Un Entrenador de tipo Fuego en Hoenn
Dedicado a MBlaziken_Dragneel
- ¡Blaziken, Voto fuego! - Ordenó su entrenador.
- ¡Grace, Psíquico! - Exclamó la Líder pelirroja simultáneamente.
Los ataques de ambos seres chocaron entre ellos con fuerza, convergiendo en una pequeña explosión que llenó la estancia de un ennegrecido humo. Sendos entrenadores intentaban, con los ojos un poco entrecerrados debido al gas, vislumbrar a sus compañeros. Poco después, cuando comenzaba a dispersarse lo vieron, el Gardevoir de la chica yacía en el suelo mientras que el Pokémon de fuego seguía de pie, aunque con bastantes daños.
- Lo has hecho bien - Sonrió la chica regresando al ser a su Pokéball.
Él, por su parte, se limitó a acariciar a su amigo lentamente, apenas la mostraba, pero tenía una sonrisa de júbilo en su cara. Después de todo, muy poca gente logra derrotar a la Líder de Gimnasio más fuerte de Hoenn en su primer intento, hay muchos que hasta se rinden antes de poder lograrlo.
- ¡Felicidades em...! - Se quedó pensando - Ahora que lo pienso no me has dicho tu nombre.
- Edo - Respondió simplemente.
- ¡Felicidades, Edo! ¡Ha sido un combate increíble! ¡Sin duda serás un gran entrenador! - Le alentó la chica, por la cara que ponía parecía decirlo en serio.
Un Ribombee apareció volando con una especie de cojín entre sus manos, interrumpiendo los halagos de la chica.
- ¡Adelante, te la mereces! - Le indicó que tomara la medalla sobre este y así lo hizo.
- Gracias - Contestó él con un tono amable, aun así, se notaba a la legua que no era demasiado hablador.
Luego de varios halagos y ánimos más por parte de la pelirroja, el joven abandonó el lugar, sintiendo el frío sobre su piel nada más cruzar la puerta. Se sopló las manos para tratar de calentárselas, por lo que había podido notar nada más llegar y aún siendo bastante increíble al tratarse de una zona plenamente costera, la nieve había cubierto toda Ciudad Calagua.
- Desearía darme un baño caliente - Pidió abrazándose a si mismo de camino al Centro Pokémon. Sus ropas no es que fueran las mejores para aquella época.
Tras llegar y dejar a su Pokémon con la enfermera se sentó en un banco a esperar. Al parecer la calefacción del lugar se había estropeado, por lo que la temperatura era igual de baja que en el exterior.
- ¡Flareon! - Saludó el Pokémon sobre sus piernas tras ser liberado. Al chico no agradaba del todo la idea, pero tendría que usarlo de calentador para no congelarse allí dentro.
Un rato de espera después, la enfermera le llamó avisándole que su compañero ya se encontraba perfectamente y que ya podía ir a recogerlo. Para su mala suerte, una vez que iba a salir con la puerta, Pokéball en mano, se dio cuenta de un ligero detalle, de nuevo había empezado a nevar.
- No puede ser - Se quejó sin creérselo ¿Qué iba a hacer ahora? Continuar con su viaje era imposible con ese tiempo, pero tampoco podía quedarse o terminaría muerto de frío. Tras unos segundos de duda sacó a su Talonflame - Volvamos a casa - Le dijo montándose en su lomo.
Durante todo el viaje fue pegado lo más posible al cálido cuerpo del ave, de lo contrario juraba acabar convertido en un Glalie. No pudo evitar dejar escapar una sonrisa al empezar a avisar las casas a lo lejos, Pueblo Lavacalda, allí se dirigía, volvía a su hogar.
Le señaló dónde debía aterrizar, justo enfrente de la puerta de su casa. Iría a saludar a su madre antes de darse un baño en las termas.
- Edo, has venido a visitarme - Saludó ella felizmente abriéndole la puerta luego de que él tocara el timbre. El nombrado simplemente asintió en respuesta - Entra, entra, debes estar helado así vestido - Le permitió pasar - Mira que te avisé que debías llevarte una chaqueta.
Su hijo asentía tranquilamente mientras caminaba rumbo a la sala de estar, aunque ni si quiera pudo llegar a esta, un Camerupt le impidió el paso abalanzándose sobre él para saludarle.
- Jugad un poco, iré a buscarte algo de ropa abrigada - Indicó la señora.
Edo por su parte sonrió al Pokémon sobre su cuerpo acariciándole, aunque... empezaba a aplastarle bastante. Solo había una solución para lograr quitárselo de encima, sacó a su Arcanine e inmediatamente dejó de sentir el peso del Camerupt, no habían pasado ni dos segundos y ya le había dejado para saludar al otro. Estuvo un rato observándoles en silencio hasta que su madre regresó.
- Aquí tienes - Le indicó pasándole varias cosas y una gran manta.
Pasaron un tiempo hablando en la sala, bueno ella contaba un monólogo explicando lo que le había sucedido en las últimas semanas mientras que él solo asentía y comentaba muy de vez en cuando.
- ¿A dónde vas? - Preguntó su madre observando cómo se levantaba - Si estás pensando en ir a darte un baño en las termas tendrás que esperar hasta mínimo a la noche - Dijo intuyendo qué iba a hacer, conocía bastante bien a su pequeño. Rio al ver como se había quedado estático en el sitio - Por lo visto a los abuelos se les ha tupido uno de los salientes de agua por culpa de una roca, así que han decidido cerrar hasta que lo arreglen. Aunque según me han dicho algunos de los vecinos irían a echarles una mano.
Lentamente el cuerpo de Edo regresó al sofá. Había ido hasta allí justamente para eso y resulta que estaba en obras, pero no por ello se iría. Vino por su baño y tendrá su baño, aunque... tuviera que esperar todas esas horas sin mucho que hacer.
De nuevo observó el reloj, ya lo había mirado como unas diez veces, pero nada, el tiempo no pasaba ¿Había entrado en una especie de dimensión en la que avanzaba a velocidad de un Slowpoke o qué? De nuevo se levantó decidido, no encontraba nada que hacer y dudaba hacerlo, así que se iría a entrenar al Monte cenizo hasta que el sol se ocultara.
- ¡Pásalo bien! - Escuchó a su madre despidiéndose desde la cocina a la vez que él salía por la puerta acompañado de su Arcanine y su esponjosa chaqueta.
Después de una hora de caminata a paso calmado, llegó a su destino y comenzó con lo que allí iba a hacer.
- ¿? - Estaba observando una batalla entre su Blaziken y un Machamp, hasta que le pareció ver cómo algo pasaba por su lado. Giró su cabeza para poder verlo mejor. Lo reconoció instantáneamente, se trataba de un elegante Ninetales, no solían encontrarse por la zona y aún faltaba un integrante en su equipo - Adelante Chandelure, lanzallamas - Sacó al Pokémon para interceptarle el paso, evitando que se escapara.
Y de esta forma su atención paso del anterior combate a ese, después de todo confiaba en plenamente en el Pokémon que le había acompañado desde los inicios de su viaje.
- Bola Sombra - Ordenó haciendo que el ataque impactara plenamente en el contrario.
- Niiiine - Pareció estar concentrando su fuerza - ¡Tales! - Escupió una feroz llamarada hacia su Pokémon, la cual si no fuera por la resistencia que este poseía seguramente le hubiera derrotado al instante.
El combate prosiguió durante algo más de media hora, hasta su Blaziken había debilitado a su contrincante desde hacía un rato, pero por mucho que lo intentara y muy debilitado que estuviera, ese Ninetales no se dejaba atrapar. Igualmente no se rendiría, no hasta que se quedara sin Pokéballs. Lo que no se esperaba era que casi terminara ocurriendo.
- Es la última... - Pensó en voz alta contemplando la espera en su mano - Espero que funcione - Pidió poniendo todas sus esperanzas en ella antes de lanzarla hacia el cuerpo del elegante ser.
Justo en el mismo instante que el objeto impactó contra él, su videomisor comenzó a sonar.
- Mamá, estoy en... - Empezó a decir aceptando la llamada dado que estaba plenamente seguro de que no pararía hasta que le contestara.
- ¡Edo, buenas noticias! ¡Las aguas termales ya están de nuevo abiertas, así que puedes venir cuando quieras! - Le contó.
- Gracias, en nada vuelvo. Hasta luego - Agradeció asintiendo y tras eso, colgó la llamada con un pequeño suspiro. Su madre le había llamado en el momento clave, seguro el Pokémon había aprovechado la ocasión para escapar. El regresar la vista al combate y no verlo por ninguna parte confirmó sus sospechas, lo había perdido totalmente.
- ¡Chan! - Un llamado por parte de su compañero le hizo mirarle. Estaba flotando sobre algo, como señalándoselo. Se fijó un poco mejor y pudo notar como entre unas pequeñas rocas sobresalía una espera de color rojo, negro y blanco. Sonrió lo había logrado.
Tras recoger sus cosas y a su nuevo compañero, se dirigió a la entrada del Monte Cenizo, era hora de ir a darse un buen baño.
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