𖡡𖠃✎Especial de las 3 Navidades𓅨
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Navidad 1: AU "El nuevo compañero de Chuuya" Tiempo: Chuuya20 Ranpo22.
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La sede de la Port Mafia nunca había lucido tan fuera de lugar. Las decoraciones navideñas colgaban en rincones estratégicos: guirnaldas rojas y verdes adornaban las puertas, luces parpadeantes serpenteaban entre los pasillos, y un gran árbol de Navidad dominaba el salón principal. Chuuya estaba allí, de pie con los brazos cruzados, mirando el alboroto con evidente disgusto.
—Esto es ridículo —murmuró para sí mismo, observando cómo los miembros de la mafia intentaban, con poca gracia, fingir que estaban emocionados por la festividad.
Justo entonces, sintió una presencia a su lado.
—¿No es lindo? —Ranpo apareció de la nada, sosteniendo un adorno dorado en forma de estrella—. Aunque tengo que admitir que esta combinación de colores es un poco... deprimente.
Chuuya rodó los ojos.
—¿Qué haces aquí? Creí que odiabas este tipo de cosas.
Ranpo sonrió, ignorando la pregunta y colocando la estrella en la cabeza de Chuuya.
—Perfecto. Ahora eres el adorno más elegante de este lugar.
Chuuya lo apartó de un manotazo.
—Cállate y haz algo útil, como desaparecer.
Ranpo, lejos de molestarse, recogió un puñado de nieve artificial de una caja cercana.
—¿Útil? Claro que sí. Mira esto.
Antes de que Chuuya pudiera detenerlo, Ranpo lanzó la nieve hacia arriba, logrando que gran parte terminara en el cabello y hombros del ejecutivo.
—¡Ranpo! —gritó Chuuya, sacudiéndose rápidamente—. Te juro que voy a...
Ranpo solo reía, sosteniendo su costado como si el ataque de risa fuera a matarlo.
—¡Vamos, Chuu! Es Navidad. ¿No se supone que deberías estar disfrutando?
Chuuya tomó uno de los adornos más pesados de la caja y lo levantó como advertencia.
—Voy a disfrutar mucho cuando te rompa la cabeza con esto.
—¡Eso es el espíritu navideño! —Ranpo respondió, levantando las manos en señal de rendición pero sin dejar de sonreír.
A pesar de sí mismo, Chuuya dejó escapar una pequeña sonrisa antes de dejar el adorno en su lugar.
—Eres insoportable —murmuró, pero sin el filo habitual en su voz.
—Y tú eres lindo cuando estás enojado —replicó Ranpo, guiñándole un ojo.
Chuuya sintió cómo la sangre le subía al rostro en cuestión de segundos, y lo peor era que podía notar las miradas curiosas de algunos subordinados alrededor.
—Deja de decir estupideces —masculló, ajustándose el sombrero para intentar ocultar su creciente incomodidad.
Ranpo inclinó ligeramente la cabeza, con una sonrisa que solo hacía que Chuuya quisiera estrangularlo.
—Oh, ¿prefieres que lo deje para la habitación? —dijo Ranpo con ese tono juguetón que sabía que a Chuuya lo sacaba de sus casillas.
Chuuya lo fulminó con la mirada, pero antes de que pudiera responder, uno de los subordinados soltó una risa sofocada en el fondo de la sala.
—¡Todos fuera! —gritó Chuuya de repente, haciendo que el aire en la sala se congelara por un segundo. Los subordinados intercambiaron miradas antes de salir a toda prisa, dejando solo a los dos ejecutivos en el lugar.
Ranpo, lejos de sentirse intimidado, cruzó los brazos y observó a Chuuya con genuina diversión.
—Qué mandón. Aunque debo admitir que me gusta cuando tomas el control.
Chuuya apretó los puños y respiró profundamente, luchando por no caer en el juego del otro.
—¿Por qué sigues con esto? —preguntó finalmente, bajando un poco la voz.
Ranpo dio un paso hacia él, reduciendo la distancia entre ambos de manera deliberada.
—Porque me divierte, Chuu. ¿No es obvio? —respondió con una sonrisa más suave, aunque sus ojos brillaban con una intensidad que no dejaba espacio para bromas.
Chuuya apartó la mirada rápidamente, sintiendo que su corazón latía un poco más rápido de lo normal.
—Eres un maldito idiota —murmuró, volviéndose hacia el árbol para disimular.
—Y tú sigues sin negarlo —susurró Ranpo detrás de él, logrando que Chuuya reprimiera un estremecimiento antes de volver a lanzarle una mirada amenazante.
—¿Dónde están todos? – fue lo primero que preguntó Mori quién traía a Elise en brazos, pues solo se había ido unos minutos y ya el salón de fiestas estaba vacío.
—Chuuya los echó a todos Mori-san — acusó Ranpo con burla, ignorando la mirada molesta de Chuuya sobre él.
Mori arqueó una ceja, claramente confundido mientras Elise se acomodaba en sus brazos con una expresión de leve irritación.
—¿Por qué los echaste, Chuuya? —preguntó Mori, con un tono que intentaba ser severo, pero en el fondo era más curioso que otra cosa.
Chuuya se cruzó de brazos, lanzando una mirada de advertencia a Ranpo antes de responder.
—No tengo tiempo para tonterías —murmuró, desviando la mirada hacia el árbol de Navidad que aún estaba a medio decorar.
—¿Tonterías? —repitió Elise con desdén—. Se supone que es una fiesta, Chuuya-nii. ¡Deberías relajarte y no ser tan gruñón!
Ranpo, disfrutando la escena, alzó una mano teatralmente como si presentara su defensa.
—Yo solo dije la verdad, Mori-san. Chuuya tenía ese… ¿cómo decirlo? Humor navideño especial —añadió con un dejo de ironía, logrando que Chuuya apretara los puños.
—¡Cállate, Ranpo! —espetó Chuuya, fulminándolo con la mirada antes de mirar a Mori—. Si tienes algún problema con eso, entonces deja de encargarme lidiar con gente tan insoportable.
Mori observó la interacción con un toque de diversión en los ojos.
—Parece que todo está en orden, entonces —comentó, ignorando deliberadamente la tensión entre los dos—. Pero ¿pueden al menos hacer las paces antes de arruinar la decoración?
Ranpo se encogió de hombros y sonrió ampliamente.
—Siempre estoy dispuesto a hacer las paces, Mori-san. Aunque creo que Chuuya disfruta demasiado estar molesto conmigo.
Chuuya se giró hacia él, su mirada prácticamente encendida en fuego.
—¡Estás buscando que te tire por la ventana, Ranpo!
—Oh, lo siento, Chuu, pero creo que eso no sería muy navideño de tu parte —respondió Ranpo con un tono ligero, mientras Elise soltaba una risa.
—¡Esto va a ser divertido! —exclamó la niña, mientras Mori suspiraba, sabiendo que sería imposible calmar las cosas.
Mori soltó un suspiro y dejó a Elise en el suelo, la niña enseguida corrió hacia el árbol para empezar a decorarlo.
—Traigan a todos de vuelta, y relájense, ambos.
Chuuya bufó y desvió la mirada, claramente molesto por la orden de Mori.
—No tengo tiempo para esto, Mori-san. Hay cosas más importantes que hacer que jugar a la Navidad.
Ranpo, por su parte, parecía estar disfrutando la frustración de Chuuya.
—Oh, vamos, Chuu. ¿Qué sería más importante que compartir el espíritu navideño con tus queridos compañeros? —dijo con una sonrisa descaradamente burlona.
Mori lo miró con una mezcla de cansancio y diversión.
—Ranpo, no empeores las cosas.
—¿Yo? Nunca haría eso, Mori-san —respondió Ranpo, llevándose una mano al pecho como si estuviera ofendido.
Elise, mientras tanto, estaba ya colgando adornos en las ramas más bajas del árbol, tarareando una canción navideña.
—Chuuya-nii, ¿no quieres ayudarme? —preguntó ella, volviendo la cabeza para mirarlo con una sonrisa inocente.
Chuuya apretó los dientes, pero la expresión de la niña parecía desarmarlo un poco. Con un suspiro pesado, finalmente se acercó al árbol.
—Está bien, pero solo porque tú lo pides, Elise —murmuró, agachándose para recoger uno de los adornos del suelo.
Ranpo se apoyó contra la pared, observando la escena con una expresión divertida.
—Eso no fue tan difícil, ¿verdad, Chuu? Tal vez incluso disfrutes un poco.
Chuuya lo ignoró deliberadamente, concentrándose en colgar el adorno en una rama alta. Mori, satisfecho de haber restaurado un poco de paz, se acercó a la mesa con los bocadillos.
—Bien, ahora que estamos todos más calmados, tal vez podamos disfrutar un poco de esta fiesta antes de que alguien vuelva a echar a todos.
Ranpo, sin perder la oportunidad, añadió en un murmullo lo suficientemente alto como para que Chuuya lo escuchara:
—Sí, especialmente tú, Chuu. No queremos otro episodio de Grinch en la Port Mafia.
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¡Perfecto! Aquí vamos con la parte 2:
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El salón estaba nuevamente lleno, decorado hasta el último rincón con luces parpadeantes y adornos rojos y dorados. Elise, emocionada, saltaba alrededor del árbol, mientras los demás miembros de la Port Mafia estaban de pie con un aire más relajado del habitual. En el centro del salón, una mesa estaba repleta de regalos envueltos con papeles brillantes y lazos extravagantes.
—¡Es hora del intercambio de regalos! —anunció Elise, sosteniendo una gorra de Santa en sus manos—. Todos coloquen su nombre aquí, y yo sacaré los papeles para que sepan a quién deben darles su regalo.
Murmullos y algunos bufidos se escucharon entre los presentes, pero nadie se atrevió a rechazar la idea por temor a la mirada insistente de Elise.
—¿En serio vamos a hacer esto? —murmuró Chuuya en voz baja, cruzado de brazos junto al árbol.
—¿Tienes miedo de no recibir algo caro, Chuu? —se burló Ranpo, acercándose con su sonrisa de siempre.
—Lo que me preocupa es recibir algo ridículo de alguien como tú.
Ranpo arqueó una ceja, claramente entretenido.
—Oh, yo nunca defraudo.
Elise agitó la gorra frente a ellos, exigiendo que ambos colocaran sus nombres.
—¡Vamos! No tenemos toda la noche.
Resignados, ambos escribieron sus nombres en pequeños papeles y los colocaron dentro.
—Muy bien, ¡empezaré a sacar los nombres! —dijo Elise con una sonrisa triunfante mientras agitaba la gorra con energía.
Uno a uno, los nombres fueron anunciados y las risas y murmullos aumentaron a medida que los regalos más inesperados eran revelados. Cuando llegó el turno de Chuuya, todos parecieron contener el aliento. Elise sacó el papel, leyó el nombre y sonrió ampliamente.
—¡Chuuya-nii tiene que darle su regalo a... Ranpo!
Un murmullo de diversión recorrió la sala mientras Chuuya cerraba los ojos, claramente irritado, y Ranpo no podía evitar sonreír.
—Esto será interesante —murmuró Ranpo, cruzándose de brazos.
Chuuya tomó una pequeña caja de su bolsillo y se la lanzó con algo más de fuerza de la necesaria.
—Aquí está.
Ranpo atrapó la caja sin problema y la miró con curiosidad.
—¿No vas a envolverlo con cariño?
—Solo ábrelo, maldición.
Ranpo desató el lazo y abrió la caja. Dentro había un reloj de bolsillo de diseño clásico, con detalles intrincados grabados en la tapa. Por un momento, Ranpo pareció sorprendido, pero rápidamente recuperó su actitud despreocupada.
—Vaya, Chuu, no sabía que tenías tan buen gusto.
—Cállate y da las gracias —murmuró Chuuya, evitando su mirada.
—Gracias, Chuuya —respondió Ranpo con una sonrisa genuina que hizo que Chuuya desviara la vista, incómodo.
Elise, emocionada, sacó otro papel.
—¡Ahora es el turno de Ranpo-san!
Ranpo tomó un paquete envuelto con papel de colores brillantes y se lo ofreció directamente a Chuuya.
—Qué coincidencia, parece que también eres mi destinatario.
Chuuya arqueó una ceja, desconfiado, mientras tomaba el regalo.
—Si esto es una broma, te juro que...
—Solo ábrelo, Chuu.
Chuuya desgarró el papel con brusquedad, revelando una botella de vino fino acompañada de una copa grabada con su nombre. Por un momento, pareció no saber qué decir.
—...Esto es... inesperado.
—Me esforcé, ¿ves? —respondió Ranpo, inclinándose ligeramente hacia él—. Espero que lo disfrutes.
Chuuya lo miró de reojo, sintiendo un calor extraño en su pecho, pero rápidamente lo ocultó con un bufido.
—Al menos no fue una tontería.
—Eso sería para la próxima vez —respondió Ranpo, divertido.
El intercambio continuó entre risas y comentarios, pero la tensión entre Chuuya y Ranpo no pasó desapercibida para algunos.
La gorra de Elise seguía dando vueltas por la sala mientras los nombres eran anunciados uno a uno. En un rincón, Tachihara no podía dejar de mirar de reojo a Gin, quien permanecía impasible con los brazos cruzados.
—Vamos, por favor, que me toque Gin, que me toque Gin... —murmuraba para sí mismo con las manos juntas, como si estuviera rezando.
Cuando Elise sacó el siguiente papel, Tachihara contuvo la respiración.
—¡Tachihara-san tiene que darle su regalo a... Kajii-san!
La expresión de Tachihara se desplomó de inmediato mientras Kajii soltaba una carcajada estruendosa desde el otro lado de la sala.
—¡No puede ser! —se lamentó Tachihara, llevándose una mano a la cara.
—¡Vamos, vamos, no me hagas esperar! —gritó Kajii, agitando las manos con entusiasmo.
Con un suspiro resignado, Tachihara tomó una pequeña bolsa de papel de un estante cercano y caminó hacia Kajii.
—Aquí tienes...
Kajii recibió el paquete con una sonrisa de oreja a oreja y lo abrió de inmediato. Dentro había un par de guantes resistentes al ácido.
—¿Guantes? ¡Qué útil! —exclamó Kajii, claramente emocionado.
—No es como si quisiera que explotaras una de tus bombas en mi cara, así que...
Kajii parecía más que complacido, lo que, irónicamente, hizo que Tachihara se sintiera peor.
—Y ahora mi turno —dijo Kajii, frotándose las manos mientras se acercaba a la mesa para tomar un paquete envuelto en un papel amarillo brillante.
Elise anunció el siguiente nombre con entusiasmo:
—¡Gin-san!
Kajii se giró hacia Gin con una expresión triunfante y le entregó el paquete.
—¡Espero que te guste!
Gin deshizo el envoltorio con calma, revelando un frasco lleno de limones frescos con una etiqueta que decía: "¡Para alegrar tu día ácido!". Gin lo miró en completo silencio, mientras Tachihara apretaba los dientes, visiblemente furioso por la situación.
—Qué considerado de tu parte, Kajii —murmuró Gin finalmente, antes de dejar el frasco en la mesa.
—¡Lo sabía! ¡Soy el mejor en esto de los regalos! —exclamó Kajii con orgullo, completamente ajeno a las miradas incrédulas de los demás.
Tachihara se llevó una mano al pecho como si le hubieran arrebatado algo precioso.
—Esto es una pesadilla...
La dinámica entre los miembros de la mafia continuó con risas, murmullos y algunas caras largas por regalos inesperados. Elise, mientras tanto, estaba más que satisfecha con cómo se desarrollaba todo.
—¡Fue el mejor intercambio de regalos de la historia!
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El salón de la Port Mafia había cambiado por completo. La música suave se filtraba por los altavoces, y las luces, antes brillantes, se habían atenuado, dejando un ambiente cálido y elegante. El árbol de Navidad brillaba en un rincón, decorado con esmero gracias a Elise, y los miembros de la mafia se habían dispersado por la sala, algunos disfrutando del buffet y otros charlando en pequeños grupos.
En el centro del salón, Mori se encontraba dando un discurso sobre "la unión en la familia", aunque todos sabían que lo único que le interesaba era la imagen que proyectaban. Chuuya, con los brazos cruzados y claramente impaciente, estaba apoyado contra una pared mientras miraba la escena con aburrimiento.
—¿Ya terminó de hablar? —murmuró, ajustándose el sombrero.
Antes de que alguien pudiera responder, la música cambió a un vals elegante, y Elise, emocionada, anunció desde el escenario:
—¡Hora del baile!
La multitud murmuró entre risas y quejas. Algunos intentaron escabullirse, pero Elise era rápida para atraparlos y obligarlos a participar.
Ranpo, que había estado cerca del buffet probando un postre, notó cómo Chuuya se tensaba ante el anuncio. No pudo evitar sonreír.
—¿Qué, no sabes bailar, Chuu? —preguntó mientras se acercaba, sus palabras cargadas de provocación.
Chuuya giró los ojos hacia él, claramente irritado.
—Por supuesto que sé bailar, imbécil.
Ranpo levantó las manos, fingiendo inocencia.
—Entonces demuéstralo.
Antes de que Chuuya pudiera responder, Ranpo extendió una mano hacia él. Chuuya lo miró como si estuviera loco.
—Ni en un millón de años.
—Oh, vamos, Chuu. Es Navidad. Nadie aquí se atrevería a decirte que no, excepto yo.
Chuuya entrecerró los ojos, pero antes de que pudiera rechazarlo de nuevo, Ranpo lo tomó de la muñeca y lo llevó al centro del salón. Los murmullos se intensificaron mientras los demás observaban.
—¿Qué demonios estás haciendo? —susurró Chuuya, claramente avergonzado.
—Te estoy salvando de parecer antisocial. Agradece.
Ranpo tomó la mano de Chuuya y colocó su otra mano en su cintura, ignorando por completo la mirada asesina que recibió a cambio.
—¿Sabes qué es lo mejor de todo esto? —murmuró Ranpo, inclinándose ligeramente hacia él.
—¿Qué cosa? —gruñó Chuuya, claramente incómodo.
—Que no puedes matarme aquí delante de todos.
Ranpo sonrió con satisfacción cuando vio el sonrojo apenas perceptible en el rostro de Chuuya. Sin embargo, este último decidió ignorarlo y siguió el ritmo de la música, sorprendido de lo natural que se sentía bailar con Ranpo.
Alrededor de ellos, Gin bailaba con Tachihara, aunque este último parecía demasiado distraído mirando a Gin como para concentrarse en los pasos. Kajii había invitado a un par de limones de su frasco, causando risas entre los demás. Mori, por su parte, observaba todo desde un rincón con una copa de vino, claramente satisfecho con el espectáculo.
La música continuó, y aunque Chuuya intentaba mantener la compostura, no pudo evitar notar lo bien que Ranpo bailaba, como si cada movimiento estuviera perfectamente calculado.
—¿Por qué eres tan bueno en esto? —preguntó, intentando romper el incómodo silencio entre ellos.
—Tengo mis talentos ocultos —respondió Ranpo con una sonrisa que Chuuya no pudo interpretar del todo.
Por un momento, todo parecía desvanecerse: la música, las risas, incluso las luces. Solo estaban ellos dos en el centro del salón, sus miradas atrapadas una en la otra.
—¿Sabes? No estás tan mal después de todo, Chuu —murmuró Ranpo con un tono que parecía más sincero de lo habitual.
Chuuya apartó la mirada, intentando ignorar el calor en su rostro.
—Deja de decir tonterías y sigue bailando.
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La música comenzó a disminuir su volumen, el baile comenzaba a llegar a su fin, y los miembros de la mafia empezaban a dispersarse, retomando conversaciones animadas o disfrutando de la comida. Sin embargo, Ranpo y Chuuya seguían en el centro de la pista, con Ranpo guiando a Chuuya con una tranquilidad desconcertante, mientras este último lo seguía con una mezcla de molestia y resignación.
De repente, un suave tirón en su brazo alertó a Chuuya, quien levantó la vista para ver una pequeña rama verde adornada con bayas rojas colgando sobre sus cabezas.
—¿Qué demonios es esto? —preguntó, frunciendo el ceño.
Ranpo, con su sonrisa habitual, le indicó el muérdago con un movimiento de cabeza.
—Es tradición. Si estás bajo el muérdago... —Ranpo lo miró con una expresión traviesa— ... debes besar a la persona con la que estás.
Chuuya, claramente irritado, intentó apartarse, pero Ranpo no lo soltó.
—No me hagas esto, Ranpo. —Chuuya, con las mejillas ligeramente rosadas, intentaba buscar una salida sin hacerlo más incómodo.
Pero Ranpo, sin inmutarse, dio un paso más cerca, acortando la distancia entre ellos.
—Vamos, Chuuya... no seas tan anticuado. —dijo Ranpo con un tono suave, pero que Chuuya no pudo evitar escuchar como una invitación.
—¡No pienso besarte! —gritó Chuuya, pero su tono sonaba más avergonzado que furioso.
Ranpo soltó una risa suave y, de manera rápida y juguetona, aprovechó la cercanía para acercarse a Chuuya aún más. Sin previo aviso, le dio un pequeño beso en la mejilla, haciendo que el rostro de Chuuya se encendiera de inmediato.
—Ah, eso fue más fácil de lo que pensaba. —Ranpo se separó con una sonrisa satisfecha, dejando a Chuuya sin palabras.
Chuuya se quedó mirando fijamente a Ranpo, completamente paralizado por lo inesperado del gesto.
—Eres un maldito, Ranpo... —murmuró, aunque su tono no era tan furioso como solía ser, sino más bien un suspiro entre la molestia y la confusión.
Ranpo, sin perder la compostura, se encogió de hombros.
—Bueno, Chuuya, ¿quién iba a pensar que un beso bajo el muérdago sería tan problemático?
Con una última sonrisa pícara, Ranpo le dio un suave empujón en el hombro y se apartó, disfrutando claramente de haber logrado desconcertar a Chuuya una vez más.
Chuuya, aún con el rostro rojo, no podía decidir si quería matarlo o simplemente huir de la situación. Finalmente, resopló, evitando mirar a Ranpo a los ojos.
—Malditos idiotas... —murmuró, pero una pequeña sonrisa curvó sus labios sin que él mismo lo notara.
A lo lejos, los demás miembros de la mafia seguían observando con interés. Kajii y Gin intercambiaron miradas, y Tachihara levantó una ceja, claramente disfrutando de la escena, mientras Elise se abrazaba a Mori, observando el espectáculo con una sonrisa inocente.
El aire navideño estaba lleno de risas, bromas y una tensión suave que, para Ranpo, valía más que cualquier regalo.
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