Aviso de tormenta
Un suspiro cansado y casi moribundo salió expulsado de los labios de Taichi cuando al fin pudo dejarse caer sobre la cama. Su brazo había sido remendado con al menos diez puntadas, y pensar que estando en plena pelea lo catalogó como apenas un rozón. Los moretones que adornaban sus brazos y piernas dolían como el infierno y su labio inferior estaba hinchado y rojo como una enorme granada a punto de explotar.
Simplemente era un cuadro lamentable.
Aun así, lo que más le dolía era que de los cuarenta Omegas solo había logrado convencer a veintiocho, los otros veintidós decidieron quedarse y...
―Maldición. Maldición ―gruñó Taichi ahogando su chillido de impotencia en la almohada y golpeando el colchón con los puños muy a pesar de tenerlos casi en carne viva. Las lágrimas de impotencia le corrían por el rostro. ―Joder ―exclamó con tantas emociones atoradas en el pecho que no sabía cómo hacer para sacarlas.
Los Omegas apenas llegar a la residencia de Abadón fueron conducidos a una pequeña y discreta casa al fondo de la propiedad, no era amplia y cuanto menos cómoda en sentido lujoso, apenas si lo necesario, pero era solo una parada antes de su destino final mientras eran examinados tanto física como mentalmente. Estuvo presente hasta que todos los jóvenes fueron puestos en sus camas con una muy sencilla pijama. Les aconsejó que descansaran y se despidió hasta el día siguiente. Y aunque pudo ver en sus rostros aun miedo, parecían más tranquilos ahora que comprobaban por ellos mismos que puertas y ventanas podían ser abiertas a voluntad.
Abadón había dispuesto gran parte de sus recursos en una vivienda digna que funcionaría como escuela y asilo, dicha que sería puesta en marcha en cuanto tuviera al menos veinte Omegas reformados que pudieran tomar el mando, porque darle dicho trabajo a los Alfa o Betas no ayudaría en nada a la imagen de confianza que buscaba darles.
Así que se podría decir que la tarea de Tai apenas comenzaba. Ahora debía preparar a estos veintiocho Omegas, y quince más que venían del extranjero, para que pudieran salir al mundo y valerse por sí mismos. No iban a convertirlos en eruditos, pero al menos les enseñarían como buscar empleo y conservarlo, así como deshacerse de algunos traumas o mantenerlos en el peor de los casos a raya.
Que tomaría tiempo y mucho, pero mucho dinero y esfuerzo, era cierto, pero valdría la pena e iban a lograrlo, estaba seguro.
Con eso en mente y a pesar de la enorme tristeza de su fracaso, al fin el cansancio lo venció. Sólo esperaba que en el mundo de Morfeo pudiera alcanzar un pedacito de cielo, esa dulce quimera que una vez fue su sueño más anhelado, una familia, tal vez uno o dos hijos con su amado Alfa.
―Matt...
Abadón paseaba por su despacho, sus manos fuertemente apretadas en puño estaban a nada de estrellarse contra lo primero que se atravesara en su camino con la firme intención de destrozarlo. Su Omega, su hermoso Omega había regresado herido. Tuvo que tomar todo de si para que su Alfa no saliera y reclamara venganza para quien hozo tocarlo, y requirió aun más de su autocontrol para mantenerse sereno mientras el médico le curaba, porque al parecer los golpes recibidos habían provocado un gran daño interno.
En este momento lo único que deseaba era correr a la habitación de Taichi y envolverlo entre sus brazos, ahí en donde ningún mal nunca volvería a tocarlo, pero debía abstenerse, porque de hacerlo no garantizaba que el día de mañana los recibiera sin una marca de propiedad en el cuello de Yagami y eso era simplemente inaceptable.
Taichi no deseaba una Marca, ni un Alfa, debía ser paciente y darle su espacio. Tenía que obligar a esa parte tan agreste de si mismo a controlarse. Era un Alfa puro y por lo tanto sus instintos era mucho más fuertes, pero eso no quería decir que pudiera usarlo como una excusa, porque él era Abadón VenomMiotismon y nada estaba por encima de él, ni siquiera su Alfa interior.
Así que ahí estaba, salivando como perro que huele un delicioso trozo de carne, pero negándose a caer tan bajo. Tai necesitaba descanso, toda su comprensión y apoyo, porque de otro modo por lo que estaban luchando se iría al traste.
Taichi llevaba una vida negándose a su Omega en casi todos los sentidos, si quería ser su igual, su pareja debía demostrar que estaba a la altura y eso significaba pensar con el cerebro antes que con la entrepierna.
Lo cual siendo sinceros era muy difícil sabiendo que apenas a unos metros se encontraba indefenso el motivo de sus deseos más oscuros.
Taichi inspiró profundamente esperando calmar los nervios que hacían a sus manos temblar. Este era el peor momento para demostrar debilidad.
―Debo ser fuerte ―se dijo así mismo formando puños.
Una vez más centrado abrió la puerta.
La habitación era bastante amplia, por lo menos lo suficiente para albergar treinta literas, quince a cada lado, y un armario bien abastecido de mantas y algunos artículos de higiene personal completamente nuevos.
Hace apenas un par de días había estado casi seguro de que si tenía éxito en abrirse paso hasta los cuarenta Omegas que buscaba rescatar, esta estancia apenas sería suficiente; desgraciadamente los veintitantos pares de ojos que lo miraban fijamente eran muchos menos.
―Buenos días ―saludo mordiéndose el labio inferior para canalizar dolor físico en lugar de sentimental, pues no quería ni pensar en donde estarán los Omegas que decidieron quedarse. Le dolió en el alma dejarlos atrás, sin embargo, no podía arriesgar a aquellos que confiaron en él lo suficiente para poner su vida, su destino en sus manos. Se consolaba pensando que quizás más adelante volvería a encontrarlos y entonces...
Todos esos muchachitos se pusieron de pie de un salto y corrieron a su encuentro, en sus ojos leía el miedo y la preocupación a su persona, y como no, si su rostro aun cantaba, gritaba la golpiza que tuvo que soportar.
―Espero que hayan podido descansar ―dijo para centrarse en lo que había venido a hacer. ―Ahora, necesito que me escuchen atentamente y piensen a conciencia lo que voy a proponerles.
Durante la siguiente hora Taichi les conto parte de su vida, como fue que terminó involucrado con los representantes de la enmienda a la ley Omega, las razones por las que los rescató y lo que esperaba de ellos.
―Abadón esta dispuesto a invertir en su educación, darles una vida, pero... aquí la pregunta más importante es: ¿Están dispuestos a pelear?
Varios murmullos se elevaron, todos parecían desconcertados ante la cantidad de información y hechos descritos.
―No espero que me respondan ahora, pero prometan que van a pensarlo con detenimiento, porque ustedes mejor que yo saben que apenas pongan un pie fuera de esta casa el mundo entero se volverá contra ustedes. Será una guerra ardua, y habrá muchas veces en que desearán bajar la cabeza y volver a lo que eran. La prueba más cruel que les puedo ofrecer es mi propio rostro ―y Tai elevó la barbilla que, aunque magullada era altiva. ―Yo he decidido que así me cueste la vida voy a vivir según mis reglas. Como les dije ese día, soy un Omega como ustedes, pero nunca me inclinare ante nadie.
El silencio que le siguió a esa declaración fue el punto final a la conversación. Taichi asintió con la cabeza como una despedida respetuosa y salió de ahí para dejarlos pensar en paz lo que deseaban. Sin duda sería difícil porque no estaban acostumbrados a tomar las riendas, pero este era el primer paso para ser libres.
Con andar tranquilo deshizo el camino, sus pasos eran lentos tanto que en algún punto si dejo de avanzar ni cuenta se dio. Simplemente se quedó plantado ahí en medio de la casa principal y ese tipo de posada temporal para los Omegas. El jardín a su derredor era hermoso y sin embargo, su vista perdida en la nada solo podía evocar lo que más añoraba.
―Yamato ―murmuro con gemido lastimero. Su Omega, esa parte que tanto tiempo negó estaba llorando mientras moría lentamente de tristeza. Necesitaba a su otra mitad, a su complemento.
Había escuchado de eso solo como una mera fábula, los destinados no pueden vivir lejos uno del otro. Lamentablemente Taichi estaba comprobándolo de la peor manera. Y la única cura... la forma más eficaz sería...
No, negó Taichi no pensaba dejar que ningún Alfa le mordiera. Si no se lo permitió a Matt, menos aun a otro, sin importar quien fuera. Y tras ese pensamiento sus manos sujetaron su cuello con fuerza, como si temiera sentir el filo de colmillos traspasándole la piel, y la sola idea le provocó náuseas.
Taichi cayó de rodillas sus manos presionando la piel de su cuello mientras gimoteaba. Jamás lo había hecho, así como tampoco sabía como ronronear, al menos no por voluntad propia. Aunque recordaba solo una vez cuando ese sonido vibró en su pecho delatando su felicidad y deleite, y fue con y para Matt.
―Yama ―plañó sintiendo como su pecho comenzaba a llenarse de pánico. Su corazón latía tan rápido que casi zumbaba, el sudor le perlo la frente y cada miembro de su cuerpo se tensó. ―Yama ―suplicó.
Esto no estaba dentro del plan. Esto no era lo que él quería. Pero la vida y el destino le arrojaban una vez más a la cara que un Omega no puede sobrevivir solo.
―Joder ―jadeo con los ojos inundados de lágrimas al tiempo en que comenzaba a temblar. ―Maldición ―de que valía toda su voluntad si su cuerpo lo traicionaba. No podía confiar ni en él mismo.
―TAI ―gritó Abadón corriendo en su dirección. Había estado esperando por él desde hace un par de horas, pero nervioso como estaba no pudo contenerse más y decidió buscarlo, solo para encontrarlo en el suelo sufriendo algún tipo de crisis.
Sus manos no dudaron en extenderse para brindarle ayuda, protección y consuelo; más nunca espero el zarpazo que le dejo un arañazo profundo.
―Aléjate ―exigió Taichi.
―Tai, habla conmigo, dime que pasa... ―solicito Abadón con voz casi sumisa.
―Alfa ―gruñó Taichi con desprecio. ―No eres mi Alfa.
Y entonces Abadón comprendió. El hermoso hilo rojo que lo ataba a Yamato se estaba convirtiendo en la soga que ahorcaría a Taichi. Tenía que cortarla o...
―Voy a llamar a Matt ―concluyó Abadón poniéndose de pie.
―No ―dijo contundente Taichi. ―No lo quiero aquí.
―Entonces romperé tu lazo con él.
Taichi pareció retraerse sobre si mismo, como si la sola mención de cortar su conexión con Yamato le hubiera provocado un enorme dolor. Su Omega arañaba y aullaba en su interior, exigiendo, suplicando porque no hiciera una tontería, pero por sobre todo que volviera con su Alfa.
A donde pertenecemos... le susurró su Omega con total saña.
Tai dejo ir un alarido que asusto a Abadón lo suficiente para retroceder, porque en ese instante la razón, la parte de Taichi que era un hombre se negaba a solo aceptar la ridícula idea de que necesitaba de alguien para vivir. Porque Taichi Yagami no le pertenecía a nadie y se negaba caminar obedientemente, sin elección. Pero por otro lado, su Omega, su Omega agonizaba porque había aguantado años arrinconado, escondido sin que se permitiera mostrar su instinto paternal, ese que soñaba con cachorros, con ser amado y protegido, con un Alfa que lo mimara. Ese ser maravilloso que lo cuidaría y al que se entregaría por completo. Y luego llegó Yamato Ishida y nada pudo contenerlo, deseaba ser marcado, sentir el peso de su Alfa sobre él, atenderlo, ser de él, pertenecerle a él, anhelaba con vehemencia llevar en su vientre una nueva vida. Pero contrario a ello ahora intentaban volver a sumergirlo en la oscuridad, y no iba a permitirlo, no cuando su destinado estaba allá afuera esperando por él.
Que se fueran al demonio todos los demás, si no tenían destinado a un Alfa tan maravilloso como Yamato era porque no lo merecían.
¿Por qué debía pagar él por la felicidad de otros?
¿Por qué debía cargar sobre sus hombros la seguridad de otros?
¿Por qué no se le permitía ser feliz con su destinado?
¿Acaso les debía algo?
Que se vallan al demonio.
Él iba a regresar con su Alfa y si tenía que asesinar a la parte racional de ese cuerpo que tanto lo oprimía pues lo haría sin duda ni remordimiento.
Taichi maldijo a su Omega y con él a todos sus instintos, porque no pensaba ceder, no sin pelear, aun si eso le costaba la cordura no iba a rendirse a su Omega porque eso significaría aceptar que todos estaban en lo cierto.
Un Omega no es nada sin su Alfa.
―Yo soy mucho más...
Continuará....
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