𖡡𖠃✎El ladrón y su cazador𓅨

La lluvia caía con fuerza, empapando las calles mientras Chuuya corría, su respiración entrecortada mezclándose con el sonido de sus pasos rápidos. La bolsa que llevaba colgada al hombro pesaba menos que de costumbre, pero suficiente para que su carga justificara la caza que venía detrás de él.

—¡Nakahara, esta vez no te me escapas! —gritó Ranpo desde atrás, sin perder el aliento pese al suelo resbaladizo.

Chuuya sonrió para sí mismo, aunque no volteó. El juego era el mismo de siempre. Ranpo lo seguía, y él hacía todo lo posible por mantener la ventaja. Pero esta vez había algo diferente. Algo en la voz de Ranpo que sonaba menos juguetón, más decidido.

El ladrón dobló una esquina, adentrándose en un edificio abandonado para perderlo. El lugar estaba oscuro y olía a polvo y madera podrida. Perfecto para desaparecer entre las sombras.

Ranpo llegó segundos después, deteniéndose justo en la entrada.
—Chuuya, sé que estás aquí —dijo en un tono más calmado, aunque aún firme—. Este lugar no parece muy seguro. Sal antes de que pase algo.

Chuuya, escondido tras una pila de escombros, soltó una risa baja.
—¿Preocupándote por mí, detective? Qué considerado.

Ranpo suspiró y comenzó a caminar lentamente por el lugar, su linterna iluminando las paredes agrietadas.
—No me hagas sonar como un héroe. Solo quiero evitar escribir un reporte si esto se viene abajo contigo adentro.

Chuuya estaba a punto de responder cuando un crujido profundo resonó en el edificio. Ambos se congelaron.

—¿Qué fue eso? —preguntó Chuuya, asomándose ligeramente.

Ranpo levantó la vista, su expresión cambiando de calma a alarma en un instante.
—¡Sal de ahí! ¡Ahora!

Pero antes de que pudiera moverse, el techo cedió.

El sonido del colapso fue ensordecedor. Una nube de polvo llenó el aire mientras los escombros caían alrededor de ellos. Cuando todo se calmó, el silencio era casi tan opresivo como el peso de los restos del edificio.

Chuuya tosió, apartando los escombros que lo rodeaban. Su pierna estaba atrapada bajo una viga, y un dolor punzante le recorría el cuerpo.
—¡Ranpo! —gritó, su voz resonando en el espacio cerrado.

—Estoy aquí... —respondió Ranpo débilmente desde el otro lado, aunque su tono seguía siendo irónicamente calmado.

Chuuya trató de liberar su pierna, pero era inútil.
—¿Dónde estás?

—Unos metros más adelante. Estoy bien, solo... un poco atrapado.

—¿Y ahora qué, genio? —bufó Chuuya, forzando una sonrisa a pesar del dolor—. ¿Vas a deducir cómo salir de esta con tu gran cerebro?

Ranpo soltó una risa seca.
—Eso haría, pero parece que esta vez no hay mucho que deducir.

El silencio se extendió entre ellos por unos segundos, roto solo por el sonido de la lluvia que seguía golpeando el techo parcialmente colapsado.

—¿Por qué sigues haciendo esto? —preguntó Ranpo de repente, su voz más seria—. Robar, huir, jugar al ratón.

Chuuya se recostó contra los escombros, su mirada fija en el techo destrozado.
—¿Y por qué sigues persiguiéndome? —contraatacó.

Ranpo sonrió, aunque no podía verlo.
—Tal vez me divierte. Tal vez quiero atraparte. O tal vez... no quiero que otro idiota con un arma te encuentre antes que yo.

Chuuya no respondió de inmediato. Había algo en el tono de Ranpo que lo hizo sentir una punzada en el pecho.
—¿Qué pasa contigo, Edogawa? No pareces un policía típico.

—¿Y tú no pareces un ladrón típico? —replicó Ranpo.

Chuuya dejó escapar una carcajada suave, pero el dolor en su pierna lo hizo callar rápidamente.
—Supongo que eso nos hace un par interesante.

Ranpo suspiró.
—¿Puedes moverte?

—No, mi pierna está atrapada.

—Genial, entonces tendremos tiempo de sobra para hablar hasta que lleguen los refuerzos.

Chuuya rodó los ojos.
—Eres un fastidio, ¿sabes?

—Y tú eres el ratón más terco que he conocido —respondió Ranpo con una sonrisa que, a pesar de todo, Chuuya pudo imaginar.

Aunque la situación era desesperada, ambos encontraron consuelo en la voz del otro. Y mientras el tiempo pasaba, algo cambió entre ellos. No era solo un juego de caza y huida; era algo más profundo, algo que ninguno de los dos estaba listo para admitir todavía.

Tal vez la noche no terminaría como siempre. Tal vez esta vez, algo en su juego cambiaría para siempre.

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