𖡡𖠃✎Omega𓅨

Advertencia: Ranpo es un Alfa que nunca se había visto atraído por nadie, independientemente del género o casta de la persona, se veía incapaz de verlo como algo más. Hasta que entendió porqué, él era Edogawa Ranpo, el mejor detective del mundo y necesitaba a un Omega tan increíble como él.

Ranpo sabía que no era tan extraño no interesarse por nadie, había deducido que quizás simplemente era una persona asexual y aromantica, lo cual era el combo perfecto para vivir en paz comiendo dulces y resolviendo casos.

No es como que afectara su vida el no estar atado a una Omega, y en lo que respecta a su celo pues al no verse atraído por nadie sorprendentemente podía mantenerse cuerdo, no desear a nadie ayudaba a no volverse loco.

Y en el trabajo era casi lo mismo, aunque se agregaba el hecho de que solo había Alfas en la Agencia, no por discriminación, simplemente así era, por azares del destino no había Omegas en la oficina. Cosa que no le gustaba mucho a cierto Alfa vendado.

—¡Chicos! — la llegada de Atsushi sobresaltó a todos, pues prácticamente había abierto la puerta tan fuerte que golpeó contra la pared.

—Atsushi-kun, ¿qué son esos modales al entrar? — el hombre se ajustó los lentes mientras iba a ver si la puerta no había terminado rota.

—¡Lo siento mucho! Pero quería despedirme de ustedes.

Podían ver cómo las lágrimas se empezaban a acumular en los ojos del albino, pero no se preocuparon, porque Atsushi era el menor de todos después de Tanizaki, Naomi y Kyouka, pero había una diferencia y es que Kyouka no era una llorona.

—¿Pediste permiso para retirarse antes? — preguntó Tanizaki, acostumbrado a que su compañero llorara.

La última vez que Atsushi lloró fue hace dos días, cuando utilizó su tiempo libre para ver videos de gatos, lo que lo llevó a videos de tigres, terminando en el albino llorando porque el tigre no consiguió cazar a la gasela y llorando aún más por pensar en la gasela muerta si el tigre la hubiera alcanzado.

—No. Es porque mi muerte está en la puerta. — un bufido molesto escapó de los labios de Dazai quien se levantó de su asiento de manera dramática.

—¿Viene por ti? Dile que también me lleve a mí — reclamó, pues le parecía hipócrita que la muerte buscara a Atsushi cuando él tanto ha procurado de llamar su atención.

Kunikida se agarró del entrecejo por unos segundos para calmarse, caminó hasta estar frente a Atsushi y colocó una mano en su hombro.

—¿Podrías explicar a qué te refieres? — preguntó, lo más calmado que pudo, a este paso tendría canas más temprano que tarde.

—Lo siento, no debí haberlo hecho, pero no pude resistirme — lloriqueo el albino recibiendo un zape del rubio lo cual lo dejó momentáneamente en shock.

Ranpo soltó una pequeña risa ante la escena, una de las mejores cosas de estar en la Agencia es que siempre pasaba algo. Sacó de su cajón una bolsa de dulces para disfrutar aún más del show.

—¡Deja de llorar! — ordenó seriamente viendo el labio del menor temblar aún más —¡Deja de llorar! ¿Qué pasó? — no sirvió de nada pues Atsushi solo miró la puerta de la oficina con dolor. —¡Deja de llorar hijo de tu perra madre!

—¡Kunikida-kun esa boca! —señaló Dazai con una sonrisa burlona.

Kunikida lo ignoró antes de agarrar los hombros de Atsushi para que lo mirara — ¡Deja de llorar, limpiate las lágrimas y tranquilízate porque de lo contrario te voy a hacer llorar de verdad!

Ante esa amenaza Atsushi finalmente dejó de llorar, podía sentir la mirada de todos en la Agencia sobre él, pero no estaba avergonzado, el miedo no le dejaba avergonzarse en esos momentos.

—¿Recuerdas a Chuuya-san? — preguntó con un pequeño hipido escapando inconscientemente de sus labios.

—¿Chuuya? — repitió el castaño con un nuevo interés en la situación.

Atsushi asintió hacia su mentor antes de regresar su vista a Kunikida —Yo, al parecer tiene una relación muy estrecha con... Akutagawa.

—¿El perro de la Port Mafia? — cuestionó Tanizaki para asegurarse de que estaban hablando del mismo.

Atsushi nuevamente asintió —Como sabrán, Akutagawa es un Omega...— todos a excepción de Ranpo y Dazai le miraron sorprendidos, pues ninguno sabía ese dato.

—Entonces Akutagawa tiene una relación con Nakahara-kun, ¿qué le hiciste a su Omega?

La pregunta de Naomi resonó en la habitación, si un Alfa como lo era Nakahara Chuuya estaba en busca de Atsushi por causa de Akutagawa Ryuunosuke era por algo grave.

—Peor — murmuró el menor mirando el suelo. —Akutagawa es como su cachorro, y yo me he estado acostando con Akutagawa desde hace meses — confesó dejando sin palabras a todos, pues nadie sabía esto, solo Ranpo y eso solo porque lo deduzco.

—¿Qué? Atsushi, solo los Omegas pueden catalogar a otros como 'sus cachorros'. Te debes estar confundiendo.

Atsushi negó con la cabeza confundido —Pero si Chuuya-san es un Omega — mencionó mirando a todos sus compañeros encontrándose con sus miradas incrédulas. —Ranpo-san...— murmuró dirigiendo su atención a su superior el cual había dejado caer su bolsa de dulces.

—¿Nadie se dió cuenta? Con lo enano que es — exclamó Dazai entre carcajadas ante la mirada atónita de los demás.

—¿Nadie sabía? — cuestionó suavemente, olvidándose momentáneamente del peligro que corría su vida. —¿Ni siquiera usted, Ranpo-san?

El mencionado salió de su shock rápidamente y sonrió con burla, aunque salió más como una mueca —Por supuesto que sabía, soy el mejor detective que existe.

En eso un golpe hizo saltar a todos en la oficina, dirigieron su atención a la puerta que anteriormente había cerrado Kunikida encontrándose con aquel ejecutivo del bando enemigo, quien mantenía sus ojos aterradoramente fijos en Atsushi.

—Juro que solo lo hicimos en dos posiciones — lloriqueo el albino pero eso pareció solo agravar el enojo en el mafioso quien avanzó hacia él tras cerrar la puerta en un nuevo golpe.

—La puerta...— murmuró entre dientes Kunikida mirando dicha puerta con pesar.

—¿Te atreviste a meter tus sucias manos en Ryuu y pensaste que no habría consecuencias? — cuestionó con una burla palpable, que solo lo hacía ver más aterrador.

—Lo siento, lo siento — repitió incansablemente el albino, sintiendo la mano enguantada de Chuuya rodear el cuello de su camisa, levantandolo con una facilidad impresionante.

—Nakahara-kun, comprendo su enojo y en verdad estoy apenado por las acciones de Atsushi-kun. Pero hay mejores formas de solucionar esto, sin violencia de por medio. — trató de calmarlo Kunikida colocando una mano en el antebrazo del pelirrojo quien ni siquiera lo miró.

Ranpo no podía apartar la vista de él.

Era absurdo. Ilógico. Él, el gran Edogawa Ranpo, el mejor detective del mundo, nunca se había sentido atraído por nadie. No había Alfa, Beta ni Omega que despertara en él el más mínimo interés romántico o carnal. Su intelecto estaba muy por encima de esas trivialidades.

Pero entonces, ¿por qué ahora?

¿Por qué, al ver a Chuuya gritarle insultos a Atsushi, lo único en lo que podía pensar era en lo obvio que era?

La cintura delgada, la piel tersa, la estatura pequeña, pero con una presencia que llenaba la habitación. La forma en que su voz rasposa vibraba en el aire, impregnándolo con un aroma que Ranpo nunca había notado antes, pero que de repente parecía lo único que importaba en el mundo.

Era embriagador.

—¡¿Creíste que no me enteraría, Alfa de cuarta?!

Chuuya estaba furioso, listo para lanzarse sobre Atsushi, pero Ranpo apenas procesaba lo que ocurría a su alrededor. Todo lo que su mente brillante captaba era la forma en que Chuuya se movía, el ardor en su mirada, la forma en que su cuerpo se tensaba con cada palabra.

Y entonces sucedió.

Chuuya giró de golpe llevándose consigo al pobre Atsushi quien sintió su cuerpo se presionado contra la mesa de Edogawa, Chuuya estaba acercándose demasiado a Ranpo en su enojo. No le estaba hablando a él, ni siquiera parecía consciente de su presencia, pero eso no impidió que Ranpo lo sintiera.

El aroma.

Dulce, pero no empalagoso. Intenso, pero no sofocante. Un equilibrio perfecto, como si estuviera hecho para él.

Sin darse cuenta, Ranpo inclinó ligeramente la cabeza, aspirando el olor como si su propio cuerpo lo buscara.

Oh, no.

¿Qué demonios le estaba pasando?

—Pensé dejarlo pasar, debido a que Akutagawa ya tiene veinte años pero, ¿acostarte con él sin darle su debido título? — reclamó presionando el rostro ajeno contra la mesa, Atsushi deseaba que lo ayudarán pero todos solo observaban la escena curiosos.

—¡Le juro que no tengo malas intenciones!

—¿Entonces dónde está el jodido título? ¿Qué es Akutagawa? ¿Tu novio? ¿Tu amigo? ¿Tú enemigo? ¿Qué mierda es? — preguntó con los ojos brillando ligeramente por la rabia.

—¡No lo sé! Todavía no hablamos de eso — pero eso no calmó la ira de Chuuya.

—Tú...— susurró Ranpo captando la atención de tanto Chuuya como de Atsushi.

Los ojos verdes del detective se encontraron con las esmeraldas brillantes y de un color azul tan hipnotizante que Ranpo no pudo hablar. ¿Cómo es que era el mejor detective del mundo y no se dió cuenta de que Chuuya era un Omega? Pasaron tiempo juntos cuando los encerró a ambos en aquel libro, pero no se había percatado de aquel detalle, solo se había quedado con el pensamiento de que el mafioso era un Alfa.

Chuuya lo miró con el ceño fruncido, todavía manteniendo a Atsushi presionado contra la mesa.

—¿Qué mierda quieres ahora?

Pero Ranpo no respondió. Solo lo miró, escudriñándolo, analizando cada pequeño detalle como si fuera la primera vez que lo veía. Y en cierto sentido, lo era.

Porque ahora todo tenía sentido.

La complexión delgada, pero fuerte. Los movimientos calculados, la forma en que su cuerpo se tensionaba con precisión felina. El aroma que, ahora que lo reconocía, no podía ignorar.

¿Cómo demonios no lo había notado antes?

—Ranpo-san… — Atsushi intentó usarlo como su salvación, pero el detective no le prestó atención.

Estaba demasiado ocupado con el descubrimiento más desconcertante de su vida.

Chuuya no solo era un Omega.

Era un Omega increíble.

Y por primera vez en su vida, Ranpo sintió algo parecido a deseo.

Fue repentino, sofocante. Un escalofrío recorrió su espalda, una sensación nueva e incómoda que lo hizo querer alejarse y acercarse al mismo tiempo. Nunca había experimentado algo así, nunca nadie había logrado que su cuerpo reaccionara de esa forma.

Pero Chuuya sí.

Y eso, más que cualquier otra cosa, lo aterraba.

—¡Chuuya-san! — nuevamente todos dirigieron su atención a la puerta ahora destruida para el pesar de Kunikida.

—Ryuu, deja que yo me encargue de esto — le dijo regresando su atención al albino que tenía prisionero pero sintió las manos de Akutagawa sujetarlo.

—Chuuya-san, entiendo lo que siente en estos momentos, pero por favor déjelo — pidió jalando a su superior, alejándolo de Atsushi con una facilidad que sorprendió a más de uno.

—Pero — intentó protestar manteniendo la mirada fija en aquel alfa albino que se estaba enderezando.

—No importa — lo interrumpió Akutagawa con su tono rasposo, pero firme. —Yo fui quien decidió acostarme con él, no necesito que lo golpee en mi lugar.

Chuuya entrecerró los ojos, visiblemente irritado, pero no discutió. En cambio, suspiró pesadamente y se pasó una mano por el cabello, como si intentara contener su enojo.

Ranpo, mientras tanto, seguía absorto en su propio mundo.

Porque ahora que lo sabía, era imposible no notarlo.

Cada movimiento de Chuuya tenía sentido. Su complexión, la manera en que su maldita cintura se curvaba ligeramente cuando giraba, la delicadeza en la estructura de su rostro a pesar de su expresión endurecida. Incluso su aroma, que antes le pasaba desapercibido, ahora era como una trampa de la que no podía escapar.

Era imposible.

Chuuya le molestaba. Siempre lo había hecho. Pero jamás lo había visto de esta forma.

Y era tan condenadamente irritante porque Ranpo nunca se había sentido atraído por nadie. Nunca había sentido esa chispa instintiva que los demás alfas describían.

Hasta ahora.

Chuuya le lanzó una última mirada a Atsushi y Akutagawa antes de dar media vuelta con un bufido molesto.

—No quiero volver a saber de esto.

Ranpo apenas fue consciente de cómo Chuuya pasaba a su lado, ni de la forma en que su aroma se intensificó al hacerlo. Su cuerpo reaccionó antes que su mente, girándose ligeramente en su dirección, como si quisiera seguirlo.

No.

No, no, no, no.

Esto no podía estar pasándole a él.

Akutagawa siguió a su superior, sin dirigirle la palabra a Atsushi en esos momentos, más adelante podrían hablar fuera de los ojos curiosos de la ADA.

Todos vieron como ambos mafiosos se retiraban, dejando las oficinas en un silencio sepulcral solo siendo cubierto por las risas de Dazai quien parecía haber presenciado el mejor show de la historia.

—¡Wow! Mr. Fancy Hat es tan increible— exclamó Kenji, con los ojos brillando de admiración manteniendo la mirada fija en dirección por donde se había ido aquel mafioso.

—Gracias por la ayuda — sonrió sarcásticamente el albino frotando sus costillas por el dolor de haber sido presionado sin piedad contra un escritorio.

—Podría decirse que lo tenías merecido — comentó Naomi con una sonrisa traviesa, apoyando su codo en el escritorio.

—Agradece que Akutagawa interfirió, o estaríamos limpiando los restos de tu cuerpo ahora mismo — añadió Tanizaki con una expresión divertida.

Atsushi bufó, sin ánimos de seguir discutiendo. Pero al menos ya había pasado el peligro inmediato.

—No puedo creerlo… — la voz de Ranpo los interrumpió.

Todos voltearon a verlo. El detective aún estaba en su asiento, con los ojos ocultos tras su flequillo, los labios apenas entreabiertos como si murmurara algo para sí mismo.

—¿Ranpo-san? — llamó Kunikida, frunciendo el ceño.

Ranpo levantó lentamente la mirada y su expresión era una mezcla de confusión y… ¿fascinación?

—Chuuya es un Omega…

Dazai se rió aún más fuerte, como si la situación fuera lo mejor que le había pasado en el mes.

—¡Qué reacción tan tardía, Ranpo! ¿Apenas lo procesaste?

—No — Ranpo negó lentamente, con una seriedad poco habitual en él.

La sala quedó en silencio, observándolo con curiosidad.

—Acabo de darme cuenta de algo peor…

—¿Qué? — preguntó Atsushi con cautela.

Ranpo frunció los labios, visiblemente molesto, y murmuró con evidente fastidio:

—Me gusta.

Todos lo miraron sin haber escuchado lo que había dicho, pero al ver cómo nuevamente parecía hundirse en algún rincón de su mente decidieron no pedir que lo repitiera.

Por su lado Ranpo se sintió extrañamente caliente, sus mejillas rojas sintiendo su corazón golpear contra su pecho de una manera que le quitaba el aire.

Estaba jodido.

Entró en celo. Por culpa de Chuuya. De Chuuya Nakahara.

Ranpo abrió los ojos con pánico y cubrió su rostro con ambas manos. No. No, no, no. Esto no podía estar pasando. Él, Edogawa Ranpo, el mejor detective del mundo, la mente más brillante de la Agencia, estaba entrando en celo.

Y todo por culpa de Chuuya Nakahara.

—Ranpo-san… — Kunikida lo observó con sospecha al notar cómo su respiración se volvía irregular.

—Estoy bien — respondió rápidamente, aunque su voz tembló levemente.

No estaba bien. Se sentía como si su piel ardiera, y lo peor era que su mente, en lugar de enfocarse en una solución lógica, seguía recordando la imagen de Chuuya: su cuerpo delgado pero fuerte, la curva de su cintura, la forma en que su ceño se fruncía con enojo, el brillo desafiante en sus ojos…

Ranpo dejó escapar un jadeo involuntario y se abrazó a sí mismo.

Estaba jodido. Estaba muy jodido.

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