Sin marca


Yamato dió un suspiro cansado mientras sus manos inclinaban ligeramente la palanca para el descenso. Con los auriculares apretando sus oídos y toda su concentración puesta en la diana del helipuerto dejó de lado todo aquello que lo había estado atormentando desde hacía un par de semanas.

El aterrizaje fue perfecto, un detalle que el diplomático Iori Hida le hizo saber con su agradecimiento. Nunca le gustó viajar por aire, sin embargo, tomando en cuenta las diversas reuniones a las que debía acudir debido a que la propuesta hecha por Eric Matthews y él, frente al ONU fue aceptada, se vieron multiplicadas no le quedó de otra. A eso debía sumarles las ruedas de prensa y las continuas invitaciones a programas de debate en donde solo buscaban hacerlo quedar en ridículo, alegando que un Alfa que desea ser mangoneado por un Omega no merece respeto. Y esa eran una de las muchas razones por las cuales le ofreció ser su oficial de transporte personal a Yamato Ishida. Confiaba en el Alfa, porque de ahora en adelante habría muchos que esperan tenga un accidente.

Yamato era un Alfa inteligente, diligente en su trabajo y muy leal. Además, contaba con su apoyo debido a su ideología. Matt trataba a su Omega, no como una mera incubadora, no como alguien a quien proteger, sino como su igual, respetaba sus deseos y opiniones. Yamato era el tipo de Alfa que debería ser tomado como modelo a seguir. Porque tener poder no te da derecho a someter a nadie.

Sin lugar a duda Iori Hida se sentía seguro dejando su integridad física a cargo de Matt, lo que le permitía centrarse en cada discurso, palabra y acciones que ayudasen a mejorar la opinión sobre la reforma de ley a los Omegas Masculinos.

Y aunque Iori tenía bastantes cosas en la cabeza, porque el voto no fue unánime y los opositores eran numerosos y tercos, no le paso desapercibido el humor un tanto decaído de Ishida.

―¿Todo esta bien Ishida? ―cuestionó Iori antes de bajar del helicóptero y dirigirse a su reunión.

Matt pareció salir de algún tipo de trance al escuchar su nombre, luego con una sonrisa más que ensayada afirmó estar bien. Iori no insistió más.

Matt estaba de verdad mal si su jefe noto su malestar, aunque tampoco eran tan cercanos como para platicarle sus penas. Para eso había llamado a su padre apenas ayer, necesitaba consejo y nadie mejor pues él siempre apoyó su relación sin importarle el segundo genero de Taichi.

―Creo que tendríamos menos problemas si fuera un Alfa ―murmuró dejando caer su cabeza hacia atrás. Luego se mordió los labios mientras se reprendía por su pensamiento. Alfa, Beta u Omega, los problemas serian exactamente los mismos. Sólo esperaba que su padre pudiera ofrecerle más que palabras de consuelo.





Taichi entro a Baeksan vistiendo un traje y zapatos nuevos. Llevaba el cabello muy bien peinado y la mirada luminosa. Varios compañeros al verlo pasar hicieron comentarios, algunos de aprobación y otros... bueno, no podía esperar que todos aceptaran que un Omega estuviera ocupando una de las oficinas principales, peor aun que recibiera por parte de Michael Duval una invitación para formar parte de su equipo.

William Shawn no podía estar más complacido con la noticia, y de hecho, Taichi se dirigía en este momento a verlos, para dar respuesta a su tan generosa oferta de trabajo.

El único problema era que dicha oportunidad le había sentado a Matt como patada de mula al hígado. En especial porque los intereses políticos se estaban interponiendo en su relación. Taichi comprendía mejor que nadie quizás la razón por la cual tanto Iori Hida, Eric Matthews y Michael Duval le pidieron, casi suplicaron que se abstuviera de la marca.

La cuestión es que como un símbolo de la fuerza e independencia Omega, se vería devaluado si está marcado y bajo la protección de un Alfa.

Así que nuevamente Taichi se veía en la obligación de retrasar sus deseos, aunque esta vez con la firme convicción de estar haciendo lo correcto para mejorar la vida de tantos Omegas que son comerciados y maltratados como si no valieran nada.

La marca en el cuello de Taichi no era más que un trámite, porque una relación, un Lazo real entre dos personas no tenía porque ser encajonada en un intercambio de hormonas. El Lazo real que unía a las parejas era el amor, la confianza y el deseo de velar por tu compañero, de aceptar sus defectos y virtudes, el entregarte por completo.

Y aunque se lo explicó de esa manera a Matt, a medias pareció aceptarlo, porque siendo realistas, Taichi iba a estar viajando, compartiendo tiempo y experiencias con dos Alfas sin llevar con él la marca de Yamato.

¿Pero que podía hacer?

―Entonces, aceptas... ―comentó Michael sonriendo.

Taichi despego los labios, porque había llegado a la sala de juntas sin apenas notarlo. Himekawa del otro lado de la mesa, sentada junto a Willis parecía segura de que aceptaría.

―Necesito pensarlo un poco más... ―respondió Taichi, porque aunque él se muriera por decir, sí. Matt no estaba de acuerdo y eso era un freno muy poderoso.

―Si le hiciera esta misma propuesta a cualquier Omega, júralo, se negaría. Los Omegas no pueden vivir lejos de su Alfa, los Omegas necesitan de la protección de su Alfa ―afirmó Michael poniéndose de pie para acercarse a Taichi. ―Ese es el principal impedimento por el cual los Omegas no consiguen los puestos y el respeto que merecen, porque ellos mismo se aferran a ese lugar seguro, no se atreven a ponerse en pie y caminar como iguales, hombro con hombro junto a su Alfa, prefieren permanecer a sus pies. Ser Omega es nacer con desventaja, eso es lo que les enseñan. Pero tu has demostrado que es mentira. Necesitamos no solo convencer a los Alfa de ello, sino también a los Omega. Hacerlos creer en ellos mismos, que se arriesguen y demuestren a este mundo que se equivoca. Pero no lo van a hacer si quien se los dice es un Alfa. Porque un Alfa jamás podrá comprender su dolor, su resignación, su pesar y sobre todo los estigmas que llevan grabados. Ellos te necesitan más de lo que imaginas.

―No te estamos pidiendo que abandones a Ishida ―agregó Willis mirándolo de frente. ―Tampoco que evites la marca de por vida, solo que nos des tiempo para vender esta idea, darle credibilidad.

―Daigo supongo te conto los horrores que presenció durante su adolescencia, ―comentó Maki Himekawa cruzándose de brazos y reclinándose por completo en el respaldo de la silla. ―Así que incluso si te viste protegido por él y Kyotaro deberías saber que la realidad de muchos Omegas masculinos es, por mucho, peor que el infierno.

―Daigo paso por...

―Te aconsejo que hables con él. ―Maki apretó los labios y desvió la mirada al darse cuenta que Taichi no sabía de qué le estaba hablando. ―Y luego decidas si la preciosa marca de tu cuello y el lazo con tu Alfa vale la pena.

Taichi salió del edificio con el alma temblorosa, nunca se imagino que Daigo Nishijima hubiera sufrido, pues casi siempre se la pasaba resaltando la suerte que tuvo de que sus padres lo aceptaran, amaran y de conocer a un Alfa bueno que lo valoraba.

Una vez ya en la explanada del edificio sacó su teléfono, buscó entre sus contacto y marcó.

―Tai ―nombraron del otro lado de la línea.

―Sí. Me disculpo por llamar de improvisto, pero necesito hablar contigo, ¿crees tener tiempo disponible?

―Dime que día quieres venir ―ofreció Daigo.

―Ahora mismo, es urgente.

Un silencio repentino se hizo, luego Daigo aceptó.

―Te estaré esperando.

Taichi cuadro los hombros, justo como antes de una pelea, caminó a paso seguro mientras su cabeza comenzaba a repasar las razones por las cuales aceptar el empleo de Michael eran una mala idea, para su sorpresa solo encontró dos.

Ya no era un Alfa a la vista de nadie, sin embargo ahora como Omega parecía que las expectativas sobre él estaban por los cielos.

―No soy un Alfa ―dijo mientras abordaba el autobús que lo llevaría hasta la residencia de sus tutores. ―Soy un Omega. Y lo único que me ata es... el anhelo de la marca y el amor de un Alfa.

Daigo recibió a Taichi preocupado, se notaba a simple vista que traía cargando sobre sus hombros una enorme carga. Por eso se limitó a invitarlo a pasar, servirle té con las galletas que tanto le gustaban y esperar a que fuer el mismo Taichi quien decidiera soltar todo lo que llevaba a cuestas. Aunque lo sorprendente era que le llamara a él y no a Kyotaro. Tai siempre mostró predilección por el Alfa.

―Hoy... ―dijo al fin Tai, luego volvió a guardar silencio antes de dejar salir todo el aire de sus pulmones en un resoplido. ―Michael y Willis quieren que trabaje con ellos, por razones de imagen me han solicitado dejar de lado la marca.

―¿Cómo lo tomó Yamato?

Taichi resoplo una risita agria.

―Mal. Habíamos decidido pasar mi celo juntos y por consiguiente...

―Iba a marcarte ―casi jadeo Daigo mientras las mejillas se le coloreaban de carmín y buscaba con la mirada por la estancia, como si esperara que Kyotaro saltara de alguna de las esquinas de la habitación con su arma en mano.

―Sí, bueno eso no pasó, ―y Taichi se desabrocho dos botones para mostrarle su cuello limpio a Daigo. ―Fuimos interrumpidos por Michael, quien deseaba hablar conmigo. Le informé que no estaría disponible por algunos días. No tuve que decir más antes de que él, ya sin alternativa me suplicara evitará la marca a toda costa. Que tenia muy buenos motivos y... ―Taichi tuvo que contarle absolutamente todas las cosas en juego, hasta llegar a la entrevista que tuvo esa mañana. ―Himekawa dijo que pasaste por una mala experiencia y que debía escucharla antes de decidir. No sé...

Daigo elevó la mano para pedir se detuviera, su mirada estaba clavada en la alfombra y las manos apretadas en puño le temblaban.

―Ella tiene razón, debes escucharme antes de decidir. Se que es tu vida, que has esperado mucho para poder ser libre, y aun más anhelando a Ishida. Pero...

Taichi contemplaba a Daigo y no podía creer lo frágil que se veía.

Daigo lo miró de frente antes de comenzar.

―Como sabes, yo nunca oculte mi casta. Mis padres no lo creyeron necesario, luego de lo que voy a relatarte, eso cambio. Tenía trece años cuando conocí el infierno. Ese día... ese día mis padres habían deseado sorprenderme, consiguieron a base de muchos favores pases para una exhibición de arte cuyo fin era convertirse en subasta. Así que como comprenderás estaba destinada únicamente a los potenciales compradores. Estaba feliz, entre los artículos se encontraba una joya de la que solo había oído y visto de manera muy superficial. El llamado Gota de Sangre, el más grande de los 30 diamantes rojos que existen el mundo. Todo fue maravilloso, hasta casi por el final, cuando se anuncio el cierre. Esa sería la única oportunidad que tendría de ver la Gota de Sangre, así que en un descuido de mis padres corrí de regreso a la sala donde se exhibía la joya.

>>Mis ojos se posaron sobre la Gota de Sangre un segundo antes de que mi mundo se volviera completamente oscuro. Desperté en una habitación sin muebles, acompañado de siete niños más o menos de mi edad, todos eran Omegas. Al principio quise ser fuerte, pensé ilusamente que mis padres no tardarían en encontrarme. Les llevaría cerca de cuatro días dar con mi paradero. Pero estoy adelantándome. Como te decía, no llore. Mi principal motivación debía ser salir de ahí. Por eso intenté pensar con calma, buscar alguna salida. Para mi desgracia todas las ventanas habían sido tapiadas y la puerta estaba bien asegurada. Los siete niños que me acompañaban tampoco lloraban, pero se mantenían sentados en el piso como muñecos desmadejados. Como un peluche que inmóvil espera a que su dueño se acuerde y juegue con él. Sus brazos y piernas estaban decorados con moretones en diferentes niveles de sanación, además de algunos cortes no muy profundos. Y así como yo los observaba a ellos, ellos me detallaron a mí, asombrándose al ver que mi piel no mostraba marcas de ningún tipo.

>>Tai, lo que esos niños habían sufrido a tan corta edad son tormentos inenarrables, su dolor y miedo estaban tan arraigados que cuando les hable de mis padres, ellos parecieron escuchar un hermoso cuento de hadas. Uno de ellos incluso me preguntó si me gustaban mis juguetes.

En este punto Daigo estaba llorando.

―Al principio no entendí. Luego supe que los juguetes que ellos conocían eran... ―y sollozo tan fuerte. ―Sexuales... juguetes sexuales. La palabra juguete para ellos no podía sino ser asociada a dolor y sangre... tenían trece años como yo, algunos menos, y nunca conocieron lo que era una madre, el amor, la protección, la diversión o incluso el consuelo. Ellos eran...

Daigo se puso de pie para darle la espalda a Taichi.

―Mi intención era contarte todo, pero no puedo, de solo recordarlo... tendrá que bastarte saber que, en esos cuatro días, tres de esos niños murieron, a dos les fracturaron las piernas y como ya no servían para los clientes habituales fueron enviados a otro lugar. Para cuando fui rescatado, gracias al padre de Kyotaro que trabajaba como agente en la policía, yo a pesar de no haber sufrido ninguna lesión odiaba a los Alfa y no pensaba permitir que nadie me tocara. Y por si te preguntas la razón por la cual no sufrí la misma suerte de mis compañeros de encierro, la razón es que era virgen.

Taichi hizo un sonido ahogado.

―Es extraño encontrar un Omega masculino virgen de esa edad, así que habían estado buscando comprador. De hecho, dieron conmigo debido a que hubo bastante demanda en el foro en que mi fotografía estaba expuesta. La leyenda debajo rezaba algo así como: Omega virgen de 13 años, completamente inocente y puro. Una delicia para los más exigentes Alfas.

>>Los mas exigentes, los más exigentes... ―repitió mientras sus puños se estrellaban con fuerza sobre el primer mueble que encontró. ―Lo que ellos estaban pensando no era eso, ellos estaban peleándose el derecho, el goce de destrozarme.

>>Cuando volví a los brazos de mi madre no era el mismo, estaba aterrado de alejarme de ella, incluso no podía ver a mi padre, un Alfa, con los mismos ojos. Cada noche lo miraba y pensaba si él tenía escondida dentro de si la misma maldad que aquellos otros Alfa. Le tenía miedo a él, al hombre que había vivido amándome y brindándome protección. Y luego cuatro años después llego Kyotaro a mi vida. Y lo odiaba, sin razón, solo movido por mi experiencia. Me avergüenza decir que una vez yo... Taichi, los odiaba tanto y pensaba que todos eran iguales. Así que cuando tome el cuchillo y me acerque a Kyotaro era solo con el pensamiento de que si lo mataba estaría salvando a muchos Omegas. Por suerte Kyotaro siempre ha sido fuerte.

El silencio una vez más se hizo presente durante varios minutos, tantos que Taichi pensó que la conversación había terminado y era mejor marcharse, pero incluso antes de mover un solo musculó Daigo volvió a hablar.

>>Cuando llegaste a nuestras vidas hubo momentos en que te odie. Te odie porque Kyotaro te amaba. Porque pensé que eras el remplazo de lo que yo no quería darle. Nosotros no hemos tenido cachorros porque estoy aterrado de traer a este mundo a un Omega masculino, que tenga que vivir como yo, asustado y odiando a los Alfas, porque no pienso entregar a mi hijo de ninguna manera a los horrores, o como tú, escondido. Pero de una manera u otra termine viendo a Kyotaro con un cachorro Omega.

―Yo... ―Taichi no sabía cómo disculparse, sin querer les había hecho daño.

―Lo cual solo me hizo reaccionar, tal vez este mundo no valore a los Omegas masculinos, pero vivir con miedo no va ayudarnos ―y Daigo a paso lento se acerco para tomar asiento junto a Taichi. Luego tomo su mano y la coloco sobre su vientre. ―Por eso... buscaremos ser felices y hacer feliz al fruto de nuestro amor.

A Taichi le brillaron los ojos de la emoción. Daigo estaba en cinta.

―Ya no me importa si es un Omega masculino, se que Kyotaro lo amará, lo protegerá. Y también puedo asegurar que tendrá un hermano mayor muy sobreprotector que le enseñará a caminar por la vida con la frente en alto. A ser antes que Omega, un buen ser humano.

Taichi se lanzo a abrazar a Daigo con todo el amor y gratitud que le tenía, deseándole lo mejor.

―Vaya, ¿Qué celebramos? ―preguntó Kyotaro entrando por la puerta. Se veía cansado, pero aun así sonreía mientras deshacía la distancia.

Daigo no espero hasta que llegara, se levantó y corrió a él para darle la noticia.

Mientras los veía celebrar entre risas y lágrimas de felicidad, Taichi tomó su decisión.

Continuará... 

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