Epílogo
Taichi se acomodó plácidamente sobre el suave colchón, por el enorme ventanal entraba el sol de la tarde, sus colores naranjas acariciaban la alfombra gris perla y el escaso amueblado del departamento que a partir de hoy sería suyo. No era nuevo, pero estaba bien ubicado, a apenas un par de cuadras de Baeksan-Japón, en donde ahora ostentaba el título de asistente ejecutivo de la presidenta.
Después de salir del hospital Kyotaro había insistido en que viviera con ellos al menos dos meses, y en cierta medida Taichi estaba ansioso de poner tierra de por medio entre él y Yamato, por lo que aceptó cumplir el capricho de sus padres adoptivos sin quejas.
Pero tras el período impuesto, tanto él como Yamato tuvieron que sentarse a hablar sobre lo ocurrido, no solo en ese sótano, sino en sus vidas. Las heridas emocionales ya acumuladas no eran cualquier cosa y lo demostraba el hecho de que ambos habían sufrido episodios hormonales para nada normales.
Yamato intentó expresar en palabras todo aquello que cruzó por su cabeza, su odio a su propia persona por no estar a la altura de las circunstancias, por no haber logrado protegerlo, por ser un estorbo.
Taichi sobre la culpa por hablar antes de pensar, de dejarse llevar por los ideales de otros sin preocuparse antes en la felicidad de Matt y la propia. Por no haber comprendido sino hasta el último minuto que con el único que nunca necesito ser nadie más que él mismo fue con Yamato.
Ciertamente aun quedaron cosas bajo el agua, algunas inseguridades, como el hecho de que ahora que los Omegas masculinos podían vivir más libremente, Taichi se sentía demasiado rudo, macho... para las delicadas prendas que algunos vestían, o los gestos y sonrisas que mostraban con una envidiable y afable tranquilidad. Y ni hablar de sus cuerpos. Tan curvilíneos, tan apetecibles a la vista mientras él... vamos, que ni sabía como recibir adecuadamente a Matt cada que llegaba a casa. No era buen cocinero, no se le quemaban los alimentos, pero tampoco tenía nada que presumir. Su interactuar era demasiado hosco, nada de detalles románticos porque en primer lugar no se sentía cómodo, y para ser sincero no sabía ni como darlos o recibirlos. En resumen, era un desastre.
O Yamato, que detestaba ver el cuello de Tai, porque ahora comprendía mejor eso de marca de propiedad. Sentía hasta nauseas de solo pensar en el momento y razón por la que fue aceptada. Taichi le pertenecía, pero no porque así lo eligiera, sino porque fue el camino más seguro en una situación desesperada. Y le dolía pensar que quizás si nunca lo hubieran presionado, jamás habría aceptado en primer lugar su mordida.
Pero mientras todos esos miedos los carcomían por dentro hubo algo bueno, decidieron que volverían a vivir juntos.
Y ahí estaba Tai, a casi tres semanas de ocupar el departamento terminando de abrir la última caja, haciendo oficial el hecho de que estaba en casa.
Llevaban tres semanas, y Matt aun no lo había tocado, aumentando de forma alarmante sus miedos.
Tai quería llorar de solo pensar que ahora Matt tenía con quien compararlo, seguramente deseando tener a un Omega mucho más bonito, menos tosco, menos... Tai. Su piel no era suave, estaba llena de cicatrices, las palmas de sus manos estaban duras por sujetar armas, y cada uno de sus músculos era fibroso, trabajado para soportar los golpes, nada en él invitaba a las caricias, la adoración o el amor.
Sin darse cuenta las lágrimas estaban brotando, cálidas y dolorosas.
Si pudiera cambiaría ese cuerpo cuadrado por uno más dulce, uno en que las manos de Yamato pudieran afianzarse con deseo.
Desearía ser apetecible a sus ojos, vestir prendas sensuales que le abrieran la puerta la lujuria de Matt, y no que al ponérselas luciera grotesco. Porque contrario a lo que se podrían imaginar de él, tenía un bonito babydoll escondido. ¡oh! Cruel vergüenza, se lo había puesto con la ilusión de verse hermoso, para caer en cuenta de que la forma y contextura de su cuerpo solo podían hacerlo ver ridículo.
Tan humillante.
―Estoy en casa ―se escuchó desde la puerta de entrada.
Taichi se puso en pie limpiándose apresuradamente las lágrimas y recompuso su aspecto lo mejor que pudo, lo que menos deseaba era preocupar a Matt con sus tontas inseguridades.
―Bienvenido ―dijo saliendo de la recámara.
Yamato bajo por un momento la mirada, sintiendo como si un puñal le atravesara el corazón al notar los ojos hinchados y rojos de Tai, porque por más que intentara auto convencerse de que Tai lo amaba, mientras más veía la tristeza y resignación en su mirada, la idea de que Taichi no era feliz junto a él tomaba fuerza.
Por lo regular optaría por fingir ignorancia, preguntaría sobre la cena y llenaría la conversación con cualquier tema banal, pero hoy...
―Tal vez fue demasiado precipitado el que viviéramos juntos ―dijo casi atragantándose con sus palabras, luego con un último suspiro concluyo con un: ―Esto no está funcionando.
Estas palabras fueron como un balde de agua helada para Tai quien apretó las manos en puños.
―Si eso es lo que piensas ―y se mordió la lengua para no rogarle que le diera una oportunidad, que podía mejorar. Si no podía cambiar su físico, lo haría de actitud. Cocinaría, se esforzaría por ser más cariñoso, por vestir mejor, por hacer... cualquier cosa que Yamato deseara y necesitara. Pero hacerlo sería solo apelar a la lástima.
Por su parte Yamato solo asintió, al considerar que si la propuesta fue aceptada tan fácilmente es porque talvez Tai ya la venía considerando.
―Entonces... ―dijo Yamato sin saber por dónde continuar.
Taichi dio media vuelta, y comenzó a caminar hacia la recámara para tomar algunas prendas y varias cosas personales.
―De todos modos, Daigo está al final del octavo mes de su embarazo y Kyotaro me quiere en casa para ayudarle en todo lo que se pueda, ya sabes, con eso de que los embarazos masculinos son más delicados.
Apenas cerrar la puerta Taichi se derrumbó en el suelo, ni siquiera después de una pelea recordaba sentirse tan herido, ni con tanto miedo. Era su culpa, porque Matt había hecho hasta lo indecible por ser el mejor Alfa y ¿Qué había hecho él? Primero lo alejó, luego le colocó condiciones sólo para terminar siendo él quien no cumplió como Omega.
En este momento daría lo que fuera por ser un buen Omega, rogar dulcemente por la atención de su Alfa, hacerle ver entre gemidos zalameros cuanto lo amaba, mirarlo con deseo y perfumarlo con su aroma para invitarlo descaradamente a su nido.
Ni siquiera tenía nido, se gritó y pateo mentalmente.
Sabía de boca de Kyotaro, de su madre y de muchos, pero muchos Alfas con los que convivió, que una de las mayores fantasías de estos era, ver y ser invitados a un nido. Era como la prueba de fuego para un Alfa que aspirar al amor de un Omega, porque eso significaba que se había ganado su confianza.
Pero él no tenía nido.
Él no era un buen Omega.
No era un Omega completo, pero tampoco era un Alfa o Beta... ¿Qué era?
Afuera Yamato mantenía su misma posición, mirando el piso sin mover un solo músculo por miedo a lo que sucedería, solo esperando ver salir a Tai, despedirse de él. Lo había intentado, de verdad que sí, se esforzó y no fue suficiente.
Porque hasta ese departamento que compartían había sido pagado por Michael. Lo había disfrazado como deuda, agradecimiento y hasta en cierta medida compensación por todo lo que tuvo que pasar Tai. Lo que hizo Tai. El departamento era de Tai. ¿Entonces que hacía ahí esperando a que el dueño se fuera? Era él quien debería estar empacando, en cambio Taichi nuevamente procuraba primero su comodidad, lo anteponía a sí mismo, Taichi saldría de esa casa permitiéndole a Matt quedarse en un lugar seguro.
Con un demonio, que el Alfa era él.
Entonces, si él era el Alfa, porque se sentía tan embelesado con aquel gesto. Debía ser el Omega quien se quedará en la casa, no solo porque era suya, sino porque como Alfa debería poder cuidar de sí mismo, salir a esas horas de la tarde sin tener a donde ir no debería representar ningún tipo de inconveniente, pero en lugar de eso...
―Ya tengo todo... ―dijo Taichi pasando a toda velocidad por su costado. Eso sería todo...
―Taichi ―gimió Matt. Un Alfa no debería ser tan débil, aun así. ―Por favor no te vayas. Te lo ruego. Se que dije que esto no funcionaba, pero... no puedo vivir sin ti. Lamento haberte marcado, no haber sido más fuerte, lamento no ser mejor, lamento...
Y Taichi se arrojó a los brazos de su Alfa. ¿Cómo podía decir que no era fuerte? Si era él quien cobardemente huía. De los dos Matt era el mejor, siempre lo ha sido y siempre lo será.
―Que fueras tu quien me marcara es mi único recuerdo agradable de esa horrible temporada en que todos necesitaban algo de mí.
Yamato se aferró al cuerpo de Tai tras escuchar esa declaración.
―Pero tú no querías que te marcaran, y ahora comprendo mejor la razón. Miro tu cuello y solo puedo pensar que es como si llevaras un collar de esclavitud. Es denigrante y repugnante el solo hecho de saber que mis dientes perforaron tu piel para satisfacción mía.
―Matt ―murmuró Taichi obligándolo a mirarle, ambos estaban llorando, por diferentes motivos, pero sintiendo el mismo dolor de la que pensaron sería su separación. ―Yamato. Voy a contarte mi más grande secreto. Esto que voy a decirte espero que lo guardes en tu corazón y nunca, jamás lo repitas ni en broma. Te lo confiare a ti y tal vez algún día cuando me sienta cómodo podre... demostrarlo.
Yamato respiro profundo para apagar un poco su llanto.
―Yo... ―y Taichi se ruborizo completamente, porque al decir lo siguiente también estaría dejando al descubierto sus debilidades. Pero si Matt estaba dispuesto a decir aquello que lo lastimaba entonces él debía corresponder de la misma manera. ―Siempre quise ser marcado ―dijo en apenas un susurro.
A Yamato se le fue el aire de solo escuchar aquello. Es que... entonces... ¿En dónde quedaba el berrinche que hizo cuando se negó tan rotundamente?
Y al parecer sus dudas fueron muy claras pues Taichi rápidamente continúo.
―Cuando era niño soñaba con llevar hermosas ropas, ser presentado frente a Alfas que me miraban como el ser más hermoso sobre la tierra, que me desnudaran con la mirada porque era el mejor de entre todos. Vería a otros Omegas morir de envidia cuando tu llegaras a mi lado y descaradamente me abrazaras reclamándome como tuyo. Quería mostrar tu Marca siempre fresca porque cada vez que tú y yo... lo hiciéramos volverías a morderme. Llevar a tus hijos. Ser protegido por ti. Ser el centro de tu mundo. Quería que me sometieras tan fuerte y duro como lo necesitaras, mi Omega deseaba con desesperación sentir la sumisión que siempre le negué.
Terminó de contar con la cara más roja que una bengala bajo la atolondrada y casi estupefacta mirada de Yamato.
―Pero... nunca diste signos de...
―Porque me negué a ser débil ―gimió Taichi deshaciéndose de la pena. ―Era yo contra él mundo, un solo fallo y no sería solo yo quien pagaría por el error. Kyotaro y Daigo, mi madre y hermana. Borré todas esas fantasías y las enterré en lo más profundo. Pero ahora, cada que veo a un Omega varón pasar a mi lado y veo la delicadeza de su andar, el compás de sus caderas, la belleza de sus ropas no puedo evitar sentirme humillado. Despreciar lo vulgar que soy en comparación suya. Y luego está esto...
Sus manos rebuscaron en el bolso con furia hasta encontrar y arrojar al suelo el babydoll.
Matt miro la prenda sintiendo que Tai estaba a décadas de distancia, es como si en este efímero momento estuviera aprendiendo más de él que en todos los años que llevaba de conocerlo.
―Me miro y no soy hermoso. No soy un buen Omega, no como el que soñé sería. Quiero verme bonito para ti. Pero mis horribles hombros son tan masculinos que yo...
―Ya puedes dejar de ir un paso adelante ―dijo abrazando a Taichi. ―Ya puedes ser tú mismo. Voy a protegerte, voy a permanecer a tu lado para que al fin bajes la guardia.
―Perdóname Matt, no soy tan valiente como todos piensan. Lo único que deseaba era un Alfa que me amara.
―Tu perdóname a mí, porque nunca supe ver la carga real que soportabas.
Ambos soltaron un suspiro de alivio, la bolsa con las cosas de Taichi yacía abandonada, olvidada igual que sus intenciones de marcharse.
―Matt
―Mnn
―Podrías Marcarme otra vez ―pidió Taichi con apenas un hilo de voz.
―Voy a marcarte cada vez que lo hagamos.
Taichi se separó de él, sus ojos abiertos a más no poder.
―Eso no... no es posible ―dijo nervioso. ―Es decir sé que lo dije, pero... pero no creo que sea conveniente, es decir estaría todo el tiempo en carne viva y...
―Demasiado tarde para arrepentirse. A tu Alfa le ha encantado la idea ―susurro contra el oído del Omega dejando al propósito que su aliento cálido chocara contra la piel.
Y tenía razón, porque el Omega de Taichi estaba haciendo fiesta mientras su cuerpo comenzaba a sentirse extremadamente despierto y mojado.
Los miedos e inseguridades no se irían nunca, siempre habría alguno susurrando para hacerlos sufrir, pero no importaba porque Taichi sabía que lo que declaró frente al mundo era cierto.
Omega y Alfa, el principio y el fin, el yin y el yan, la mejor combinación, dos mitades que al fin encajaron en su lugar.
Ambos se miraban y las palabras sobraban. La infancia ya pasó, esa en donde Yamato estaba confundido al creerse enamorado de un Alfa y Taichi asustado de mostrarse Omega. La adolescencia no fue la mejor, separados, añorándose y ahora en su adultez les quedaba mucho por aprender. Pero la vida era así, tan ingrata, tan difícil, sin embargo, viéndola a través del espejo de los ojos de su alma gemela y degustada por la boca de su primer y único amor, era y siempre sería maravillosa.
Fin
N. A.
Esta historia ha sido una de las más difíciles de escribir para mi, no sólo porque darle a los acontecimientos realismo sin llegar a caer en lo pesimismo, fue sin duda un reto. no suelo dejar finales felices, no creo que la vida sea así, pero con Alfa y Omega sentí cierta obligación en colocar al menos una conclusión en donde permitiera ver que todo mejoraría. Espero haberlo logrado sin haber forzado nada.
Les agradezco sinceramente a quien lee y recomienda mis historias, su paciencia mientras se escriben y sus comentarios que me animan a no rendirme.
Quedo de vos...
Mis mejores deseos.
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