Inicio


Taichi dio un suspiro cansado cuando su cuerpo cayó por completo en el mullido colchón. Afuera de esa habitación el mundo se estaba volviendo loco debido a la aseguración que soltó frente a las cámaras.

No tengo, ni necesito un Alfa.

Había dicho sin pensar, por supuesto apenas su cerebro alcanzó a sus labios era demasiado tarde para redimirse. Esperaba fervientemente que Matt no hubiera estado viendo el programa. Debía llamarlo y decirle, intentar explicar por qué dijo semejante idiotez, pero estaba tan cansado, tan agotado física, mental y emocionalmente que todo su cuerpo gritaba descanso. Durante la entrevista todos los Alfa presentes dejaron salir sus aromas cargados de feromonas dominantes. Taichi había utilizado cada gramo de su fuerza de voluntad y determinación para no caer al suelo del estudio gimiendo consuelo y piedad.

Así que ni siquiera le quedaban fuerzas para darse un baño a pesar de que esos olores tan desagradables los llevaba impresos en la ropa. Solo quería dormir, dormir y olvidarse de la guerra de intereses que había iniciado el día del atentado en Baeksan.

Era una maldita locura, Alfas de todo el mundo reclamaban su derecho a la soberanía sobre los Omegas. Argumentos retrogradas volvían a hacerse oír con mayor fiereza, el desprecio a la idea de que la naturaleza le hubiera dado a los hombres la capacidad de engendrar iba contra la idea conservadora de que era un milagro reservado únicamente para las mujeres. Porque incluso los Alfa femeninos eran mejor aceptados durante la gestación.

Taichi no comprendía porque el ser humano se adjudicaba el poder de decidir y opinar en algo que la naturaleza y por lo tanto Dios ha decidido y dictado. Pero así eran los Alfas, dueños y señores de todo lo que les rodea incluso del destino, de la vida de otros seres humanos.

De niño las connotaciones y repercusiones de su infantil decisión de convertirse en Alfa nuca fueron vislumbradas, porque en su pueril mente solo había un absurdo y tonto deseo de ser amado y aceptado por su padre. Porque para Susumo Yagami solo podría ser aceptable si Taichi era un Alfa.

No fue sino hasta tiempo después de estar bajo la tutela de Kyotaro y Daigo que comenzó a comprender la verdadera transgresión, el insulto a lo que era socialmente aceptable. Y ahora...

Taichi dejo salir un suspiro desde el fondo de su alma, estaba asustado, aterrado de lo que sucedería de ahí en adelante. Deseaba con todo su ser poder ayudar a los Omegas masculinos, pero en el proceso estaba lastimando a la única persona que amaba con todo su corazón y se preguntaba si valía la pena. Si tan solo Matt fuera como cualquier otro Alfa, si el lo hubiera repudiado tal vez...

Taichi sintió las lágrimas bajar por sus mejillas, quería correr de regreso a los brazos fuertes de Matt, sentir su calor, su aroma, la protección y consuelo de su presencia. Volver a estar completo. La pregunta era, ¿estaba dispuesto a asumir el precio? Él podría llevar una maravillosa vida junto a su Alfa, pero y los demás...

¿Le era lícito abandonar todo... a todos, cuando para él siempre hubo una mano amiga, una palabra de apoyo y muchas personas que le deseaban solo lo mejor?

Estaba en deuda con el destino, con la suerte, con Dios por brindarle tantas alegrías, la libertad y la oportunidad de vivir. Tal era su deuda que le era imposible pensar en dimitir.

―Matt ―llamó lastimeramente, todo él era una gelatina temblorosa que buscaba consuelo y amor. ―Yamato... ―murmuró mirando por la ventana, anhelando con toda el alma sumergirse en los océanos fríos y taciturnos que eran los ojos de su Alfa.

No tardó mucho en caer en la inconciencia de un sueño intranquilo, su cuerpo se había rendido ante el extenuante desgaste. Su mente poblada de tantas preocupaciones formo esa noche quimeras extrañas y aterradoras que le robaron el descanso dejando solo una sensación de malestar y paranoia.

Era una tontería, pero juraría que esa mañana al despertar su habitación no era la misma. Había algo diferente, aunque no lograba identificar el qué. Tai se sacudió aquello, se metió a bañar rogando porque el itinerario de aquel día no incluyera entrevistas.

Michael y Willis se presentaron a recogerlo puntualmente un poco después del desayuno para poder llegar a tiempo a la junta que se llevaría al medio día con el congresista alemán Adolfo Meyer. El hombre tenía reputación de ser progresista y muy abierto a los cambios. Así que tanto Michael como Willis tenían la esperanza de contar con su apoyo y voto para su enmienda.

Él parecía muy abierto cuando se lo mencionaron, y su única condición para dar respaldo fue conocer en persona al Omega que estaba, literalmente, cambiando al mundo.

Michael al principio no estuvo de acuerdo, una entrevista uno a uno con Taichi podría parecer a ojos del público como una cita, una imagen que no les convenía para nada, así pues, solo accedió a presentarlos siempre y cuando tanto él como Willis estuvieran presentes.

Adolfo no tan emocionado, aceptó. Y hacia ahí se dirigían. Michael no conseguía sosegar del todo el mal presentimiento que le susurrarle desgracia, Willis parecía pensar lo mismo, sin embargo, ambos sabían que el apoyo de Adolfo Meyer podría ser lo que los separaba de una victoria rápida.

El auto en el que viajaban se mantenía silencioso, el conductor concentrado en su tarea intentaba ignorar la incomodidad de la que eran presas sus tres pasajeros. Michael atenuaba su ansiedad jugando con un tipo de llavero, mientras Willis había decidido que perderse en el paisaje que pasaba a toda velocidad por la ventana era la mejor forma de dejar de lado sus dudas. Taichi por el contrario mantenía la cabeza gacha mientras apretaba entre sus manos el celular, tenía que marcarle a Matt, pero no había encontrado un segundo libre para ello y hacerlo frente a Michael y Willis le ponía nervioso.

―Adolfo Meyer es un hombre culto y un tanto quisquilloso ―comentó Michael a un par de cuadras de su destino. ―Procura solo responder lo que pregunte y no ahondes en las respuestas. No menciones a Matt, ya que has declarado públicamente no tener Alfa es mejor mantener esa fachada. Y... hagas lo que hagas nunca, jamás ni de broma respondas a sus coqueteos. Lo conozco de hace algún tiempo, es un casanova que piensa que cualquiera va a caer a sus pies ya sea por su dinero o su físico. No es mala persona, pero es mejor evitar cualquier mal entendido.

Taichi asintió con la cabeza apenas llegando a captar la última parte.

El auto se deslizó suavemente por la rampa del estacionamiento, el chofer condujo hasta encontrar un cajón desocupado lo más cerca posible del ascensor. Los tres hombres se tomaron su tiempo para salir, por distintas razones, pero a ninguno le entusiasmaba la idea de subir los trece pisos que los separaban de la oficina del congresista.

Viéndose más como un trío que camina de regreso al trabajo un viernes por la noche cuando saben que hay una fabulosa fiesta a una cuadra, que como un grupo que esta apunto de entablar una amistad conveniente, subieron en silencio casi sepulcral.

El timbre anunciando su destino sobresaltó a Willis quien sujetó por el brazo a Tai para impedirle la salida.

Sus facciones se endurecieron un segundo antes de pelar levemente los dientes como lo haría una fiera que siente el peligro.

―¿Huelen eso? ―preguntó elevando la nariz para captar mejor aquel aroma que le había puesto los vellos de punta.

Michael cerro los ojos y olfateo el aire.

―Es sándalo ―respondió sin darle mayor importancia. ―Adolfo la usa para aromatizar casi todos los lugares que considera suyos. Es como una marca personal.

Willis gruñó forzándose a no sacar su pañuelo y ponerlo directamente contra su rostro para atenuar el aroma. Michael podría pensar lo que quisiera, pero a Willis le ofendía al olfato. Como Alfa sus sentidos estaban más desarrollados y por lo tanto un olor tan agresivo como ese le provocaba picor y de exponerse en exceso irritación o alergia.

―Espero que esta junta termine rápido ―dijo soltando a Taichi quien en su mente imploró por lo mismo.

El despacho de Adolfo era tan amplio que prácticamente si se derrumbaban el techo y las paredes bien podrían convertirlo en un helipuerto. Revestido de todo a todo con madera de la mejor calidad daba una sensación de calidez, una que de a poco se cargaba hasta ser opresiva debido al aroma tan penetrante.

Tapices y cortinajes, así como los muebles eran de un estilo barroco en color dorado y guinda, que Taichi casi consideró haber entrado a la sala de un museo. El detalle de cada uno era tan increíble y ostentoso que se vio olvidando, en pro de admirar la belleza de la estancia, el olor del incienso. Los cuadros le robaron el aliento, tan majestuosos que sin darse cuenta se llevó la mano al pecho.

―El juicio final. El apocalipsis según Van Eyck. Su visión del infierno es lo que prácticamente me obligó a adquirirla. Me conmueve y me estremece la ferocidad y dolor de cada condenado. Una obra hermosa y por demás intimidante, ¿no lo cree señor Yagami?

Taichi respingó al escucharlo hablar prácticamente sobre su hombro. Estaba tan aturdido por el entorno que no sintió la presencia del Alfa hasta que habló.

―Bienvenidos, los estaba esperando caballeros ―dijo Adolfo sonriéndole a sus invitados antes de elevar la mano para estrecharlas con los Alfa, a Taichi sin embargo, opto por besar delicadamente el dorso de su mano en un gesto galante que indicaba su inclinación por complacerlo. Luego con un gesto casual los condujo a la sala del despacho.

La conversación transcurrió mejor de lo que cualquiera de los presentes hubiera pensado. Adolfo simplemente era encantador cuando deseaba serlo, además de un hombre en realidad muy interesante que en todo momento buscaba tentar a Taichi quien con su mente sagas, humor elegante y su desprecio por perder obligo a Meyer mostrar una faceta que Michael no conocía, de hecho, pensó igual a Willis que encajaron bastante bien.

En un momento para otro el mundo se redujo a solo ellos dos y su competencia por ver quien podría tomar con la guardia baja al otro. Se sonreían, lanzaban datos, estadísticas y alardeaban sobre algunas cualidades sin llegar en ningún momento a la fanfarronería.

Después de pasar un par de horas en una agradable conversación, Adolfo los invitó a comer, para ello se trasladaron a un restaurante cercano. Los tres entraron discretamente y se acomodaron en uno de los privados del lugar.

Adolfo pensó que esa era su oportunidad, el idioma del amor era su fuerte pues a pesar de ser de nacionalidad alemana había transcurrido gran parte de su niñez y adolescencia en Francia. Por ello hablaba de manera fluida francés.

Con el mejor acento que logró emitir se ofreció a pedir por los tres, sin contar que Taichi le respondería que no era necesario en ese mismo idioma.

A Adolfo le brillaron los ojos de asombro y su mano se movió más rápido al sujetar la mano del Omega y plantarle un delicado beso en la palma, que sus neuronas para racionalizar que aquel gesto solo estaba permitido en parejas comprometidas o ya enlazadas.

Taichi se estremeció y enrojeció de pies a cabeza. Meyer se disculpó sentidamente, aunque por dentro su Alfa estaba brincando como cachorro travieso.

Taichi se puso de pie y se excusó para dirigirse al sanitario. La sensación de los labios de Adolfo sobre la palma de su mano le cosquilleaban, y su Omega sentía la necesidad de pavonearse y coquetear en busca de tentar a este grandioso Alfa que demostraba interés por él. Pero él, Taichi solo conceptuaba la traición y el asco por ese acto que de ninguna manera debería disfrutar.

―Pero que rayos... ―maldijo mirándose al espejo, luego saco su teléfono para marcarle al único Alfa en su vida. Esperó un par de tonos antes de escuchar la línea conectando del otro lado.

―Se breve Yagami, estoy a punto de salir.

Taichi se mordió los labios, cualquier esperanza de que Matt no hubiera escuchado la desagradable aseguración que hizo se fue al caño. Así que era mejor no alargarse.

―Lamento mucho haber dicho... "aquello" ―y acentuó con la voz lo último, porque no quería repetir sus palabras.

Un suspiro cansado se dejó oír por el auricular.

―Esta bien. No pasa nada. ¿Eso era todo?

Taichi esperaba reclamos, gritos, hasta amenazas o insultos, pero no está fría y cruel indiferencia. Como si lo que dijo no valiera nada, como si el no valiera lo suficiente para que Matt mostrar otro tipo de reacción.

―Yamato, escucha. Yo de verdad lo lamento. No quise... nuca fue mi intención, es solo que... ―arremetió con prisa temblando y de no ser porque había miles de kilómetros de distancia, Tai estaba seguro que en ese momento estaría de rodillas o besándole los pies gimoteando el perdón de su Alfa. ―Lo dije sin pensar, había tantos Alfas y ellos estaban menospreciándote y...

―Y creíste que era mejor negarme...

A Tai se le fue el aliento.

―Mira Yagami, no te estaba mintiendo, Iori va a salir rumbo a una junta y debo prepararme.

―Pero Matt ―rogó Taichi con la voz quebrada.

―Te marcaré cuando aterrice o tenga un rato libre ―y sin dedicarle siquiera una palabra de cariño Yamato colgó el teléfono.

Taichi se encerró en uno de los cubículos individuales como un sustituto muy vago de su nido. Le costaba respirar y las paredes a su alrededor de apoco se iban haciendo tan grandes. Las piernas le temblaban y hasta el solo hecho de sostener el celular le estaba costando toda su fuerza de voluntad. Estaba entrando en un ataque de pánico y su Omega se moría de dolor tras el rechazo de su pareja.

Tai llevó una mano a su pecho y presionó con fuerza en un intento vano de detener el malestar que de apoco se apoderaba de él. ¿Qué había hecho? ¿Cómo es que pensó que negar a su Alfa era buena idea? Ciertamente no deseaba ver en el ojo del huracán a Matt, criticado, menospreciado o hasta ridiculizado, pero eran pareja y Yamato siempre demostró su apoyo. Siempre fue muy consiente de todas las repercusiones y estaba dispuesto a lidiar con todo eso si podía declarase el Alfa de Tai. ¿Y que había hecho? Lo negó frente al mundo entero. Egoístamente ignoró los deseos y sentimientos de Matt al haber dicho aquello.

Era un mal Omega y un pésimo compañero. Matt merecía algo mejor que todos los problemas que llevaba Taichi a cuestas, merecía una preciosa Omega que pudiera presentar frente a su familia, amigos y en el trabajo. Una que no temiera pasear con el durante sus embarazos, que lo llenara de orgullo con su belleza y delicada gracia. Una pareja que le permitiera dejarle su Marca para formar el Lazo. Una que con sumiso amor aceptaría cada palabra de su boca como ley. Esa felicidad que Taichi sabía nunca podría darle porque era todo lo contrario, demasiado masculino para ser un Omega, demandante y soberbio. Una vergüenza que ocultaría bajo llave con cada cachorro por venir.

Tal vez esta era la oportunidad perfecta para dejar que Matt encontrara algo mejor. El destino lo había atado a él, decidió sin opinión de nadie que eran perfectos el uno para el otro. Pero Taichi que desde el primer momento repudio el edicto de la vida, ahora estaba dispuesto a hacer lo mismo.

Sí, era un Omega, pero un Omega como ningún otro, único. Entonces, también podía cambiar a su destinado. Podía cambiar, ir en contra del universo y despreciar a su pareja.

La sola idea casi le paró el corazón, amaba tanto a Matt, le era tan necesario como respirar. Pero...

―Tai... Tai... ―gritaron empujando la puerta de un sonoro empellón. Un ruido que apenas logro registrar. ―Tai... vamos, ponte de pie. Debemos irnos.

Taichi podía ver el rostro de Adolfo desfigurado por la angustia y el miedo, sus manos estaban frías cuando lo tomaron por los brazos en un vano intento de obligarlo a obedecer, porque estaba tan perdido en su dolor que el mundo entero era apenas un borrón. Los sonidos, los colores, incluso el hombre, el Alfa frente a él eran una especie de película de mala calidad de la que no podía entender nada.

―Yamato ―murmuró Tai al tiempo en que las lágrimas comenzaban a bajar una tras otra por sus mejillas. ―No me dejes...

Adolfo no entendió lo que pasaba, su único propósito era salir de ahí con Tai lo más pronto posible. Una acción que fue impedida en el justo momento en que tres hombres fuertemente armados entraron por la puerta y sin consideración los golpearon para dejarlos inconscientes.   

Continuará...


N. A. 

Una sentida disculpa por el retraso, pero he tenido un par de pendientes que resolver. Con ellos fuera del camino espero publicar como en antaño al menos un capítulo por semana. 

Agradezco de ante mano a quienes a un esperan y leen esta historia. 

Atentamente, su escritor. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top