Abrazo mortal
El sacerdote se retiró de la habitación para que pudiera despedirse. Ya todo estaba listo.
"¿Me iré al cielo o al infierno?", le inquirió al Altísimo. "Yo he sido bueno... Sí, he cometido errores, pero sé que ya me has perdonado y ahora soy digno de tu gloria".
Fue ahí cuando una luz blanca cubrió toda la estancia, de la cual bajó una bella mujer vistiendo un traje dorado.
Era la muerte.
Nada de una figura esquelética con un traje negro y una oz. Era preciosa.
No pudo evitar recibirla con un fuerte abrazo en medio de los alaridos de sus familiares.
Sintió estar flotando mientras seguía aferrado a esa figura celestial, pero... de repente, todo cambió. Su cuarto se convirtió en una habitación de hospital. En la cama se dibujó la figura de otra mujer. La hermosa muerte adoptó un nuevo rostro, un tapabocas y una bata.
—Bienvenido al mundo, pequeño —exclamó, sin dejar de abrazarle.
Antes de que le fuesen borrados sus recuerdos lo supo: le había tocado el infierno. Tenía que pasar por él, una vez más.
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