43 La verdadera historia - Parte 1
Hola a todos, aquí Coco, quien casi acaba de salir de su éxtasis literario escribiendo este capítulo 9u9 y que espera que, pese a lo intensa de la historia, puedan disfrutar de algunas de las impactantes revelaciones que se vienen. Sé que muchos de los fans de OMEGA llevan los mismos meses que yo llevo escribiéndola especulando sobre la verdadera historia de la bruja de Black Valley y deseando saber: ¿Cómo se conocieron Regulus y Rhiannon? ¿Quién era el malo? ¿Por qué acabaron así? ¿Y quién es la Bestia? Pues bien: hoy, por fin, el misterio empieza a revelarse 0u0 Este capítulo fue tan largo que, al final, he decidido cortarlo en dos partes, pero no se angustien. La continuación casi está lista, y en cuanto termine mis deberes laborales, volveré a ella y se las traeré bien puntual el próximo fin de semana ❤ Mientras tanto, por favor disfruten del capítulo de hoy ^u^ Les mando un beso, un abrazo y, como siempre digo, ya saben qué hacer.
***
—Estoy empezando a preocuparme por ellos —susurró Gowther a Merlin, y ella no pudo menos que estar de acuerdo, sin importar lo favorable que se hubiera vuelto la situación. Habían logrado recuperar todas las reliquias de la bruja pese a sus terribles pruebas. Estaban a salvo bajo una barrera en la casa Liones. Nadie estaba mortalmente herido. Pero Elizabeth y Meliodas aún parecían vivir una especie de trance, y la morena tenía muy en claro cuál era la causa.
No habían apartado la mirada del bebé desde que llegaron. Lo contemplaban como si fuera suyo, en silencio, con tal ternura y tristeza que definitivamente no era natural. La albina acariciaba la pálida figura apenas rozándola con los dedos, y su mate la cargaba a ella, envolviéndolos a ambos como si se tratara de una auténtica familia.
—Necesitamos el conjuro especial pero ya. ¿Dónde está Escanor con mi encargo? —Casi en el momento en que lo dijo las puertas se abrieron, y el equipo en pleno entró con el cazador a la cabeza llevando aquello por lo que Merlín clamaba.
—Aquí estoy —proclamó con voz potente colocándolo ante ella sobre la mesa de la sala. Un enorme cofre antiguo, pesado, considerando el esfuerzo que el hombretón había hecho para cargarlo—. Madera de serbal, lleno hasta el tope con cenizas de lo mismo, candado de acero con doble llave de plata. Es lo más poderoso que las brujas del consejo pudieron elaborar.
«Un lugar para atrapar el mal», pensó aliviada la morena. Era más que suficiente. Un conjuro así de potente serviría para guardar todas las reliquias junto con el niño que sus amigos cargaban. Abrió el arca con reverencia, murmuró las palabras necesarias para preparar el lecho arenoso y, cuando todo estuvo listo, volteó hacia la pareja en cuyas manos estaba el avatar de la destrucción.
—Querida —llamó gentilmente a Elizabeth—. Dámelo. Yo cuidaré de él. —La reacción fue tan violenta como se esperaba. Pese a lo dulce de su tono, la joven se encogió como si hubiera recibido un golpe, llevó el bulto envuelto en mantas contra su pecho, y a su vez fue rodeada con los brazos de su mate, que gruñó mirando a Escanor y Merlin como si no fuera capaz de reconocerlos.
—Reacciona, lobo. Necesitamos que vuelvas con nosotros. —Otro gruñido, los murmullos angustiados de la albina, y fue el turno de Gowther para intervenir.
—Está envenenando sus mentes. Por favor, ¡suéltenlo! —Pero apenas pudieron acercarse. Sabían que no podrían tocarla a menos que estuvieran preparados para salir heridos. La única a la que eso no le asustaba fue la primera en atreverse.
—Muy bien, ya es suficiente—dijo Gelda con voz autoritaria—. Es momento de que despierten. Meliodas, Ellie, ¡arriba! —El zarpazo no tardó en llegar. Apenas la rubia tocó a Elizabeth, las garras de su compañero le dejaron tres marcas sangrantes a la cazadora, que apenas se inmutó. En cambio, colocó la otra mano sobre el hombro del lobo, clavó su penetrante mirada en él, y lo sacudió con fuerza tratando de hacerlo reaccionar—. Te necesitamos con nosotros, alfa. ¡Vuelve! —Algo de reconocimiento brilló en el fondo de los ojos verdes del muchacho y, animado por esto, su pareja también se unió a la súplica.
—Hermano, ¡por favor! —gritó Zeldris cayendo de rodillas frente a él—. ¡Te necesitamos! ¡Alfa! —Su esfuerzo era aún más heróico, si cabía. Había tenido que levantarse de su silla de ruedas. De los presentes era el que más había salido herido, y su voz, sumado al olor de su sangre y las voces de su manada, finalmente lograron penetrar la densa niebla en su mente para llegar hasta él. Meliodas despertó sacudiendo la cabeza como un perro mojado, y parpadeó una decena de veces, jadeando para recuperar el aliento.
—Zel, ve a sentarte. Estás retrasando tu curación.
—Sí, alfa —sonrió el muchacho al ver que había vuelto. El siguiente paso era despertar a Elizabeth.
—Ellie —se dirigió Meliodas a su compañera—. Mi luna, tienes que descansar. Y tenemos que decirles. Debes contarles... —Lo que sea que debía contarles, no lo dijo. Se miraron uno al otro, teniendo una conversación silenciosa a través de su lazo. Cuando ella finalmente asintió, el resto de su gente soltó un suspiro colectivo de alivio.
—De... de acuerdo —dijo la peliplateada pasando la lengua por sus labios resecos, parpadeó una y otra vez como tratando de acostumbrarse a la luz a su alrededor. Al final reparó en Merlín y, con manos temblorosas, le extendió el bulto envuelto en mantas.
—Atrás —ordenó la bruja al resto, y apenas tocándolo, llevó al pequeño como si fuera una bomba hasta la que sería su cama temporal. En cuanto fue cubierto con ceniza y el cofre se cerró, fue como si el oxígeno hubiera regresado de golpe a la casa—. ¿Todos están bien?
—Sí, yo... —silencio, los ojos de todos en Elizabeth, y entonces ella soltó una risita tímida mientras se encogía de vergüenza—. Nosotros... necesitamos un baño. —Era cierto. Meliodas y ella aún estaban cubiertos de tierra, y el resto sonrió por el acierto de su líder, que al parecer estaba regresando lentamente a este mundo.
—Muy bien. Y nosotros necesitamos un descanso antes de saber lo que vieron. Vayan a bañarse, querida. Revisaré las heridas de todos mientras bajan.
—De acuerdo —A nadie se le hizo raro que Meliodas siguiera llevando a Elizabeth en brazos, a nadie le extrañó la noción de que fueran a bañarse juntos. Eran su luna y alfa, y así era como debían ser las cosas. Justo antes de llegar al final de las escaleras, el rubio miró por encima de su hombro para decir.
—¿Gelda?
—¿Sí?
—Bienvenida a la manada —Ellos habían sido los últimos en enterarse. Ahora todos lo sabían, y la chica permitió que una lágrima de emoción brillara en sus ojos mientras le mostraba orgullosa cómo su brazo ya había sanado—. Volvemos enseguida.
Fue como salir de un sueño. O más bien, de una pesadilla. Miro a mi luna frente a mí, en este pequeño baño de paredes blancas, y lo que vivimos hace unas horas parece irreal. Mi mente aún está un poco confusa, la niebla no termina de dispersarse. Pero estoy aquí, soy real, soy yo mismo. Y mi mate que me necesita.
—¿Quieres que te ayude, Ellie? —Ella asiente con una suave cabezada, y yo la ayudo a desvestir. Esta experiencia ha sido mucho más horrible para ella que para mí. Mientras le quito la ropa, siento como si su piel fuera de papel. Temo que se rasgue y su alma salga volando, pero al final logró desvestirla sin contratiempos. Apenas tolera que la toque, lo sé, pero no es por mí. Es por el martirio que acaba de pasar—. Voy a preparar el baño. —Otra cabezada, un intento de sonrisa, y abro la ducha buscando la temperatura correcta—. Ya está. Ven.
Me obedece cual niña pequeña, y apenas nos cae el agua, más y más de mi verdadero ser vuelve a su lugar. Es como si junto con la tierra nos lavaran la oscuridad. Tomo el jabón para comenzar a hacer espuma, y cuando lo coloco sobre Elizabeth, suelta un respingo.
—Tranquila. Estoy aquí. Soy yo de verdad. —Sé por nuestro lazo que no lo creía del todo hasta ahora, pero por fin me mira. Acaricia mi cara marcando con sus dedos todos mis rasgos, y cuando al fin se convence, comienza a llorar. Por fin. Me parte el corazón que lo haga, pero sé que es justo lo que necesita para sanar.
—Meliodas...
—Sí.
—Mi Meliodas. No Regulus. No Reg. —Me duele su confusión, pero no puedo culparla, pues acabamos de vivir toda una vida como si fuéramos ellos. La abrazo fuerte, acaricio su cabello, y no me detengo. Le doy un beso largo y lento con el que saborea nuestra unión, y su llanto sale sin control apenas libero su boca—. Meliodas... Meliodas... ¡Mi Meliodas!
—Aquí estoy Ellie. Todo va a estar bien. —berrea. Espero que la gente de abajo no se asuste, no me gustaría que entraran en un momento tan íntimo. Ella trata de controlarse hundiendo su cara en mi hombro, pero sé que no va a poder. Lo que vimos no nos pasó de verdad. No era real. Sin embargo... perdimos a un hijo. Lo vivimos como si hubiéramos sido nosotros, y me uno a su llanto, tal vez así acabemos antes—. Todo está bien. Estamos juntos. —Por fin sonríe, y se aferra a mí como si fuera la única forma de asegurarse que sigo respirando. Busca mi boca de nuevo, me acaricia, y me besa aún más apasionadamente de lo que he hecho yo.
—Tenemos que decirles... —susurra apenas me suelta.
—Sí, lo sé. Pero primero acabemos nuestro baño, ¿te parece?
—Claro. Pásame el jabón. —Por fin está de vuelta. Se lo doy, lo frota en mi cuerpo con tanto amor que siento que me disuelvo, y yo le doy el mismo trato, hasta que quedamos tan relucientes como el día en que nacimos. Cada parte de nuestros cuerpos, excepto...—. Oh no. Se está extendiendo.
—Lo sé —No estoy seguro de si alguien más puede verlo, o solo nosotros con nuestra nueva percepción. La oscuridad en nuestras manos no se va. La misma oscuridad de la que nos advirtió Liz.
—¿Crees que estemos "marcados", como ella dijo?
—No lo sé. —Beso sus manos, no me importa el color en ellas. Además, creo saber como curarlas. Ella me mira con determinación, y sé que sospecha lo mismo que yo. La marca no se irá hasta que hayamos terminado con la maldición. Concluimos la limpieza, nos vestimos, y bajamos para enfrentar a nuestra manada, a contarles la verdadera historia de la bruja de Black Valley .
—En verdad lo siento.
—Ya Ban. No te disculpes. Lo hecho, hecho está. —El atormentado alfa no cabía de pena pidiendo perdón a la persona que, sin querer, había terminado por convertir en lobo. Gelda estaba en el sillón detrás de la silla de Zeldris haciéndole mimos, y el albino estaba justo en frente, mirándolos sin poder convencerse de si había hecho bien o mal.
—No sé cómo voy a poder compensarte por esto. Tu familia...
—Sí —confirmó Escanor cortándolo—. La familia Edinburgh está sumamente contrariada. Esto ha generado un desequilibrio de poder en el círculo que rodea a Elizabeth, y los cazadores parecen más propensos a la traición. O lo estarían, de no ser...
—Me parece que es momento de mi entrada triunfal —Ban dio un salto al pararse del sofá por la sorpresa que recibió. No necesitaba más que oír su voz para saber quién era, pero dos segundos después sus ojos confirmaron lo que su corazón ya sabía.
—¿Papá? —En efecto. El anterior líder del clan de cazadores estaba justo frente a él, cano y con más arrugas, pero igual de fuerte y sólido que como lo recordaba.
—Tanto tiempo. Ven acá, muchacho. Da un abrazo a tu... —No le tomó más de tres segundos obedecer su orden. Al anterior líder de clan no se le había visto desde que se retiró cuando mordieron a su hijo, y su regreso sólo podía deberse a las terribles circunstancias—. Al parecer esos viejos cabezas huecas por fin se dan cuenta de que ya no pueden permitirse inflexibilidades.
—Llamamos a Zhivago como representante de los cazadores aquí, por ahora. —acotó Escanor.
—Así es. Y vengo a escuchar la verdadera historia de la bruja. ¿Dónde está ella?
—Aquí viene —anunció Merlín, y justo en ese momento, cual marcha nupcial, bajó la pareja de alfa y luna para atender a su congregación. Elizabeth parecía asombrosamente frágil pese al apoyo de Meliodas. Él la llevó del brazo hasta que ocupó el sofá principal, se sentó a su lado en una silla, e hizo gestos a todos para que se acercaran a escuchar. El silencio era absoluto. Por fin, después de un minuto de preparación, ella tomó aliento y empezó el relato que nadie había contado bien jamás.
—Por favor, les pido que escuchen con atención. Esto no es solo sobre la bruja, la Bestia, o el origen de la maldición. Es la historia de dos personas que se amaron, y cuyo trágico final aún nos persigue. Está es su historia...
Cuando Elizabeth despertó, no supo decir cómo es que había llegado ahí. Estaba en un claro a pleno día, a unos pasos de un gran roble, el regazo lleno de flores. Y completamente sola.
—¿Meliodas? —llamó, pero de inmediato guardó silencio, tan raro era lo que acababa de escuchar. Su voz. ¿Por qué había salido tan aguda? Claro, porque era una niña. Las manos pequeñas ante sus ojos lo confirmaban, lo cual la llevaba a la otra cuestión. ¿Quién era Meliodas? No lo supo con certeza, pero no importaba, pues la persona por la que había llamado apareció justo en ese momento, un hermoso niño rubio de nueve años caminando con el ceño fruncido hacia ella.
—¿Rhia? ¿Qué haces aquí sola? Ya te dije que es peligroso que vengas a buscarme. Hay lobos salvajes fuera. —La regañó con severidad, pero igual la niña estaba feliz de verlo. Tan feliz que le entregó el ramo que había estado preparando, tras lo cual la furia infantil del otro se detuvo.
—Son para la loba que acaba de tener su bebé. —El gesto era de tal ternura que el feroz pequeño no pudo contenerse y sonrío. No tenía ni un mes desde que los inmigrantes se habían asentado en el pueblo, pero para él, la albina ya era una amiga irremplazable. Desde el instante en que la vio, había surgido una inexplicable conexión entre los dos. Probablemente habría muchos problemas por eso. Sin embargo...
—Gracias —contestó por fin. Eran plantas medicinales. Las recibió olfateándolas con gusto, y cuando pareció satisfecho, se las devolvió mientras le daba la espalda—. Pero mejor llévalas tú, apreciará más el regalo. Sube —ordenó, y acto seguido se transformó en un hermoso lobezno dorado que ella pudo montar.
—De acuerdo. Esto... Reg, ¿en serio hay lobos salvajes cerca? —Por toda respuesta él agitó la cabeza obligándola a sujetarse más fuerte, rieron, y ambos salieron despedidos al frente corriendo por el bosque.
No pasaría nada. No tenían porqué desconfiar el uno del otro. Desde épocas inmemoriales, las brujas druidas habían sido consejeras de los lobos y estos, a su vez, se volvían sus guardianes. Todo se trataba de equilibrio. Solo que, cuando el equilibrio se perdía, fuerzas extrañas solían intervenir.
—Mi padre es tonto —Se quejaba el muchacho de doce con su amiga. Habían pasado algunos años, pero para ellos, era como si el tiempo apenas hubiera transcurrido—. Si insiste con esto yo...
—Es él, ¿verdad? —preguntó la peliplateada con voz sombría—. Él es quien está mordiendo a las personas. —El rubio pareció horrorizado de que lo supiera. Sin embargo, era cierto, y de inmediato se arrodilló ante ella para mirarla a los ojos y declarar con certeza.
—Tranquila. No te pasará a ti, lo juro. Yo te voy a proteger.
—No es por mí por quién temo, Reg, sino por los otros. Haz que pare —dijo con firmeza—. Haz que pare, o... algo podría pasar.
—¿A qué te refieres?
Cazadores. La intuición de la niña había resultado cierta y, antes incluso de que ambos lo vieran venir, el anterior alfa había sido asesinado por una flecha de la líder de un grupo más poderoso que cualquiera de los que ya habían en el valle.
—Aún no han elegido al nuevo alfa —decía no mucho después un Regulus adolescente apretando los dientes—. Rhia, no sé qué voy a hacer. Todo está hecho un caos, somos tan pocos que apenas y podemos llamarnos una manada. La gente no confía en mí por lo que hizo mi padre, y ahora... —Una mano suave tomando la suya, una sonrisa angelical reconfortándolo.
—Harás lo que debes. Cómo siempre lo has hecho. Como siempre lo harás. —No necesitaba oír más para saber que lo entendía—. Lamento lo de tu padre. Sin importar su error, seguro le amabas.
—¡Rhia! —El abrazo que siguió fue tan inesperado como agradecido. En varios sentidos, ninguno sabía qué es lo que pasaría a continuación—. Gracias. Puede que ahora sea poco más que un Omega, pero te lo prometo. Un día voy a ser alfa, y tú serás mi consejera.
—Es una promesa —respondió estrechándolo con fuerza, y en algo que podrían haber sido segundos o años, los visitantes de otra época vivieron junto con Regulus y Rhiannon su camino hasta cumplirlo.
Días de cacería en tierras salvajes para alimentar a la manada, meses de trabajo duro en la tierra para alimentar al pueblo, años de estudio para que pudieran comprender su lazo con la naturaleza. Pero no era todo. Con su poder, también crecía la profunda conexión entre ellos, un sentimiento brillante cuya fuerza se volvía cada vez más inquietante. Para cuándo cumplieron dieciséis años, ya era demasiado tarde. Ambos eran demasiado importantes en la comunidad como para ser ignorados, y su secreto se había vuelto, pese a lo mucho que lo intentaron, algo demasiado grande para ocultarlo.
—Pronto tendrás que encontrar a tu mate.
—¿Ah, sí? —preguntó sarcástico.
—Es necesario. Sé que tu manada te está presionando. No has hecho ningún esfuerzo por acercarte a las hembras para iniciar el cortejo, y eso se está tornando peligroso. Cómo tú consejera, te recomiendo hacerlo.
—Cierto, como mi consejera —silencio. Un nudo en la garganta por las palabras no dichas. Entonces, él no pudo soportar más—. Rhiannon, ¿no te das cuenta que no quiero a ninguna otra? ¿Qué para mí eres...?
—Basta —le suplicó—. Por favor, no sigas. Sabes que eso no puede ser.
—Pero, ¿por qué no? —dijo tomando su mano—. Yo te quiero, y sé que tú a mí también. ¿No es suficiente? —Ella no hablaba. Años de hablar de lo que fuera, de todo, y no se atrevía a decir dos palabras—. Ya veo —murmuró él con un hilo de voz—. Comprendo. Lamento haber... olvídalo. —La sensación de sus dedos al separarse fue tan desoladora que las almas de las dos jóvenes dentro de ese cuerpo gritaron al mismo tiempo.
—¡No! —exclamaron como una sola. Y a continuación perdieron el aliento al unir sus labios con los de él. El beso que comenzó casto prendió como un incendio en ellos, y en esos segundos se devoraron, queriendo que sus sentimientos llegarán profundo dentro del otro.
—¿No te das cuenta que te necesito? ¿Que a la única que deseo es a ti?
—¿Aunque sea una bruja?
—¡¿Eso cuándo ha importado?! —No podía controlar sus manos. Estas se deslizaron por el cuerpo y pechos virginales de la mujer que anhelaba, que retrocedió con un respingo sin que detuviera su avance.
—Espera, Reg... —Estaban perdiendo la cabeza, la pasión les obnubilaba la mente. Sin embargo, ella sabía lo que quería. Y no quería que aquello pasara así—. Detente. Me estás asustando. —Sólo hasta entonces se detuvo. La soltó lentamente jadeando de deseo, y le sonrió de forma tan brillante que iluminó la noche.
—Lo siento, Rhia, pero no pude evitarlo. Estoy tan feliz, ¡eres mía!
—Aún no. Pero lo seré. Es una promesa. —Acarició su rostro, lo miró a los ojos como siempre, y así es como lo supo. Siempre podrían confiar el uno en el otro.
Entonces su iniciación llegó. El aquelarre dio la bienvenida a la dama blanca otorgándole su grimorio, y la niña prodigio capaz de mantener los campos fértiles y las cosechas abundantes sólo con su presencia pronto se convirtió en la mujer más importante del pueblo. Cuando finalmente dominó todos los secretos del libro y se convirtió en la bruja más fuerte del valle, supo que había llegado la hora. En la víspera de sus dieciocho años, usaría la magia más antigua para invocar a los espíritus, y estos le darían consejo sobre su romance.
—No lo hagas —suplicó su novio llenándola de besos—. No soporto la idea de que algo te pase.
—Reg, es necesario —contestó ella entre gemidos—. Haz retrasado demasiado convertirte en alfa. Si no asumes el lugar pronto, terminarás transformándote de todas formas. Entonces, será demasiado tarde. —Y ahí estaba el peligro en su promesa. Si él se convertía en alfa antes de unirse, no sólo la rechazarían. Sus instintos lo llevarían a morderla, y ninguno estaba seguro de si sobreviviría a la transformación.
—¿Y si tus espíritus se oponen? ¿Y si te dicen que me dejes y busque a otra?
—Entonces el alfa Demon verá manchado su honor. Porque tendrá una amante. No pienso separarme de ti.
—Es lo que esperaba oír —sonrió el lobo, tan feliz que los dos muchachos en el mismo cuerpo sintieron su corazón saltar. Se arrodillaron sacando del abrigo un hermoso espejo de plata—. Sé que no es un anillo, pero era de mi madre. Es todo lo que queda de su recuerdo. Y es algo que sólo ofrecería a la próxima luna. Rhia, ¿aceptas...? —La gran bruja se lanzó a sus brazos como la adolescente enamorada que de hecho era, y se besaron hasta que se volvió peligroso, hasta que el deseo estuvo a punto de hacerlos olvidar su promesa.
—Regresaré a ti. —dijo antes de marcharse. Y tres noches después, el momento de la luna dorada llegó.
Desnuda dentro de un estanque de agua helada lleno de hierbas, rezó sus oraciones hasta que su piel blanca se volvió azulada. En el límite de la vida y la muerte, de los sueños y la realidad, el velo invisible que separa los mundos finalmente se abrió. Sus cabellos irradiaron luz propia, sus ojos reflejaron el plenilunio, y los susurros del mundo espiritual inundaron sus oídos mientras su piel se cubría de brillo diamantado. Entonces, una voz se alzó por encima de las otras y, al reconocer la presencia, la dame blanche sonrió.
La madre de los lobos le anunció lo que tanto necesitaba saber. Salió del líquido casi flotando en medio de su poder y, pletórica de alegría, corrió hacia el bosque buscando a su amor. Él la sintió llegar antes de que estuviera ahí. Se levantó para ir a su encuentro, y al ver su silueta desnuda y recortada por luz plateada, sintió que estaba contemplando a la mismísima diosa.
—Entonces... ¿serás mía? —Su sonrisa y brazos abiertos eran toda la respuesta que necesitaba.
—Nuestro hijo será el legendario lobo blanco.
—Oh, Rhia... ¡Rhia! —Se lanzó hacia ella permitiendo que su aroma abarcara todos sus sentidos, y se enloqueció por completo, pues no había duda al respecto: ese era el olor de su mate—. ¡Mi Luna! —Ropas desgarradas, risas juguetonas. Y luego, la mordida. En cuanto sus colmillos entraron en ella, ambos aullaron de placer y amor. Daban inicio al ritual de marcaje.
«Mi Rhiannon».
«Mi Elizabeth», pensó la otra alma que compartía ese cuerpo, y por un segundo sus ojos vieron parpadear la ilusión que, de hecho, estaban viviendo. No estaban en un claro del bosque bajo la luna llena. Estaban bajo las oscuras ramas del Nemeton, en medio de una densa niebla roja, y copulaban con desenfreno sin saber si eran ellos mismos u otras personas. «Tengo que parar...», se dijo Meliodas cerrando los ojos, pero al hacerlo la visión volvió con toda su fuerza, y lo único que pudo ver fue a su amada sonriendo mientras un hilo de sangre manaba de entre sus piernas. Acababa de quitarle la virginidad. Y quería tomar mucho más.
—Entonces, ¿era cierto? —preguntó Ban asombrado—. Ella era tanto dame blanche como la legítima luna.
—Sí —sonrió Elizabeth con tristeza—. Y fue la misma Diosa quien lo determinó.
—Además, las dos versiones de la leyenda estaban equivocadas —acotó Gelda—. Ni fue un matrimonio arreglado, ni ella hizo magia negra. Se amaban de verdad, y se conocían desde niños. Eran amigos.
—Los mejores —dijeron a una vez Meliodas y Elizabeth mientras entrelazaban sus dedos. Luego el semblante de la albina palideció, y tuvo que apoyarse en su novio para evitar desfallecer mientras suspiraba.
—Y tal vez eso fue lo que los condenó.
—Por favor, querida. —interrumpió Zhivago mirándola fascinado—. Continúa. Presiento que lo que estás a punto de decir es algo que ninguna persona viva ha escuchado. —Otro suspiro, una extraña mirada en sus ojos, y Elizabeth continuó la historia de la bruja en el momento feliz que precedería al inicio de su tragedia.
***
Oh, cielos 0_0 Tremendas revelaciones. ¿Y saben qué es lo peor? Que esta suave comparado con lo que sigue... ay diosas U_U Les confieso que escribir esto ha sido emocionalmente todo un reto para mi. No por la inspiración, estoy tan llenita de ella que prácticamente ya acabé el próximo capítulo ^u^ Pero lo que sigue es... bastante perturbador. Creo que no había escrito escenas tan fuertes desde El Bibliotecario, y hasta puede que la cosa sea mayor. Pero me estoy adelantando. El desenlace de esta trágica historia de amor la veremos el próximo domingo, muchísimas gracias por seguirme acompañando en el clímax de esta, su obra de lobos favorita ❤ Les mando un beso, un abrazo y, si las diosas lo quieren, nos vemos la próxima semana para más.
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