𖡡𖠃✎Entre sangre y colas esponjosas𓅨

La celda era oscura y fría, con una humedad que se filtraba desde las paredes de piedra, haciendo el ambiente insoportablemente opresivo. Chuuya estaba encadenado, sus muñecas sujetas con grilletes de plata que ardían contra su piel cada vez que intentaba moverse. Había luchado hasta el cansancio, pero incluso para un hombre lobo como él, no había forma de resistir la magia y la fuerza combinadas del clan de vampiros.

La puerta chirrió al abrirse, y Chuuya alzó la vista, gruñendo con los colmillos expuestos. Su cabello desordenado caía sobre su rostro, pero aun así, sus ojos brillaban con la furia característica de su especie.

—Vaya, qué espíritu tan indomable tienes —comentó una voz, suave y llena de una confianza que irritó al prisionero.

Ranpo entró al calabozo con la gracia de un depredador, su figura baja pero elegante envuelta en una capa negra que casi rozaba el suelo. Sus ojos verde esmeralda reflejaban una curiosidad peligrosa mientras se detenía frente a la celda, observando a Chuuya como si fuera una obra de arte rota pero fascinante.

—¿Quién demonios eres? —espetó Chuuya, tirando de las cadenas como si quisiera atravesar los barrotes y lanzarse sobre el vampiro.

Ranpo inclinó la cabeza, divertido por la reacción.

—Soy Ranpo Edogawa, el estratega de este clan. Y tú, querido hombre lobo, tienes suerte de que sea yo quien esté aquí en lugar de otros de mi especie. No son tan... comprensivos como yo.

Chuuya gruñó, pero no respondió. Había oído hablar de Ranpo. Era conocido como uno de los vampiros más inteligentes y calculadores, capaz de manipular cualquier situación a su favor. Si estaba aquí, no podía ser por algo bueno.

Ranpo abrió la celda con un movimiento fluido, avanzando hacia Chuuya sin la menor pizca de miedo. El hombre lobo tensó su cuerpo, preparándose para un ataque, pero en lugar de eso, Ranpo se inclinó ligeramente, observándolo de cerca.

—Tienes un rostro interesante —comentó, sus labios curvándose en una sonrisa—. Demasiado para terminar en manos de los demás.

—¿Qué quieres? —preguntó Chuuya, con los ojos entrecerrados, sospechando de cada palabra.

Ranpo se enderezó, colocando una mano en su mentón mientras fingía pensar.

—Quiero... reclamarte como mi sirviente.

Chuuya soltó una carcajada seca.

—¿Sirviente? Antes me arrancaría los colmillos que servir a un vampiro.

—Oh, lo sé. Por eso es perfecto.

La sonrisa de Ranpo se ensanchó, pero detrás de su mirada astuta había algo más, algo que Chuuya no podía descifrar. No sabía que Ranpo no buscaba un sirviente, sino algo completamente diferente: mantenerlo cerca, protegerlo de los demás vampiros, y, quizás, entender por qué aquel hombre lobo le parecía tan... fascinante.

Ranpo extendió una mano, con una expresión que oscilaba entre la burla y la tentación.

—Acepta mi propuesta, Chuuya Nakahara, y prometo que estas cadenas no serán lo único que te libere.

Chuuya miró con detenimiento la mano que el vampiro le ofrecía, notando la palidez característica de su especie.

—Repito, primero me arranco las garras antes de aceptar la "ayuda" de un vampiro.

Ranpo soltó una risa ligera, como si la respuesta de Chuuya no fuera más que un comentario divertido. Su mano permaneció extendida, sin inmutarse, mientras lo observaba con esos ojos penetrantes que parecían atravesar cada rincón de su mente.

—Tienes un humor peculiar para alguien encadenado, perrito. —La palabra salió con una mezcla de burla y provocación, lo que hizo que Chuuya frunciera el ceño, mostrando su desagrado.

—No me llames así, maldito sanguijuela —espetó Chuuya, su mirada ardía con furia contenida.

—Qué sensible —respondió Ranpo, inclinándose un poco hacia él—. Pero, querido hombre lobo, me temo que tus opciones son limitadas. Puedes quedarte aquí, esperando a que los demás vampiros decidan qué hacer contigo... o aceptar mi oferta y salir de esta celda.

—¿Por qué quieres “ayudarme”? —Chuuya entrecerró los ojos, su mente analizando los posibles motivos detrás de aquella extraña propuesta.

Ranpo alzó los hombros con despreocupación, aunque en su mirada había un brillo de astucia.

—Llámalo... curiosidad. No me gusta desperdiciar cosas interesantes, y tú, Chuuya Nakahara, eres lo más interesante que he encontrado en mucho tiempo.

Chuuya apretó los dientes, sintiendo el peso de las cadenas limitando sus movimientos. Sabía que quedarse allí significaba su fin, pero aceptar la oferta de un vampiro era un golpe a su orgullo que apenas podía tolerar.

—Vamos, perrito —insistió Ranpo, inclinándose aún más, su voz suave pero firme—. ¿Qué tienes que perder?

El hombre lobo se quedó en silencio, su orgullo enfrentándose a la realidad de la situación. Finalmente, con un suspiro de frustración, levantó la vista para encontrarse con la mirada de Ranpo.

—Si esto resulta ser una trampa, te aseguro que te arrepentirás.

Ranpo sonrió con calma, y por primera vez su expresión parecía más honesta, aunque aún cargada de su habitual astucia.

—Lo tomaré como un sí.

Chuuya miró la mano que aún le ofrecía, dudando por un instante antes de estrecharla con firmeza, dejando claro que no olvidaría aquella decisión.

—Esto no significa que confíe en ti.

—Por supuesto que no —respondió Ranpo, ayudándolo a ponerse de pie mientras sus ojos brillaban con algo que Chuuya no podía descifrar.

Un interés que iba más allá de la situación inmediata.

—¿Por qué aún no sanas? —preguntó Ranpo, recargado en la puerta de la habitación mientras observaba a Chuuya. La curiosidad en su voz era evidente; después de todo, los hombres lobo tenían una capacidad curativa decente. Tal vez no tan poderosa como la de un vampiro puro, pero suficiente para que, en condiciones normales, esas heridas ya hubieran desaparecido.

Chuuya, sentado en el borde de la cama que Ranpo le había asignado, ni siquiera levantó la vista. Sus manos descansaban sobre sus rodillas, mientras su semblante permanecía endurecido.

—No es de tu incumbencia.

Ranpo arqueó una ceja, entrando en la habitación sin esperar una invitación.

—Cuando tienes a un invitado tan malhumorado en tu castillo, todo lo que le ocurre es de tu incumbencia. —Cerró la puerta tras de sí, caminando lentamente hacia Chuuya.

El hombre lobo le lanzó una mirada fulminante.

—No soy tu invitado. Soy tu prisionero.

Ranpo sonrió, inclinándose ligeramente hacia él con las manos en los bolsillos de su abrigo.

—¿Prisionero? Por favor. Te rescaté de una celda más fría que esta habitación. Aquí tienes comida, una cama y, lo más importante, mi encantadora compañía.

Chuuya bufó, desviando la mirada.

—Si quieres llamar a esto un "rescate", entonces tienes un concepto muy retorcido de la palabra.

Ranpo observó el vendaje improvisado que Chuuya tenía alrededor de uno de sus brazos. Las manchas de sangre seca aún eran visibles.

—¿Quieres saber mi teoría? —continuó, ignorando el tono cortante de su compañero—. Creo que algo está interfiriendo con tu habilidad de sanar. Algo más que esas heridas superficiales.

—Déjalo, Ranpo. —El nombre del vampiro salió con un tono que mezclaba molestia y resignación.

El puro se detuvo, sorprendido por el uso de su nombre en lugar de uno de los apodos despectivos habituales. Se recuperó rápidamente, con una sonrisa burlona en los labios.

—Oh, así que ahora somos informales, Chuuya.

El hombre lobo apretó los puños, cerrando los ojos para contenerse. Ranpo aprovechó el momento para sentarse en el borde de la cama, dejando suficiente espacio entre ellos para que la tensión no se volviera insostenible.

—Si hay algo que pueda ayudarte, dímelo. —Ranpo suavizó su tono, aunque su expresión seguía siendo difícil de leer.

Chuuya lo miró de reojo. Había algo extraño en la preocupación que detectaba en el vampiro. Aunque las palabras de Ranpo sonaban burlonas, la intensidad en sus ojos contaba otra historia.

—No necesito tu ayuda, ni ahora ni nunca.

Ranpo suspiró, recostándose ligeramente sobre la cama, como si aquello no le afectara en lo más mínimo.

—Como quieras, perrito. Pero, si cambias de opinión, estaré aquí. —Una sonrisa astuta apareció en sus labios—. No tengo nada mejor que hacer, después de todo.

Chuuya gruñó, frustrado por el descaro del vampiro, y se levantó para dirigirse hacia la ventana, buscando poner distancia entre ambos. Sin embargo, una parte de él no podía ignorar que, a pesar de todo, Ranpo no había roto su promesa de mantenerlo a salvo.

En eso la puerta es abierta nuevamente, las orejas del pelirrojo se tensan ya que la persona que irrumpió en su habitación no era Ranpo. Lo sabía por el olor.

—Tu comida — dijo la empleada tirando una bandeja de alguna cosa extraña que Chuuya deseó no oler.

—No comeré eso — se cruzó de brazos, una cosa es que sea un prisionero otra es que lo maten de intoxicación.

Su repuesta no le gustó a la mucama la cual agarró la bandeja hacia el hombre lobo, la cual Chuuya esquivó, era un hombre lobo, sus reflejos eran excelentes.

La bandeja chocó contra la pared, derramando el contenido por el suelo de la habitación. Chuuya frunció el ceño, sus orejas todavía tensas mientras miraba a la mucama con desdén.

—¿Qué mierda te pasa? —gruñó, sus ojos brillando con un destello de ira característico de su especie.

La empleada, una vampira joven, lo miró con una mezcla de desprecio y frustración.

—Eres un prisionero, perro, no un invitado. Deberías agradecer que te damos algo de comer.

Chuuya dio un paso al frente, su postura desafiante.

—Y tú deberías agradecer que aún no he arrancado tu cabeza.

Antes de que la tensión escalara más, un suave pero firme carraspeo llamó su atención. Ranpo estaba en la puerta, apoyado con una expresión que mezclaba diversión y advertencia.

—Eso será suficiente.

La vampira se giró rápidamente hacia él, inclinando la cabeza con una reverencia apresurada.

—Mis disculpas, Lord Ranpo. Solo estaba—

—Rompiendo la regla número uno de este castillo —interrumpió Ranpo con una voz tranquila, pero lo suficientemente afilada como para cortar el aire—. Nunca incomodar a mis... huéspedes.

La empleada tragó saliva, bajando la mirada.

—No volverá a ocurrir, mi señor.

Ranpo caminó lentamente hacia el centro de la habitación, recogió un pedazo del plato caído, lo examinó y luego lo dejó caer al suelo con desprecio.

—Espero que tampoco vuelva a ocurrir servir algo tan... inaceptable. Retírate.

La empleada asintió rápidamente y salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.

—Tu personal es encantador —comentó Chuuya con sarcasmo, relajando ligeramente la postura pero sin ocultar su molestia.

Ranpo lo miró, sus ojos brillando con una chispa de humor.

—Debo admitir que estoy un poco decepcionado. Creí que la mandarías volando por la ventana.

Chuuya rodó los ojos, volviendo a cruzarse de brazos.

—No quería ensuciar más tu castillo, Lord Ranpo.

El vampiro rio suavemente, acercándose hasta quedar frente al hombre lobo.

—Agradezco tu consideración. Aunque debo admitir que prefiero que estés bien alimentado. Después de todo, no quiero que mueras antes de que podamos divertirnos más.

Chuuya lo miró con desconfianza, pero antes de que pudiera responder, Ranpo añadió:

—Voy a traerte algo que realmente puedas comer. —Sonrió, mostrando un destello de sus colmillos—. No es que me importe tanto tu bienestar, claro, pero un lobo débil es un lobo aburrido.

Chuuya gruñó en respuesta, pero no pudo evitar sentir cierta intriga ante la actitud de Ranpo. ¿Qué estaba planeando ahora?

—Vendrán por mí ¿lo sabes, verdad? Mi clan no me abandonará.

Ranpo soltó una risa suave, dando un paso hacia Chuuya con las manos cómodamente en los bolsillos.

—Oh, estoy seguro de que vendrán, lobo feroz. Es lo que hacen los hombres lobo, ¿no? La lealtad y todo eso. —Hizo un gesto vago con la mano antes de clavar su mirada en Chuuya—. Pero, dime, ¿realmente estás tan seguro de que te encontrarán?

Chuuya frunció el ceño, sus orejas tensándose de nuevo.

—¿Qué insinúas?

Ranpo inclinó ligeramente la cabeza, observándolo como si estuviera analizando cada reacción, cada pequeño movimiento.

—Simplemente digo que este castillo no es fácil de localizar. Y aunque fueran lo suficientemente hábiles como para llegar hasta aquí, no creo que tus queridos compañeros sean un desafío para mi clan.

—No subestimes a los míos —espetó Chuuya, dando un paso adelante. Sus ojos brillaron con una intensidad peligrosa—. Somos más fuertes de lo que crees, sanguijuela.

Ranpo sonrió, completamente imperturbable por la amenaza implícita.

—Oh, no lo dudo. Pero la fuerza bruta solo te lleva hasta cierto punto. —Se inclinó ligeramente hacia Chuuya, hasta que sus rostros estuvieron peligrosamente cerca—. Aquí, en mi dominio, el intelecto supera la fuerza. Y en eso, Chuuya, yo siempre gano.

Chuuya lo sostuvo la mirada, un gruñido bajo escapándose de su garganta.

—Puedes jugar tus juegos mentales todo lo que quieras, pero te aseguro que no soy como tus súbditos sumisos.

Ranpo retrocedió con una sonrisa divertida.

—Lo sé. Por eso te quiero aquí. Eres entretenido.

—Entretenido o no, te arrepentirás de mantenerme encerrado.

El vampiro rió suavemente mientras se giraba hacia la puerta.

—Lo dudo. Pero por ahora, concéntrate en mantenerte vivo, Chuuya. Nunca se sabe quién podría encontrarte primero: tus queridos lobos... o algo mucho peor.

Y con esas palabras, Ranpo salió de la habitación, dejando a Chuuya con una mezcla de frustración y confusión.

Chuuya rasguñó el tapiz en su habitación, Ranpo le dijo que se sintiera "como en casa" así que estaba remodelando su sitio para sentirse mínimamente cómodo en ese sitio.

—Chuuya vine a — las palabras del vampiro quedaron trabadas en su boca al ver la habitación — ¿Qué estás haciendo?

—Remodelando, este sitio es muy lujubre — respondió acomodando las almohadas que encontró en el castillo en una ronda.

Ranpo parpadeó varias veces, intentando procesar la escena frente a él. La habitación que había dejado impecablemente ordenada y con un aire de opulencia ahora parecía una mezcla caótica de texturas y colores. Los tapices, antes colgando de las paredes con elegancia, estaban rasgados y enredados. Las almohadas de diversos muebles del castillo habían sido traídas para formar un círculo desordenado en el suelo.

—¿Lúgubre? —repitió Ranpo, finalmente encontrando su voz—. Este es un castillo histórico, lobo. No una casa de... no sé, ¿acogida para hombres lobo desubicados?

Chuuya le dirigió una mirada burlona mientras seguía con su "decoración".

—Es lúgubre. Apenas hay luz, todo está lleno de cosas antiguas que parecen malditas y, sinceramente, esos candelabros dan miedo. Necesitaba hacer algo.

Ranpo se cruzó de brazos, claramente ofendido.

—Es un castillo de vampiros. ¿Qué esperabas, paredes rosas y cortinas de seda?

—No estaría mal, al menos no parecería que alguien murió aquí cada dos semanas —murmuró Chuuya mientras ajustaba una de las almohadas en el suelo.

El vampiro soltó un suspiro exagerado y se acercó al círculo de almohadas, observando el trabajo de Chuuya como si evaluara una obra de arte cuestionable.

—¿Y esto? ¿Qué es este círculo? ¿Algún tipo de ritual de hombre lobo que no conozco?

Chuuya se encogió de hombros mientras se dejaba caer dentro del círculo.

—Es para sentarme. Esto de estar encerrado me está volviendo loco, así que pensé en algo que me recordara mi hogar.

Ranpo se quedó en silencio por un momento, mirando a Chuuya con una expresión que oscilaba entre la incredulidad y la diversión. Finalmente, se dejó caer en el suelo frente a él, cruzando las piernas con una elegancia que parecía antinatural.

—Bueno, si te vas a sentir como en casa, al menos podrías invitarme a tu pequeño club de almohadas.

Chuuya lo miró de reojo, sin saber si estaba siendo sarcástico o sincero.

—No es un club, idiota.

Ranpo sonrió, apoyando la barbilla en una mano.

—¿Entonces qué es?

—Es mi espacio. No necesito que un vampiro lo invada.

Ranpo rió suavemente, ignorando la indirecta.

—Dijiste que estabas remodelando. Bueno, yo dije que te sintieras como en casa, pero no sabía que te lo tomarías tan en serio.

Chuuya se encogió de hombros, acomodándose con un aire de indiferencia.

—Mejor acostúmbrate, sanguijuela. Si me voy a quedar aquí, haré que este lugar sea mínimamente habitable.

Ranpo observó su expresión por un momento antes de soltar un suave suspiro.

—De acuerdo, lobo feroz. Pero si rompes algo que realmente valga la pena, vas a tener que compensármelo.

Chuuya bufó, cerrando los ojos como si la conversación ya hubiera terminado. Ranpo, sin embargo, permaneció sentado, estudiándolo en silencio. Por mucho que quisiera molestar a Chuuya, no pudo evitar admitir que esa pequeña remodelación le daba a la habitación un aire... diferente. Algo más cálido. Y eso, aunque no lo admitiría en voz alta, no le parecía tan mal.

—Y luego dices que no eres un perro —bufó el vampiro con diversión.

—Soy un hombre lobo, necesito salir a cazar. No me compares con un perro —refunfuñó Chuuya, su cola moviéndose con molestia tras suyo.

Ranpo observó la cola de Chuuya moverse de un lado a otro, y una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro.

—Lo siento, lo siento. Perro, lobo… ¿cuál es la diferencia? Ambos tienen colas que delatan lo que sienten.

Chuuya se detuvo en seco, girando sobre sus talones para enfrentarlo con una mirada peligrosa.

—Si sigues diciendo eso, juro que te arrepentirás.

Ranpo alzó las manos en un gesto de rendición, pero su sonrisa no desapareció.

—Tranquilo, tranquilo. Solo es una observación. Aunque debo admitir, no puedo culparte por estar inquieto.

Chuuya lo miró con desconfianza, sus orejas todavía tensas por la burla previa.

—¿Qué quieres decir?

Ranpo se giró para mirarlo, apoyándose despreocupadamente contra el marco de la ventana, donde la luna iluminaba el paisaje nocturno.

—Bueno, ser encerrado aquí, sin acceso al bosque, debe ser un verdadero tormento para alguien como tú. Los hombres lobo no están hechos para quedarse quietos.

Chuuya cruzó los brazos, pero no respondió de inmediato. Sabía que el vampiro tenía razón, aunque odiaba admitirlo.

—Entonces, ¿vas a hacer algo al respecto, o solo viniste a burlarte?

Ranpo ladeó la cabeza, estudiándolo por un momento antes de sonreír con un aire enigmático.

—Tal vez. Si me das una buena razón, podría considerar dejarte salir… bajo mi supervisión, claro.

Chuuya bufó, dándole la espalda para ocultar su frustración.

—Olvídalo. Preferiría quedarme aquí antes que tenerte pegado como una sombra.

Ranpo dejó escapar una suave risa mientras se alejaba, su voz resonando en el pasillo:

—Tú eliges, Chuu. Pero no te quejes si te conviertes en una decoración más de este castillo por quedarte tanto tiempo encerrado.

Chuuya rodó los ojos, deseando poder ignorarlo.

—Ni aunque mi cola se llene de moho —aseguró Chuuya, cruzándose de brazos y manteniendo su actitud altanera.

—¿En serio? —susurró Ranpo con diversión, inclinándose ligeramente hacia él—. Escuché de un lobo al que le pasó eso... primero su pelaje se endureció, luego se tornó verde...

Chuuya lo miró de reojo, claramente irritado, pero no interrumpió, aunque sus orejas se movían inquietas.

—…y después empezó a pudrirse poco a poco. Qué lástima, ¿no? Sería una pena que eso le pasara a tu... sedoso pelaje rojo.

Chuuya apretó los puños al tiempo que su cola se movía bruscamente tras él.

—Deja de decir estupideces —gruñó, dándole la espalda para no dejar que el vampiro viera cómo sus orejas se habían tensado.

Ranpo soltó una risa suave, evidentemente disfrutando de la reacción del hombre lobo.

—Bueno, bueno, solo lo decía para que lo pienses. Aunque... ahora que lo menciono, tal vez un paseo al bosque no sea tan mala idea.

Chuuya giró la cabeza lo justo para mirarlo con desconfianza.

—¿Qué estás planeando ahora?

Ranpo sonrió, esa sonrisa traviesa que siempre le daba la sensación de estar cayendo en una trampa.

—Nada, nada. Pero si cambias de opinión, ya sabes dónde encontrarme, Chuu.

El pelirrojo bufó, mirando cómo el vampiro se alejaba con una ligereza casi insultante. Ranpo siempre sabía cómo presionarlo, pero esta vez, tal vez tenía razón. El encierro estaba empezando a hacerle más daño del que quería admitir.

Ranpo se detuvo en seco al escuchar la voz de Chuuya, una sonrisa maliciosa asomando en su rostro al ver cómo el hombre lobo se había decidido a seguirle el juego, pero con su toque personal.

—¡Bien! —gritó Chuuya, interrumpiendo la calma de la escena. —Pero no digas "sacar a pasear", no soy un jodido perro. Iremos a cazar.

Ranpo se giró lentamente, sus ojos brillando con diversión mientras se acercaba nuevamente.

—Cazar, ¿eh? —dijo en tono juguetón, acercándose lo suficiente para observar a Chuuya con más detenimiento—. Me parece más adecuado, en efecto. Pero... ¿será que me dejarás cazar contigo o... ya sabes, ¿debo quedarme como espectador?

Chuuya lo miró de reojo, sin poder evitar sentir una mezcla de molestia y... tal vez un poco de curiosidad.

—Si es necesario, te puedo dejar observar, pero no te atrevas a interferir —respondió de manera tajante, sintiendo la presión de la mirada del vampiro—. No quiero que hagas de esto otro maldito espectáculo.

Ranpo se rió, disfrutando claramente del desafío que había provocado.

—Tranquilo, Chuu, solo quiero ver cómo un lobo de verdad se las arregla —respondió con una sonrisa ligera, mostrándole el rostro más relajado que había tenido en días—. Vamos a ver qué tan buena es tu caza, entonces.

Chuuya no dijo nada más, sabiendo que cualquier otra palabra sería una invitación a un comentario molesto. Así que, en silencio, asintió y se dirigió hacia la salida. Ranpo le siguió, divertido por la tensión del momento, pero, al mismo tiempo, algo en su interior se sintió... complacido.

Ranpo observó desde su posición elevada, la vista perfecta desde la rama del árbol que había elegido, su cuerpo completamente inmóvil. Sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y una sutil preocupación, aunque rara vez lo admitía, incluso ante sí mismo. Chuuya, aunque intentaba mantener su compostura y velocidad al moverse entre los arbustos, mostraba signos evidentes de incomodidad. Su paso era más lento de lo normal, su rostro reflejaba el esfuerzo por mantenerse en pie. Las heridas no se cerraban correctamente, y eso parecía incomodarlo más de lo que él quería dejar ver.

"Esos ungüentos no están funcionando..." pensó Ranpo, observando cómo Chuuya intentaba con esfuerzo moverse, su cola moviéndose inquieta y su postura tensa. Había algo en la forma en que el hombre lobo reaccionaba ante el dolor que le llamaba la atención, algo que iba más allá de su carácter obstinado y su orgullo.

"Y eso de que los lobos tienen una gran capacidad de regeneración... parece que no es cierto en su caso", reflexionó, casi en un susurro, sus ojos entrecerrados mientras seguía a Chuuya con atención.

El vampiro estaba acostumbrado a no mostrar interés por la mayoría de las personas, pero Chuuya era diferente. Había algo en él que lo intrigaba profundamente, algo que no lograba entender del todo. Tal vez era su actitud desafiante, tal vez era su lucha constante por mantener el control, por no ceder, aunque su cuerpo claramente le fallara. Eso lo fascinaba.

"¿Por qué no le he dicho nada? ¿Por qué no lo ayudo?" pensó, una sensación extraña creciendo en su pecho. "No debería importarme... No es mi problema. Es solo un lobo." Pero, a pesar de sus propios pensamientos, la inquietud persistía.

Ranpo dejó escapar un suspiro y desvió su mirada hacia el cielo nocturno, pero su mente seguía enfocada en la figura de Chuuya, sus movimientos tensos y forzados. "Tal vez le dé un poco de... ayuda. Pero de una manera que no lo haga sentir débil", pensó, un destello de una idea juguetona cruzando por su mente.

Mientras tanto, Chuuya, ignorando por completo la observación de Ranpo, se detuvo brevemente, tocando su costado con una mueca de dolor. No había una sola parte de su cuerpo que no le doliera. Pero lo peor era que, a pesar de todo, no podía rendirse. Su orgullo no lo permitiría.

Ranpo observó con atención cómo Chuuya avanzaba, tenso pero decidido. La situación era casi demasiado perfecta para no intervenir. Con una sonrisa oculta, extendió su mano de manera discreta, asegurándose de que Chuuya no lo notara. Usando sus habilidades vampíricas, Ranpo concentró su poder en su puño cerrado, el cual imaginó como una garra invisible que atrapaba el pecho de la presa de Chuuya.

El vampiro no podía evitar sonreír al ver cómo su manipulación hacía que el ciervo "tropezara". El movimiento de Chuuya fue casi instintivo; vió a su presa vacilar, y en el siguiente segundo, el ciervo estaba en el suelo, vulnerable ante él. Fue el momento perfecto para que Chuuya, con su agilidad, se lanzara sobre el animal, la caza estaba consumada.

Chuuya, con los sentidos al límite, pudo percatarse de que algo no estaba del todo bien. El movimiento del ciervo había sido demasiado brusco para ser natural, como si una fuerza externa lo hubiera derribado. Sin embargo, no le dio demasiada importancia en ese instante. Ya estaba sobre su presa, aferrándose con la fuerza de un hombre lobo, asegurándose de que no escapara.

Ranpo observó la escena desde su posición, su rostro iluminado por la suave luz de la luna que caía sobre el paisaje. A pesar de que no podía evitar sentir una ligera satisfacción al ver cómo Chuuya se sumergía en el acto de "cazar", una parte de él también sentía una extraña emoción. Tal vez estaba jugando demasiado con este lobo, pero su naturaleza vampírica lo llevaba a disfrutar del control que podía ejercer sobre él, incluso en estos pequeños detalles.

"Este tipo no sabe lo que está pasando... Pero me gusta ver cómo se mueve, cómo caza", pensó Ranpo, sintiendo una mezcla de diversión y un toque de curiosidad. Sabía que su acción había dado un giro inesperado a la situación, pero no podía evitar la sensación de que, de alguna forma, estaba poniendo a prueba a Chuuya, para ver hasta dónde llegaría.

"¿Qué harías si supieras que todo esto no es más que una parte de mi juego?" se preguntó Ranpo en silencio, disfrutando de su pequeño espectáculo mientras Chuuya completaba su caza, sin sospechar que había sido manipulado una vez más.

—¡Esa fue una caza estupenda! — exclamó Chuuya, su cola meneandose con una emoción que enterneció a Ranpo.

—No sabía que eras tan buen cazador — elogió sacudiendo su capa como si tuviera polvo — ¿Estás lleno? — preguntó con una sonrisa sutil.

Chuuya se giró hacia Ranpo con una expresión orgullosa, sus ojos brillando con satisfacción por su caza exitosa. Su cola se movía con una energía que Ranpo encontró inusualmente cautivadora, aunque se mantenía impasible por fuera.

—¿Estás lleno? — repitió Ranpo, esta vez con un tono ligeramente más suave, observando al lobo con una ligera sonrisa en sus labios. Su curiosidad crecía al ver cómo Chuuya parecía tan complacido, como si estuviera disfrutando de algo más que simplemente saciar su hambre.

—¡Claro que sí! — Chuuya respondió con entusiasmo, secándose la boca con el dorso de la mano y luego lanzando una mirada desafiante hacia el vampiro — Pero no te hagas el tonto, seguro que no quieres que me quede aquí mucho más tiempo. ¡No vas a lograr que me "domines" tan fácil!

Ranpo sonrió de manera juguetona, alzando una ceja. La energía que emanaba de Chuuya era casi contagiante, y por un momento se sintió ligeramente desconcertado por lo natural que parecía en este ambiente. No era la imagen que uno podría esperar de un prisionero, mucho menos de uno que se encontraba en territorio enemigo.

—No tengo intención de "dominarte", Chuuya — respondió Ranpo de manera tranquila, sacudiendo la cabeza con falsa desaprobación — Ya sabes, me gusta que las cosas se hagan a mi manera, pero... — hizo una pausa, observando el brillo en los ojos de su compañero — A veces me sorprendes, lobo.

Chuuya frunció el ceño ante el tono de Ranpo, como si supiera que estaba siendo evaluado, pero al mismo tiempo, algo en el elogio le hizo sentirse curioso. El vampiro, aunque parecía más interesado en el control que en el reconocimiento, tenía su manera de hacer las cosas, y de alguna forma, eso era más interesante que su actitud predecible.

—Tch, qué molesto — murmuró, aunque no pudo evitar sonreír de forma ligera. — Lo que sea, no quiero quedarme en tu castillo mucho más tiempo.

—No te preocupes, lobo — Ranpo respondió, su sonrisa ahora siendo un poco más perceptible — No me quedo con nadie mucho tiempo. Pero... siempre hay algo de fascinación en ver cómo alguien puede ser tan testarudo, aunque no lo admita.

Chuuya, aún con un poco de desconfianza, intentó esconder la leve incomodidad que comenzaba a crecer en su pecho, y aunque lo negaría si se le preguntaba, una parte de él disfrutaba de esta extraña interacción.

Chuuya entró a la "habitación" de Ranpo, la cual más era un salón repleto de oro que rodeaba un ataúd. El pelirrojo golpeó el ataúd sin contenerse, el mueble se abrió revelando a un Ranpo con el ceño fruncido al haber sido despertado de su 'sueño'.

—Oye sanguijuela ¿Qué acaso nunca recibes visitas? — preguntó casualmente sentándose en el borde del ataúd.

—Los vampiros somos seres solitarios, si alguien viniera a "visitarme" lo lanzaría al sol — respondió un poco amargado por el sueño.

Chuuya, sin inmutarse, se recostó más en el ataúd, colocando sus brazos sobre el borde como si estuviera en un sofá.

—Entonces no te sorprendería que yo estuviera aquí, ¿verdad? — dijo con una sonrisa burlona, sabiendo que Ranpo no se sentiría cómodo con su actitud. El pelirrojo se acomodó un poco, observando cómo el vampiro intentaba despejarse del sueño.

Ranpo, todavía con una expresión irritada, se estiró ligeramente, sus ojos brillando en la oscuridad del salón lleno de oro. A pesar de su mal humor, no pudo evitar notar la curiosa calma que Chuuya parecía tener al invadir su espacio personal.

—No me sorprendería, pero sigo sin saber qué demonios quieres — respondió Ranpo, restándole importancia a la actitud del lobo. Se frotó los ojos, ahora completamente despierto pero todavía con la molestia de haber sido interrumpido.

—¿Qué, ¿no se te ocurre ninguna idea, sanguijuela? — Chuuya dejó escapar una risa, divertido por la incomodidad de Ranpo. Su actitud era casi una provocación, pero no le molestaba en lo más mínimo. En su mente, era como una especie de juego.

Ranpo dejó escapar un suspiro exasperado, levantándose del ataúd, mientras sus ojos rojos brillaban con una mezcla de diversión y cansancio.

—¿No es obvio? — replicó, ahora algo más serio — Estoy intentando dormir, Chuuya. Si vienes solo a interrumpir, entonces por lo menos trae algo de interés.

Chuuya lo miró con una mirada juguetona, aún sin levantarse del ataúd.

—Interesante... — dijo en tono desafiante — ¿Y qué harías si de repente alguien te trajera una "sorpresa"?

Ranpo lo observó en silencio por un momento, luego una leve sonrisa se curvó en sus labios.

—Bueno... podría entretenerme con una "sorpresa", pero dudo que tengas algo que me interese tanto como para robarme el sueño, lobo.

El pelirrojo, sin embargo, estaba seguro de que algo más estaba sucediendo en el fondo. Y aunque no quería admitirlo, le intrigaba un poco más de lo que deseaba sobre la dinámica de poder que se estaba formando entre ellos.

—Bueno, llevo aquí un total 10 lunas — mencionó, sus orejas bajandose ligeramente — Así que te...puede que te haya traído un regalo, porque soy agradecido — explicó rápidamente levantándose del ataúd.

—¿Un regalo? — repitió confundido, hasta que vió a Chuuya con una lechuza blanca en la boca — ¡¿Qué — Ranpo contuvo su grito al ver al pelirrojo dejar el ave en su ataúd. Enseguida notó como las orejas del chico estaban bajas, y sus mejillas sonrojadas. — ¿Es para mí?

Chuuya, al ver la reacción de Ranpo, intentó disimular su leve incomodidad, pero la vergüenza era evidente en su rostro. Sus orejas, que estaban completamente aplanadas contra su cabeza, eran prueba suficiente de que algo no le salía como lo había planeado.

—No es... no es para ti — respondió rápidamente, cruzándose de brazos con una expresión indiferente, aunque su tono temblaba ligeramente. — Es... solo que, pensé que sería algo útil. Algo para... no sé, como una muestra de... de "buena voluntad", ¿sabes? — intentó justificarlo, pero en el fondo sabía que no lo había hecho por ninguna razón lógica.

Ranpo, que había observado todo con atención, no pudo evitar sonreír, divertido por la incomodidad de Chuuya. Su rostro relajado y su mirada inquisitiva, sin embargo, mostraban que algo había despertado en él. La lechuza blanca, ahora sentada en su ataúd, parecía tranquila, ajena al caos que había causado en el intercambio.

—¿De verdad, Chuuya? — Ranpo se inclinó ligeramente hacia adelante, observando la lechuza antes de volver a mirar al pelirrojo. — No es común que un hombre lobo se acerque tanto a un... ave.

Chuuya bufó, incómodo por la insinuación.

—¡Es solo una ave, no es como si fuera un gesto romántico o algo así! — protestó, aunque sus orejas seguían bajas, traicionando su nerviosismo. — Simplemente pensé que te gustaría, ya que sé que los vampiros tienen esa obsesión con los animales o algo así, ¿no?

Ranpo sonrió con malicia, disfrutando del evidente desconcierto de Chuuya.

—No te preocupes, Chuuya — dijo con tono juguetón. — Aprecio el gesto, incluso si no es tan... elegante como un buen baúl de oro o un buen libro. Aunque, debo decir, la lechuza tiene su encanto, ¿verdad?

A pesar de las palabras ligeras, en el fondo Ranpo se sentía sorprendido. No solo por el gesto en sí, sino también por la vulnerabilidad que Chuuya había mostrado, algo que normalmente nunca le daba a nadie, especialmente a alguien como él. Sin embargo, eso era algo que Ranpo decidía ignorar por el momento, ya que la situación no era la correcta para indagar en pensamientos más profundos.

Chuuya, por su parte, se sintió aún más avergonzado al ver que Ranpo estaba tomando su regalo tan a la ligera, aunque no podía evitar sentir una extraña satisfacción por haberle hecho algo que, en el fondo, quería hacer.

—¿Entonces me conseguiste una mascota? — preguntó Ranpo señalando al ave.

—¿Mascota? — repitió confundido, sus orejas levantándose — No, es para que te lo comas — explicó, asustando ligeramente a Ranpo y casi provocando un ataque al corazón a la lechuza.

Ranpo se quedó petrificado por un instante, mirando a Chuuya con incredulidad, casi sin poder creer lo que acababa de escuchar. La lechuza, que en ese momento había comenzado a acurrucarse en el ataúd, levantó sus pequeñas alas con un suave sonido, como si también estuviera sorprendida por la sugerencia.

—¿Qué? ¿Comérmela? — Ranpo dejó escapar una risa nerviosa, claramente incómodo. — ¡No estoy tan desesperado por un almuerzo, Chuuya!

Chuuya, sin embargo, parecía genuinamente confundido por la reacción de Ranpo, con sus orejas ahora completamente erguidas por la confusión.

—¿No te gustan los animales? Pensé que los vampiros son así... exquisitos. ¡Tú eres el que siempre se alimenta de sangre! ¿No crees que una lechuza podría ser un buen bocado para ti? — cuestionó, sin entender del todo la incomodidad que había causado.

Ranpo, recuperándose lentamente del shock, comenzó a reír de nuevo, esta vez con más libertad, al ver la expresión completamente seria de Chuuya.

—No sé si es que estás bromeando o realmente no sabes nada de vampiros — dijo con un tono juguetón, levantando una ceja. — Pero no, no como animales enteros, ni siquiera lechuzas. Me alimento de... otras cosas, más elegantes, digamos.

Chuuya frunció el ceño, molesto por no haber logrado hacer una buena impresión, pero, de alguna manera, algo en la reacción de Ranpo le pareció casi divertido, a pesar de su frustración.

—Tch, ¿quién necesita elegancia? A los hombres lobos no nos importa lo que comamos mientras saciemos el hambre. — resopló, observando a la lechuza con una mezcla de fastidio y un leve arrepentimiento. — A lo mejor me excedí...

Ranpo, aún sonriendo, levantó la lechuza con delicadeza, como si fuera una pieza de arte.

—Lo que importa es que, aunque no te guste, me has traído algo... interesante — dijo, acariciando suavemente la cabeza de la lechuza. — Y eso es más que suficiente. Pero, por favor, no me traigas "comida" tan... rara la próxima vez. No soy un monstruo.

La lechuza, al parecer más tranquila ahora, dio un suave arrullo como si entendiera que había sido rescatada de un destino incierto.

Chuuya, aún algo incómodo, asintió lentamente, cruzándose de brazos.

—Está bien, pero ya que hablamos de eso, ¿qué te gusta comer entonces? Porque si te traigo algo más, quiero que lo comas.

Ranpo levantó un dedo, como si estuviera por dar una clase magistral sobre lo que "un verdadero vampiro" debería comer.

—Lo mío es más refinado, ¿sabes? Nada que no venga con estilo. Pero, en fin, aprecié el gesto, lo cual no es algo que diga muy a menudo.

Chuuya no dijo nada más, pero sus orejas, que habían vuelto a su posición neutral, traicionaban una leve sonrisa. Aunque no lo admitiría en voz alta, Ranpo había conseguido desconcertarlo y, en algún punto, eso le parecía... entretenido.

—Chuuya...¿Quien es este? — preguntó señalando al hombre que temblaba y lloraba.

—Te conseguí comida "refinada" fui al pueblo mientras dormías, y escuché a unas señoras mencionar que era "el hombre más rico y refinado" de todos — contó con un orgullo que casi hizo que Ranpo se sintiera dispuesto a hacer lo que le pidiera — ¡Así que te lo traje! ¡Cómetelo! — exclamó con emoción de haber hecho un buen trabajo, el hombre atado intentó gritar al oír las palabras de Chuuya.

Ranpo miró al hombre tembloroso que estaba atado, con su ropa fina y su rostro marcado por el miedo. El miedo en sus ojos era palpable, pero lo que más sorprendió a Ranpo fue la forma en que Chuuya lo había traído, con tanta emoción y orgullo, como si hubiera conseguido un verdadero manjar.

—Chuuya... — Ranpo murmuró, mirando al hombre con una mezcla de diversión y desaprobación, — ¿Esto es lo que consideras comida refinada?

Chuuya, sin darse cuenta de la leve desaprobación de Ranpo, sonrió ampliamente, esperando que su gesto fuera apreciado.

—¡Sí! ¡Escuché que es rico, refinado y muy importante! Me dijeron que nunca se había ensuciado las manos con trabajo... ¡Así que debe ser una buena presa! — explicó, casi tan orgulloso como si hubiera traído un trofeo.

El hombre, que estaba claramente aterrorizado por las palabras de Chuuya, intentó hablar, pero su voz temblaba y sus palabras salían entrecortadas.

—P-por favor, n-no me hagan daño... ¡Tengo dinero! ¡Puedo pagarles! ¡Soy muy importante! — suplicó con desesperación, sus ojos fijados en Ranpo.

Ranpo levantó una ceja y miró al hombre, evaluando sus palabras con atención. Luego, con una leve sonrisa, se volvió hacia Chuuya.

—¿De verdad pensaste que yo comería a este hombre solo porque es rico? — dijo en tono burlón, pero sin perder la calma. — La riqueza no hace que alguien sea apetecible, Chuuya.

Chuuya frunció el ceño, sintiendo un ligero desconcierto ante la respuesta de Ranpo. Había puesto tanto empeño en conseguir a alguien que pensaba sería digno de su "gusto", pero parecía que Ranpo no estaba impresionado.

—Pero... ¿no te gustaría probar algo nuevo? ¡Dije que era refinado! — insistió, casi como si no pudiera entender la negativa de Ranpo.

Ranpo suspiró, mirando al hombre tembloroso que seguía suplicando, sin saber bien qué hacer. Finalmente, se inclinó un poco, observando al hombre con una mirada penetrante.

—Mira, no me interesa comer un hombre que no tiene ni idea de lo que está pasando. Pero puedo decirte lo que haré — dijo con calma, sin apartar la mirada del hombre. — No me lo comeré... pero no te preocupes, tu vida no será tan miserable como piensas.

Chuuya observó en silencio, sin entender completamente el giro de la conversación. Ranpo, con su actitud relajada, se acercó al hombre y, con un gesto, le señaló la salida de la habitación.

—Lárgate de aquí antes de que me dé por hacerlo, y asegúrate de recordar esto bien. No vuelvas a hacer negocios con personas que tienen hambre de poder, ¿entendido? — dijo, con un tono casi aburrido, como si todo fuera una molestia.

El hombre, aliviado de que su vida se hubiera salvado, se levantó apresuradamente y corrió hacia la puerta, sin mirar atrás.

Chuuya, aún sin comprender del todo, se giró hacia Ranpo con una mezcla de desconcierto y respeto.

—No... ¿no lo vas a comer? — preguntó, aunque no sabía si era una pregunta o una afirmación.

Ranpo se recostó en su silla con una sonrisa ligera, mirando a Chuuya como si estuviera observando a un cachorro curioso.

—No, no todo el mundo es digno de mi... atención — respondió con tranquilidad. — Pero la lección aquí es que, aunque tú puedas pensar que algo tiene valor, no todo lo que brilla es oro.

—¡Pero me esforcé! ¡Incluso cubrí mis orejas y cola para ir al pueblo! — se quejó Chuuya completamente frustrado — ¿Por qué no te gustan mis regalos? — preguntó con molestia, zapateando el suelo.

—No es que no me gusten, sino que...— intentó explicar pero fue interrumpido por el hombre lobo.

—¡Si le hubiera dado todas esas presas a una hembra de mi clan hubiera aullado de la emoción! — exclamó dándose la vuelta para ir a su habitación.

Ranpo observó cómo Chuuya se daba la vuelta y comenzaba a alejarse, claramente frustrado por la situación. Con una leve sonrisa, Ranpo se levantó de su asiento y lo siguió a paso tranquilo.

—Chuuya, no es sobre el esfuerzo —dijo Ranpo con un tono más suave—. Es solo que no todo lo que es valioso para ti lo es para mí.

Chuuya se detuvo en seco al escuchar las palabras de Ranpo. Se giró lentamente, su mirada aún teñida de frustración, pero con una pizca de curiosidad.

—¿Entonces qué es lo que quieres? —preguntó, su tono aún áspero, pero con algo de vulnerabilidad que no podía ocultar.

Ranpo caminó hacia él con calma, sus pasos ligeros y seguros.

—Lo que quiero, Chuuya, es algo que no se puede encontrar tan fácilmente —respondió, acercándose más, manteniendo una mirada que parecía profundizar en la esencia del lobo. — Quiero algo genuino, algo más allá de regalos y cacerías.

Chuuya entrecerró los ojos, sin comprender del todo, pero sintió la cercanía de Ranpo y, por alguna razón, algo en su interior se agitó.

—¿Y qué quieres que haga con eso? — replicó, todavía desconfiado.

Ranpo sonrió, una sonrisa que parecía mezclar algo de diversión y una leve insinuación de misterio.

—Solo... sigue siendo tú. Eso es todo lo que necesito por ahora.

—No me gustan tus pedidos "enigmáticos" — respondió girándose sobre sus talones — Si no te gustan mis regalos, no te daré nada, ya no me importa.

Ranpo observó cómo Chuuya se alejaba nuevamente, su actitud desafiante mezclada con un toque de vulnerabilidad. Aunque el lobo intentaba esconderlo, Ranpo notaba cada detalle, cada leve cambio en su postura y expresión.

—Chuuya... — llamó Ranpo, levantando la voz un poco para que lo escuchara. No estaba dispuesto a dejarlo ir tan fácilmente.

El pelirrojo se detuvo pero no se giró, manteniendo una postura rígida.

—¿Qué ahora? — preguntó, su tono cortante, pero su cuerpo aún tenso.

Ranpo se acercó lentamente, asegurándose de no invadir demasiado su espacio personal.

—Lo que quiero... es tu confianza. No necesito tus regalos, ni tus cazas, ni tus sacrificios. Solo quiero que confíes en mí, como yo confío en ti —dijo con un tono más serio que nunca, sus ojos fijándose en los de Chuuya con una intensidad que nunca antes había mostrado.

Chuuya, por un momento, se quedó en silencio, procesando las palabras de Ranpo. Sus orejas se movieron sutilmente, y aunque intentó mantener su fachada, una pequeña parte de él no pudo evitar sentir un peso en el pecho.

—¿Y por qué debería hacerlo? — respondió, pero su voz sonaba más baja, menos desafiante que antes.

Ranpo dio un paso más hacia él, aún con una sonrisa suave en su rostro, pero sus ojos ahora eran más serios.

—Porque, a pesar de todo, Chuuya... tú eres más que un simple lobo para mí. Y si tienes algún tipo de fe en mí, quiero demostrarte que no soy como los demás.

—Bien, veamos que consigues tú — sonrió con desafío — Pero que quede claro, no soy una hembra — Y con eso dicho se encerró en su habitación dejando desconcertado a Ranpo.

—¿Hembra qué?

Ranpo se quedó mirando la puerta cerrada por un momento, sus pensamientos nublados por las palabras de Chuuya. ¿Hembra? La actitud del lobo seguía siendo un enigma, algo que, sin duda, despertaba una mezcla de frustración y fascinación en Ranpo.

—¿Qué diablos...? — murmuró para sí mismo, sin entender del todo si lo había dicho en serio o si estaba jugando con él. Pero, más allá de la confusión, había algo en esas palabras que lo hacía sentir... intrigado. Tal vez era esa constante lucha entre desconfianza y deseo de acercarse lo que mantenía a Ranpo tan obsesionado con él.

En lugar de ceder a su impulso de seguirlo y presionar más, Ranpo suspiró y se giró hacia el salón, decidido a esperar, al menos por ahora. Sabía que Chuuya tenía su propio ritmo y que iba a ser necesario un enfoque diferente. Pero Ranpo también sabía algo: Chuuya no era tan indomable como intentaba parecer.

—Pronto lo entenderás — murmuró para sí mismo, con una sonrisa traviesa que finalmente apareció en su rostro.

Ranpo caminaba de un lado a otro, su mente trabajando a toda velocidad mientras intentaba encontrar una solución al dilema. Sabía que, en el fondo, Chuuya no era el tipo de persona a quien le gustaran los obsequios típicos, pero aún así, quería hacer algo que dejara claro que, a pesar de todo, había algo más en su relación que simples tensiones.

—¿Qué le gustaría a un hombre lobo? — pensó en voz alta, con una mirada curiosa y un tanto exasperada. Su mente comenzó a divagar, imaginándose a Chuuya con sus orejas y cola de lobo, tal vez en una escena de caza, tal vez con algo que pudiera marcar un verdadero gesto de apreciación.

Finalmente, una idea le vino a la mente, y sonrió satisfecho consigo mismo. No era nada demasiado complicado, pero sabía que sería algo significativo. Decidió ir a buscarlo.

Ranpo salió de su "santuario", el gran salón lleno de oro que tanto apreciaba, y se dirigió a las oscuras calles de la ciudad. El viento nocturno le acariciaba la cara, pero no estaba allí para disfrutar de la noche. Sabía que tenía que hacer algo especial para Chuuya, algo que fuera más allá de las típicas costumbres de su mundo vampírico.

Después de un rato, llegó a un mercado nocturno donde los comerciantes vendían todo tipo de artículos. Ranpo caminó entre los puestos, observando con atención hasta que encontró lo que buscaba: una pequeña caja de madera decorada con detalles intrincados. En su interior, contenía un collar, uno que no era solo un adorno, sino que estaba hecho de un material especial capaz de adaptarse a la naturaleza de quien lo usara. La caja tenía un aura de protección, algo que no pasaba desapercibido para un vampiro como Ranpo.

—Esto debería ser perfecto — murmuró para sí mismo mientras pagaba al comerciante.

Con el regalo en mano, Ranpo regresó rápidamente al castillo. Sabía que no podía perder más tiempo; Chuuya estaba esperando una reacción, y aunque Ranpo no estaba seguro de cómo lo tomaría, sentía que este era el gesto adecuado.

Al llegar a la habitación de Chuuya, Ranpo encontró la puerta cerrada. Tocó suavemente y entró sin esperar respuesta. Allí estaba Chuuya, recostado en la cama, observando el techo con un aire de desdén, como si estuviera esperando que Ranpo hiciera el primer movimiento.

—Tengo algo para ti — dijo Ranpo, mostrando la caja. Chuuya lo miró, primero con desconfianza, pero cuando vio el collar dentro, su expresión cambió levemente.

—¿Qué es esto? — preguntó, levantándose lentamente de la cama.

—Un collar — respondió Ranpo, con una sonrisa tranquila. — Es un regalo. Lo vi y pensé que te gustaría. Es... especial, como tú.

Chuuya no respondió de inmediato. Miró el collar en la caja, luego al vampiro. La tensión en el aire era palpable, pero algo en su interior, algo que no quería admitir, comenzaba a suavizarse.

—No tengo intención de usarlos... — comenzó a decir, pero se detuvo al ver la mirada sincera de Ranpo.

—Es tu elección, pero... — Ranpo dejó la caja sobre la mesa, acercándose un poco más. — Te lo di porque me importa, y porque creo que... que hay más en ti que solo el lobo.

Chuuya observó el collar por un momento más antes de soltar un suspiro y tomarlo con una mano. Por primera vez desde que había llegado a ese castillo, la mirada del hombre lobo parecía menos defensiva, más contemplativa.

—No te estoy agradeciendo, ¿eh? — dijo, algo gruñón, pero sin la furia habitual. — Esto no cambia nada.

Ranpo sonrió suavemente, sabiendo que el primer paso había sido dado, aunque Chuuya nunca lo admitiera.

—Lo sé. Pero eso no significa que no siga intentándolo.

Chuuya miró el collar con curiosidad, en cualquier otra ocasión pensaría que era algún tipo de burla o un intento de llamarlo 'perro' pero había algo peculiar en el collar, que en vez de hacerlo sentir como una mascota, lo hacía sentir apreciado.

—Dijiste que, sería tu sirviente, pero en todas estas lunas no me has ordenado limpiar o hacer algún trabajo — mencionó apretando ligeramente el collar, no para dañarlo sino para asegurarse que era real — ¿Por qué me sacaste de esa jaula?

Ranpo observó a Chuuya con una mirada suave, notando cómo el lobo apretaba el collar, casi como si no pudiera creer que le estuvieran dando algo tan personal. La pregunta de Chuuya lo hizo detenerse un momento, considerando sus palabras con más seriedad de lo habitual.

—Nunca te traté como un simple sirviente, Chuuya — dijo Ranpo con calma, su voz más grave de lo normal. — Te saqué de esa jaula porque... porque vi algo más en ti. No eres solo un prisionero, no eres solo una mascota para mí. Nunca lo fuiste.

Chuuya alzó la mirada, encontrando la sinceridad en los ojos de Ranpo, algo que no había esperado. Su postura defensiva aflojó un poco, aunque su rostro seguía siendo un desafío.

—¿Y qué es eso que ves en mí? — inquirió, su tono menos agresivo, pero aún lleno de desconfianza.

Ranpo suspiró, recorriendo con la vista la habitación, antes de volver a centrar su atención en el hombre lobo.

—Veo a alguien que tiene más que ofrecer que solo su instinto. Te vi en la jaula, luchando por tu libertad, pero también por tu dignidad. Los hombres lobo son vistos como simples bestias, y no puedo evitar sentir que eso es algo... injusto.

Chuuya no dijo nada, pero su expresión se suavizó un poco. Sabía que Ranpo era diferente a los demás vampiros que había conocido, pero las palabras de este aún le daban vueltas en la cabeza. Nunca le habían hablado de esa manera, nunca lo habían mirado de esa forma.

—No te voy a obligar a hacer nada, Chuuya. No soy ese tipo de persona. — Ranpo sonrió, pero no de manera burlona, sino con algo más genuino. — Y tampoco soy tan tonto como para pensar que me vas a llamar "amo" o algo por el estilo. Pero quiero que sepas que... que te saqué porque vi algo más en ti. Algo que me hace pensar que no deberías estar encerrado, o tratado como una simple pieza en un juego de poder.

Chuuya miró al suelo, el collar ahora colgando entre sus dedos, y por un momento, casi sintió como si pudiera confiar en las palabras del vampiro. Sin embargo, su naturaleza de lobo, su orgullo, lo hacía mantenerse firme en su postura.

—No sé si puedes entenderlo... — Chuuya murmuró finalmente, alzando la mirada, más tranquila que antes. — Pero no soy solo un "lobo" o un "sirviente". Soy Chuuya. Y no quiero que me veas de esa manera.

Ranpo se acercó un paso más, con una sonrisa cálida en su rostro.

—Eso es todo lo que quiero ver. Solo a ti, Chuuya.

Chuuya bajó a la primera planta, ya se había acostumbrado al lugar y podía rondar por cada rincón sin perderse, los sirvientes ya entendían cual era su posición allí así que lo respetaban, lo cual le hacía sonreír.

—¡Ranpo! — saludó trotando ligeramente hacia el vampiro, su cola meneandose de felicidad.

—Chuuya, es raro que te despertarás tan...temprano — mencionó viendo por la ventana como el sol apenas se estaba ocultando. Tanto los vampiros como los hombres lobos son criaturas nocturnas.

Chuuya se detuvo frente a Ranpo, sus orejas levantadas con una expresión de satisfacción.

—¿De verdad? — respondió con una sonrisa torcida. — Es raro para ti, pero no tanto para mí. No todos los días hay algo tan interesante que hacer a esta hora. — Su cola se movió de un lado a otro con emoción, casi como si estuviera celebrando algo más que solo su despertar temprano.

Ranpo levantó una ceja, intrigado por la actitud del hombre lobo, y dio un paso hacia él, observándolo detenidamente.

—¿Algo interesante? — repitió, como si la idea le pareciera un tanto absurda, pero con un toque de diversión en su voz. — ¿Qué es lo que te hace levantarte tan temprano, entonces?

Chuuya se encogió de hombros con un brillo travieso en los ojos.

—Quizá quiero darme un paseo. — Dijo, dejando que la tentación se insinuara en su tono. — O tal vez... quiero mostrarte algo que encontré.

El vampiro no pudo evitar sonreír ante la respuesta de Chuuya, sintiendo una ligera intriga por lo que podría estar tramando.

—¿Mostrarme algo? — preguntó Ranpo, su mirada curiosa fijándose en él. — ¿Qué clase de "algo"?

Chuuya hizo una mueca como si guardara un secreto, disfrutando de la confusión del vampiro.

—Eso lo verás si me sigues — dijo con tono desafiante, mientras empezaba a caminar hacia la salida de la habitación. — ¡Vamos, no seas tan lento!

Ranpo lo observó durante un momento, sin poder evitar sentirse curioso por la forma en que Chuuya parecía estar tan relajado y lleno de energía a pesar de la noche. Con una ligera sonrisa, decidió seguirlo.

—Te sigo, entonces — respondió Ranpo, y con pasos ligeros lo siguió, sintiendo cómo la tensión que solía tener al interactuar con él se disipaba, uniendo una vez más su destino con el del hombre lobo, sin saber qué los depararía ese misterioso paseo.

Ambos permanecieron quietos hasta que el sol se escondió por completo, apesar de que Chuuya era un ser nocturno podía salir a la luz del sol sin problema, cosa que no era igual para Ranpo quien no podía confiarse del sol.

—¡Listo! — agarró la mano del vampiro y lo jaló para que le siga el ritmo. La calidez de la mano de Chuuya contrastaba con el frío gélido de la de Ranpo. Ranpo por un segundo, allí persiguiendo a Chuuya, se sintió vivo.

El viento nocturno acariciaba sus rostros mientras Chuuya tiraba de Ranpo con una energía palpable. Aunque el vampiro intentaba mantenerse a la par, la rapidez con la que el hombre lobo se movía le costaba seguir el ritmo, pero algo en la forma en que Chuuya tomaba la delantera lo fascinaba. Esa fuerza, esa vitalidad... Era algo que no veía todos los días.

Ranpo, a pesar de su naturaleza, no pudo evitar sentir una pequeña chispa de emoción mientras sentía la calidez de la mano de Chuuya en la suya. Algo tan simple, pero a la vez tan inesperado. El frío helado de su propia piel parecía hacer que la calidez de Chuuya lo conectara aún más con su humanidad, algo que no había sentido en mucho tiempo.

—¿Sabes a dónde me llevas? — preguntó Ranpo, su voz apenas un susurro por la rapidez con la que corrían. A pesar de su tono calmado, había una nota de curiosidad que no pudo esconder.

Chuuya no se detuvo, pero su sonrisa era suficiente respuesta.

—Es una sorpresa, Ranpo. ¿Qué, te da miedo no saberlo? — bromeó, su cola moviéndose con entusiasmo. La noche era suya, y estaba decidido a disfrutarla al máximo.

Ranpo no respondió de inmediato, dejando que la carrera continuara mientras procesaba la pregunta. Realmente no le gustaba no saber las cosas, pero algo en Chuuya, algo en su presencia, hacía que esa incertidumbre fuera mucho más soportable de lo que normalmente lo sería.

—No es que me dé miedo... — murmuró, una pequeña sonrisa curvando sus labios. — Pero, ¿tienes alguna idea de lo que harás si el sol se levanta antes de que lleguemos a donde sea que vayas?

Chuuya se giró ligeramente hacia él, dándole una mirada juguetona.

—Lo resolveré cuando llegue el momento. Tú solo sígueme, ¡ya veremos qué pasa! — respondió, su tono lleno de confianza y despreocupación. Era como si no hubiera límites en su mundo nocturno.

Ranpo lo observó en silencio, la emoción de la carrera mezclándose con una sensación de alivio extraño. Quizá no necesitaba tener todas las respuestas, tal vez lo único que importaba era el momento, el presente que compartían, aunque fuera fugaz.

Así, en un silencio cargado de complicidad, siguieron corriendo, dejando atrás las sombras de la noche mientras sus pasos resonaban en la quietud del mundo nocturno.

—Creía haber escuchado, que los vampiros no se cansaban — se burló Chuuya sentándose sobre una roca, su vista fija en Ranpo quien parecía estar recuperando el aire, lo cual era irónico, ya que se supone que él no respira.

—Hace milenios no corro, ten misericordia — exclamó Ranpo apoyándose contra un árbol de pino.

Chuuya soltó una risa baja, disfrutando del momento. Aunque sabía que los vampiros no necesitaban respirar, la imagen de Ranpo agotado por una carrera lo hacía sentir de alguna manera más... humano. Algo sobre ver al vampiro tan vulnerable le resultaba entretenido.

—Vaya, ¿mil años? Pensé que los vampiros eran inagotables — dijo Chuuya con una sonrisa burlona, cruzándose de brazos mientras observaba al vampiro recuperarse.

Ranpo levantó la vista, mirando a Chuuya desde su posición de descanso. Su expresión era de diversión, pero también había una sombra de agotamiento que no podía ocultar por completo.

—Eso pensé yo también... hasta que me encontré con un hombre lobo demasiado rápido para mí — respondió Ranpo con una sonrisa torcida, sin perder su elegancia, aunque el cansancio seguía visible en sus ojos.

Chuuya no pudo evitar sonreír ante la respuesta. Era extraño ver a Ranpo tan... normal, por decirlo de alguna manera. Había algo en ese momento que hacía que su relación con el vampiro fuera menos una cuestión de poder y más una cuestión de... complicidad.

—Supongo que me has subestimado — dijo Chuuya, levantándose con facilidad y acercándose a Ranpo. Su tono era más serio ahora, pero todavía mantenía esa chispa juguetona en su voz.

Ranpo levantó una ceja, como si pensara que Chuuya bromeaba, pero la mirada en los ojos del hombre lobo lo hizo dudar.

—¿Y tú? ¿Crees que eres invencible solo porque eres más rápido? — replicó Ranpo, enderezándose lentamente. Aunque intentaba mantener la actitud despreocupada, había algo en su postura que mostraba un leve desafío.

Chuuya se acercó un poco más, quedando a solo unos pasos de Ranpo, y luego sonrió de manera satisfecha.

—No soy invencible, pero tampoco soy tan fácil de derrotar — dijo, con una mirada de determinación. Luego, dio un paso atrás, relajándose un poco, y añadió — Pero no te preocupes, no te haré correr otra vez. Al menos no hoy.

Ranpo lo observó por un momento, aparentemente evaluando si debía responder con sarcasmo o simplemente disfrutar del momento de descanso. Al final, se quedó en silencio, optando por relajarse un poco más y mirar las estrellas en el cielo despejado.

El ambiente entre ellos era extraño, como si algo hubiera cambiado en esa simple carrera, algo que ambos sentían, aunque ninguno de los dos lo mencionó. La competencia había desaparecido, dejando solo una nueva dinámica, más amigable, aunque todavía llena de tensión.

Ranpo fijó su vista en la luna llena, lo cual lo hizo sentir curioso, ¿por qué Chuuya lo sacaría al exterior una noche de luna llena?

—Sabes, cuando recién nos conocimos, no dejabas de preguntar — habló el mitad lobo caminando alrededor de Ranpo como un depredador, frotando ligeramente su cola contra el cuerpo del vampiro — porque no sanaba rápido.

Ranpo no apartó la vista de la luna llena, aunque su mente estaba ocupada procesando las palabras de Chuuya. La forma en que se movía alrededor de él, como un depredador en su propio terreno, hacía que Ranpo se sintiera más alerta, más consciente de la presencia de Chuuya.

—¿Ah, sí? — respondió Ranpo con voz tranquila, pero con una ligera sonrisa que reflejaba su usual sarcasmo — Yo nunca dejo de hacer preguntas, eso ya lo sabes.

Chuuya se detuvo frente a él, con su cola moviéndose lentamente de un lado a otro. Su mirada se intensificó, y aunque Ranpo intentaba mantener una expresión relajada, no pudo evitar sentir un pequeño atisbo de tensión en el aire.

—Te preguntabas porque me veías... débil — dijo Chuuya, como si fuera una observación simple, aunque el tono de su voz implicaba algo más profundo.

Ranpo, que solía mantener su distancia emocionalmente, frunció el ceño ligeramente al escuchar esas palabras. No le gustaba la idea de que alguien, especialmente un hombre lobo, lo viera de esa manera. Pero en el caso de Chuuya, algo sobre su actitud no era exactamente como la de un enemigo. Había algo más, algo que el vampiro no podía identificar del todo.

—Y ahora te preguntas si es porque eres tú el que está relacionado con la luna llena, ¿verdad? — añadió Ranpo, mirándolo con una mirada curiosa.

Chuuya hizo una pausa, sus ojos brillando bajo la luz de la luna mientras lo observaba con una mezcla de diversión y algo más. Se acercó un poco más, la tensión palpable entre ellos.

—La luna llena tiene un poder especial sobre los lobos, sabes... — dijo Chuuya en tono suave, casi como si estuviera revelando un secreto — Pero no es solo por eso. Es porque ahora, con tu compañía, siento que algo ha cambiado. Tal vez sea esa curiosidad tuya o... lo que sea esto entre nosotros.

Ranpo miró a Chuuya por un momento, sorprendido por la sinceridad en sus palabras. Por primera vez, parecía que el hombre lobo no solo estaba jugando con él, sino que realmente compartía algo que iba más allá de su naturaleza como cazador.

—No estoy seguro de entenderte del todo — respondió Ranpo, su tono aún despreocupado pero con una leve grieta en su actitud usualmente imperturbable — Pero supongo que eso es lo que hace interesante todo esto.

Chuuya sonrió con una mezcla de arrogancia y algo más profundo, como si hubiera ganado una pequeña victoria. Se detuvo a unos centímetros de Ranpo, su mirada fija en la suya.

—Lo que hace interesante esto... — comenzó, dejando que la tensión creciera — Es que aún no sabes en qué tipo de problemas te has metido, Ranpo. Y tú no eres tan invencible como crees.

Ranpo levantó una ceja, intrigado por lo que Chuuya acababa de insinuar. Había algo en la atmósfera que dejaba claro que las cosas entre ellos estaban cambiando, pero aún no podía decir si eso era algo bueno o algo peligroso.

—Quizás... — murmuró Ranpo, antes de dar un paso hacia atrás, rompiendo ligeramente la cercanía. — Pero eso es lo que más me gusta de ti, Chuuya. Nunca sé qué esperar.

Chuuya frunció el ceño, sus orejas tensándose.

—¿Y si... intentara devorarte? —preguntó, mostrando sus colmillos, pero aquello no inmutó a Ranpo.

—¿Y si... yo intentara chupar tu sangre? —respondió Ranpo, imitando a Chuuya al mostrar sus propios colmillos.

Ambos permanecieron allí, mirándose fijamente. Fue solo un segundo antes de que Chuuya se abalanzara sobre Ranpo, derribándolo y sujetándolo contra el suelo.

—¡Deja de ser un mangurrián! —regañó Ranpo, mirando fijamente a Chuuya mientras sus manos se entrelazaban en una pequeña lucha.

—Te mostraré quién es el verdadero mangurrián, sea lo que sea que eso signifique —respondió Chuuya en voz alta, mientras Ranpo intentaba entender qué estaba sucediendo.

Con un movimiento brusco, Ranpo cambió los papeles, aprisionando a Chuuya contra el suelo y sentándose sobre él.

—Pensé que estábamos en la misma sintonía, pero ¡¿intentas matarme?! —gritó Ranpo, mostrando sus colmillos, lo que provocó que Chuuya dejara de luchar.

—¿Matarte? —repitió Chuuya, confundido, lo que a su vez confundió a Ranpo—. Pensé que estábamos jugando... —respondió, bajando las orejitas. Había visto a las parejas de su clan jugar de este modo y quiso hacerlo también con Ranpo. Quizás los vampiros también jugaban así.

Ranpo se quedó en silencio por un momento, observando a Chuuya con los ojos entrecerrados, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Las palabras del hombre lobo, su confusión evidente, desconcertaron al vampiro más de lo que había anticipado. En su mente, la situación había escalado rápidamente de un juego a una confrontación seria, pero ahora veía que las intenciones de Chuuya no eran tan peligrosas como había supuesto.

—¿Jugar? — repitió Ranpo, ligeramente desconcertado, mientras se mantenía sobre Chuuya. La tensión en el aire se disipó un poco, pero la incomodidad aún estaba presente. — No sabía que los juegos en tu clan involucraran derribarse y luchar hasta casi matarse.

Chuuya, con las orejas caídas y su mirada arrepentida, comenzó a soltar una ligera risa nerviosa, dándose cuenta de que había ido demasiado lejos. De alguna manera, sentía que había interpretado mal las reglas del juego entre ellos.

—No... no lo sé — admitió, con una ligera incomodidad en su tono — Es solo que... los lobos a veces juegan así, como una forma de... acercarse, ya sabes, como pareja...

Ranpo lo miró fijamente, aún sobre él, sin moverse. La expresión seria de su rostro comenzó a suavizarse poco a poco al entender lo que Chuuya había intentado hacer, aunque no dejaba de ser extraño para él. No estaba acostumbrado a ese tipo de interacción.

—Tienes una forma muy peculiar de acercarte a las personas, Chuuya — comentó Ranpo, un leve suspiro escapando de sus labios. Con un movimiento, se levantó de encima de Chuuya y se sentó a su lado, mirando al frente. — Los vampiros no suelen jugar de esa manera, no de la forma en que tú lo haces. Para nosotros, las cosas son un poco más... complicadas.

Chuuya se quedó en el suelo por un momento, observando al vampiro con una mezcla de confusión y algo de tristeza. Quería entender a Ranpo, pero sus instintos lo hacían actuar de manera tan directa y ruda, que no siempre podía prever las reacciones de su compañero. Se incorporó lentamente, sentado junto a él.

—¿Entonces... qué hacemos? — preguntó, sin dejar de observarlo, con una pequeña esperanza de que Ranpo lo comprendiera de alguna forma.

Ranpo miró a Chuuya de reojo, una sonrisa débil se formó en sus labios. Estaba comenzando a entender que el hombre lobo, a pesar de sus formas bruscas, estaba simplemente tratando de establecer algún tipo de vínculo, tal vez el mismo tipo de vínculo que él, Ranpo, evitaba.

—¿Lo que hacemos? — repitió Ranpo con una sonrisa suave. — Bueno, supongo que podemos seguir descubriéndolo, sin mordernos ni derraparnos hasta el suelo, claro.

Chuuya ladeó la cabeza, pero luego sonrió, reconociendo la intención detrás de las palabras de Ranpo.

—No prometo nada — dijo, algo desafiante pero con una nota juguetona en su voz.

Ranpo asintió con una pequeña risa. A pesar de las peculiaridades de Chuuya, no podía evitar sentirse atraído por su forma directa y su capacidad para hacer que todo se sintiera, aunque extraño, más... real.

—Oye Ranpo — susurró suavemente — ¿Que significa "mangurrián"?

Ranpo rió ligeramente ante la pregunta — Eh, bueno, significa "poco civilizado".

Chuuya frunció el ceño, su cola moviéndose de un lado a otro con una mezcla de confusión y algo de irritación.

—¿Poco civilizado? — repitió, claramente sorprendido. — ¿Eso es lo que piensas de mí?

Ranpo, al notar la ligera ofensa en la voz de Chuuya, se inclinó hacia él, tratando de suavizar la situación.

—No, no es eso — dijo rápidamente, con una sonrisa calmante. — Es solo una broma, Chuuya. Solo estaba jugando contigo. Aunque... tengo que admitir que algunas de tus acciones son un poco... rudas, pero es solo parte de tu personalidad, ¿no?

Chuuya lo miró fijamente, la confusión en sus ojos lentamente dando paso a una sonrisa torcida.

—Vaya, qué alivio. Por un momento pensé que realmente me llamabas así. — Chuuya se cruzó de brazos, pero su tono ya no tenía rastro de enojo. — Aunque, tal vez sí soy un poco... rudo. No todo el mundo entiende cómo soy.

Ranpo asintió, aún con una ligera sonrisa en el rostro.

—Lo entiendo, más de lo que crees. Todos tenemos nuestras formas de ser, ¿no? Pero... me alegra que no lo tomes mal. Después de todo, nadie se va a volver más civilizado de la noche a la mañana.

Chuuya se encogió de hombros, sin perder su sonrisa desafiante.

—Bueno, si ser un "mangurrián" significa ser yo mismo, entonces estoy bien con eso.

Ranpo rió suavemente, disfrutando de la ligera tensión que finalmente se había disipado entre ellos.

—Tienes razón. Cada quien con su estilo, ¿verdad?

Ambos se quedaron en silencio un momento, disfrutando de la compañía del otro, el ambiente más relajado y menos cargado que antes.

Cuando las horas pasaron decidieron volver al castillo, está vez caminando en lugar de correr.

—¿Entonces la sorpresa era una lucha a muerte? — preguntó Ranpo, su mano entrelazada con la Chuuya.

—En mi clan para que un lobo tenga permitido "salir" con otro deben luchar a muerte, si la pareja elegida sobrevive es porque estan al mismo nivel — explicó con emoción, le gustaba hablarle a Ranpo sobre sus costumbres, ya que es causa de sus distintas especies que a veces tenían malentendidos.

Ranpo arqueó una ceja, claramente intrigado por la explicación de Chuuya.

—¿Así que según tu clan, si no te hubiera igualado, me habrías dejado... o matado? — preguntó con un tono que mezclaba incredulidad y diversión.

Chuuya negó con la cabeza rápidamente, sus orejas moviéndose de lado a lado.

—No, no es eso. Yo no sigo esas reglas tan... extremas. Pero es una tradición antigua, y pensé que tal vez entenderías un poco más sobre cómo funcionan las cosas entre los de mi especie. — Su mirada se suavizó al final, como si temiera haberlo confundido.

Ranpo asintió lentamente, procesando la información.

—Entonces... ¿me estás diciendo que esta pequeña "pelea" era tu forma de... cortejarme? — preguntó, su tono juguetón regresando mientras apretaba ligeramente la mano de Chuuya.

El lobo pelirrojo se detuvo en seco, mirando al vampiro con los ojos abiertos de par en par y un ligero sonrojo extendiéndose por sus mejillas.

—¡N-No era eso! — exclamó rápidamente, desviando la mirada, aunque su cola meneándose ligeramente lo delataba. — Solo... quería mostrarte algo de mi mundo. No lo veas como algo raro.

Ranpo se detuvo también, ladeando la cabeza con una sonrisa divertida.

—Chuuya, ¿por qué te pones tan nervioso? Solo estoy diciendo lo que parece... Aunque, debo admitir que nunca he tenido un pretendiente que intente vencerme en combate para "probar su nivel".

Chuuya soltó un bufido, cruzándose de brazos, pero no soltó la mano de Ranpo.

—Bueno, tampoco me esforcé al máximo. Si hubiera querido, habría ganado.

Ranpo no pudo evitar reír suavemente ante la respuesta orgullosa de Chuuya.

—Claro que sí, campeón. Pero no necesitas probar nada más. Estamos al mismo nivel, ¿no?

Chuuya lo miró de reojo, notando la honestidad detrás de las palabras de Ranpo, y finalmente dejó escapar una pequeña sonrisa.

—Supongo que sí. Pero la próxima vez, prepárate. Podría sorprenderte de nuevo.

—Siempre estoy listo para tus sorpresas, Chuuya. — respondió Ranpo con una leve inclinación de cabeza, mientras ambos retomaban el camino de regreso al castillo, envueltos en una tranquilidad que solo ellos podían compartir.

—¡Ya lo traje! — exclamó Chuuya arrastrando un cuerpo por la habitación tranquilamente.

—Gracias, perdón por pedirte que hagas esto — sonrió Ranpo yendo junto a Chuuya para beber de la sangre de la presa que le trajo su novio. — Eres el mejor novio que un vampiro podría pedir.

Esas palabras hicieron que Chuuya se sintiera feliz y orgulloso, su cola agitándose con alegría.

—No pasa nada, estoy feliz de alimentarte, tú me has alimentado todo este tiempo — sonrió Chuuya, feliz de ayudar a su novio.

Ranpo bebió tranquilamente, asegurándose de no derramar ni una gota mientras Chuuya lo observaba con una expresión de satisfacción.

—¿Cómo puedes decir esas cosas tan casualmente? — preguntó Ranpo mientras se limpiaba la boca, su mirada fija en el hombre lobo, quien parecía bastante cómodo con la situación.

Chuuya se encogió de hombros, sus orejas moviéndose ligeramente.

—Es la verdad, ¿no? Tú me diste un hogar, me cuidaste y nunca me trataste como una carga. Alimentarte es lo menos que puedo hacer.

Ranpo lo observó en silencio por un momento antes de sonreír suavemente.

—Eres demasiado bueno conmigo, Chuuya.

El pelirrojo bufó, aunque su cola seguía moviéndose alegremente.

—No exageres, solo hago lo que un buen compañero haría. — Luego, su expresión se suavizó mientras miraba a Ranpo. — Además, me gusta verte fuerte y saludable.

Ranpo rió ligeramente, acercándose para colocar una mano en la cabeza de Chuuya, acariciando sus orejas con cuidado.

—Eres adorable cuando te pones protector.

—¡No soy adorable! — protestó Chuuya, aunque no se apartó del toque de Ranpo.

Ambos rieron suavemente, compartiendo un momento de calma antes de que Chuuya rompiera el silencio.

—Oye, Ranpo... ¿alguna vez has pensado en cómo sería nuestra vida si no fuéramos un vampiro y un hombre lobo?

Ranpo lo miró, sorprendido por la pregunta, antes de cruzarse de brazos y pensar por un momento.

—Supongo que no sería tan interesante. Tú no me habrías cazado, y yo no habría tenido la oportunidad de tener al mejor compañero del mundo.

Chuuya sonrió ante la respuesta, su cola agitándose con aún más fuerza.

—Tienes razón, ser diferentes nos hace especiales. — Luego, se acercó a Ranpo, inclinándose ligeramente para mirarlo fijamente. — Pero incluso si no lo fuéramos, estoy seguro de que seguiría queriendo estar contigo.

Ranpo sonrió con ternura antes de inclinarse hacia Chuuya, sus frentes tocándose suavemente.

—Y yo contigo, mi pequeño lobo.

La tranquilidad de la noche envolvió a la pareja mientras compartían un momento de mutuo entendimiento, demostrando que incluso las diferencias más grandes no podían separar dos corazones destinados a estar juntos.

—Ranpo — llamó Chuuya dejando atrás la carne que le habían preparado los sirvientes.

El vampiro notó el tono entristecido de su pareja casi al instante y colocó una de sus manos sobre su cabeza, acariciando sus orejas.

—¿Que pasa Chuu? ¿La carne no está rica? — preguntó llevando su otra mano a la cintura de su novio.

—Es que, mi clan nunca vino por mí, y aunque no quiero irme de tu lado, aún así me duele que ni siquiera me hayan buscado — contó con las orejas caídas.

—Ya veo...no te preocupes Chuu, me tienes a mí, no necesitas ningún clan — susurró abrazando al lobito el cual correspondió el abrazo, sintiendo mejor al tener la compañía de su novio.

Los ojos de Ranpo brillaron en un profundo rojo, dejando atrás su verde natural, acarició la cabeza de su novio mirando a la lejanía, más allá de lo que cualquier criatura en el mundo podría llegar a mirar.

Las cabezas del clan de su novio colgadas.

Ranpo mantuvo su expresión serena mientras sus manos seguían acariciando las orejas de Chuuya, como si nada estuviera fuera de lo normal.

—Tienes razón... — murmuró Chuuya, aferrándose un poco más al abrazo — No necesito un clan mientras esté contigo.

El vampiro sonrió con dulzura, aunque su mirada seguía fija en el horizonte, observando cómo la luna iluminaba las montañas en la distancia.

—Eso es lo único que importa, Chuu — respondió en un susurro.

Chuuya, ajeno a la oscura verdad oculta detrás de las palabras de su pareja, cerró los ojos, buscando consuelo en el abrazo cálido de Ranpo.

Mientras tanto, los ojos de Ranpo brillaron aún más intensamente, reflejando imágenes de su reciente visita al territorio del clan. La sangre derramada, los gritos apagados, y finalmente, el silencio absoluto cuando su trabajo estuvo terminado. Nunca permitiría que nadie separara a Chuuya de su lado, ni siquiera aquellos que alguna vez compartieron su sangre y raíces.

—Te prometo que siempre estarás seguro conmigo, Chuuya — susurró Ranpo con una voz cargada de una promesa que Chuuya no entendería por completo.

El pelirrojo sonrió suavemente, apoyando la cabeza en el pecho de Ranpo mientras su cola se movía ligeramente, como si la amenaza que una vez representaba su clan nunca hubiera existido.

En la lejanía, las montañas se alzaban imponentes, y debajo de ellas, los vestigios de un clan que había sellado su destino al no buscar a uno de los suyos. Ranpo había tomado su decisión, y como siempre, su cálculo había sido impecable: su lobo nunca tendría que preocuparse por nada, porque él ya lo había arreglado todo.

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