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En la edad media, las damiselas solían casarse, ya sea siendo obligadas por sus padres o cambiadas por un producto o animal.

Nicole Sixx, era la excepción.

No era como las otras chicas. A pesar de ser la hija del rey, salía a escondidas del Castillo. Fue entrenada por su padre, de muy pequeña, con el tiro con arco y el manejo de espadas.

En si, al salir ocultando su hermoso rostro y reconocible. Puesto que un chico le interesaba.

Un campesino demasiado honrado, divertido, muy trabajador. Ayudaba a los trabajos pesados a su padre, al igual que cuidaba de su hermanita con su madre.

Siempre que este terminaba viendo a su dirección, la saludaba con la mano de lejos.

- ¡Hola! ¡Bienvenida!

Nicole de tan roja que se ponía, terminaba huyendo. Los nervios la controlaban muchísimo.

Sin embargo, el caballero, Saúl Hudson, siempre veía como una damisela más a la princesa, aún queriendo su mano.

Nicole no le hacía tanto caso a Saul cuando llegaba de una guerra. Simplemente se iba a leer un rato a la biblioteca, al jardín o a su recámara. Incluso, salía a ver a su amor platónico de lejos.

Un día, al querer ir a verlo, lo encontró siendo asaltado por personas diferentes a las del pueblo.

No quería quedarse atrás, por lo que se quitó su capa, dejando ver sus pantalones color café bombachos, su playera color azul y su cabello suelto color negro. Sacó su espada de esgrima, y se lanzó a la lucha, protegiendo al buen campesino del que se había enamorado un poco.

- ¿Princesa? -pregunto nervioso el chico de cabellos castaños largos. Estaba por arrodillarse, cuando la azabache sólo lo agarró del brazo.

-No es necesario -no tenía palabras. Estaba tan nerviosa que no sabía que hacer, que hasta olvidó entablar una conversación-. Soy Nikki.

-Thomas Lee, aunque me dicen Tommy la mayoría por aquí -se presentó saludando a la chica sonriente-. Como agradecimiento, ¿quiere pasar a tomar un te o un Tour por el pueblo? No tengo dinero...

- ¡No! El Tour esta bien -respondió amablemente, intentando ocultar el sonrojo de su rostro.

-Bien -ofreció su brazo, cosa que la chica aceptó amablemente sonriendole.

Los nervios de conocerlo cada vez más eran notables. No esperaba por contarle a su padre y a su nana que había conocido a alguien mejor que Saúl Hudson.

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