Día 1 » Un reencuentro inesperado

Día 1
Tema: Reencuentro
Mundo real, actualidad
Zoro y Kuina

—¡Haced el favor de tener cuidado! Estos malditos críos no tienen respeto por nada —farfulló un hombre de mediana edad, mientras volvía a recolocar las macetas de su escaparate.

Las personas que caminaban por las calles de la ciudad de Nara se iban apartando a medida que aquellos dos pequeños iban avanzando. Una niña de cabellos cortos y oscuros estaba peleando con un niño de cabellos verdes, algo más bajito que ella. Chocaban sus katanas de madera con energía y emoción, sin fijarse en lo que les rodeaba. Sabían de memoria el camino al dōjō.

—Eres un auténtico perdedor —se burló la pelinegra, después de haber logrado golpear el estómago de su compañero.

—¡Cállate, voy a darte una lección! —exclamó el pequeño de cabellos verdes, empuñando su katana con fuerza. Ninguno de los dos pudo hacer el siguiente movimiento. Ambos notaron un fuerte tirón de orejas y soltaron un pequeño quejido.

—¿Cuántas veces os tengo que repetir que no peleéis de camino? —se quejó Koushirou, su sensei y padre de la pequeña—. Venga, entrad dentro ahora mismo y poneos el uniforme.

Los dos caminaron con la cabeza agachada, dirección a los vestuarios. ¿Quién se habría chivado de que habían estado peleando?

La clase de aquel día transcurrió tal y como el resto. Practicando movimientos y realizando algún que otro pequeño enfrentamiento por parejas. Podía parecer monótono para cualquiera, pero obviamente no lo era si amabas ese deporte.

Para Kuina y Zoro el kendo era su vida. El sueño de ambos era llegar a ser los mejores de Japón. ¿Cómo que de Japón? Del mundo entero. Entrenaban duro para ello y estaban seguro de que lo lograrían. Eran los mejores de la clase, por eso existía tal rivalidad entre ellos. Sin embargo, para la pequeña de cabellos oscuros, su motivación iba más allá del hecho de querer ser una gran espadachina. Quería demostrar que las chicas también podían ser brillantes en ese deporte. El número de chicas que se apuntaba a las clases había aumentado, pero aun así, la sociedad no tenía mucha confianza en ellas. Ella misma se encargaría de demostrar lo que valía una mujer.

—Oye, Zoro, ¿quieres quedarte a tomar algo antes de irte? —preguntó Koushirou—. Voy a preparar algo de zumo, y tengo dulces.

—Solo zumo está bien —respondió el peliverde, mientras acababa de ponerse las zapatillas.

Aquel pequeño no tenía familia, le habían abandonado. Llevaba toda su vida viviendo en un centro de acogida de menores. Durante los últimos años había estado en dos casas diferentes, pero sus acogedores y él no acababan de congeniar. Era algo problemático, despistado y no parecía presar mucha atención. Desde hacía un par de años había comenzado a acudir al dōjō. Desde entonces, él y Kuina se habían convertido en grandes amigos y rivales. Eran como hermanos. Koushirou no podía negar que había estado tentado a rellenar todo el papeleo necesario para acogerle, pero era una decisión difícil.

—¿Quieres que prepare algo de arroz? —preguntó el mayor, al escuchar como las tripas de Zoro rugían un buen rato después de estar allí charlando. El pequeño asintió—. Avisaré al centro. Te acompañaremos después de la cena. ¿Queréis que lo prepare con mi salsa especial?

—¡Sí! —exclamó Kuina, con emoción.

—Yo prefiero solo arroz blanco —contestó el peliverde.

Así iban pasando los días de aquellas dos criaturas. Entre clases de la escuela, clases en el dōjō, meriendas y cenas juntos, alguna que otra salida al cine o al centro comercial... Incluso a Kuina le tocaba ayudarle de vez en cuando con los deberes. El chico era algo lento y despistado.

Su sensei y aquella niña eran el máximo apoyo que tenía fuera del centro de acogida. Por esa razón, fue un golpe duro el enterarse de que se marchaban de la ciudad. Sí, fue una noticia devastadora para el pequeño Zoro.

Ni si quiera pudo despedirse de una forma adecuada. Ambos le dieron la noticia personalmente, pero el niño no supo cómo controlar su tristeza y frustración. Acabó manifestándose en rabia. Dio un fuerte empujón a Kuina, haciendo que la chica cayera de culo contra el suelo. Se fue corriendo y no salió de su habitación en todo el día.

Al padre de Koushirou le habían dado tan solo unos meses de vida. Vivían prácticamente en la otra punta del país y necesitaban pasar ese tiempo junto a él y su madre. Estaba seguro de que a ella le costaría tiempo superar la pérdida, y querían quedarse a su lado. Él y Kuina. Empezarían una nueva vida en otra ciudad.

Una vez hubo asimilado la situación, no solo se sintió triste por la repentina soledad que cayó sobre él, sino por haberse despedido de aquella forma tan horrible de su mejor amiga. ¿Ese sería el último recuerdo que Kuina tendría de él? Ese horrible episodio sería algo que le pesaría el resto de sus días. Algo que siempre quedaría guardado en algún pequeño rincón de sus recuerdos.

[•••]

Ya habían pasado unos once años desde entonces. Tal y como se esperaba, Zoro no acabó los estudios superiores y no fue a la universidad. Sin embargo, había logrado un puesto para el que solo hacían falta los estudios básicos.

Consiguió un puesto de celador de vigilancia en un hospital de la zona a sus dieciocho años. Quería largarse cuanto antes de aquel centro de acogida y sabía que solo podía lograrlo consiguiendo un trabajo decente. No cobraba mal. Lo suficiente para poder pagarse un pequeño piso, los gastos en comida y otras necesidades vitales e incluso le daba para algún caprichillo. Sus clases de kendo y el gimnasio.

Dejó de ir a clase durante un tiempo después de aquello. Sin embargo, logró recomponerse. Lograría ganar el campeonato nacional. Esperaba salir en las noticias y que Kuina lo viera. Estuviera donde estuviera. Prometió ser el mejor, y demostraría que podía serlo. ¿Estaría ella entrenando duro para logar lo mismo? Joder. Habían pasado once años. Incluso puede que estuviera casada y trabajando de cualquier cosa, habiendo dejado de lado el sueño que tenían de pequeños.

No entendía por qué todavía de vez en cuando le venía el recuerdo de esa cría a la mente. Qué estupidez.

Además de tener un buen trabajo, también había tenido suerte con alguno de sus compañeros. Habían creado un grupito que le había venido bastante bien. Zoro tuvo problemas con el alcohol, causados por la gran soledad que le rodeaba. Él no le daba importancia alguna. Se quedaba encerrado en casa viendo la tele y bebiendo y se despertaba al día siguiente para ir a trabajar. Con algo de resaca sí, pero haciendo bien su trabajo de todos modos.

Sus colegas fueron un gran apoyo para salir de aquella mierda. De no ser por ellos, ni si quiera se hubiera dado cuenta del bucle en el que vivía. Por supuesto, todavía seguía tomando unas cuantas copas de sake cuando salían de fiesta, pero ya no era un hábito en su vida diaria.

Ese día era viernes. Era casi la hora de cenar y Zoro estaba a punto de llegar a su hotel en Tokio. Había pedido las vacaciones para ese fin de semana tan especial. Tendría lugar el campeonato nacional de kendo. Era el tercer campeonato mixto que se celebraba, pero los participantes no sabían exactamente a quien se enfrentaban. Cada uno tenía un número e iban siendo llamados para acudir a la zona de combate. Entraban al estadio ya con el uniforme puesto.

Pidió que le subieran algo para cenar a la habitación y estuvo viendo la tele mientras degustaba aquella deliciosa carne. No tardó en quedarse dormido un rato después. Conciliar el sueño no era ningún problema para él.

Durante el sábado, tuvo lugar la fase eliminatoria de ligas. Combatieron en equipos de tres y también de manera individual. Respetando los turnos y siguiendo los llamamientos y órdenes de los árbitros.

A pesar de que a Zoro se le daba mejor luchar de forma individual, logró desenvolverse bastante bien con los dos desconocidos que le habían tocado como compañeros. Tras varios intensos combates, logaron quedar clasificados para la parte final del torneo, que tendría lugar al día siguiente.

Se quitó el men para mostrar su rostro y saludar a sus compañeros de equipo, aunque no les prestó especial atención. Después de la reverencia, se dio media vuelta y caminó en dirección a los vestuarios. No iba a emborracharse, pero esa noche tomaría una copa de sake junto a la cena. Había que celebrar el primer paso hacia la victoria.

Ya entrada la noche, después de la cena, escuchó el sonido de su teléfono móvil mientras estaba tirado en la cama. Estiró el brazo para cogerlo de la mesita.

—¿Sí? —preguntó al descolgar.

—¡Zoro! Llamaba para darte la enhorabuena. —Era su sensei. Debía haber visto el campeonato por la televisión—. Has estado fantástico, como siempre. Mucha suerte para mañana. Y a ver si te descargas el Whatsapp. Te lo dice un viejo como yo.

—Eh, gracias —murmuró el peliverde, mientras se rascaba la cabeza—. No sé usar muy bien este aparato como para descargarme cosas de esas. Mañana hablamos. Estoy a punto de ir a dormir.

—Está bien. Buenas noches —se despidió el hombre, antes de colgar.

[•••]

Los combates de la final fueron más duros que los del día anterior. En aquella parte del campeonato se enfrentaban los mejores de la prueba anterior. De hecho, hubo un equipo que les estuvo dando bastantes problemas. Es más, quedaron empatados y eso solo significaba una cosa. Zoro y el representante del otro equipo debían decidir el resultado en un combate individual.

Fueron unos minutos de gran tensión. El peliverde fue el primero en anotar un punto, tras golpear una de las muñecas de su contrincante. Poco después de ello, los dos lograron golpearse de manera simultánea, así que no contó. Zoro apretó la mandíbula con rabia cuando su rival consiguió golpearle en la cabeza. El siguiente punto lo decidiría todo.

Después de que ambos frenaran y esquivaran varios golpes. ¡Un momento! Ese movimiento le resultaba extrañamente familiar. De pronto, el peliverde notó como la madera golpeaba su garganta. Escuchó los aplausos de fondo, mientras asimilaba mentalmente su derrota. Continuó pensando en lo mucho que se avergonzaba a sí mismo mientras se retiraba el men. Temía que cierta persona hubiera visto su derrota. Si fuera como en los viejos tiempos sabía perfectamente cuáles serían sus palabras...

—Eres un auténtico perdedor. —¿Había sido su imaginación? Se quedó observando a la persona que tenía en frente, perplejo, mientras esta se descubría poco a poco el rostro.

—¿Kuina? —murmuró el chico, en un hilo de voz.

No había dudas. Era ella. No solo por aquellas palabras que salieron de su boca. Estaba más alta y más mayor. Bueno, y sus cabellos negros que llevaba sujetos en una coleta habían crecido notablemente. Sin embargo, su cara era prácticamente igual que hacía diez años. Se quedó observándola mientras saludaba al público y le entregaban el trofeo. Una vez acabada la entrega, la pelinegra se volvió a acercar de nuevo.

—Tienes la misma cara de tonto que siempre —se burló ella, justo antes de sacar la lengua—, pero veo que has crecido. Ya no eres un renacuajo.

—Me alegra que hayas sido tu quién me haya derrotado —comentó Zoro, sonriendo de lado. Era como si el tiempo no hubiera pasado.

—Me hubiera cabreado mucho si te hubieras dejado ganar por otra persona que no fuera yo —dijo ella—. Creo que este reencuentro se merece una celebración, ¿no crees? ¿Te apetece que tomemos algo?

—Sí, claro —respondió el chico, sin pensarlo mucho. Por suerte, al día siguiente trabajaba de tarde, así que no había problema si cogía el tren de vuelta después de cenar.

Primero fueron al vestuario para cambiarse de ropa. Cuando Kuina salió, Zoro estaba fuera del edificio. Tenía la espalda apoyada en la pared y las manos en los bolsillos mientras observaba el suelo con la mirada perdida.

—¿Vamos ahí mismo? —preguntó la chica, sacándole de sus pensamientos. El peliverde miró hacia el bar que estaba señalando. Hizo un gesto afirmativo y se agachó ligeramente para coger su bolsa del suelo.

No era un bar muy grande; pero tampoco estaba muy lleno, así que no tuvieron problemas para encontrar una mesa libre. El camarero no tardó en acercarse a los dos jóvenes para tomar nota. Pidieron un par de cervezas y enseguida se las sirvieron.

—Bueno, ¿qué es de ti? —preguntó la joven de cabellos oscuros a su amigo de la infancia—. No apareces en ninguna red social. Eres todo un misterio.

—No sé manejar esas cosas —respondió Zoro, antes de dar un buen trago a su bebida—. Va todo bien. Viviendo solo y trabajando. ¿Tú?

—Yo estoy en la universidad Bueno, estoy haciendo la carrera de forma semipresencial —explicó ella—. Este año tengo presentar el proyecto final. Estoy algo agobiada, pero creo que he conseguido organizarme bien.

—Te saldrá bien. Lo haces todo bien —comentó Zoro, antes de acabarse su cerveza. Hizo una señal al camarero para que trajera otra. Se creó un silencio que el peliverde acabó rompiendo—. No pensaba que fueras a hablarme si algún día volvíamos a vernos.

—¿Y eso por qué?

—Eh, pues por cómo me despedí —respondió el chico.

—Ah, sí. Lo recuerdo perfectamente —dijo Kuina—, pero no te preocupes. Te aseguro que no te he estado recordando por ese momento.

—Y... ¿Cómo está tu padre?

—Bien. Siguió dando clases de kendo. Montó una academia cerca de casa —explicó la joven—. Aunque ya no está tan ágil como antes. Es más, se rompió la cadera hace una semana, pero no te preocupes. Se está recuperando. ¿Sabes? Creo que le haría ilusión que nos visitaras.

—Eh... Sí, estaría bien. Podemos intercambiar los números de teléfono.

—¡Claro! ¿Tienes Whatsapp? —El peliverde negó con la cabeza, sin poder evitar mostrar una mueca de fastidio. Estaba harto de que todos le preguntaran lo mismo. Con poder llamar por teléfono era suficiente—. A ver, apunta mi número primero y te descargaré la aplicación. Te haré una pequeña clase rápida.

Kuina intentó enseñarle a usar aquel chat de la manera más sencilla posible. Eso le recordó las dificultades que Zoro tenía para entender ciertos temas, lo cual le sacó unas cuantas carcajadas. Ese tipo no había cambiado en absoluto.

Después de aquel inesperado reencuentro, las cosas no volverían a ser igual que la última vez. A partir de entonces, podrían mantener el contacto y recuperar su amistad. Se convertirían de nuevo en un gran apoyo el uno para el otro.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top