-Miradas de Basilisco-

Sin duda, Monsieur dela Cour jamás creyó estar en una situación de alto riesgo, claro, no estaba huyendo de dragones, ni cazando mortifagos ni mucho menos luchando con Tom Riddle.

Pero, el francés, hubiera preferido mil veces cualquier cosa que esa.

Sentados en las gran mesa de la Mansión Riddle, Monsieur terminaba de desayunar mientras  escuchaba a los lejos las palabras de su esposa y su hija Fleur acerca de los preparativos de la fiesta de Elle, la rubia hija de Fleur.

Monsieur quito su vista del plato y la alzo lentamente topandose con cuatro miradas oscuras y con dos pares de ojos azules que lo miraban con atención. Sin duda, sus nietos habían heredado la misma forma de mirar de su padre, Victor Riddle quien detrás de una copa de vino blanco lo miraba con atención.

El hombre quien había desposado a su hija lo miraba con atención, podía jurar que en sus ojos negros se podía ver el iris del joven alargado, como de una serpiente. Victor sonrió ante la mirada de su suegro y al fin hablo rompiendo la atención entre ambos

-¿Que pasa Monsieur? Tal parece que has visto un fantasma- rio Victor alzando la ceja.

Si duda, molestar a su suegro, a Marcos Carrow y a su primo Draco eran sus pasatiempos favoritos. El hombre rubio observo la silla vacía que su yerno habia aparecido a su lado, bajo la mirada del hombre Monsieur tomo asiento a su lado.

El hombre casi pega un grito de espanto al mirar a Naggini debajo de la mesa observandolo con atención.

-Dudo que quieras escucharlas- señaló Victor a su esposa y suegra quienes hablaban en francés - No creo que quieras que te confeccionen un vestido también para ti

Monsieur lo fulmino con la mirada haciendo sonreir a Victor.

-Sabes, no te odio

Ambos hombres se miraron.

-¿Entonces?

-Te detesto- sonrió Victor y Naggini trepó por la cabecera de la silla hasta llegar hasta arriba, luego la serpiente se enredó en el cuello de su amo y miro fijamente al recién llegado- ¿Quieres tocar mi serpiente?

Victor, su hijo, escupió el vino y miro hacia otro lado ante la mirada de su padre, sin duda, juntarse con Hyperon Malfoy no era nada bueno, siempre le encontraba el doble sentido a cualquier palabra pero esa estaba más expresada.

Victoria sonrió de lado y paso sus manos pálidas sobre las escamas de la serpiente.

-Monseiur- sonrió Victor dejando la copa frente a el- Ya hemos pasado con esto, casi...- chasqueo la lengua y miro a sus hijos mayores- Veinte años con esta guerra cuando desde el inicio la tenías perdida- Claro, sin contar los años en Beauxbatons y Hogwarts

Monsieur rodó los ojos y miro hacia la ventana donde los rayos se filtraban a través de ella

-¿Podríamos dejar nuestras diferencias de lado e intentar llevarnos bien? O ¿Deja que Naggini te trague y se arregla el problema?

-¿Y como quieres arreglar un problemas de veinte años Victor? Jamás nos hemos llevado bien ¿Porque deberíamos hacerlo ahora?- pregunto el francés y sonrió de lado- vive notre haine

Victor alzo una ceja y sonrio de lado

-Porque no mejor, vive notre dynastie

Monseiur se quedó callada cayendo en cuenta en ello, odiaba aceptarlo, pero al final de todo el apellido Riddle habia vuelto a tener importancia en el mundo mágico y de forma positiva, sin duda su hija había hecho una buena elección, al menos una de sus hijas habia logrado algo. Miro de reojo a su hija Gabrielle de treinta y cinco años quien por fin se casó con Rolf Scamander, un hombre viudo nieto de Newt Scamander el famoso magizoologo y ahora su hija estaba con el siendo la madre suplente de Lorcan y Lysander.

-Los niños Scamander también vienen siendo mis nietos.

-Pero no de sangre- sonrió de lado Victor- Para tu desgracia, los únicos nietos que llevan mi sangre son mis hijos

-Sangre o no lo son- sentenció Monseiur

Victor asintio ante ello, observo lejos de él los gemelos Scamander platicar animadamente con Kreacher, un elfo doméstico a su servicio y sonrió de lado

-Y tus hijos tambien

El hijo de Voldemort sonrió ante ello y lo miro. Monseiur levantó la copa y hablo

-Despues de todo, vive notre dynastie

Victor alzo su copa y la choco con el hombre, pues, por primera vez en la vida ambos se habían aceptado después de tantos años.



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