41 Grimorio

Hola a todos, aquí Coco, quien al final ha decidido que escribirá esta historia por lo que queda del periodo primaveral, y que está super emocionada por la inminencia de su final *u* Explico: al final he decidido que en vez de escribir dos obras (no puedo seguir al mismo tiempo con Letras y Sexo por las razones que ya les comenté en Coconoticias) me enfocaré solamente en esta hasta terminarla por completo. Estoy muy motivada a por fin darle el cierre que merece a nuestra amada serie de hombres lobo, sería la primera que complete como original de esta cuenta TuT Mayo pasará volando en su camino hasta su gloriosa culminación, pero como ese momento no llega, mejor vayan por una bebida, acomódense en su sillón y, como siempre digo, ya saben qué hacer. 

Posdata: aunque esta decisión me hace feliz, les confieso que también me conflictúa debido a que me presenta otras dificultades en el camino. Les hablaré de los detalles en lo que va de la semana, pero por ahora, vayamos a disfrutar de nuestro capítulo de hoy. 

***

—Esto se está volviendo cada vez más peligroso. —dijo el cazador.

—¿Tú crees? —respondió la bruja, pero aunque su tono parecía de sarcasmo, Escanor pudo percibir que había otra intención en sus palabras. La noche había caído. Aquella misteriosa niebla roja seguía envolviendo el corazón del bosque. Y ellos aún no habían regresado. El hombretón no podía comprender qué podía hacer que aquella situación se volviera más grave, pero Merlín parecía saber otra cosa, y se mordía su uña de perfecta manicura con el cuerpo en tensión, como si quisiera correr hacia el campo para entrar a salvarlos.

—Sabes que no podrías hacer nada. Suficiente tienes con haber contenido esa esencia maligna.

—Lo sé.

—Esos dos son las personas más fuertes de nuestro grupo. No te queda de otra más que confiar en ellos.

—¡Lo sé!

—Entonces, ¿por qué parece que aún tienes ganas de ir hacia la trampa?

—Porque me parece que, incluso sin movernos, aún estamos cayendo en ella. —Un viento siniestro meció las hojas de los árboles que los rodeaban, y fue el turno del ojiazul para mostrar un gesto de ansiedad.

—¿A qué te refieres?

—Ban logró salir, sí, y comprendo por su estado que no debió resultar fácil. Parece casi un milagro que lograra recuperar una de las reliquias. Pero, ¿y si esto no es un milagro, sino un engaño?

—¿No dijiste que el espejo era auténtico?

—Lo es, lo cual me hace pensar dos cosas: o nuestra enemiga descubrió tarde nuestro movimiento y aún así fue capaz de realizar este conjuro improvisando con sus propios poderes... o supo desde el primer momento lo que planeabamos, y entregar la reliquia solo es parte de un plan diferente. No sé qué perspectiva es más aterradora. —El cazador entendió a lo que se refería, y miró de nuevo la espesura evaluando sus posibilidades. Un enemigo invisible demasiado poderoso, o un enemigo débil, pero con un plan que no habían descifrado. La oportunidad vuelta trampa se cerraba como la puerta de una cripta sobre ellos, atrapandolos en unas sombras tan profundas que no estaba seguro de que sus amigos pudieran salir.

—Diane y King son los que quedaron más cerca de nosotros. ¿Quieres que intentemos extraerlos?

—No podemos. Un error, y lo único que lograremos será ampliar el círculo mágico hacia nosotros. Este es el tipo de conjuro sólo se abre de adentro hacia afuera, y lo único que nos queda por hacer es esperar a que la noche termine para tener noticias. —De nuevo, la morena se mordió la uña, miró al horizonte buscando a alguien que no podía ver, y solo volvió al presente al sentir la mano de su compañero en el hombro.

—Sé que no es el mejor momento para decirlo, pero me alegra verte así de preocupada por Elizabeth.

—Soy el tipo de persona que puede odiar y amar con la misma fuerza. Claro que me sentiría así por ella.

—Hmmm —murmuró él, y una insólita sonrisa se formó en sus labios.

—¿De qué te ríes?

—De nada. Sólo me preguntaba en qué rango de tus sentimientos estaré yo. Supongo que no es importante. —Entonces el cazador ajustó el rifle a su hombro, acomodó su chaqueta, y le dio la espalda para devolverse a la base donde Ban aún estaba descansando. Merlín lo vio alejarse con la sensación de querer besarlo y golpearlo al mismo tiempo, pero apenas estos sentimientos tomaron forma en su cabeza, una nueva y extraña sensación punzó en su vientre generándole escalofríos.

«Aaaah... así que es ese tipo de magia».

Había tardado mucho en identificarla. Sabía que sus amigos habían caído en algún tipo de ilusión, y que ésta definitivamente estaba relacionada con la lujuria. Aún a esa distancia ella podía sentir el efecto del conjuro, y eso removía, además de sus deseos, sentimientos intensos en lo más profundo de su ser. Sí, definitivamente deseaba a Escanor. Algún día lo haría suyo, se encargaría de apoderarse de su corazón... eso, si sobrevivía. Respiró hondo el aire frío del bosque, volvió a clavar sus ojos en él, y oró en silencio porque las personas atrapadas pudieran regresar con su mente intacta. ¿Qué tipo de cosas estarían sintiendo ellos?


*

—Criatura patética —le decía el alfa a la pequeña de cabellos castaños que se negaba a seguir peleando con los otros lobeznos—. No servirás nunca para traer más cachorros a la manada, ¿y ahora además te niegas a luchar por ella? ¿Qué tan inútil y codiciosa puedes ser?

—Por favor —decía la niña temblorosa mientras veía al enorme lobo acercarse a ella—. No me gusta pelear. Sólo quiero ir a casa, ¡sólo quiero volver!

—¿Con quién? —le respondió con frialdad el hombre que tenía los mismos ojos morados y tez morena que ella—. Está muerto. Tu mate está muerto, y como no pelees, ya no tendrás un lugar al cual volver.

«¿Está muerto?»

Se preguntó la chica, y por un segundo el pánico dominó cada centímetro de su cuerpo.

«¿King está muerto? Oh no. King. ¡King!»

—Quédate quieta —dijo una voz gentil a sus espaldas, y entonces el entorno a su alrededor se volvió completamente diferente. Ya no estaban en la cueva de entrenamiento de su antigua manada. Ahora estaban sentados bajo el sol de primavera en un campo de lavandas—. No tardaré mucho, aguanta solo un poco más. Verás lo linda que quedas cuando termine.

«Es cierto. El señor Drole debía estar hablando de Howser. Él es quien murió, no King. King está aquí»

Entonces giró un poco su cabeza para mirar a sus espaldas, y ahí estaba, tan vivo y cálido como siempre. Un adolescente casi pelirrojo sentado con las piernas cruzadas trataba de peinar su cabello en coletas mientras le sonreía solicitando paciencia con la mirada. Cuando al fin quedó satisfecho con el resultado, le mostró un espejo de bolsillo para que se contemplara.

—Mira nada más, qué bonita —Le sonrió el chico a la niña pequeña—. Más bonita que éstas flores.

—¿De veras? ¿Crees que cualquier chico me querría?

—Claro —contestó el muchacho de ojos miel sin pensarlo—. Cualquier lobezno estaría encantado de estar con una lobita tan linda como tú. —Y con esa respuesta al mismo tiempo dulce y amarga, se levantó y le extendió su mano para llevarla de regreso a la casa.

«Yo no quiero un lobo. Te quiero a tí», pensó la niña con cierta ferocidad, y como si esa idea activará una cualidad desconocida en su interior, se vio deseando el conseguir que esa persona fuera sólo para ella.

Niebla. Oscuridad. El sonido de cuervos alejándose a su paso, y entonces, por un instante la loba por fin pudo volver a la realidad y ver dónde se encontraba. Habían caído en la trampa de la bruja. El aire del bosque olía extraño, a una mezcla de flores y sangre, y la habían separado de su ser amado, a quien buscaba en la semi inconsciencia mientras era acosada con esos recuerdos.

—¡King! ¿Dónde estás? ¡Responde!

—Se ha ido, querida —le respondió el recuerdo de la hermana de su amor platónico mirándola con tristeza—. La se ha ido a la universidad. Salió está mañana con el primer tren.

«¿Sin despedirse?» cuestionó ella. «¿Sin intentar buscarme?» pensó mientras se alejaba de la casa del campo de lavandas. «Tal vez en el fondo no me quería. No de "esa" forma, no como yo lo quiero», y la tristeza fue tan grande que por poco se derrumba ahí mismo. Una mano fuerte la tomó del hombro haciendo que volteara y, al toparse con el rostro sonriente de Meliodas, supo que pese a todo podría sobrevivir. «Tal vez si crezco lo suficiente, tal vez si soy lo bastante hermosa y fuerte, cuando vuelva pueda estar con él». Un sonido de llanto la devolvió otra vez a la realidad y, pese a no poder verlo, se dio cuenta de inmediato que era él.

—¡King! —No, las cosas ya no eran así. Ahora las cosas eran diferentes. Estaban juntos como había soñado, y había sido él mismo quien se le había declarado. Ahí, frente a sus amigos y familia, la pasada fiesta de cacería. Su sueño más imposible se le había realizado a las puertas del otoño, y ahora, lo único que tenía que hacer era alcanzarlo de nuevo—. ¡¿Dónde estás?! ¡Contéstame!

—Aquí estoy —susurró una voz tras ella, y al darse la vuelta para encarar a la presencia a su lado, se topó cara a cara con el hombre del que había estado enamorada desde que era una niña. Sólo que no parecía el mismo.

—King, ¿te encuentras bien?

—Todo es culpa mía —dijo la pálida presencia a su compañera, y aquellas palabras cayeron sobre ella con el efecto que una cubeta de agua helada.

—¿King? ¿De qué hablas? —Parecía un fantasma. Su piel blanca contrastaba con el par de círculos negros alrededor de sus ojos, y seguía llorando, surcos de mugre marcando sus mejillas.

—No, también es tu culpa. Si no me hubieras enamorado. Si no te amara tanto, yo...

—King... —No pudo resistirse. Pese a saber que algo estaba muy mal, la castaña se acercó a aquella frágil y esbelta figura hasta rodearla con sus brazos —. ¿Por qué dices eso? ¿De que soy culpable?

—Va a matarnos —siseó en su oído, y ella se separó tan abruptamente que incluso se tambaleó—. No es su voluntad que criaturas como nosotros se amen. Una bruja y un lobo jamás deberían estar juntos.

—¿Qué estás diciendo? ¿De qué hablas? ¿Quién...? —Al ver sus ojos de cerca, lo supo. Lo había visto solo un par de veces, pero su estado era inconfundible. Estaba en trance, y esas palabras debían venir del espíritu con el que había hecho contacto—. No eres tú mismo. King, ¡reacciona! —Pero no se movió, y su mirada parecía más triste y furiosa a cada segundo. Él también había estado experimentando ilusiones junto a sus recuerdos del pasado, y estos lo atormentaban de tal forma que lo tenían al borde de la locura.

—Cerdo —le gritaba su tío mientras lo golpeaba con una vara—. ¿Cómo te atreves a mirar a una niña de esa forma? Tiene solo seis años, ¿acaso eres un depravado?

—No es así —Se defendía hecho una bola en el piso—. No la veo de esa forma, ¡ella solo es mi amiga!

—¿De verdad? Entonces mírame a los ojos y dime que no la amas —Lo había atrapado. Gloxinia lo miró con una expresión tan fría que le cortó el alma, y al ver que no era capaz de contestar, rió casi con histeria—. Claro. Escúchame bien, King. No es sólo porque sea una niña, o por ser un huésped en nuestra casa. Es un lobo, y los de nuestra clase y la suya no se mezclan por ningún motivo. Si vuelves a acercártele, a tocarla, si llegas siquiera a pensar en ella de ese modo, el castigo será mucho, mucho peor. ¿Lo entiendes?

—Sí. —Eso dijo, pero en realidad no estaba muy seguro de poder cumplir. Pasó el tiempo, dedicó cada gramo de su energía a aprender los secretos de las artes mágicas en su familia, y cuando llegó el momento en que por fin tuvo que dejar el pueblo, ni siquiera pudo despedirse de su amor.

«Es por su bien. Debo intentarlo. Al menos tengo que intentar olvidarla», se dijo al abordar el tren. Pero no pudo. Ya fuera por la maldición que ataba a cada bruja al pueblo o por simple destino, el joven médico se vio incapaz de hacerlo. Cuando regresó de la universidad tras años lejos, volvió a sentir la flecha de cupido nada más verla. Era preciosa. La pequeña cachorrita a la que su familia había dado refugio se convirtió en una loba magnífica, una que parecía tan inalcanzable como el día en que se confesó a sí mismo estar enamorado.

—¡Tu culpa! —gritó de nuevo de regreso a la realidad, aunque él no podía distinguirla de un sueño, lo que hizo que fuera incapaz de contenerse cuando se lanzó sobre ella para derribarla—. De no ser por lo que siento por ti, no habría tenido que traicionarlo. No habría tenido que... hacer eso.

—¿Hacer qué, King? —le preguntó temblorosa la castaña—. ¿Qué hiciste?

Leyó el libro. El libro prohibido que su clan guardaba solo para sus miembros más avanzados en ocultismo. El libro para abrir la puerta de los espíritus. En cuanto se estableció de nuevo en Black Valley, fue claro que la única forma de obtener su amor o liberarse de él era a través de la magia. Los rituales para contactar con el mundo espiritual habían sido un tesoro de su familia por generaciones. No sabía qué hacer con todos sus sentimientos. Así que sólo le quedaba pedirle consejo a un ser que lo supiera. La preparación para hacer su conjuro tomó mucho tiempo, el suficiente como para que las puertas del destino se abrieran solas, y para que volviera a repetirse la tragedia de la que él ya había sido advertido.

«¿No tienes vergüenza?» dijo aquella vez ante todos. «¿No te bastó con matar a Liz y ahora también quieres tener a su hermana?» ¿Cómo había sido capaz de juzgar a Meliodas por intentar amar de nuevo, cuando él estaba buscando la forma de obtener su amor guardando tantos secretos? Un pozo lleno de agua helada, hierbas y símbolos ocultos. Cuando la luna dorada estuvo en el lugar correcto, usó aquella noche para sumergirse en los misterios del reino tras el velo buscando una respuesta para su mal de amores. Siguiendo al pie de la letra las instrucciones del grimorio de su familia, King solicitó consejo a los espíritus y sus ancestros. Y estos le respondieron.

"La fiesta de cacería", le habían susurrado presencias gentiles y dulces. "Hazla tuya durante la fiesta de cacería", añadió un enorme espíritu hecho de la memoria del bosque. El ser en el cual se transformaba cuando su alma salía de su cuerpo y viajaba entre el plano físico y los sueños. El oso que era él mismo y que también era su guardián le mostró una escena llena de lobos, una oveja blanca y un ganso. Y fue cuando él supo que su amor daría frutos.

«Si lo que vas a decirnos es algo bueno, puede que yo tenga algo bueno que decirte también», prometió Meliodas. Y lo fue. Le dijo dónde estaría ella, que lo estaba esperando. Gracias a él y Elizabeth, había visto realizado su sueño. Ellos eran la oveja y el lobo. Esa misma noche puso un ganso con un corazón flechado como el suyo ante los pies de Diane. Ese tendría que haber sido el final, la puerta que lo condujera a un mejor futuro. Pero ya había traicionado a demasiadas personas como para que el destino lo premiara con eso, y la Bestia había vuelto a aparecer para recordarle que lobos y brujas no debían estar juntos.

—No. Al final, fue mi culpa. Te tracioné —confesó el druida en voz alta—. Lo hice desde el principio, al no confesarte que te amaba cuando podía.

—Oh, King...

—También a mi tío. Robé su grimorio para encontrar un método que me permitiera estar contigo.

—Hiciste lo que creías correcto. No podías...

—Traicioné a Meliodas y Elizabeth por envidia, los delaté cuando creí que lo de Liz se repetiría.

—Pero él no lo hizo. Y estoy muy segura de que ya te perdonaron.

—¿Pero y los otros? Estoy traicionando a toda mi familia sólo por estar contigo. Por amarte, por desearte tanto. Estoy traicionando a cada clan de brujas del pueblo.

—Nosotros ya no tenemos que perpetuar ese odio. Podemos liberarnos de él, podemos cambiar.

—No podemos. Porque también la estoy traicionando. La estoy traicionando... a ella. —Un escalofrío le recorrió el cuerpo a la loba, un viento siniestro sopló sobre ellos revolviendo el cabello de King, y al momento siguiente, fue el mismo viento el que llevó su susurro a sus oídos.

—¿A quién?

«Un lobo y una bruja no deben estar juntos jamás», dijo una voz en sus cabezas, y entonces la castaña supo con toda certeza quién era la que manipulaba a King.

Sus temores se vieron confirmados mientras el hombre que amaba llevó las manos a su garganta, y trató de estrangularla mientras no paraba de llorar. Él siempre se había atormentado, no había día en que no creyera merecer un castigo por sus sentimientos. Ahora el malévolo espíritu estaba haciendo que cumpliera el castigo por sí mismo, y este era que acabara con su amor prohibido matándola con sus propias manos.

«¿Voy a morir?», pensó mientras sus ojos se elevaban hacia las primeras estrellas del cielo nocturno. «¿Vamos a ser devorados por las sombras?», se preguntó sintiendo sus delicados dedos cerrándose alrededor de su cuello. Entonces se dio cuenta. La forma de detenerlo era devorarlo primero. Usando la fuerza que aún le quedaba para rodear a King con sus piernas, lo atrajo hacia sí para pegar sus cuerpos en un abrazo con el que casi lo asfixia. «No moriré sin pasar primero por esto. ¡No pienso partir de este mundo sin tenerte y que sepas cuánto te amo!», gritó internamente la loba, y haciendo uso de los dones que su esencia sobrenatural le daba, comenzó una transformación parcial que le dio las armas para defenderse.

Sus uñas se afilaron hasta formar garras, sus dientes recuperaron el filo mortal de sus colmillos, y finalmente su fuerza le permitió librarse de él, empujándolo de tal forma que ambos cayeron rodando por la pendiente. ¿Qué más daba su culpa, sus errores o el maldito destino? Sólo estaba segura de una cosa, una urgencia a la que su instinto la llamaba incluso por encima de aquel hechizo. Tenía que morderlo. Tenía que convertir a aquel hombre en su presa. Pero no era solo eso. Tenía que convertir a un humano en su mate, así que antes de tener tiempo volver a pensarlo o siquiera de dudar que podía, le clavó los colmillos profundamente en el cuello, y su grito se transformó en gemido mientras ambos se volvían locos de excitación.

—¡Diane! —volvió a gritar cuando ella le mordió el hombro, pero ni así se detuvo. Tiró de su ropa con tanta fuerza que acabó hecha jirones entre sus dedos, y al conseguir que su pecho quedara completamente desnudo, le lanzó una nueva mordida justo encima del pezón—. ¡Aaaah!

Mientras, ella estaba en éxtasis. Sus manos apretaban aquí y allá mientras el animal en su interior se deleitaba tomando lo que consideraba suyo, y tras llenar la piel expuesta con marcas sangrantes con la forma de su boca, decidió que había llegado el momento de más.

—Para... —suplicó el descendiente de brujas mientras temblaba con las mejillas completamente rojas y una innegable expresión de placer—. Para, por favor. —La respuesta de Diane fue arrancarle los pantalones con todo y zapatos, y el grito que soltó al sentir que lo mordía en la entrepierna fue tan largo que sonó a aullido.

Pronto sus ingles quedaron llenas con los mismos círculos sanguinolentos con los que le había marcado el torso, y cuando fue claro que ninguno de los dos quería parar, por fin el torturado joven confesó lo que sentía sin importarle la culpa, la vergüenza o el hechizo que, sin saber, estaban rompiendo juntos.

—Más... —gimió con lágrimas en los ojos mientras le ofrecía la muñeca—. Más... ¡Aaaaah! —gimió al sentir de nuevo sus dientes, y una sensación como de fiebre se apoderó de él mientras sus colmillos se iban clavando en su camino hacia arriba. ¿Qué sería aquello?

«Mátala». Dijo una voz de nuevo en su cabeza, pero él se vio incapaz de contestarle, tan profundamente perdido estaba en la mirada amatista de su loba. «Que la mates. La unión de lobos y brujas no debe existir». Él lo sabía. Lo sabía pero, igual, se vio deseando que hubiera una forma en que eso pudiera ser posible. Y con solo desearlo por fin comenzó a apartar la niebla roja que se le había metido en la mente y el corazón.

—Más, ¡Diane!

—¡Raaaagh! —contestó ella, y esta vez usó sus garras no para rasgar su ropa, sino la que ella misma llevaba puesta. Sus senos redondos y perfectos saltaron ante sus ojos como un par de frutas maduras, duraznos a los cuáles se aferró con desespero mientras sus sollozos se convertían en llanto.

—¿Podrás perdonarme? Por amarte. ¿Por desearte incluso aunque no debo? —Aquel hermoso animal del bosque no le contestó. Simplemente destrozó la pernera de los jeans que aún separaba sus sexos, lo miró con dulzura, y comenzó un movimiento de caderas con el que pretendía introducirlo en su interior.

«Es menor que yo. Es mi amiga de la infancia. Es un lobo», se dijo King pensando en todo lo que estaba mal en su relación. Entonces finalmente sintió como ella lo absorvía en las cálidas profundidades de su cuerpo, y cualquier oscuridad o duda quedó disuelta en aquel maravilloso sentimiento. No importaba si era un error, si les parecía mal a otros, o si eso les amenazaba con futuras desgracias. Lo gritaba cada célula de su cuerpo: estaban hechos el uno para el otro, y la diosa luna decidió apiadarse de ellos haciendo una excepción que solo había hecho con otra pareja en esa generación. Tirando de él con toda su fuerza para intercambiar posiciones, la loba logró hacer que se colocara sobre ella con las palmas y las rodillas tocando el suelo. Apenas tuvo la oportunidad de moverse, comenzaron las embestidas.

«Me está marcando», río él completamente eufórico mientras empujaba dentro de ella y Diane lo mordía en el hombro tratando de ahogar sus gritos de placer. «Está tratando de marcarme como su mate». Eso debía ser imposible. Pero estaba pasando. Lo sentía en su sangre, estaba hirviendo mientras su aroma cambiaba quedando impregnado del de ella. La loba cuyo mate había muerto y el druida traidor estaban uniéndose como uno solo, legítimamente y de forma indeleble, ante la diosa lunar que gobernaba sobre ambos. Lo milagroso pasó mientras se devoraban en un ataque de lujuria y amor y con esto, sin darse cuenta, terminaron saliendo de la trampa de la bruja.

—Más, King. ¡Más! —rogó Diane mientras le daba la espalda mostrándole su entrada ansiosa, y él volvió a tomarla de inmediato, dándole lo que necesitaba tanto a su mujer como a su loba.

«Te amo», pensaron ambos, y supieron que su unión era real cuando escucharon con toda claridad las palabras del otro a través del lazo que unía sus mentes. Siguieron con su sagrado ritual de apareamiento hasta que las horas oscuras comenzaron a disolverse, y cuando tanto la energía como la magia se les agotó definitivamente, yacieron juntos sobre un lecho de hojas secas.

—El sol está por salir —murmuró ella estirándose con placer—. Deberíamos volver.

—Claro. Esto... ¿Diane?

—¿Hmm?

—No puedo moverme —Un respingo de alarma, ponerse de pie de un salto, y entonces el miedo de la loba se convirtió en deleite. La razón de su incapacidad eran las evidencias de la pasión que habían vivido. Estaba lleno de mordidas, moretones y araños, en especial cerca de sus partes privadas, que ella había estado devorando buena parte de la noche. Definitivamente tenía que dolerle.

—Lo siento mucho. Déjame ayudarte a vestirte, y después me transformaré para llevarte en mi lomo, ¿sí?

—Gracias cariño. —Lamer su cuerpo desnudo para limpiar sus heridas, arroparlo, y después volver a tener el peso de su cuerpo sobre ella. Diane sentía que, pese a la terrible experiencia que habían vivido, no podía sentirse más feliz. Eso, hasta que su mate pareció percibir algo que le puso los pelos de punta.

«Aguarda», dijo a través de su lazo. «Hay algo aquí cerca. Algo... con poder».

«¿Es ella?», preguntó la loba de pelaje oscuro, apenas capaz de sentir miedo debido a la felicidad de poder hablar mentalmente con él.

«No, pero creo que es algo que le pertenece. ¿Acaso...?»

«¿Crees que sea una reliquia?»

«Vamos a averiguarlo». Siguiendo un instinto sobrenatural que ahora compartían y que potenciaba los dones del otro, la pareja llegó a un pequeño montículo cubierto de musgo en cuyo interior parecía haber algo. Usando sus patas delanteras para escarbar en la tierra, Diane abrió un hueco lo suficientemente grande para poder ver su interior. King se deslizó desde su lomo hasta el suelo para tomarlo entre sus manos y, al entender lo que era, una sonrisa de triunfo le iluminó la cara.

—Un grimorio —dijo en voz alta—. Lo hemos encontrado. —Entonces apretó el libro de magia contra su pecho mientras volvía a trepar en ella, y los dos salieron tan rápido como sus heridas les permitían para encontrarse con sus amigos. 


*

¡Sha! *0* ❤ Por fin, siento que le debía mucho a esta pareja tener su momento protagónico en esta historia. ¡Al fin tuvimos nuestro momento Kiane! ^u^ Estos personajes habían bastante relegados y hoy, por fin, pude mostrarles a todos cómo es que su amor se llegó a formar. Aquí entre nos, como escritora, es algo que suele pasar de forma muy común UwU Creas tramas y subtramas al inicio de la historia, tratando de mantenerlas en tu cabeza para volver luego, pero la inercia de las acciones te llama, y terminas olvidando un montonal de cosas que querías decir TuT Creo que OMEGA es el escrito mío que más problemas de este tipo ha presentado pero con todo, al final parece que seré capaz de salvar las partes más importantes y que más quise antes de que llegemos al final, fufufu. 

Último comentario antes de irnos: creo que esta historia me ha gustado tanto que también intentaré llevarla a novela original *w* Si se preguntan sobre la otra, ya llevo un buen tramo de mi adaptación de El Bibliotecario 7u7 Editar un fanfic en novela es un proseso mucho más difícil y complicado de lo que parece pero, con paciencia, es toda una experiencia que vale la pena vivir UwU 

Ahra? Como que me desvié del tema, no? XD Lo que quiero decir es: ¡muchas gracias por estar aquí! Como siempre, les mando un beso, un abrazo y, si las diosas lo quieren, nos vemos la próxima semana para más ❤



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