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Un día te vi caminando por el pueblo sin poder con todo lo que cargabas
No iba a irme de ese lugar, no hasta que pudiera sacarte de esa vida tan miserable. Apenas te vi caminando con un hermoso vestido de mangas largas no dude en acercarme y ayudarte a cargas todo lo que llevabas con una sonrisa, al inicio temblaste por el miedo, luego alzaste una ceja confundida por algo y finalizaste mirando a los alrededores como si esto fuera una clase de broma
—¿Qué es lo que hace, señor?— fue mi turno de mostrarme confundido y acomodaba las cosas en tu canasta para que no te pesara llevarla
—La ayudó señorita —tus mejillas se pusieron rojas al escuchar esas palabras a la vez que bajabas la cabeza con vergüenza —¿Sucede algo?—
—P-Puedo sola, esto es lo que hacemos las mujeres. Usted debería trabajar en alguna otra cosa— eso solo hizo hervir aún más mi sangre, ignore tus palabras intentando no desvanecer mi sonrisa y luego tome tu brazo sacándote un respingo
—¿Cual es su nombre?— yo ya lo conocía, jamás podría olvidar ese celestial canto que iluminó mis días y abrió mis ojos durante cada momento. Era un canto que se la pasaba dando vueltas en mi mente siendo incapaz de abandonarla. Al fin después de verte tan destrozada tras lo de el otro día pude ver tu sonrisa.
—Elizabeth — respondiste con sutileza dando una reverencia. Escucharte decir eso era algo de lo que nunca podría cansarme
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