19.- Celo alfa

Jungwon entró a su propia habitación y cerró de un portazo, no entendía por qué se sentía tan molesto, pero lo estaba y no podía evitarlo. Lanzó el collar roto a su cama, frustrado.

—Oye, el pobre collar no tiene la culpa —dijo una voz divertida detrás de él.

Jungwon volteó sorprendido, no se había dado cuenta de que Sunoo también estaba en el cuarto.

—¿Qué haces aquí?

Sunoo sonrió, como si aquella respuesta tan cortante fuera solo una broma más. Era curioso cómo parecía siempre que Sunoo comprendía la verdadera intención del resto de los miembros.

—Supuse que me necesitarías.

Jungwon se quedó mirándolo algunos momentos, claro que lo necesitaba, pero no debía sucumbir. Le habían dado el papel de líder, y hasta el momento solo había permitido que Jay saliera herido y terminara marcado por sus otros dos compañeros.

La ira y el hambre lograron que sus colmillos crecieran dentro de su boca, y hasta ese momento se percató del olor dulce de Sunoo; o, más bien, se percató de lo que realmente podría significar ese olor.

—¡Vete de aquí! No te necesito, necesito estar solo...

Se dio la vuelta para intentar alejarse de él, de la tentación que representaba su aroma, su sangre. De pronto sintió que Sunoo lo tomaba por el brazo, un intento suave de detenerlo, pero Jungwon reaccionó de golpe, tomó a Sunoo por el mismo brazo con el que intentó sujetarlo y lo arrojó a su cama. De un momento a otro ya estaba sentado a horcajadas encima de él, sujetando sus muñecas a los lados de su cuerpo.

—¿Por qué no entiendes que necesito estar solo? —gruñó Jungwon sobre él.

A pesar del movimiento y de aquella nueva posición, la sonrisa tranquila de Sunoo no menguó en ningún momento.

—Porque eso es mentira, no necesitas estar solo, necesitas sangre, y de preferencia sangre de un omega, antes de que el celo se te disparé sin que puedas controlarlo.

Jungwon le miró con el ceño fruncido, sin comprender del todo a lo que Sunoo se refería. Luego de preguntarle a lo que se refería, Sunoo giró la cabeza hacia la mesita de noche.

Por algunos momentos Jungwon se quedó mirando el tentador cuello del omega, comprendiendo que él tenía razón en lo que respectaba a su sed. Para intentar evitar caer en esa tentación, prefirió seguir la mirada del mayor, así vio el pastillero, con todas las pastillas azules intactas.

—Mierda... —gruñó Jungwon sin poder contenerse.

Había estado tan concentrado en los otros, que ni siquiera había tomado sus propios supresores.

Cuando volteó a verlo de nuevo, Sunoo tenía los ojos cerrados y parecía concentrado en algo. Jungwon tardó un poco en darse cuenta que el cuerpo debajo de él estaba temblando o, más bien, ronroneando.

—¿Qué haces?

Sunoo volvió a abrir los ojos y se quedó mirándolo directo, sin el menor temor.

—Intento ayudarte, tranquilizarte.

—Maldición, Sunoo, esto es peligroso...

—Eso no lo crees en realidad, ¿o sí? Dime, ¿serías capaz de dañarme?

—¡No! —ladró, era algo con lo que estaban de acuerdo su parte racional y el alfa sediento. Nunca dañarían a ninguno de sus miembros, mucho menos a Sunoo.

—¿Lo ves? Es lo mismo con los chicos... pero no es momento de hablar de ellos, eso podremos hacerlo después. De momento, solo quiero que tomes lo que te estoy ofreciendo.

Jungwon susurró su nombre con súplica en su tono, aunque era imposible saber si le pedía que se fuera, o que se entregara. Luego de algunos segundos Sunoo pudo notar en su expresión cómo se rendía.

Cuando el omega hizo algo de fuerza en sus brazos, Jungwon lo soltó por fin, pero Sunoo solo aprovechó para abrazarlo y pegarlo más a sí.

—Hazlo, líder-nim, muérdeme —pidió.

Jungwon gruñó, sin agresividad real en su tono, antes de pegar sus labios a la dulce piel de su compañero, en esa zona deliciosa entre su cuello y su hombro. Sunoo gimió un poco, pero no aflojó su abrazo.

—No te dañaré, solo, solo tomaré un sorbo —prometió, aún moviendo sus labios contra la piel.

Y por fin mordió, aunque lo hizo con suavidad. Sunoo gimió y todo su cuerpo se tensó, aunque fue a causa del placer que le ocasionó, y el menor pudo darse cuenta en su sangre, y en la manera que jadeó su nombre.

El alfa fue cuidadoso en todos momentos, retiró los colmillos casi de inmediato para no agrandar más las heridas y bebía sorbos cortos, casi sin hacer succión, por lo cual Sunoo lo sentía más como si se tratara de pequeños besos.

Luego de unos pocos minutos así, Jungwon se mordió su propia lengua y la oprimió contra las dos minúsculas heridas, hasta que estas se desvanecieron. Luego se enderezó sobre los brazos.

Sunoo tenía la respiración agitada y la piel enrojecida, cuando abrió los ojos y los clavó en Jungwon, estos tenían un brillo especial e intenso.

—¿Estás bien? —preguntó Jungwon, esforzándose por no volver a inclinarse y liberar esa deliciosa sangre.

En lugar de contestar, Sunoo se lanzó hacia arriba para tomar posesión en su labios, un beso con toda la intensidad que el alfa no había impreso en su mordida. Pudo probar su propia sangre en ellos, y una nota picante de la sangre con la que Jungwon lo había sanado, era delicioso.

Disfrutaron de aquel contacto, y cuando Sunoo volvió a acostarse Jungwon fue con él.

Al final, terminaron acomodados a lo largo en la cama de Jungwon, con Sunoo arrebujado entre sus brazos.

—¿Te sientes mejor? —preguntó el omega, con el sueño pesando sobre el volumen de su voz.

—Sí, lo estoy. Muchas gracias, Sunoo-ya, en serio.

Sunoo ronroneó por toda respuesta, y se quedó dormido un momento después.

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