-Amor de hermanos-
Cruzada de brazos observo a la lejania sin ser vista de un chico pelinegro besando una chica rubia de Hufflepuff. Aprieto la escoba en mis manos con cierto odio y de mala gana me alejo a paso rapido del lugar.
Varios niños pasan a mi lado, alguno que otro se atreve a meterse conmigo, pero tras la mirada que les mando se quedan callados o huyen de mi. Llego hasta las mazmorras y abro la puerta de golpe encontrandome con Draco quien escribe en un pergamino algo.
-Largo-ordeno a los otros estudiantes de la casa que no conozco, uno por uno comienza a tomar sus cosas y salen disparados del lugar.
El rubio mi mira sin entender que me sucede, arrojo con enojo la Nimbus 3000 al piso y me siento en un sillon plata con la mirada perdida.
¿Como pude creer que el amor era cierto? Que estupidez.
-¿Que te pasa?- pregunta el rubio sin mirarme.
-Nada que te importe- suelto con frialdad.
Draco alza la vista de su pergamino y me miro con los ojos entrecerrados.
¿Por que me tuvo que gustar? ¿Por que no segui su consejo? ¿Por que yo? Me pregunto una y otra vez. Sus ojos platas se vuelven frios y quito la vista mirando todo menos a el.
-Se trata de Street ¿Verdad?- preguntó con voz filosa.
Trago saliva y enfreto de nuevo sus ojos, este me mira con los ojos entrecerrados.
-Si, pero ya paso-conteste con enojo.
-¿Ya paso?- pregunto con ironia mi hermano, se giro a ver por toda la sala y camino hacia la mesa por su varita.
-No es necesario- hable cuando apreto la varita en su mano.
-Oh, claro que lo es- contesto mirandome.
La puerta se abrio de golpe y entraron todos los amigos de Draco, entre ellos los leones, mi hermano se giro a la castaña que portaba su tunica verde.
-¿Que hacen aqui?- pregunto intentando sonar tranquilo, cosa que no le salio ante las miradas que le dieron.
-Si no la controlas no la fumes- señalo Theo tirandose en el sillon plata.
Hermione miro al rubio con el ceño fruncido por su actitud. Sabia que aun era cruel pero habia algo extraño en todo eso.
-¿Que pasa aqui?- pregunto en voz baja la castaña mirando a Draco.
El rubio se paso su mano por el cabello despeinandolo y solto un suspiro.
-Nada...-mintio mi hermano y cambio su mueca por una sonrisa dulce. Encerio habia cambiado mucho.
La puerta se abrio de nuevo sobresaltandome y fue cuando supe que se armaria la tercera guerra magica, conocia a Draco no se quedaria callado. El rubio se giro a ver quien habia entrado y cambio su sonrisa por una mueca de disgusto, tomo su varita y camino hacia el recien llegado.
-¿Que haces aqui?-pregunto arrastrando las palabras.
-Aqui duermo- contesto el pelinegro ante la actitud tan cortante del rubio.
Draco tomo al chico de la camisa y lo atrajo a el de golpe. Marcos por su parte veia a todos lados esperando una respuesta de la situacion.
-Draco, recuerda las terapias de Madamme Pomfrey, antes de matar a alguien repite: uno, dos, tres, cuatro. Cuatro, tres, dos...- decia
-¡Al demonio las terapias con Pomfrey!- contesto el rubio interrumpiendo a Blaise, la mirada plata se poso en los ojos negros del chico quien tenia agarrado- Alejate de mi hermana, estupido.
Marcos se fruncio el ceño ante el comportamiento del chico, miro a todos buscando una respusta pero ninguno se la dio.
-No se de que estas hablandome- contesto con tranquilidad el pelinegro.
-¡No te hagas el estupido!- le grito Draco sobresaltando a todos, Crabbe y Goyle corrieron de la sala con temor- No puedes andar con todas al mismo tiempo Street; te ordeno que te alejes de mi hermana.
Marcos miro a la rubia quien no le bajo la mirada en ningun segundo, luego la vista del pelinegro se en el rubio.
-Fue un mal entendido- aclaro el chico lentamente.
-No me importa, solo alejate- ordeno.
Marcos alzo los brazos y miro a ambos rubios.
-Oppugno- conjuro Agatha, enseguida unos pajaros volaron en su cabeza, luego fueron directo al chico quien corrio a la puerta y salio de la sala.
Agatha se dejo caer en el piso y fijo su vista plata en el piso apartando las lagrimas para no llorar. Draco se sento a su lado y la abrazo, esta de inmediato se abrazo a el apretandolo mientras el rubio pasaba su mano por su cabellera.
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