Había días, momentos, en los que Kida prefería no celebrar porque no lo veía necesario; aunque fuera una bebedora por excelencia, y casi siempre estuviera ahí presente en las fiestas de su tripulación.

Este era uno de ellos.

Siempre había insistido en que no era necesario celebrar algo tan nimio como un cumpleaños. No era más que eso, un burdo y tonto cumpleaños. Otros 365 días que se sumaban a su tiempo de vida, con la esperanza de que no fuera tiempo mal gastado: cada día se acercaba más a su objetivo, aunque fueran pequeños pasos, uno a uno la acercaba más a la corona de la reina pirata.

Pero conocía muy bien a Killer, y sabía que todas esas pequeñas acciones casi imperceptibles que realizaba a lo largo de ese día, no eran más que su forma de consentirla por "su día".

Quedarse a su lado al despertar. Los roces disimulados en la cubierta. Darle su comida favorita en el almuerzo y la cena, e incluso servirle una porción más grande. Kida no era demasiado detallista, pero sí que se daba cuenta de esas cosas, así como de su mirada eventual sobre ella y, pondría sus manos al fuego apostando que estaba sonriendo bajo esa máscara que ocultaba su rostro.

—No es necesario todo lo que has hecho hoy, lo sabes; ¿no? —Murmuró, como si el silencio fuera de cristal entre ambos, en la noche antes de dormir.

— ¿De qué hablas? —Y, a pesar de que estaba fingiendo demencia, ella sabía perfectamente a qué estaba jugando.

Por ello no dijo nada más, le dejó un casto beso en los labios y cerró los ojos para dormir.

Killer esperó hasta que la pensó dormida, entonces: con voz queda, como si también temiera romper un silencio de cristal en el camarote, murmuró; 

❝ feliz cumpleaños, Kidda ❞