Argumentos


La noche era cerrada para cuando puso el pie en esa azotea. Taichi iba vestido completamente de negro igual a los dos hombres que le acompañaban, y de los cuales uno era el Teniente Genai y el otro uno de sus subordinados de más confianza.

—Pues no se ve nada —afirmó el militar de mayor rango bajando la mira a distancia. —¿Estás seguro del lugar? —La bodega en desuso no parecía ser nada especial, de hecho, en su larga experiencia, carecía completamente de los elementos básicos para albergar tal cantidad de Omegas.

Taichi le sonrió condescendiente, como lo haría un maestro que sabe de sobra la respuesta y divertido mira como su alumno parece dudar.

—Es el lugar —y con aquella ligereza que caracterizaba al Omega a la hora de moverse, caminó hasta el otro lado para señalar una puerta pequeña en el edificio aledaño a la bodega que estaban vigilando desde hacía un par de horas. —Los Omegas están encerrados ahí, pero van a sacarlos y conducirlos a esa bodega para que el comprador pueda elegir.

—Bien, entonces vamos —apremió Genai apretando entre sus manos el arma. Nunca lo aceptaría, pero estaba nervioso. Esta era la primera vez que haría una incursión con tan poco apoyo. Si algo llegaba a salir mal...

Tai y Genai bajaron a rapel por el costado más oscuro del edificio, Taichi se deslizaba con tan fluida naturalidad que Genai no pudo evitar admirar sus movimientos. Sin duda Kyotaro había entrenado a este Omega con todo su esmero, porque siendo sinceros, ninguno de sus hombres podría plantarle cara sin terminar muy mal parado. Él mismo había sido derrotado de una manera humillante por el cachorro de Imura.

—Cuento con usted Teniente —dijo Tai apenas tocó el piso, antes de salir a todo correr rumbo a la pequeña puerta antes señalada en donde se encontraban los Omegas.

Genai sólo pudo desearle suerte en los recónditos lares de su mente antes de elevar la mirada y hacerle señas a su hombre para que tomara su posición. El francotirador se preparó al ver como Genai comenzaba a correr en sentido contrario al Omega, su destino era la bodega, porque su función en esta misión era de distractor. Si cumplía bien con su propósito le daría a Taichi el tiempo suficiente para salir de ahí con los cuarenta Omegas antes de que los de seguridad pudieran llegar a su pequeña mina de oro. Sino...

Genai meneo la cabeza. Esto iba a salir bien. Todo iría bien.

Taichi no dudo en ir de frente, de todos modos, era seguro que ya lo habían visto. Su única ventaja era una mera especulación, pues apostaba a que al presentarse solo los guardias se abstendrían de pedir refuerzos al no creerlo una amenaza. Contaba con que el orgullo Alfa esta vez jugara a su favor.

Dos hombres salieron por los costados, con sonrisas altaneras lo miraban de arriba abajo.

—¿Pero que tenemos aquí? —preguntó el de la derecha olfateando el aire. —Un Omega...

—No es uno de los nuestros, es demasiado viejo —agrego con desprecio el otro.

—Pero si no esta en el inventario, podríamos divertirnos con él.

El de la izquierda sujetó por el brazo a Taichi para torcérselo hacia atrás y estampar su rostro sobre la pared.

—Mira que fácil —se vanaglorió. —Todos son así, no importa si son hombres carecen de fuerza y dignidad, al final un Omega solo sirve para follar.

El otro rió con ganas asintiendo con la cabeza pues no podía estar más de acuerdo.

Taichi aguanto cada insulto y maltrato a dientes apretados, mientras repetía una y otra vez en su cabeza que en cuanto esa puerta se abriera iba a moler a golpes a esos dos estúpidos.

—Entonces vamos dentro, —y sacó un manojo de llaves de la que rápidamente separó la que iba a utilizar. —Tenemos que buscar quien cubra el turno por al menos media hora o nos meteremos en problemas.

El que sujetaba a Taichi pareció sopesar los argumentos antes de gruñir y darle la razón.

—Pero que sea rápido, porque por su aroma esta ovulando y sabes lo que eso quiere decir, ¿verdad? —y a aquella pregunta retórica le siguió una inhalación profunda sobre la nuca del Omega.

—Que esta más caliente que el sol —respondió su compañero con las manos temblorosas de ansias, apresurándose a introducir la llave y abrir la puerta.

Taichi casi vio en cámara lenta como la llave giraba y la puerta era abierta, el hombre detrás de él lo empujó con fuerza dentro. Sólo un poco más rezaba en su cabeza observando a detalle como el otro entraba también y cerraba la puerta detrás de él.

El suave ruido de la chapa encajando en su lugar que dictaba que desde afuera esa puerta no volvería a abrirse fue como un pistoletazo de salida. Por su informante sabía que dentro no había cámaras, así que lejos de ojos indeseados era hora de trabajar.

Taichi con una envidiable elasticidad giró librándose del agarre del Alfa, y luego antes de que pudiera siquiera asimilar lo sucedido Tai golpeo con toda su fuerza la tráquea e inmediatamente después la nuca mandándolo al suelo.

Todo había pasado en apenas una fracción de segundo, tan rápido que para cuando el otro hombre quiso intervenir, su amigo ya estaba en el suelo y él siendo ahogado con la llamada llave del sueño.

El antebrazo de Tai presionaba contra la garganta cortándole la circulación sanguínea, mientras que su otra mano empujaba su cuello hacia abajo al mismo tiempo, un método muy efectivo y rápido para dejarlo inconsciente, aunque si la sostenía por un poco más de tiempo también podía ser mortal.

Taichi lanzo a un lado el cuerpo, no era un asesino por más que esos hombres lo merecieran, de todos modos, una vez que él y los Omegas salieran de ahí sus destinos estarían en manos de seres mucho más despiadados que los harían pagar con creses por su descuido.

Ahora que estaba dentro sólo tenía un par de minutos. Según Hanasawa había dos guardias fuera, los mismos que dejó fuera de combate, dos en la entrada a las celdas y tres directamente custodiando a los Omegas. En total siete, cantidad menor debido a que en teoría era casi imposible que alguien pudiera; en primera, sospechar de aquella destartalada entrada; y segunda, porque aumentaría la seguridad cuando acudieran a recogerlos para que desfilaran como terneras para su venta. La meta de Tai era sacarlos de ahí antes de que eso sucediera.

Avanzo lo más rápido que pudo, sus manos bajaron hasta las botas para tomar de ellas dos navajas que balanceo entre sus dedos con demasiada familiaridad. Esta vez no espero a que notaran su presencia, como una serpiente se deslizo sigilosamente y apunto sin piedad a los dos hombres que parados frente a una puerta de metal no dudaron en disparar.

El filo del metal entro certeramente en uno bajo la caja torácica, y en el otro justo a la mitad de las clavículas matándolo casi al instante. Y aunque una de las balas logro darle en el brazo no fue suficiente para evitar que llegara hasta ellos y de un certero golpe mandara al que quedaba al mundo de los sueños, si moría o vivía en realidad no podía importarle menos en comparación con la preocupación de que el ruido de los disparos seguramente puso en alerta a los tres hombres de adentro. Aunque era un alivio dejar de moverse en silencio, por lo que sin dudarlo esculco buscando la llave que abriría la puerta y los cartuchos de las armas.

Una vez dio con ella se preparó mentalmente, casi podía ver a los tres hombres al otro lado con los cañones apuntando en su dirección. Apenas la puerta se abriera iban a dispararle con todo. Tenía que pensar en algo rápido.

Los Omegas al otro lado de la puerta estaban temblando, la estancia en donde los tenían presos contaba con cuatro jaulas amplias en las que de diez en diez se mantenían a la espera de ser llevados a su destino final.

Un destino que no tenía nada que ver con disparos, o con sus custodios amartillando sus armas que apuntaron a la puerta un segundo antes de que todo se oscureciera.

Taichi abrió la puerta de golpe y sin dudar disparó a matar. Esto no era como ese día en Baeksan cuando las manos le temblaban al sostener el arma, esta vez no había duda, ni se detendría por nada.

En la oscuridad los rostros de aquellos hombres se borraron y Taichi dejo de verlos como humanos para remplazarlos en su imaginación por las figuras de lo que eran, monstruos a los que no debería mostrar misericordia. Guiado por los sonidos y la pequeña ventaja que le dio haber cerrado los ojos para dilatar sus pupilas adaptándose a la repentina oscuridad antes de que esta callera sobre ellos, se escurrió dentro con arma en mano.

Kyotaro le había enseñado a disparar, pero fue Abadón quien lo forzó a ponerlo en práctica sin miedo o duda. Taichi había pasado gran parte de su vida bajo presión, forzando su cuerpo y mente hasta el límite y aún más allá, era hora de poner todo eso al servicio de un propósito aún más grande y noble que el simple y egoísta deseo de ser visto y respetado.

La primera de sus balas encontró la cabeza del hombre de la izquierda, la segunda atravesó justo por la mitad la garganta del que se encontraba en el centro y el de la derecha cayó al suelo con un agujero justo en medio de los ojos.

El grito de los presos no se hizo esperar, así como también la luz de una diminuta lámpara que Taichi encendió para facilitarle la tarea de buscar las llaves de cada jaula y abrirlas.

—Tranquilos, estoy aquí para ayudar —aseguró revisando a los custodios tan rápido como podía.

—¡Ayudarnos! —exclamó uno de los muchachos. —Solo vas a lograr que nos maten.

Taichi lo miró con la boca abierta.

—Lárgate y déjanos en paz —demandó otro con molestia.

Taichi cerro la boca sintiendo como su corazón se aceleraba. Abadón se lo había dicho esa noche a bordo del avión rumbo a Japón, y aun así...

—Taichi, sé que Michael, Iori y Willis, así como muchos otros están poniendo todo de su parte para hacer entender al mundo, a los Alfa que los Omega pueden y deben ser considerados como iguales —con ese alegato fue con lo que comenzó Abadón apenas tuvo la oportunidad.

Tai no sabía sobre que territorio volaban, o si solo el inmenso mar los rodeaba, pero en compañía de ese Alfa suspendido entre el arriba y el abajo se esforzaba por mantener la calma y comprender lo que le estaban diciendo.

—Pero ese hermoso sueño es solo eso, —continúo diciendo. —Un sueño que no se realizará a menos que reeduques a los Omegas; porque están convencidos del lugar que les corresponde en esta vida. El mundo entero arderá en una disputa, y miles de vidas se perderán, pero si ellos no comprenden y aceptan primero que vale la pena luchar por sus derechos entonces nada va a cambiar. La ley puede decir que son libres, que valen lo mismo que un Alfa. Sin embargo, si en la privacidad de una casa, un cuarto de hotel o bajo la mirada atenta de sus familiares ellos siguen actuando igual entonces ¿de qué sirve?

Tai se mordió el labio inferior mirando con atención al Dominante cuyos ojos azules miraban con tristeza por la ventana, toda su postura era rígida y sus manos apretadas en puños le hacían ver la impotencia y molestia que sentía.

—Es exactamente lo contrario a tu situación —y esta vez giró la cabeza para clavar su mirada llena de adoración en el rostro de Taichi. —Aun cuando todos piensan y podrían tratarte como un cero a la izquierda, eres tú quien ha decidido luchar contra todo. Nadie puede hacerte cambiar de opinión, ni podrá convencerte para que seas un "buen" Omega. Tu convicción, ideas y valores te han hecho lo que eres. Lo mismo pasa con cualquier otro, solo que sus convicciones, ideas y valores fueron forjados a golpes y castigos para bajar la cabeza. Son como niños que le temen a la libertad porque nadie nunca les dijo que podían aspirar a ella, y no saben qué hacer cuando la obtengan. Están tan perdidos como un ave que nació en cautiverio. Si abres la puerta la mayoría se quedará dentro de la jaula solo por costumbre o porque han olvidado como volar, por otro lado, los que salgan al mundo morirán rápido porque no saben conseguir su propio alimento. Cuando regresas a un animal a su ecosistema no lo liberas y ya, todo tiene un proceso, esto también.

Taichi bajo la cabeza comprendiendo el razonamiento del Alfa. Tenía argumentos bastante validos y él mismo sabía de primera mano que el cambio no era fácil. La resistencia a destrozar las rutinas. Lo seguro, lo fiable haría que muchos prefirieran no aventurarse en terreno desconocido. Además de eso había que sumarle los ataques tanto verbales como físicos que sufrirían los Omegas que dieran un paso al frente. Se convertirán sin duda en blancos a cazar, y sin armas para defenderse caerán sin dar pelea. Tan fácil como arrancarle las alas a una mariposa, logrando intimidar, aun antes de siquiera pensar intentarlo, a los demás.

—Lo que propongo es ir de a poco. Rescatar Omegas, de preferencia niños y adolescentes, seres con un futuro prometedor por delante en los que aun podemos modificar esa anticuada idea de que no valen más que para ser fecundados o para placer. Ellos serán nuestros soldados en esta guerra de ideologías —y una sonrisa triste adorno las facciones del Alfa al pensar que esa era una descripción más que acertada porque eran carne de cañón, los primeros que enfrentarían a la sociedad corrupta y degradada que deseaba aplastarlos. —Ellos serán un mensaje más enérgico y claro, un ejemplo de que los Omegas merecen respeto, que son capaces y fuertes. Lo veo como una cadena, nosotros los ayudamos a ellos y ellos buscarán enseñar a otros, y esos otros lo harán con más y así sucesivamente.

—Si ya tienes tan bien estructurado un plan ¿Por qué no lo has puesto en marcha? —reprochó Taichi, su corazón bombeaba frenético al considerar que esta alternativa era una idea más creíble, más solida y duradera a largo plazo que solo ir en contra de los mandatarios del mundo.

—Porque no tenía lo más importante, una bandera, un icono. Un héroe puede dejar su nombre en la historia y mover ciudades inspirando con su ejemplo. Eso es lo que necesito que seas, porque ellos no van a confiar en mí, me temen y odian. Tú puedes y tendrás que formar al ejército que cambiará al mundo.

Antes de aterrizar en el aeropuerto internacional de Tokio, Taichi ya había pactado un acuerdo en donde se comprometía a ser lo que se necesitara porque tras escuchar los pormenores se daba cuenta que en realidad él era una pieza clave; y al mismo tiempo muy en el fondo también renunció a Yamato, porque ahora su vida ya no le pertenecía y no deseaba arrastrarlo con él, no cuando se daba cuenta que a cada dos por tres sus acciones lo único que hacían era hacerle daño. Lo había negado, luego seguramente le atormento su desaparición y ahora solo regresaría para decirle que debía quedarse con otro Alfa. Era un mal Omega, un pésimo compañero, pero por sobre todo una escoria como ser humano.

Pero ya había tomado su decisión porque durante mucho tiempo escucho sobre héroes de la historia, mujeres y hombres valientes que hicieron de este mundo mucho mejor, sin embargo, nunca le mencionaron el alto precio a pagar por una hazaña. Y Taichi a pesar de estarlo viviendo en carne propia, de poder dar marcha atrás no cedería ante nada ni nadie, sin importar las dificultades iba a hacer lo necesario para que funcionara como una manera de hacer que valga la pena el haber renunciado al único Alfa real en este miserable mundo.

Pero volviendo al presente, ahí donde las miradas iracundas de casi todos los Omegas le recriminaban sus acciones. Taichi se estremeció al comprobar cuánta razón tenía Abadón, sabía que no sería fácil y se preparó para los menosprecios y odio de las otras castas, o hasta para el terror que aquellos Omegas podrían sentir porque el miedo sería el primer obstáculo a superar, pero nunca imaginó escuchar desprecio de aquellos que tanto deseaba ayudar.

—¿No quieren salir? ¿Tener una vida? —preguntó con voz temblorosa Tai.

—¿Qué vida podría ser? Somos Omegas, el mundo no nos necesita —afirmó uno de ellos. —Y si salimos de aquí, no vamos a tardar mucho en caer en manos de alguien peor, que quizá nos use solo hasta que mueramos de hambre, o nos atormente por gusto.

—Sí, al menos aquí sabemos que van a alimentarnos, tendremos una cama y techo sobre nuestras cabezas mientras nos portemos bien —aporto otro con voz apenas audible.

—¡Los van a enviar al Distrito Rojo! —exclamo Taichi con furia. —¿Saben al menos lo que eso significa?

—Significa abrir las piernas y hacer con gusto nuestro trabajo, no quejarse y complacer al Alfa —respondió otra voz al fondo. —Nada que no hayamos hecho en el pasado.

Taichi estaba atónito, una cosa era saber que los Omegas no buscaban un cambio, pero ver como aceptaban el destino que les asignaron no solo resignados, sino convencidos de que era lo mejor, le parecía enfermizo.

—No pueden estar hablando en serio —gruñó Taichi afilando la mirada y empuñando con fuerza el arma.

—Nosotros vivimos en esta realidad, una en donde no importa donde vayamos, tarde o temprano vamos a terminar mal. Nadie va a aceptar Omegas masculinos, cuanto menos usados. Somos basura que más le valdría quedarse donde esta porque puede irnos peor, o desaparecer.

Los murmullos afirmativos y en apoyo a dicho argumento no se hicieron esperar, incluso varios de ellos se arrinconaron en una de las esquinas de las jaulas con la firme intensión de no moverse de ahí.

Taichi encontró las llaves, con paso firme y semblante decidido abrió las puertas una por una, pero los Omega incluso se negaban a mirar la salida, era claro que ninguno de aquellos jóvenes pensaba salir.

—El mundo, los Alfa pueden decir y hacerles creer que no valen, pero ¿qué hay de ustedes? ¿Piensan de la misma forma? —cuestiono Taichi desesperado por hacerlos entrar en razón.

—Yo no pensaba eso. Sin embargo, mis padres y los muchos Alfas a los que he "servido" me han hecho saber que no importa lo que piense, sino lo que ellos decidan —refuto un muchachito de quizás unos catorce años temblando de miedo. —No somos nada, y no hay forma de poder cambiarlo.

—Crees que no vales por ser un Omega —afirmó Taichi escuchando como pasos presurosos avanzaban por el pasillo, dando por hecho que el Teniente Genai y su amigo no habían logrado mantenerlos más tiempo ocupados y lejos de aquella bodega.

—Un Omega varón es una ofensa a la humanidad y a Dios —respondió otro con un jadeo.

—Pues yo soy un Omega, y nunca he pensado eso —contrataco Taichi irguiéndose todo lo que pudo antes de amartillar el arma que tomó del cadáver a su izquierda. —Y nunca lo haré. Soy un Omega, soy hombre, pero por sobre todo soy un ser humano que merece respeto y una vida digna —dijo apuntando y disparando al primer impertinente que asomo la jeta.

—Soy un Omega, un Omega que piensa que podemos cambiar al mundo —y la contestación al fuego no se hizo esperar.

Los custodios no podían disparar porque poner en riesgo la mercancía no era una opción, no cuando Japón ya estaba intentando poner en vigor la dichosa reforma, una molestia que les dificultaría hacerse de mercancía de buena calidad. Así que sin muchas opciones se arriesgaron a entrar en montón, habría bajas, pero llegarían al intruso.

Taichi ya se esperaba eso, y no dudo en tomarlo a su favor, sin embargo apenas se deshizo de dos guardias antes de que lograran hacerle soltar el arma. Sin duda estos hombres estaban bien entrenados.

Con tres Alfa rodeándolo, Taichi afirmó su postura y tensó el cuerpo, esta pelea no iba a resultar fácil, pero quizás era justo lo que necesitaban ver esos niños para darse cuenta de que ser Omega no te convertía en una copa de cristal que se rompería al primer contacto con el mundo.

—Tres grandes y poderosos Alfa contra un Omega —comentó acentuando las castas. Quería, tenía que llamar la atención de los que asustados se arracimaban temblorosos.

—Un Omega —se rieron los hombres. —Un estúpido Omega que va a salir destazado de aquí.

—Claramente me harán trabajar, pero... sin duda voy a ganar... —declaro Taichi fijando sus ojos en las navajas que asomaron en las manos de los guardias.

El primero de ellos se abalanzo intentando rasgarle el abdomen, un movimiento en que Tai aprovecho para sujetarle por el brazo y asestarle un buen puñetazo en la mandíbula. El segundo y el tercero no perdieron tiempo como un torbellino de puños y patadas se echaron sobre Tai quien esquivo el filo del metal por apenas unos milímetros, pero que fueron suficientes para evitar salir herido, logrando enfurecer a los Alfa. Ahora con los tres en alerta debido a sus habilidades parecieron ponerse de acuerdo para atacar.

—Vas a gritar cuando te joda hasta sangrar maltita basura —gruño uno de los guardias pelando los dientes.

Si Taichi necesitaba un incentivo para odiarlos ahora lo tenía, cuantos niños habrían pasado por este animal que ahora lo miraba como si fuera un juguete al que pensaba destrozar. Cuantos Omegas habrían tenido que ver esos ojos sabiendo lo que les deparaba y aun así bajar la cabeza solo aceptando que para eso llegaron al mundo.

Taichi dejo salir una risa burlona en un resoplido.

—Mi nombre es Taichi Yagami, y soy un Omega —dijo fuerte y claro.

Los custodios se rieron pues no entendían por qué decía semejante estupidez en un momento como ese. A Tai no le importo, no era a esa escoria a quién se dirigía.

—Nunca he bajado la cabeza, y nunca voy a responder frente a un Alfa. Soy un Omega, pero eso no me hace débil. Y no le paro el rabo a escorias como tú.

Y con esas ultimas palabras el primero de los guardias el más corpulento se abalanzo sobre Taichi a puro puño, obviamente era un boxeador. Taichi lo vio venir así que con un juego de pies busco alejarse, el espacio reducido jugaba a su favor pues podía escurrirse más fácilmente que ese mastodonte que cegado por su ira gruñía desesperado por asestar al menos un golpe. Un propósito perdido desde que Tai, usando una de las puertas abiertas se colgó de los barrotes para ganar altura e impulso y poder encajar un tremendo rodillazo justo junto a la oreja del sujeto, la cabeza del Alfa se agito de lado a lado debido a la fuerza un instante antes de caer al suelo, una acción que Tai no desperdicio y concluyo con un pisotón en el mentón que le volteo por completo la cabeza.

El segundo aprovecho ese momento para sujetarlo por detrás y estrellarlo contra la pared. Los Omegas dentro de las jaulas miraban todo con los ojos desorbitados, eso que estaban presenciando era simplemente inverosímil.

Sin duda era un Omega, su figura y altura lo delataban sin embargo... ahí estaba, haciéndole frente a Alfas, dejando en claro su postura.

Taichi se impulsó con sus manos solo buscando hacer un poco de espacio entre él y el muro, una vez lo logro sus pies corrieron sobre la pared para dar un giro y soltarse del mortal agarre. Lo impresionante fue ver como al pasar sobre el hombre, tuvo tiempo de sujetarle la cabeza y girar. El cuerpo cayó sin vida.

A estas alturas Taichi estaba cansado y con cada respiración el aire entraba casi silbando a sus pulmones. Los Omegas que hasta ahora parecían aferrados a permanecer dentro de la jaula ahora miraban deseando saber cómo terminaría este enfrentamiento.

—Solo uno más —jadeo Taichi. —Siempre es así —dijo sintiendo como el sudor le corría por la frente y cada músculo temblaba debido a lo cansado que estaba. —Siempre hay un imbécil que piensa que puede someterme, un maldito idiota que por nacer Alfa cree que tiene derecho a sobajarme.

Y el Alfa no dudo en lanzar una patada, y a esta le siguió una ráfaga de la que Tai no logró esquivar todas. Obviamente este hombre era mejor y contaba con el factor desgaste, había esperado pacientemente para enfrentarse al Omega.

Taichi dio un paso atrás sintiendo como su cuerpo le exigía un descanso, debía terminar rápidamente con esto.

El Alfa no dudo en atacarlo nuevamente, Taichi intentaba adivinar hacia donde iba a tirar los golpes sin llegar a hacerlo en su totalidad, necesitaba algo, cualquier cosa para ayudarse porque ya no estaba para una pelea cuerpo a cuerpo.

El primer puñetazo que impacto de lleno fue contra su cara, lo cual no era nada bueno porque lo desoriento por escasos segundos, los mismos que aprovecho para asestarle una patada directo a la boca del estómago. Taichi se doblo del dolor logrando apenas recuperarse lo suficiente para esquivar otro golpe que dio contra el muro.

Si quería una oportunidad debía llegar a la puerta de una de las celdas. El tamaño jugo a su favor cuando se deslizo por entre las piernas del hombre, logrando pescar por mera suerte una de las navajas que aun sujetaba uno de los cuerpos.

Sin embargo, antes de que pudiera ponerse en pie el Alfa lo sujeto por el cabello elevándolo de un solo movimiento.

De verdad lo intentó, con cada respiración exprimía sus pulmones y con cada golpe se le iba el alma, pero al parecer el final estaba decidido, o al menos eso pensó ese soberbio Alfa que dio por ganada esta contienda.

Taichi grito del dolor y luego movido por su coraje y el miedo, se sujetó al brazo del Alfa para tomar impulso sin importarle si le arrancaba el cuero cabelludo, y tensó el cuerpo entero para patearle la cara con ambos pies.

Ambos azotaron contra el suelo en una maraña de extremidades, la diferencia, Taichi no dudo en elevar medio cuerpo y encajar la navaja que tenía en el orificio de la oreja de su oponente.

—Pero, sepan esto niños y grábenselo bien. Soy yo quien decide permitirlo o... romperle la cara al mal nacido —afirmó poniéndose muy difícilmente en pie. —Ahora, quien quiera salir puede seguirme, los que no, pues que los jodan.

Y rengueando a paso lento tomó una de las pistolas asegurándose que tuviera municiones y se dirigió a la salida.


Continuará....

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