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—¿Segura que no quieres que me quede? —tus ojos brillaron mientras tus mejillas tomaban color rosado que me encantaba.

—Descuide, me encuentro bien —nuevamente puse un pie afuera. Pero al mismo tiempo que la brisa nocturna azoto mi cabello me di media vuelta entrando otra vez

—Solo para asegurarme de que cuando vuelva no le haga nada —Reíste levemente ante mi insistencia de no irme y negaste una vez más

—Estaré bien señor meliodas—

—Esta bien —murmure sin convencerme de nada. No quería dejarte pero tampoco podía obligarte a que me recibieras, temía lo que podría llegar a hacer en tu contra y no estar ahí para impedirlo. Suspiré hacia la luna alejándome de tu morada y mirando de reojo como seguías en la puerta mirándome marchar. Apreté los puños, te se los labios y tras tomar una decisión de la que iba a arrepentirme fue que me di media vuelta sorprendiendote. Te empuje un poco para que entraras a la casa, cerré la puerta de golpe logrando que te asustaras y antes de que pudieras decir algo te bese.

No muy rápido ni muy lento, lo suficiente como para conseguir calma. Chupe ligeramente sabiendo que no responderías y me separe con los ojos a un cerrados

—Buenas noches —

Un día tuve que que perder la compostura para poder recuperar la cordura

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