Día 7 » Bajo la lluvia
Día 7
Tema libre: Festival de primavera
Mundo real, actualidad
Koby y Rebecca
Ser la hija de uno de los políticos más importantes de Japón no era tan fantástico como algunos podían pensar.
Es cierto que tenías una vida llena de lujos y podías permitirte algún capricho, pero Rebecca echaba en falta algunas cosas de una vida normal.
Jamás había tenido una amiga de verdad. Casi todas las chicas que se habían acercado a ella había sido por interés, pero jamás habían estado en los momentos que más necesitaba a alguien. Además, iban desapareciendo cuando conseguían lo que querían o cuando veían que no podían conseguirlo.
Además, era una fastidio tener que ir a todas partes con guardaespaldas detrás. Sentía que no tenía intimidad. Siempre vigilada, siempre ojos posados encima de ella, observando cada movimiento. Incluso entrometiéndose en situaciones que ella misma pensaba que podía manejar sola.
—Papá... —murmuró la joven de cabellos rosados, asomando tímidamente la cabeza en el despacho de su padre.
—¿Qué pasa, cariño? —preguntó Kyros, apartando momentáneamente la vista de sus papeles esparcidos sobre la mesa.
—Es que... Bueno, es primavera y todavía no he ido a ningún festival —comenzó a explicar ella—. Me gustaría ir al festival de las cometas, en Hamamatsu. He visto vídeos y es muy bonito. Es este fin de semana.
—Está bien, buscaré a alguien para que te acompañe —dijo su padre, cogiendo rápidamente el móvil para hablar con sus contactos.
—¿No podríamos ir nosotros tres? Tú, mamá y yo —propuso ella, con algún atisbo de esperanza.
—Sabes que estamos ocupados... No podemos irnos un día entero —le recordó él, algo apenado.
—No quiero ir con guardaespaldas... —murmuró ella, frunciendo el ceño ligeramente. No quería molestar a sus padres. Sabía que tenían mucho trabajo, pero... ¡Un momento! Una idea le vino a la mente—. ¿Puedo pedírselo a uno de tus trabajadores? Pero que me acompañe como amigo no como guardaespaldas...
—¿Cómo amigo? —preguntó Kyros, alzando una ceja.
Sabía perfectamente que se refería a ese jovencito que llevaba poco más de un año trabajando para ellos. Koby, ese chico educado y amable. Muy bueno en su trabajo. O al menos eso había demostrado durante ese tiempo.
Les había visto hablar alguna que otra vez. Rebecca solía reírse mucho cuando estaba con él, y el chico siempre respetaba las distancias y la trataba con cortesía. ¿Por qué negarse a esa petición? Ya que no podía contentar a la pequeña con su presencia, que mínimo que aceptar su propuesta.
—Sí... Sin controlarme y sin uniforme de trabajo —aclaró Rebecca, en un intento de explicar a qué se refería "como amigo".
—Sí, claro. Puedes proponérselo a quien quieras —accedió él—. Te prometo que buscaremos un hueco lo antes posible y pasaremos un fin de semana de vacaciones nosotros tres.
—Gracias, papá —agradeció la joven, sonriente, al mismo tiempo que se acercaba corriendo para darle un beso.
Aceleró el paso y caminó velozmente por los pasillos de la mansión. Tenía que buscar a Koby y proponérselo. Él no era como el resto de los trabajadores. Era muy simpático y hablaba más con ella.
¿Dónde podía estar? Después de dar varias vueltas por la vivienda, acabó divisándolo en una de las puertas traseras del jardín.
—Hola, Koby —saludó, sonriendo dulcemente.
—Señorita Rebecca —saludó él, inclinado la cabeza.
—Te he dicho mil veces que no me llames señorita, solo Rebecca —le recordó ella, haciendo un mohín de enfado. El chico sonrió, mientras se rascaba la cabeza. Estaba adorable hasta enfadada—. Quería... Pedirte algo.
—Sí, lo que sea.
—No es una orden —aclaró la joven, antes de todo—. Este fin de semana hacen el festival de cometas en Hamamatsu y era por saber si te gustaría que fuéramos juntos. No de guardaespaldas, sino como una salida de amigos.
Koby se quedó algo sorprendido ante aquella propuesta. No sabía exactamente qué responder. Tenía los fines de semana libres, así que podía aceptar. Estaba seguro de que pasar un día con ella sería genial.
Había imaginado a la hija de aquel político como una niña de papá, egoísta y malcriada. Sin embargo, se sorprendió al conocerla. Era amable, agradable y siempre dispuesta a ayudar. No solía dar problemas a nadie. Además, le parecía una chica muy simpática y graciosa.
La cuestión era que no quería problemas en su trabajo. A veces, cuando se distraía hablando de más con ella y se daba cuenta de la situación, miraba de reojo a su alrededor. Tal vez el señor Kyros estaba observando y pensara que quería algo extraño con su hija.
A sus diecinueve años, aquel chico de cabellos rosados todavía no tenía experiencia con chicas; pero eso su jefe no lo sabía, así que podía mal pensar.
Los dos estaban mirándose fijamente. Koby notó que Rebecca estaba comenzando a impacientarse. Era difícil negarle algo cuando miraba con aquella carita.
—Bueno, estaría bien. Siempre y cuando tu padre lo apruebe —respondió él, finalmente. La chica suspiró, aliviada.
—Mi padre ya ha aceptado —anunció, contenta—. Lo vamos hablando, ¿vale? Ahora tengo que irme a hacer deberes. Este último año de instituto ha empezado bastante duro. Tengo que esforzarme.
—Sí, venga, tu profesora de repaso estará a punto de llegar —la instó Koby.
Rebecca inclinó la cabeza a modo de despedida y comenzó a andar por el camino que llevaba a una de las puertas principales de la mansión. El chico la observó mientras se alejaba. ¿Por qué la primera y única chica que me gustaba era inalcanzable?
[•••]
Rebecca miraba con impaciencia la pantalla en la que aparecía el nombre de la próxima parada. Estaban a punto de llegar.
—Vamos, vamos. Ya hemos llegado —dijo la joven con emoción. Se levantó del asiento antes de que el tren parara y su acompañante hizo lo mismo.
Allí mismo, fuera de la estación de tren, cogieron un taxi para que les llevara hasta la zona donde se celebraría la final del festival de cometas. Era en una explanada cerca de la playa de Nakatajima.
Por suerte, fueron previsores y no había mucha gente cuando llegaron. Aunque no consiguieron colocarse en primera fila, encontraron un buen lugar. De todas formas, lo interesante pasaría en el aire, así que no había problemas.
En unos minutos, la explanada comenzó a llenarse de espectadores. Poco después, los finalistas del campeonato salieron al campo.
El cielo no tardó en llenarse de coloridas cometas. Aquel espectáculo de colores combinado con la música de fondo era algo mágico.
Sin embargo, la batalla debía comenzar. Cada equipo debía enredar los hilos de sus cometas con los de sus contrincantes, hasta que se partieran y la cometa perdedora cayera al suelo.
—¿Cuál crees que ganará? —preguntó la chica, mirando fijamente al cielo—. Yo creo que...
—Esa —murmuraron a la vez, señalando la misma.
Se miraron y se rieron, por haber coincidido. Estaban conectados. Y, además, acertaron. La cometa que habían señalado fue la del equipo ganador.
Después del campeonato, ambos jóvenes se acercaron a la zona donde había un mercadillo montado, por motivo del festival.
Había diversos puestos de comida, actividades y productos varios. Decidieron comer algo allí y pasar unas horas más, para aprovechar el viaje.
Cogieron dos cuencos de ramen y unos takoyaki recién hechos. Tardarían bastante en enfriarse, así que tenían tiempo de acabarse el plato principal.
Caminaron por uno de los parques que había cerca de aquel mercadillo. Había varias familias repartidas por la zona de hierba, pero lograron encontrar un hueco para ellos.
Estuvieron durante un buen rato recordando anécdotas divertidas de las veces que Koby le había tocado escoltar a Rebecca, de forma individual o en grupo. Les encantaba rememorar esos momentos.
Le encantaba hablar con él. Lo pasaba también bien junto a ese chico... No era como con los otros trabajadores, aunque también eran amables. Koby era alguien especial. Era lo más parecido que tenía a un amigo.
—Eres genial, Koby —murmuró, entre risas, mientras le rodeaba con los brazos y apoyaba la cabeza en uno de los hombros del chico.
—Exageras... —El chico notó cierto calor en sus mejillas. Debía haberse sonrojado.
No tardaron en notar como las gotas de lluvia comenzaban a caer del cielo. Primero una, en el dorso de la mano. Otra, en la mejilla. Después, cogió fuerza.
Todas la gente que estaba sentada en el jardín, incluidos los dos jóvenes, comenzaron a recoger todo rápidamente y buscar sitio para resguardarse.
—Espera, Rebecca, llevamos paraguas —le recordó el chico. Lo abrió rápidamente.
La chica de cabellos rosados se acercó hasta Koby y se pegó a él lo más posible. Él rodeó la cintura de la joven con la mano que le quedaba libre. Aunque hacia reaccionado rápido, no había podido evitar acabar completamente mojados.
—Estás empapada —comentó el chico. Acercó su mano hasta el rostro de Rebecca, para apartar algunos cabellos que se habían quedado pegados a su mejilla.
—Igual que tú... —murmuró ella, imitándole. Koby sintió un cosquilleo por dentro cuando los dedos de la chica rozaron su piel.
Se quedaron allí, quietos, cubiertos por aquel paraguas y con los ojos perdidos el uno en el otro.
—Rebecca, yo...
Ella no escuchaba, su corazón latía con fuerza y retumbaba en sus oídos. ¿Por qué se sentía de esa forma ahora que Koby estaba tan cerca?
No sé lo pensó dos veces. Hizo lo que su cuerpo pedía. Se puso de puntillas y junto sus labios con los del chico, tan solo durante unos segundos.
Él se quedó anonadado. Todavía no acababa de creérselo. Él preocupado por si sería demasiado atrevido y ella se había lanzando como si nada.
Koby soltó el paraguas y posó ambas manos en el rostro de la joven. Se inclinó para volver a unir sus labios.
Esta vez, el beso fue más apasionado y profundo. Rebecca se sobresaltó cuando su lengua y la del chico se encontraron, pero no se apartó. Se sentía bien.
Continuaron de aquella forma, saboreándose mientras la lluvia caía sobre ellos. Sin importarles nada, como si el tiempo se hubiera parado. Tuvieron que separarse para buscar aire.
—Yo... No sé si esto está bien —confesó Koby, algo preocupado, todavía con la respiración entre cortada.
—Claro que está bien... ¿No te ha gustado? —preguntó ella, algo nerviosa. Su primer beso.
—¡Claro que sí! —respondió él, rápidamente, sujetándole los hombros con delicadeza—. Es solo que... Tu padre... Estoy trabajando para vosotros. No creo que se lo tome bien.
—¿Por qué mi padre debería enterarse? —cuestionó, algo confundida. Estaban lejos. Nadia había visto nada.
—Porque... No me gustaría que esto se quedara solo en un beso —aclaró Koby—. Me gustas. Me gustas para... Bueno, ya sabes.
—¿Para muchos besos más?
—Para todos los besos que tenga que dar en mi vida —corrigió el chico.
—Oh, entonces sí que vamos a tener una buena charla con mi padre —dijo Rebecca, sonriente. Él asintió, algo nervioso—. Venga, vamos a por un taxi. O al menos a buscar un techo.
—Sí, vamos —murmuró, mientras abría de nuevo el paraguas.
Lo que ambos no sabían es que no habría ningún problema con Kyros. Él estaba más que encantado de que su hija estuviera con un chico como Koby: trabajador, educado, amable... Eso sí, deberían esperar a que Rebecca acabara ese año el instituto. A penas se llevaban dos años, pero era mejor esperar. Y, después de ese año, más le valía encargarse de cuidarla como era debido.
Y así sería.
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