18.- Parche

Lo primero que Jay sintió fue frío, su cuerpo estaba recostado sobre una superficie suave y cómoda, pero su cuerpo se sentía helado.

No había ningún dolor extremo, solo un ligero ardor a ambos lados de su cuello.

Aquella sensación fue suficiente para regresar a su mente todo lo que había pasado.

Abrió los ojos, reconoció el techo de su propia habitación, y un olor dulce y agradable junto a él. Al voltear se encontró a Sunoo, con lo que parecía un cuadro de papel blanco entre las manos.

—Al fin despiertas, hyung. Nos tenías muy preocupados —dijo Sunoo con una sonrisa.

—¿Qué...? —Jay intentó levantarse, pero un fuerte mareo lo detuvo.

Sunoo se apresuró a sujetarlo para que volviera a recostarse.

—Mejor no te levantes aún, Jay hyung. Aún estás débil, y las heridas no han sanado.

—¿Heridas? —Jay se llevó una mano al cuello, pero se encontró con un parche.

Al tocar el otro lado sintió un respingo de dolor y el olor de su propia sangre llegó a su nariz.

—Son mordidas de alfa, así que no sanaran en un tiempo.

Jay asintió, recordaba bien cómo funcionaban las mordidas, pero le era difícil creer que realmente hubiera pasado eso. Se tocó de nuevo las heridas en el lado de su cuello, como para asegurarse de que había ocurrido.

Mientras lo pensaba, Sunoo roció el parche con una sustancia cicatrizante y antiséptica. Luego se inclinó para pegarlo al otro lado, Jay siseó un poco a causa del ardor.

—En realidad, estoy sorprendido, Jay hyung. Sé que el proceso de la mordida de un alfa puede ser muy doloroso, no me imagino lo que significaría pasar por dos.

»Al menos, estos parches te ayudarán bastante con el dolor, y evitarán que la marca sea demasiado visible.

Jay suspiró.

—Gracias... ah, maldición, hace demasiado frío —gimió un poco—. ¿Dónde están Niki y Heeseung?

—Jungwon los está regañando —contestó, riendo al imaginarlo—. Aunque tampoco creo que lo necesiten demasiado, se asustaron demasiado.

»Quizá les pongan un bozal, como la última vez.

Aún recostado, Jay se quejó y se acomodó mejor, acurrucándose en forma de ovillo.

—Los necesito, mi cuerpo se siente helado, necesito su calor para pasar por el proceso de la marca... —explicó, al borde de las lágrimas.

—De acuerdo, hablaré con Jungwon para que los deje venir una vez que termine de hablar con ellos. Aunque te advierto que a ti también te espera un buen regalo, Wonie está muy molesto, primero lo ocurrido con Jake y luego con los otros...

—Ya, ya entendí. Déjame en paz.

Sunoo rio, como si aquello solo fuera un chiste, y salió de la habitación. Jay aprovechó para acurrucarse mejor debajo de sus cobijas, a cada momento que pasaba se sentía más frío y débil, y temía que en cualquier momento su omega interior se pondría a gimotear.

Afortunadamente no hubo necesidad de ello, pues en el momento en que la puerta se abrió el aroma de sus alfas llenó la habitación, calmando un poco su ansiedad.

Jungwon entró, seguido por Niki y Heeseung, ambos tenían una expresión apesumbrada en el rostro, era obvio que el regaño y la preocupación habían sido fuertes. Pero sus ojos también expresaron alivio al verlo despierto.

—¿Cómo estás, hyung? —Fue Jungwon quien preguntó, acercándose a él.

Niki y Heeseung se tensaron, y aunque no dijeron nada el aroma de amenaza salía de sus cuerpos.

Jay se enderezó para quedar sentado a la par que Jungwon también se sentaba.

—Estoy bien, no pasó a más. Solo necesito que ellos se queden conmigo para pasar los efectos de la mordida... o bueno, de las mordidas.

Jungwon gruñó un poco, aunque aquello alteró más a los otros dos alfas.

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? E incluso quieres que se queden contigo. ¡Ellos te mordieron! ¡Sabes que podrían echarlos del grupo por eso!

Jay le puso una mano en el brazo para tranquilizarlo, pero el menor lo apartó de un manotazo. Esto descolocó un poco al omega e hizo gruñir a Niki, pero de nuevo Heeseung lo sujetó del brazo para tranquilizarlo.

Sacó la otra mano del bolsillo donde la había tenido todo el rato, mostrando el collar roto.

—No creo que quieran hacernos nada. Este no es el collar original de Jay, ¿o sí?

Jungwon lo tomó y lo revisó, pudo notar el broche roto. Era el mismo collar que le había dado unos días antes a Jay, aquel cuya llave ahora inútil estaba guardada en su cuarto.

—Si es que quisieran emprender alguna acción contra nosotros, cualquiera de los tres, siempre podremos utilizar las palabras mágicas: "demanda por negligencia".

Jay soltó una risita sin poder evitarlo, feliz de poder contar con el mayor.

Jungwon exhaló con fuerza, en realidad se alegraba de poder tener una salida factible para todos, pero aún se sentía mal.

Y tenía sed.

—Bien, como sea —Jungwon se levantó y guardó el collar roto en su bolsillo—. Cuando me llamen ya sabré qué decir, así que no se preocupen, me voy.

Salió del cuarto con paso airado, al grado que golpeó un poco el hombro de Niki al pasar.

—¡Oh! ¿Qué le pasa? —cuestionó el menor.

—Por ahora eso no importa —contestó Jay, para luego esbozar un puchero—, los necesito aquí, conmigo, ahora.

Pronto ya estaban acostados los tres en la cama, con Jay en medio de ellos. El calor volvió a su cuerpo por fin.

—Hyung, deberías beber un poco más de sangre. Cuando te desmayaste, Heeseung hyung te dio un poco, pero puede que necesites más.

Jay pensó en negarse, solo quería acurrucarse y dormir con sus alfas. Pero Niki se mordió el labio inferior, y el olor a sangre lo tentó lo suficiente.

El omega se acercó para besarlo, saboreando la sangre cálida y deliciosa de Niki, sintió a Heeseung detrás de él, mordisqueando su cuello.

—Ten cuidado, Hee hyung, si arruinas los parches, tendrás que vértelas con Sunoo.

Heeseung fingió un estremecimiento pero pronto estaba riendo, las vibraciones hacían cosquillas en su cuello. Para ese momento las heridas de Niki ya se habían cerrado, pero Jay no necesitaba más sangre, tenía todo lo que necesitaba allí, rodeado por el calor y la protección de sus alfas.

—Está bien, no iba a morderte —explicó Heeseung—. Solo quiero saborearte, confirmar que estás aquí, y que ahora eres nuestro.

Aquello se escuchó tan bien, que pronto Jay ya estaba ronroneando, feliz.

—Sí, ahora soy suyo.

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