𖡡𖠃✎Dulce problema𓅨
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Era una tarde común en la Agencia de Detectives, el día se estaba alargando, y Ranpo ya había devorado casi todo el stock de dulces que había en la sala de descanso. Galletas, caramelos, chocolates, todo lo que tuviera azúcar. Mientras tanto, Chuuya observaba desde la distancia, encorvado sobre su escritorio, tratando de concentrarse en su trabajo, pero sin poder evitar fijarse en Ranpo.
Durante las últimas semanas, Ranpo había aumentado un poco de peso. No lo decía en voz alta, pero incluso él se había dado cuenta. Sus camisas le quedaban un poco más ajustadas, y sus pantalones ya no tenían ese ajuste perfecto que solían tener. Lo peor era que todos los dulces que comía sin cesar le estaban pasando factura. Pero claro, Ranpo no tenía idea de lo que realmente pensaba Chuuya.
—Creo que necesito ponerme a dieta— pensó Ranpo en voz alta, mientras trataba de cerrar la tapa de una bolsa de caramelos con una mano, sin poder evitar que la otra mano sacara más golosinas. Se sentó frente a Chuuya, mirando al vacío, una pequeña arruga apareciendo en su frente.
—¿Qué pasa, Ranpo? ¿Ahora te preocupas por la salud?— Chuuya no levantó la vista de su escritorio, pero el tono en su voz delataba que no estaba tomando la situación en serio.
—¡Sí!— replicó Ranpo, con un tono dramático. — No puedo seguir así. ¿Has visto lo apretados que me quedan los pantalones? Estoy engordando, Chuuya.
Chuuya lo miró por encima del borde de su escritorio, sus ojos ligeramente entrecerrados. ¿Engordando? Ranpo seguía comiendo sin cesar, su expresión tan despreocupada que parecía totalmente ajeno a la tormenta de pensamientos que estaba causando en Chuuya.
En el fondo, Chuuya no podía evitar notar lo adorable que se veía Ranpo. Su rostro, a pesar de las pequeñas modificaciones en su figura, seguía teniendo esa expresión relajada que siempre le había gustado. En sus ojos, Ranpo era perfecto tal como era. La forma en que sus mejillas se sonrojaban ligeramente por la incomodidad de su confesión, el brillo en sus ojos mientras seguía mordisqueando una galleta… Todo eso, incluso con unos kilos más, solo lo hacía más irresistible a los ojos de Chuuya.
—Chuuya— Ranpo interrumpió sus pensamientos — ¿tú qué opinas? ¿Me está quedando todo más ajustado?
Chuuya lo miró fijamente, y de repente, no podía dejar de sonreír. —No sé de qué hablas, Ranpo. Creo que te ves bien.
Ranpo lo miró sorprendido. — ¿De verdad?
Chuuya asintió con una ligera sonrisa. En su interior, estaba completamente fascinado por cómo Ranpo, aunque pareciera no darse cuenta, se veía más que adorable con esos pequeños cambios. Aunque la idea de la dieta no le desagradara en lo absoluto, prefería que Ranpo se quedara tal como estaba.
—Sí, eres un tonto si crees que estás engordando — dijo Chuuya, aunque su tono de voz era tan suave que casi sonaba como un susurro. — Para mí, eres más que perfecto.
Ranpo se quedó en silencio por un momento, claramente sorprendido por lo que acababa de escuchar. —¿Tú… realmente piensas eso?
Chuuya miró hacia otro lado, incómodo por la intensidad de la conversación, pero aún así, se sentía satisfecho de haber dicho lo que pensaba. Ranpo no necesita cambiar para gustarme. Ya me tiene.
—Sí—murmuró, volviendo a sus papeles para no mostrar cómo su rostro se estaba tornando ligeramente rojo. —No te preocupes tanto por esas cosas, idiota.
Ranpo sonrió de nuevo, más relajado ahora, aunque un tanto confundido. —Hmm… si lo dices…
Pero para él, lo que realmente importaba no era la dieta ni la ropa ajustada, sino ese pequeño gesto, esa expresión sincera de Chuuya que le decía más de lo que las palabras podían expresar.
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