
Chuuya alzó una ceja, su rostro relajándose, y finalmente soltó una pequeña sonrisa.
—Bueno, al menos lo reconoces, ¿no?
Ranpo no pudo evitar soltar una pequeña risa nerviosa, el peso de la situación empezando a aligerarse.
—No esperaba que me tomaras en serio. —respondió, con un tono que trataba de ser más relajado, pero sabiendo que no lograba esconder lo que sentía.
Chuuya dio un paso atrás, como si pensara en algo, y luego, con una mirada que fue más un gesto de complicidad que otra cosa, se encogió de hombros.
—Mira, no tienes que disculparte ahora. Pero al menos ahora lo sabes. —Pausó un momento, luego añadió con una sonrisa traviesa— Aunque, si alguna vez decides hacerlo, el pastel está a mi cargo.
Ranpo lo observó, sintiendo una extraña mezcla de alivio y frustración. No lo entendía completamente, pero esa era la primera vez que Chuuya no parecía tan molesto por algo que realmente lo había enfurecido.
—Lo tendré en cuenta —respondió, sin saber si realmente lo iba a hacer algún día, pero algo en su interior le decía que, tal vez, solo tal vez, podría aprender a decir lo que no había dicho hasta ahora.
Y mientras Chuuya se alejaba de nuevo, con la confianza de alguien que ya había ganado, Ranpo no podía evitar preguntarse si, en algún momento, todo aquello dejaría de ser una broma para él.
—Te amo.
Ranpo se quedó quieto, la confesión resonando en su mente de una forma que ni él mismo podía comprender. Las palabras habían salido sin pensarlo, como si hubieran estado atrapadas en su pecho todo el tiempo, esperando el momento adecuado para ser liberadas. Pero no era el momento adecuado, y Chuuya no había escuchado.
Se giró rápidamente, mirando a su alrededor, como si pensara que alguien podría haber escuchado lo que acababa de decir. Sin embargo, la escena permaneció tranquila, como si nada hubiera cambiado. Su mano, que aún estaba suspendida en el aire, se dejó caer a su lado, mientras la sensación de miedo y vulnerabilidad comenzaba a envolverlo.
Chuuya había seguido caminando, sin una pista de lo que acababa de pasar. Ranpo mordió su labio inferior, intentando calmarse. No sabía por qué había dicho eso, y mucho menos sabía cómo manejarlo. Su mente se llenó de preguntas. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Por qué lo había dicho?
—Chuuya... —murmuró nuevamente, más para sí mismo que para el pelirrojo. Las palabras se quedaron atoradas en su garganta.
Finalmente, comenzó a caminar detrás de él, esta vez con un propósito más claro, pero con el mismo temor de siempre. Sabía que no iba a ser fácil. Y quizás, solo quizás, la próxima vez que sus labios se abrieran, serían por algo mucho más sincero que una simple broma.
Tal vez entonces, él podría entender lo que realmente sentía, y tal vez, en algún momento, también aprendería a decirlo de nuevo, pero esta vez, de una manera que Chuuya sí escuchara.
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