Torre desolada
que en medio de la nada,
continúa erguida.
No desiste ante las injustas olas.

Y en su cumbre,
una presea reluciente
para guía de perdidos navíos
por entre la penumbra,
con su danza giratoria,
danza de luces irisadas.

De rojo y blanco pintaron tu cuerpo
y te coronaron,
te dieron siervos para que pulieran tus entrañas,
pero luego te abandonaron
a merced del mal tiempo
y dejaron que el viento recio
te maltratara.

Al menos las gaviotas
te hacen compañía,
aqunque se aprovechan de tus grietas.
Interesadas.

A lo lejos una sombra,
esperanza de navío que se asoma,
como se asoma el Sol
sobre la línea del agua.
Pero solo son juegos
de luz y sombra,
manchas engañosas,
porque ya ninguna nave
recuerda los mares que vigilas
con tu ojo de luz blanca.

Ya no danzas.
Ya no guías.

Torre solitaria,
ya nadie te recuerda.
La luna te hace compañía
pero envidias su brillo,
y ella te evidia a ti
por cuan cerca estás del mar.

Quizás, cuando tu cuerpo
por fin se rompa,
y tus escombros se arrastren a la costa,
quizás logres danzar nuevamente,
y quizás ya no envidies a la Luna.