Día 3 » Inimaginable

Día 3
Tema: Red social
Mundo Real, actualidad
Law y Lectora

(Narra Law)

Por fin, después de una dura jornada de noche en el hospital, cerraba la puerta de casa tras de mí.

Caminé por el pequeño pasillo que conectaba el recibidor con el salón y me dejé caer sobre uno de los dos sofás negros. ¡Por fin! Algo de comodidad después de casi toda la noche en el quirófano. Aquel sábado había habido muchas urgencias. No tenía sueño. No solía dormir mucho, pero lo intentaría. Si no, al menos, descansaría unas cuantas horas.

Unas horas después, me desperté con un ligero dolor de cabeza. Al parecer me había quedado dormido durante un rato, y no me había sentado del todo bien. Ni si quiera recordaba la última noche que había dormido de una manera adecuada. Sin embargo, era mejor así. Lo prefería antes que aquellas pesadillas que solía tener siempre y no afectaba a mi rendimiento en el trabajo.

Me levanté del sofá. Era momento de preparar algo de comer. Estaba tan cansado que ni si quiera me había puesto el pijama al llegar, así que fui primero a la habitación antes de ponerme a cocinar. Pescado a la parrilla y algo de arroz blanco, una de mis combinaciones favoritas.

Una vez listo, me senté en el sofá para comerlo mientras veía un canal de documentales. Las noticias todavía no habían empezado. No solía ver mucho la tele. Cuando tenía tiempo libre aprovechaba para leer, excepto mientras comía.

Adoraba aquel ambiente tranquilo. Durante casi toda mi época de estudiante había compartido piso con mis tres mejores amigos. Sin embargo, cuando comencé mi trabajo en uno de los hospitales de la ciudad, decidí buscarme un piso para mí solo.

Había sido una de las mejores decisiones de mi vida. No había nada como vivir solo. No es que me hubiera alejado por completo de mis amigos, todavía seguía quedando algún viernes o sábado que tuviera libre para tomar algo en algún bar.

Después de estar viviendo poco más de un año a solas, me apetecía algo de compañía. No compañía humana, pero estaba pensando en adoptar una mascota. No dudé ni un segundo en que lo mejor sería un gato. Independientes y limpios. La compañía que necesitaba.

Dejé los cubiertos encima del plato y cogí el móvil de la esquina de la mesa donde lo había dejado. Penguin me comentó que tal vez por redes sociales podía encontrar algún gato que necesitara ser adoptado.

No solía usar redes sociales, pero mis amigos me las descargaron para poder etiquetarme en las fotos que subían. Dijeron que, aunque no las usara, querían poder poner mi nombre en las fotos. En fin, estupideces. Mientras tuviera espacio para descargarme otras aplicaciones que de verdad me resultaran útiles no me importaba.

Pulsé sobre el icono del Instagram con la yema del dedo. No sabía muy bien cómo funcionaba, pero tampoco debía ser muy difícil. Puse un hashtag relacionado con "adoptar gato" y no tardaron en aparecer miles de imágenes de felinos.

Estuve un buen rato buscando y leyendo varias publicaciones, ya que las cuentas eran de distintas ciudades del país y algunas estaban bastante lejos de mi zona. Finalmente encontré algo interesante. No era en el distrito de Shibuya, pero estaba cerca. Era el Instagram de una gata negra que, al parecer, había tenido hace poco varios bebés. Había un post presentando cada uno de ellos. Cuando vi la foto del tercero, supe que no debía seguir buscando. Ese era el indicado, su pelaje era blanco como la nieve y sus ojos eran de color grisáceo.

Había muchos comentarios, pero no indicaba que estuviera ya adoptado. Pulsé para redactar un mensaje privado. Estuve unos segundos pensando que escribir, hasta que por fin lo envié. Tan solo quedaba esperar la respuesta.

Me fijé en la hora y me levanté del sofá. Debía empezar a prepararme para volver al hospital. Limpiaría un poco la casa y comenzaría a vestirme.

[•••]

Otro turno de noche finiquitado, aunque ese había sido más tranquilo que el anterior. No miré el móvil hasta llegar de nuevo a casa. No solía utilizarlo mucho, pero recordé que tenía una respuesta pendiente. Abrí la aplicación al mismo tiempo que me quitaba la chaqueta y la colgaba en el perchero de la entrada. Ahí estaba la respuesta.

«Me alegra que estés interesado. Me gustaría hacerte algunas preguntas antes de confirmar la adopción. Quería saber tu edad, tu trabajo, si vives solo o acompañado, si tienes más mascotas y cuál es tu distrito».

Bien. Era correcto informarse apropiadamente sobre la persona que iba a adoptar uno de tus gatos. Mientras caminaba hacia mi habitación comencé a responder las preguntas: veintisiete años, médico, solo, sin mascotas y distrito de Shibuya. 

Estaba acabando de ponerme el pijama cuando escuché el sonido de mi móvil. Nueva notificación en Instagram.

«En el distrito de Shibuya, ¡genial! Está bastante cerca del mío. Yo vivo en Harajuku. Es que bueno, tal vez algún día podamos quedar para juntar a los gatitos con su madre y hermanos. Por eso prefiero que la gente que los adopte este cerca. No siempre, pero tal vez de vez en cuando. Si no es mucha molestia».

No me hizo mucha gracia al principio, ya que juntar a los gatos significaba tener que quedar con desconocidos y conocer a gente nueva no era una de mis aficiones.

«Me da mucha pena tener que darlos en adopción, pero no puedo encargarme de todos ellos. Mi gata hizo un amigo callejero y, bueno, no estaba previsto todo esto. Sé que estar con alguien que pueda cuidarles bien es lo mejor para ellos».

¿Por qué me estaba contando tantas cosas? Ni si quiera había preguntado. Es más, ni si quiera me había negado todavía a hacer aquellas quedadas puntuales. No era necesario que tratara de convencerme. Finalmente accedí a su propuesta.

«Perfecto. Tan solo hace un mes que nacieron, así que habrá que esperar dos meses más para poder separarles. Puedes ir pensando el nombre que quieres ponerle. Te iré mandando alguna foto suya de vez en cuando».

Tenía claro el nombre desde el momento en que vi la imagen. Se llamaría Bepo, igual que aquel pequeño oso polar que yo y mi hermana cuidamos aquel verano que viajamos con nuestros padres para ayudar como voluntarios. Hacía tantos años de eso... Sacudí la cabeza. No debía entristecerme por aquellos recuerdos. Aquel nombre era un homenaje a los buenos tiempos. Estaba seguro de que, allí arriba o dónde quiera que estuviera, mi hermana estaría sonriendo por mi idea.

¿Era estúpido, verdad? No creía en la existencia de nadie superior a nosotros y siempre había pensado que, cuando las personas morían, desaparecían para siempre. Sin embargo, me venían de vez en cuando aquellos pensamientos sobre mi hermana.

[•••]

Habían pasado ya cuatro días desde que se firmó la adopción. Tan solo quedaban veintiséis días para que Bepo se mudara a mi casa. Aquel pequeño sentimiento de ilusión se me hacía extraño, ya que hacía tiempo que no me sentía así. Era lo único que me emocionaba aparte de mi trabajo.

Aquel fin de semana había comenzado el turno de tarde, así que esa noche por fin pude cenar en mi casa desde hacía un par de semanas. Estaba escuchando tranquilamente las noticias, acabando de comerme el último onigiri cuando escuché sonar mi teléfono. Pensaba que serían mis amigos recordando de nuevo lo de tomar algo el sábado, pero era un mensaje del Instagram.

Era un vídeo de Bepo jugando con los auriculares de un móvil, los golpeaba con sus pequeñas patas e intentaba mordisquearlos. Al final del video se escuchaba una voz femenina regañando a otro de los gatos y se cortaba la imagen de repente. Así que la dueña era una chica.

«Disculpa por el final tan brusco, pero la casa se ha vuelto un caos con tanto gato. Parezco la loca de los gatos. A parte de todos los que tengo en casa también trabajo en un café de gatos».

No entendía exactamente por qué me contaba tantas cosas sobre ella, pero durante esos dos meses, acabó convirtiéndose en una costumbre. Y, la verdad, no tenía queja. En casi todos los vídeos que mandaba, aparecía algún momento gracioso de manera espontánea que me sacaba alguna que otra sonrisa.

Ella era la que más escribía. Incluso llegó a confesarme que se sentía a gusto contándome las cosas a mí. Al parecer, no tenía muchas amigas y las que tenía estaban ocupadas, con sus novios y sus trabajos. Aunque seguían hablando y quedando de vez en cuando, las cosas habían cambiado mucho desde que acabaron la universidad el año anterior.

Yo también acabé contándole ciertas cosas sobre mí. Cosas que jamás imaginé que hablaría tan abiertamente con alguien. Sobre la muerte de mi familia, las pesadillas que tenía cada vez que me quedaba dormido...

Aquella conexión que había surgido durante esas semanas era increíble. Era interesante el hecho de que fuera más sencillo abrirte de esa manera con alguien desconocido, a través de una pantalla. Como si te sintieras menos vulnerable y juzgado.

Me gustaba aquello. Si unas semanas atrás me hubieran contado que acabaría así, no lo hubiera creído. Enganchado a una red social y comunicándome tan seguido con otra persona. Inimaginable. Mis amigos no lo creerían, si es que algún día llegaba a explicarlo.

[•••]

Finalmente, llegó el día en el que debía conducir hasta el distrito de Harajuku para recoger a Bepo en persona, y no solo eso, también vería a (TN) por primera vez.

Por una parte, tenía curiosidad por saber cómo era. Tal vez podía llegar a gustarme. Es decir, ya me gustaba, jamás me había sentido tan bien hablando con una chica. Tampoco es que lo hubiera intentado otras veces, tal vez cuando era más joven, pero nunca había acabado surgiendo nada.

Ni si quiera había hablado del tema con ella. Tampoco sabía si yo le gustaría. Ella tampoco había visto ninguna imagen mía. Nunca había subido una foto al Instagram y tenía seleccionada la opción de que no aparecieran las fotos en las que se me etiquetaba.

¿Cómo sería ella? No es que lo que más me importara de una chica fuera el físico, pero la atracción física es algo importante. No necesitaba que tuviera una cara perfecta o un cuerpo de infarto que hiciera que todos los hombres babearan por ella. Simplemente necesitaba que me gustara a mí, y tenía bastantes puntos a favor después de aquellos dos meses conversando. Aunque debía echar el freno. Me estaba montando yo solo la película. Probablemente recogería el gato y allí se acabaría todo, hasta que tuviera lugar alguna de esas estúpidas quedadas con los nuevos dueños.

Habíamos quedado en la cafetería en la que ella trabajaba. Tal vez en otro lugar no admitieran la presencia de animales, así que fue una elección acertada.

Usando el Google Maps llegué hasta el lugar indicado con facilidad, lo complicado fue encontrar sitio para aparcar. Aun yendo con el coche tuve que caminar un buen rato hasta llegar a la puerta de aquella cafetería.

Cuando entré al local, mi corazón comenzó a latir más fuerte de lo normal mientras buscaba a (TN). Paseé la mirada por todo el local, mientras de fondo se escuchaban los murmullos de la gente y una suave música de ambiente.

Continué buscando hasta que por fin di con ella. La reconocí porque llevaba a Bepo en su regazo. Le acariciaba y jugaba con él mientras sonreía dulcemente. Sentí un gran alivio en mi interior al descubrir que me gustaban tanto por dentro como por fuera. Aunque debía recordar que eso no significaba nada.

Me acerqué lentamente y, una vez estuve lo suficientemente cerca, tosí levemente para llamar su atención. Ella alzó la cabeza, miró fijamente con aquellos preciosos ojos (t/c), que mostraban a la vez asombro y curiosidad.

—Buenas tardes, (TN)-ya —saludé.

—¿Law? —preguntó ella, mirándome de arriba abajo.

Gracias a aquella mirada, supe que ese día no solo me llevaría a mi gato, sino que empezaría una nueva historia. Bueno, más bien continuaría, solo que en persona. Y daría todo lo posible por mi parte para que aquello saliera bien. Tal vez compartir la vida con alguien no estaba tan mal, y aquella era una buena ocasión para comprobarlo.

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