𖡡𖠃✎Especial de las 3 Navidades𓅨

Navidad 2: Chuuya en la ADA

La oficina de la ADA estaba llena de un bullicio navideño inusual, algo que Chuuya no podía evitar encontrar extraño. Los miembros de la agencia, que en su mayoría eran personas serias y dedicadas a resolver casos, se comportaban como niños pequeños en medio de decoraciones, luces brillantes y música navideña. A él, que estaba acostumbrado a la seriedad de la Port Mafia, todo eso le parecía innecesario.

A su lado, Ranpo estaba disfrutando del caos. Con su característico entusiasmo, corría de un lado a otro organizando a todos para decorar el lugar, especialmente el árbol de Navidad. En cuanto vio a Chuuya, no perdió la oportunidad de acercarse con una sonrisa traviesa.

— ¿Qué te parece la decoración, Chuuya? — preguntó Ranpo con una expresión de pura diversión, mientras sostenía una pequeña estrella dorada en la mano.

Chuuya, que ya estaba de mal humor por todo el alboroto, apenas miró el árbol, encogiéndose de hombros.

— No es nada del otro mundo, ¿no crees? — dijo con su tono indiferente, tratando de esconder su incomodidad ante toda la escena navideña.

Ranpo se acercó un paso más, observando el rostro de Chuuya, quien parecía molesto por el ambiente. Sin embargo, fue la sonrisa traviesa de Ranpo lo que hizo que todo tomara otro giro. Se acercó lo suficiente para susurrar:

— Pero hay algo más que te hace especial... creo que el árbol necesita algo, ¿no crees? Un toque personal, tal vez.

Chuuya lo miró confundido, y Ranpo, sin darle tiempo a reaccionar, le entregó una pequeña figura de Santa Claus con una risita en sus labios.

— Tienes que colocarla en lo más alto, Chuuya. Sé que te gustará… se ve tan lindo, como tú.

Las palabras de Ranpo fueron como un golpe directo a su corazón, y en un abrir y cerrar de ojos, Chuuya se sintió sonrojarse sin poder evitarlo. No podía creer que Ranpo lo estuviera llamando "lindo" en medio de esta absurda festividad. Para ocultar su vergüenza, apretó los dientes, y en lugar de responder, giró sobre sus talones y utilizó su habilidad.

De repente, la gravedad del espacio alrededor del árbol cambió. Todo, incluido el árbol, comenzó a levitar a una altura considerable mientras Chuuya manipulaba el entorno a su alrededor. En un parpadeo, las decoraciones, luces y figuras fueron colocadas con precisión sobre el árbol, completando la tarea en un instante.

Ranpo observó, boquiabierto, cómo el árbol se decoraba solo mientras Chuuya mantenía una expresión estoica. Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos, y cuando la gravedad volvió a la normalidad, el árbol estaba perfectamente adornado.

— Bien... ahora está perfecto — dijo Chuuya sin mirar a Ranpo, intentando disimular su sonrojo.

Ranpo, sin embargo, no podía evitar sonreír ampliamente. Lo que acababa de presenciar era impresionante, pero más que eso, le fascinaba la reacción de Chuuya. Ese pequeño gesto de mostrar su habilidad para evitar la vergüenza no hizo más que aumentar su interés por él.

— Wow, realmente eres increíble, Chuuya. — Ranpo dejó escapar una pequeña risa, casi burlona, pero con un toque de admiración genuina. — Aunque... creo que solo quería ver cómo ponías la estrella, ¿sabes? Tal vez podríamos hacerlo de nuevo... para que veas lo que te perdiste.

Chuuya, incómodo por la insinuación, se cruzó de brazos, pero la ligera sonrisa que se le formó al final no pasó desapercibida. Por un momento, las tensiones se relajaron, y en ese instante, Ranpo supo que había tocado un punto sensible para Chuuya.

Sin embargo, aunque su comentario había logrado su propósito de avergonzar un poco a Chuuya, Ranpo se sentía satisfecho al ver la pequeña chispa de emoción en su compañero.

— Lo que sea, Ranpo — Chuuya respondió, finalmente mirando al árbol, sin querer admitir que se sentía más cómodo de lo que esperaba en esa situación.

Mientras Chuuya y Ranpo se quedaban observando el árbol decorado, la puerta de la oficina se abrió de golpe, captando la atención de ambos al instante. La figura de Fukuzawa apareció en el umbral, su presencia tranquila y solemne irrumpiendo en la atmósfera animada del lugar.

— ¡Oh, Chuuya, qué alegría verte! — dijo Fukuzawa con una sonrisa ligera en el rostro.

La mirada de Chuuya se suavizó al instante, y aunque su postura era algo tensa debido a la situación, no pudo evitar mostrar un respeto palpable hacia el líder de la ADA.

— Gracias por recibirme, estoy feliz de estar aquí — aseguró Chuuya con una sonrisa, aunque la inconsistencia de sus palabras no pasó desapercibida. Apenas unos minutos antes, él estaba quejándose de tener que estar en un lugar tan lleno de festividades.

Ranpo, quien había estado observando atentamente, no pudo evitar lanzar una mirada incrédula hacia Chuuya, levantando una ceja en señal de duda ante la incoherencia de sus palabras. Pero Chuuya, ajeno a su expresión, continuó con su respuesta.

— Y sí, Mori-san sabe que estoy aquí, después de todo no hay razón para desconfiar de mí. No soy un traidor COMO OTROS — agregó, alzando ligeramente la voz al final, sin esconder la indirecta que dirigía a un determinado miembro de la organización.

La referencia a Dazai no pasó desapercibida para él. Dazai, que justo en ese momento pasaba cerca de la entrada, se detuvo al escuchar las palabras de Chuuya y, con una sonrisa burlona, levantó el dedo medio en señal de un gesto vulgar pero lleno de diversión.

— Ah, ¿es que me llamas traidor, Chuuya? — dijo Dazai en tono juguetón, con un brillo travieso en los ojos. — ¿Qué te hace pensar que no soy más leal que tú, eh?

Chuuya, al notar el gesto, resopló con molestia, pero al mismo tiempo no pudo evitar sonreír un poco por la provocación. La situación, que había comenzado relativamente seria, se había convertido en una pelea ligera de palabras, como siempre sucedía entre él y Dazai.

Fukuzawa, observando todo el escenario, suspiró ligeramente, como si ya estuviera acostumbrado a la dinámica entre sus miembros.

— Lo que sea que esté pasando aquí, mejor lo dejaremos para después — dijo Fukuzawa con su habitual tono calmado, dirigiéndose a Chuuya. — Solo asegúrate de que todo vaya bien, y que no causemos más problemas.

— Claro, Fukuzawa-san — respondió Chuuya, ligeramente avergonzado por el alboroto, pero aún manteniendo su dignidad. Sin embargo, no pudo evitar echarle una mirada rápida a Ranpo, quien no dejaba de sonreír de forma burlona.

— Sí, claro, no hay de qué preocuparse — añadió Ranpo con tono de broma, observando el intercambio.

Y en medio de todo el caos, el ambiente se suavizó un poco. Aunque la rivalidad seguía presente, especialmente entre Chuuya y Dazai, había algo en la atmósfera que dejaba claro que, por alguna razón, todos estaban dispuestos a relajarse y disfrutar un poco de la festividad.

La atmósfera estaba cargada de emoción cuando el intercambio de regalos comenzó. Después de los obvios momentos de bromas entre Dazai y Chuuya, y las risas por la elección de los regalos de los demás, llegó el turno de Ranpo y Chuuya.

Ranpo, como siempre, había esperado este momento con entusiasmo, y su mirada burlona hacia Chuuya era más evidente que nunca. Chuuya, sin embargo, se mostraba más reservado de lo normal, aún con el rubor en sus mejillas por las palabras de Ranpo antes. Su rostro estaba un poco más serio, como si tratara de no dejar que nada se interpusiera entre él y el regalo que tenía para Ranpo.

Primero fue el turno de Ranpo, quien con su típico aire de confianza, entregó un paquete pequeño pero cuidadosamente envuelto a Chuuya.

— Tómalo, Chuuya. — dijo Ranpo, con una sonrisa que mezclaba la diversión con un toque de sinceridad. — Espero que te guste. Después de todo, soy un experto en elegir los mejores regalos.

Chuuya tomó el paquete con una leve mirada de desconfianza, pero cuando lo abrió, lo que encontró fue una cartera de cuero de alta calidad, elegantemente diseñada y con una pequeña inscripción en su interior que decía: "Para un hombre con estilo". Chuuya levantó una ceja, pero algo en su pecho se tensó, y aunque intentó no mostrarlo, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.

— ¿Una cartera? — murmuró, mirando a Ranpo con incredulidad. — ¿No tienes más creatividad que esto?

Ranpo se encogió de hombros con una sonrisa juguetona.

— La creatividad no está en el regalo, está en el detalle. Además, pensé que te vendría bien algo nuevo para tus... cosas — dijo Ranpo, dejando ver que en el fondo su regalo había sido pensado con cuidado.

Chuuya lo miró por un segundo, luego sacudió la cabeza, guardando su orgullo herido.

— Gracias... — dijo, en un tono que al menos era más suave que el esperado.

Luego fue el turno de Chuuya de entregar su regalo a Ranpo. Con una leve mirada a su alrededor para asegurarse de que nadie estuviera prestando demasiada atención, Chuuya entregó un paquete largo y alargado.

— Toma, Ranpo — dijo con indiferencia, pero los destellos de nerviosismo en su voz no pasaron desapercibidos para Ranpo, quien no pudo evitar sonrojarse ligeramente al ver la seriedad con la que Chuuya lo miraba.

Ranpo abrió el paquete con una rapidez impaciente, y lo que encontró fue una bufanda de lana fina, de un color azul marino con detalles elegantes. A diferencia de los otros regalos, este era más práctico, pero igualmente pensativo. La bufanda tenía un aire acogedor que, aunque sencillo, parecía ser algo que Ranpo podría usar a menudo, y de alguna manera, parecía decir algo que no podía ser expresado solo con palabras.

— ¿Esto es para mí? — dijo Ranpo, sorprendido, mirando la bufanda antes de alzar la mirada hacia Chuuya, quien evitaba hacerlo, mirándolo en cambio desde el rabillo del ojo.

— Sí, no te hagas el tonto. Sabía que necesitarías algo que te abrigara en días fríos. — Chuuya cruzó los brazos, esperando que Ranpo dijera algo más, pero también notando lo que había detrás de su gesto.

Ranpo sonrió, aunque por un momento su sonrisa fue más suave de lo habitual. De alguna manera, ese regalo lo había tocado de una manera que no esperaba.

— Gracias, Chuuya. — dijo, sin sarcasmo ni burla, solo una sinceridad que lo sorprendió a él mismo.

La atmósfera se relajó un poco, y aunque la rivalidad seguía presente, ambos compartieron un breve pero cálido momento de entendimiento, incluso si ninguno de los dos lo reconoció de inmediato.

La música comenzó a sonar suavemente en el fondo, mientras las luces del lugar brillaban con calidez, dándole a la fiesta una atmósfera aún más festiva. La mayoría de los miembros ya habían comenzado a disfrutar de la comida y a bailar, pero había un pequeño detalle que no podía pasarse por alto: Ranpo y Chuuya aún no se habían movido del rincón donde estaban.

Ranpo miraba el lugar con atención, evaluando la situación como si de un caso se tratara. Sin embargo, en su mente solo había una distracción: Chuuya. A pesar de su actitud indiferente, Ranpo sabía que su compañero no era ajeno a la música ni a la fiesta, aunque lo disimulaba muy bien. De repente, un destello de una idea brillante cruzó la mente de Ranpo.

— Oye, Chuuya — dijo con una sonrisa torcida, acercándose al mayor, que miraba al resto de la fiesta con una ligera mueca en el rostro. — ¿Por qué no bailas? Ya que no quieres participar en nada, ¿por qué no te unes al baile? No sé, tal vez te sorprenda lo divertido que es.

Chuuya levantó la mirada y se encontró con los ojos brillantes de Ranpo, que lo miraban con diversión y algo más, algo que Chuuya no podía identificar.

— ¿Bailar? — repitió con incredulidad, como si la idea fuera absurda. — Yo no soy un idiota que se ponga a bailar en público solo para llamar la atención.

— No dije que fueras un idiota, solo que tal vez podrías disfrutar un poco. — La sonrisa de Ranpo se hizo más amplia. — ¿O acaso eres demasiado orgulloso como para unirte a una tontería como esta?

El sarcasmo en las palabras de Ranpo tenía un toque de desafío, y eso fue lo que hizo que Chuuya se sintiera aún más decidido a ignorar la invitación, o eso pensó. Pero, al igual que siempre, Ranpo lo había tocado justo donde quería, y la mueca en su rostro se transformó en una expresión un tanto irritada.

— ¡Tú sí que eres un idiota! — replicó, cruzándose de brazos. — ¿Qué tiene de tan divertido un baile? No soy un tonto que sigue a la multitud solo porque es Navidad.

Ranpo dio un paso hacia él, con su sonrisa de siempre, pero con una energía más juguetona.

— Si no te atreves a bailar, puede que... te pierdas de algo realmente divertido. — Y en ese momento, Ranpo extendió su mano hacia Chuuya, sin ninguna duda en su gesto, pero con una leve chispa traviesa en sus ojos.

Chuuya lo miró en silencio, su orgullo herido pero también una parte de él curiosa. Finalmente, con un suspiro pesado, extendió su mano y la tomó de la de Ranpo, sintiendo cómo su corazón latía más rápido de lo habitual, a pesar de que trataba de ignorarlo.

— No te hagas ilusiones, Ranpo — murmuró, aunque el rubor en su rostro traicionaba sus palabras.

Ranpo, sin perder la oportunidad, lo condujo hacia el centro de la pista de baile. En cuanto ambos estuvieron en el centro del salón, la música cambió a una melodía lenta, ideal para bailar en pareja. Ranpo colocó una mano en la espalda de Chuuya, mientras que la otra tomaba su mano. Chuuya lo miró un momento, un poco tenso, pero al ver que Ranpo no lo soltaba, dejó escapar un resoplido.

— No me hagas llevar esto demasiado lejos — advirtió, pero de alguna manera ya estaba comenzando a disfrutar del baile.

Ranpo sonrió, acercándose un poco más, pero sin invadir el espacio personal de Chuuya.

— No te preocupes. No te haré hacer nada que no quieras, pero no puedes negar que este es un momento único, ¿no? — dijo Ranpo con tono ligero, sus ojos brillando de forma que hacían que Chuuya se sintiera ligeramente incómodo, pero al mismo tiempo, profundamente atraído por su presencia.

Chuuya, tratando de ocultar su incomodidad, simplemente siguió el ritmo de la música, aunque lo hacía a su manera, moviéndose con algo de brusquedad pero sin dejar de bailar. Ranpo, en cambio, se movía con fluidez, casi como si estuviera disfrutando cada segundo del momento.

A medida que la canción avanzaba, Ranpo se inclinó ligeramente hacia Chuuya, lo que hizo que el rojo en su rostro aumentara aún más.

— ¿Ves? Te dije que esto no era tan malo. — dijo Ranpo, la voz suave y entretenida.

— ¡No estoy disfrutando de esto! — replicó Chuuya, aunque su tono no era tan convincente como esperaba.

Ranpo se rió y lo giró suavemente en un movimiento más elegante, aprovechando el momento para acortar un poco más la distancia entre ellos. Cuando Chuuya se reincorporó, la mirada que compartieron fue breve pero intensa, y aunque ninguno dijo nada, ambos sabían que, de alguna manera, algo había cambiado entre ellos.

Ranpo estaba disfrutando de la animada conversación con Yosano, completamente ajeno a la situación que se estaba desarrollando en la fiesta. Las risas y las bromas llenaban la sala, pero Ranpo no podía dejar de pensar en cómo se había sentido al bailar con Chuuya. La idea de que había logrado sacarlo de su zona de confort le producía una satisfacción inexplicable.

Sin embargo, cuando terminó la charla y buscó a Chuuya entre la multitud, no pudo encontrarlo. Frunció el ceño, extrañado. ¿Dónde había ido? Se había distanciado de todos tan rápido. Decidió moverse por la sala en busca de su compañero, y después de unos minutos, lo vio: Chuuya estaba a punto de irse.

Ranpo aceleró el paso, acercándose a él rápidamente.

— ¡Oye, Chuuya! ¿Dónde vas? — preguntó, un tanto confundido al verlo tan decidido.

Chuuya se detuvo y se giró para mirarlo, sus ojos un tanto sombríos, pero con una expresión serena. Tenía el abrigo en la mano y ya parecía estar preparándose para salir.

— Mori-san me llamó — dijo Chuuya, con una calma que hacía que Ranpo frunciera el ceño. — Hay una misión de último minuto. No puedo quedarme mucho más tiempo.

Ranpo puso los ojos en blanco, sabiendo exactamente lo que eso implicaba.

— ¿En serio, Chuuya? ¡Es Navidad! ¿Cómo puede Mori hacerte trabajar en un día como este? ¡Esto es explotación laboral! — se quejó Ranpo, sin ocultar su descontento. Chuuya solo le lanzó una mirada breve, pero sin sorpresa.

— En realidad, no me molesta — respondió Chuuya, su tono relajado pero firme. — Prefiero hacer algo útil que quedarme aquí perdiendo el tiempo.

Ranpo miró a Chuuya por un momento, luego suspiró y se cruzó de brazos, claramente insatisfecho con la respuesta.

— ¡Pero es Navidad, maldita sea! — murmuró, buscando una última oportunidad para que se quedara. — ¿No te importa ni un poquito?

Chuuya sonrió de manera sutil, casi como si supiera que no habría manera de convencerlo. Al final, sin decir más, se acercó a la puerta, la abrió y se detuvo por un momento.

— Nos veremos otro día — dijo, mirando hacia el umbral de la puerta con una leve sonrisa.

Pero justo cuando Chuuya estaba a punto de salir, Ranpo alzó la vista, y fue entonces cuando algo le llamó la atención. En el marco de la puerta, justo sobre sus cabezas, colgaba un muérdago.

Ranpo sonrió para sí mismo, con una idea brillante cruzando por su mente. No se resistió a la tentación y rápidamente se acercó, tomando la oportunidad para interceptar a Chuuya antes de que pudiera salir.

— ¡Espera un segundo! — exclamó Ranpo, con una sonrisa juguetona.

Chuuya lo miró, confundido.

— ¿Qué? — preguntó, con una ceja levantada.

Ranpo apuntó hacia arriba, donde el muérdago colgaba suavemente.

— Creo que nos olvidamos de algo — dijo con tono burlón, su mirada llena de diversión.

Chuuya levantó la vista y vio el muérdago justo encima de ellos. El color rojo que apareció en su rostro fue casi imperceptible, pero Ranpo lo notó de inmediato.

— ¿Qué...? — Chuuya no alcanzó a terminar su frase antes de que Ranpo se acercara un paso más, sus ojos brillando con un aire travieso.

— Es tradición, ¿no? — Ranpo dijo con un tono suave y divertido, pero lo suficientemente cercano como para hacerle sentir el calor de su proximidad. — Bajo el muérdago...

Y sin más, Ranpo se acercó rápidamente a Chuuya, quien no tuvo tiempo de reaccionar antes de que sus labios se encontraran. Fue un beso breve, inesperado, pero lleno de la electricidad de todo lo que no habían dicho antes. El sonido de la fiesta a su alrededor se desvaneció por un segundo, mientras todo lo que existía entre ellos era ese pequeño gesto que significaba mucho más de lo que parecía.

Cuando Ranpo se separó, vio la expresión atónita de Chuuya, cuyo rostro ahora estaba completamente sonrojado. Chuuya, completamente desconcertado, solo pudo murmurar:

— ¿Qué demonios haces?

Ranpo, con su sonrisa habitual, se encogió de hombros con una mirada desafiante.

— Nada, solo... siguiendo las tradiciones. — Su tono suave y ligeramente burlón solo hizo que la incomodidad de Chuuya aumentara.

Chuuya miró hacia el suelo, no sabiendo si estaba avergonzado o algo más. Al final, suspiró y se giró hacia la puerta, sin decir más.

— ¡Nos vemos, idiota! — le lanzó con un tono despectivo, pero la leve sonrisa en su rostro traicionaba sus palabras.

Ranpo lo observó partir, sintiendo que su corazón latía un poco más rápido. Sin decir nada más, se quedó allí, debajo del muérdago, con la sensación de que este sería el comienzo de algo completamente nuevo entre ellos.

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