40 El espejo
Hola a todos, aquí Coco, quien acaba de superar una crisis de mega bloqueo para traerles la actualización de hoy, y que está muy contenta de haber podido conseguirlo >u< Les cuento. Entre que estoy super inspirada con la nueva obra que estoy planeando (Snow,Rose & Ashes), y que el mood en el que estoy es super primaveral (flores, sol y conejitos ^u^) la verdad es que se me estaba yendo la inspiración para poder terminar esta obra. Es decir, ¿cómo sentir las vibes escalofriantes del Halloween en plena primavera? Por suerte, mi hermanita me ayudó a desbloquearme, y tras una sesión de belleza estilo gótico y películas de Tim Burton, por fin recuperé lo perdido para traerles el capítulo de hoy. Incluso salió material sexy y oscuro para un par de capítulos extra en las próximas semanas *w* pero no les cuento. Mejor, les muestro, y les mando un besote enorme con mi labial negro antes de decirles como siempre: ¡ya saben qué hacer! ❤
Posdata: dedicado con amor a mi hermanita bebé UwU Te amo Bunny, por si lees esto, quiero que sepas que también eres mi inspiración.
***
El primero en llegar es Ban. La primera persona en señalarme como bruja, la primera en aceptarme como parte de la manada. Emerge del bosque con un andar que me recuerda su naturaleza depredadora, y no puedo evitar sentir un escalofrío al verlo acercarse a nosotros. A pesar de que hace tiempo que lo conozco y de lo mucho que lo quiero, sus ojos nunca dejan de sorprenderme. Aunque nos mira con cariño, sus iris emanan un brillo feroz que me hace pensar que está listo para atacar.
No lo culpo. Ha sufrido demasiado a causa de esta maldición. Esta será la primera vez que pueda devolver el golpe, y también la primera que puede pelear por los que ama. Por Elaine. Abraza a Meliodas efusivamente, a mí me besa en la mejilla, y se sienta a nuestro lado sobre el tronco mientras ve arder las llamas de la hoguera que hemos prendido. Hace tanto frío. Las nubes son tan densas que pareciera que está anocheciendo. Pero no. Son las primeras horas de la mañana, y este momento de luz gris antes del alba me recuerda otra ocasión en la que me encontré con un amigo en el bosque.
Y es precisamente él quien aparece. King emerge tomado de la mano de Diane, y se miran un momento antes de seguir hacia donde los estamos esperando. Pese a lo mucho que ha visto los últimos días, él también está siendo valiente. Valiente para ayudarnos de nuevo, para volver a enfrentar a la bruja. Claro, lo fue para declararse a su novia en plena fiesta de cacería, claro que estaría aquí. Me toca el turno de mirarla, y una ola de orgullo inunda mi pecho mientras admiro su andar firme y sus ojos intensos. Aún no puedo creer que ella fuera la misma persona que me advirtió que me alejara de Meliodas. Ahora es como una hermana para mí, y su abrazo lo demuestra cuando me estrecha con fuerza. Hablando de hermanos.
Zeldris es el último en llegar, y lo hace con Gelda pisándole los talones. Hay algo extraño con los dos. Tal vez se deba a lo que pasó con Ross, o tal vez a lo que sucedió cuando fueron a buscar a mi tía, no lo sé. Lo cierto es que parecen mucho más unidos, y no puedo evitar preguntarme qué habrá pasado entre ellos. Tengo la misma duda sobre Merlín y el cazador. Están hablando dentro de la cabaña, y discuten , aunque en susurros. Sé que debería desconfiar, pero lo cierto es que ya no quiero hacerlo. Pese a todo, aún la quiero, y sé que ella arriesga su vida solo con estar aquí.
Por fin salen de la cabaña, Gowther se levanta de las escaleras del porche donde los había estado esperando, y los tres se acercan hasta que todos formamos un círculo. Diez personas, todas de diferentes orígenes y clanes. Parece que lo que la bruja de Black Valley siempre quiso evitar está pasando, y un nuevo consejo hecho de antiguos enemigos se reúne para acabar con ella y con el mal que ha hecho.
—Bien, ya estamos todos —anuncia Meliodas, y su voz usualmente dulce está cargada con un matiz de autoridad—. Solo quiero decirles lo mucho que aprecio que estén aquí. Y lo orgulloso que estoy de considerar a cada uno de ustedes parte de mi manada —Todos sonríen, y sé que no necesitan más palabras que esas para entender lo profundo de sus sentimientos. Mi mate me toma de la mano, me sonríe antes de ponerse serio, y cuando me suelta, siento en mí que estoy viendo un auténtico alfa—. Gracias. Ahora, Ban... háblanos de la bruja. —Nuestro lobo gris inhala profundamente, como si ya estuviera persiguiendo un rastro, y se lanza a repetir lo que anoche me contó a mí.
—Está viva. El espíritu de la bruja original está habitando el cuerpo de una persona del pueblo para seguir con su venganza, y ha estado pasando la maldición de la Bestia de un usuario al otro para no ser encontrada. Pero cometió un error al atacar a Elaine. Gracias a ella ahora sabemos algunos de sus trucos, y el más interesante resulta ser que, después de todo, no es tan fuerte como creíamos. Es una farsante. Parece que para poder hacer sus conjuros requiere de tres objetos que pertenecieron a la primera bruja de Black Valley. Si se los quitamos, la maldita podría perder su poder.
—Eso es correcto —continua Merlín—. Es consistente con los ritos de los antiguos aquelarres. Las brujas más poderosas tenían artículos con los cuáles potenciar o guardar su magia.
—En este caso, un espejo, un libro y un caldero —recita Gowther tras leer sus notas—. Tanto la señorita Elizabeth como Elaine lo vieron, y el mediador acaba de confirmar que dichos objetos que pertenecieron a Rhiannon Goddess en vida. No creía que existieran después de tantos siglos, pero...
—Pero existen —aseguró King.
—No solo eso —volvió a interrumpir Ban—. Elaine vio a la bruja enterrando esas cosas en un árbol. Un árbol oscuro de raíces retorcidas.
—El Nemeton —aclaro yo, y evocar el lugar donde murió mi hermana me genera un escalofrío que solo se calma cuando Meliodas abraza mis hombros—. Aún no entiendo porqué, pero ese lugar es el origen de toda esta historia. Debemos encontrarlo y tomar posesión de las reliquias.
—Bien —corta Escanor, y a continuación despliega un mapa sobre una mesa improvisada donde ha puesto diversas marcas—. Entonces, la misión es encontrar el Nemeton antes de que caiga la noche, recuperar dichos objetos, y sellarlos para que la nueva bruja no vuelva a emplear su poder.
—Me temo que eso sería solo la fase uno, querido —completa Merlín con un tono de voz inquietante—. Aún tenemos que atraparla... y puede que, incluso sin sus armas, nuestra amiga quiera pelear.
—Me encantaría que lo intentara —ronronea Ban relamiéndose los colmillos, y en cuanto logra calmarse vuelve a mirar a Meliodas en busca de indicaciones—. ¿Qué parte del terreno quieres que rastreemos primero? ¿Vamos a ir eliminando sectores?
—No será necesario —le contesta mi mate, y sé que él también lo percibe: Ban ya está tratándolo como si fuera el alfa—. Nuestros métodos de búsqueda no son tan efectivos. Me temo que, si queremos rastrear a una bruja, deberemos pedir ayuda de otra. ¿Merlín? —Mi tía le sonríe, feliz de escuchar su tono de respeto, y yo sonrío, pese a que temo lo que está a punto de decir.
—Así es. Sin querer, ella ya nos ha dado la pista para encontrarla. ¿Ven esto? —dice señalando franjas de marcador sobre el mapa—. Son líneas ley. Todas las brujas las usamos cuando estamos en busca de un lugar propicio para nuestros rituales. Estas en particular cruzan puntos de nuestro territorio donde han ocurrido los ataques más recientes. Pero esa no es la única coincidencia. —Voltea a verme, como pidiendo confirmación, y yo asiento mientras también voy marcando puntos del mapa.
—El risco, el río, los campos de lavanda y la casa grande. Todos los lugares en los que he estado durante visiones o sueños coinciden con el límite marcado en este mapa. Y todo se encuentra dentro de estas tres hectáreas. Sé que puede parecer mucho terreno, pero...
—No, es poco —apunta Gelda con una sonrisa hambrienta que no le conocía—. Si consideras esto como una serie de círculos donde el centro es desconocido y el perímetro lo más seguro, los lugares donde el Nemeton podría estar se reducen significativamente.
—Precisamente —Un marcador color rojo, un amplio movimiento con el brazo, y Meliodas dibuja tres círculos concéntricos que me hacen pensar en un tiro al blanco—. Y es de esa forma que nos dividiremos. Escanor, Merlín, Diane, ustedes investigarán en círculo externo. Pueden moverse más fácilmente en el todoterreno, y estarán cerca para organizar los refuerzos si los necesitamos —Los dos adultos de nuestro grupo se miran antes de asentir, y mi amiga nos observa a todos de nuevo antes de hacerlo, preocupada por lo que eso significa—. Gelda, King, Zeldris, ustedes estarán en el círculo medio. Son los que deberán rescatarnos si todo sale mal —Los tres asienten al mismo tiempo, y siento antes de ver la sonrisa brillante del actual alfa—. Ban, tú vendrás con Elizabeth y conmigo a lo más profundo del bosque. Necesitamos tu fuerza para enfrentarnos a esto.
—Como que las cuentas no te salieron, ¿o sí jefe? —pregunta en un tono afilado—. Y no sé si es porque tienes que vigilarme o por mera falta de personal, pero esto no me gusta. ¿Qué no tu formación requiere de un lobo, un cazador y una bruja por cada equipo?
—Sí —contesta Meliodas con firmeza—. Así es. Y el cálculo no me ha fallado —Cualquier sentimiento negativo que hubiera podido haber entre ellos se disuelve mientras él comprende. Es cierto. Antes de convertirse en hombre lobo, Ban pertenecía a una familia de cazadores, y este reconocimiento a su parte humana lo conmueve de tal manera que me sorprende no verlo llorar cuando Escanor le pasa un arma.
—De acuerdo.
—Bien. Gowther, ya sabes qué hacer si cualquiera de nosotros te contacta. Mantén informados a todos y cálmalos para que no intervengan hasta que de la señal. —Mi amigo se lleva la mano a la frente en una parodia de saludo militar, sonríe una última vez, y entonces finalmente ocurre. Nos separamos cada uno en diferentes direcciones, y la búsqueda comienza oficialmente.
—Meliodas —susurro antes de subirnos al auto—. Quiero que sepas que, pase lo que pase, te amo más que a nada en el mundo.
—Y yo a ti —contesta tras darme un beso—. Te amaré, incluso tras siglos de muertos, cuando la memoria nos haya olvidado y nuestros huesos se hayan vuelto cenizas. —El vehículo arranca, me reclino en el asiento de atrás, y pienso en lo curioso que es que haya usado esa frase. Hay algo que no le conté y que platiqué sólo con Merlín. Es un secreto, el primero que compartimos desde nuestra separación. La muerte podría tener mucho más que ver en esto de lo que cree. Cierro los ojos tratando de borrar cualquier rastro de empatía hacia mi enemiga, y cuando vuelvo a abrirlos, miro al frente dispuesta a luchar sin conmiseración.
Dolor. La bruja sujetó su pecho sintiendo como si mil espinas la atravesaran desde dentro y, al mirar de nuevo en el caldero, la sensación fue sustituida por ira. Los odiaba. Los odiaba indeleblemente, pero no por la amenaza que representaban ni por el peligro en que la habían puesto. Era por la forma en que se amaban. Mirarlos la hacía sentir que ya se quemaba en las llamas del infierno, y la sombría criatura a la que había encarcelado rió burlonamente, complacido de ver que ella pasaba por el mismo odio y dolor que él.
«¿Por qué? ¿Por qué no puedes amarme?». Pensó mirando de nuevo el caldero, y contempló con embeleso al joven licántropo que la buscaba por el bosque con sus cabellos rubios ondeando al viento. Sintió el ardiente deseo de besar cada una de esas hebras doradas, de acariciarlas. Y luego deseó tirar de ellas hasta hacerlo sangrar. «Quiero su cabeza, cortarla yo misma y usarla de linterna. Quiero su hermoso cuerpo sobre el mío, tomándome». Ahora comprendía lo que sintió la Bestia al hallarlo con su mate en la cueva del Kelpie, y eso sólo aumentó su rabia y la velocidad con la que hacía su conjuro.
«Mis entrañas arden solo de pensar en él. Quiero poseerlo, quiero que sea mío». Pero eso jamás pasaría, y la razón caminaba al lado del ojiverde, buscándola también. La bruja blanca. Sus tripas se retorcieron al sentir el monstruo en su interior luchando, y la criatura se revolvió ferozmente para liberarse de la prisión donde lo había contenido para esclavizarlo. «Déjame devorarte. Déjame despedazarte. Déjame matarte», susurraba tanto para ella como para la chica de cabellos plateados, pero a pesar de que también deseaba ver la sangre de la dame blanche decorar las hojas, lo contuvo sabiendo que eso tampoco podría ser. No podía tocarla... aún. La voluntad de su maestra debía ser cumplida.
El sol del atardecer se cirnió sobre ella cubriéndolo todo con su luz carmesí y, cuando esta finalmente alcanzó el color de la sangre, el brillo de la daga destelló sobre su muñeca para abrirse las venas. El último ingrediente de su conjuro se vertió en el caldero transformando sus vapores blancos en rojos, y sonrió, sintiendo el gran placer que su magia también les provocaría a sus víctimas. Era un juego malévolo, una apuesta peligrosa que podía llevarla a una muerte temprana si ellos no actuaban como preveía. Pero estaba dispuesta a tomar el riesgo, el que fuera, si a cambio podía preservar eternamente su amor... y también la maldición.
Las personas en la búsqueda se enteraron de que algo iba mal cuando escucharon el latido que retumbó por todo el bosque. Como si la tierra lo emanara, como si algo monstruoso durmiera bajo ella y acabara de despertar, el hechizo se fue esparciendo por el territorio en forma de niebla, y todos supieron que tenían que salir antes de que los alcanzara. La bruja los sintió correr como avecillas asustadas, se deleitó viendo que no podían escapar. El círculo con el que habían pretendido atraparla se convirtió en su prisión, y ahora, solo podrían salir si superaban la ilusión de sus propios deseos.
*
—¡Meliodas! ¡Elizabeth! —gritó Ban tratando de encontrar a la pareja que se suponía debía proteger. Un segundo. Solo había bastado un segundo para perderlos de vista, y todo se había ido al carajo tan rápido que no lo pudieron prever. La niebla que lo rodeaba era tan espesa que apenas veía un palmo al frente, y tenía una esencia extraña, una especie de aroma floral que lo intoxicaba.
No debieron hacerlo. Debieron hacer relevos, descansar, abandonar el bosque apenas se acercara la oscuridad. Ahora estaban exhaustos, débiles y vulnerables para que su enemiga contraatacara, y ni siquiera estaban juntos para poder defenderse, pues además los habían separado y perdido. Estuvieron buscando en el bosque todo el día creyendo que el sol los mantendría a salvo, y resultaba que la bruja podía hacer sus conjuros en la escasa luz de la tarde.
¿Querría decir que aún tenía las reliquias consigo? No, no era posible. Las brujas del consejo estaban alertas, ninguna persona podría ocultar la energía de algo tan malévolo y llevarlo al pueblo sin que lo notaran. Debían seguir en el bosque. La perspectiva que se abría ante esa perspectiva era aún más perturbadora. ¿Significaba que la nueva bruja era lo suficientemente fuerte para hacer todo eso por sí misma, o que estaba usando sus reliquias en ese mismo momento? De cualquier forma, habían perdido. Tenía que encontrar a sus amigos lo más rápido posible y sacarlos, o algo terrible podía suceder.
—¡Chicos!
—Ban —Su nombre se escuchó tan débil que apenas pudo percibirlo, pero de inmediato comenzó a correr en dirección de donde provenía el ruido.
—¿Dónde están?
—Ban —Se escuchó un poco más claro, aunque aún parecía un murmullo en el viento. Ya había ahuecado sus manos alrededor de la boca para gritar con toda su fuerza, cuando aquella vocecita misteriosa se oyó de nuevo. La escuchó a solo unos pasos de su espalda, y se giró tan rápido como pudo con las garras desplegadas para enfrentarse a lo que fuera. Por poco cae de espaldas al ver de quien se trataba.
—¿Elaine? —La hermosa rubiecita rió con una expresión traviesa, y se le acercó con ojos brillantes y las mejillas sonrosadas.
—¿A quién esperabas, tonto?
—¿Qué haces aquí? —preguntó acercándose a ella, y tomó sus manos con suavidad.
—Quería verte. Estaba preocupada por tí. —No pudo evitarlo. El lobo la abrazó con fuerza deleitándose en su calor y suavidad, y ella le correspondió con tanta ternura que él se derritió en el acto. Olía demasiado bien. Su cabello olía a algo dulce y floral, algo que le causaba mareo y una sensación extraña en el corazón. Se separó de su cuerpo con reticencia para mirarla de arriba a abajo, y fue entonces que notó la sudadera roja que llevaba puesta.
—¿De dónde sacaste esto?
—¿Ya lo olvidaste? Tú me la diste —volvió a reír mientras acariciaba su mejilla—. Cuando éramos solo unos niños. El día que me prometiste que estaríamos juntos por siempre. —Un agudo dolor atravesó su pecho al oírle decir eso y, creyendo que era una recriminación, finalmente se separó de ella para mirarla a los ojos.
—Elaine, lo siento. Lo siento tanto. Sé que eso está tardando más de lo debido, pero... —Cualquier excusa quedó silenciada por el beso que decidió plantarle en ese momento, y él se dejó hacer mientras el sabor de su boca y su dulce fragancia se colaban por cada resquicio de su ser.
Entonces algo cambió. El beso subió de intensidad, pasando de chispa a llama en segundos, y lo que comenzó con ternura entre los dos lentamente se fue transformando en una petición apasionada y urgente. No podía pensar con claridad. Era como si la neblina roja se le estuviera metiendo al cerebro, pero no podía parar. La sensación adictiva de tenerla entre sus brazos pronto ocupó cada rincón de su mente, y parecía que a ella le pasaba lo mismo, pues correspondía con un hambre que él nunca creyó que tendría.
—Te amo. Te amo, Ban. Pero no podemos estar juntos —dijo apartándose de él de golpe. Su mirada se había transformado por completo y ahora, en vez de una radiante sonrisa, le mostró una tristeza tan grave que creyó que estaba muriendo—. Porque no soy un lobo. Y jamás podremos estar juntos hasta que lo sea.
—¿Qué? No, espera Elaine, ¿de qué hablas? —Entonces pasó. Ese extraño latido se escuchó de nuevo, la niebla rojiza se volvió azulada, y un segundo después se encontró sólo en la oscuridad, perdido en el bosque sin estar seguro de a qué persona buscaba—. Elaine, ¡Elaine!
—Aquí estoy, tonto —escuchó su risa, y al girar, ahí estaba. La sudadera roja había sido sustituida por una capa larga, y él se quedó fascinado observando sus pies asomarse desde el borde mientras se le acercaba.
—¿A qué te refieres con eso? ¿Qué significa?
—No sé a qué te refieres cariño. Pero bueno, no importa. Lo importante es que te encontré —pestañeo de forma seductora—. Lo único importante aquí somos nosotros.
—Elaine —gimió mientras trataba de acercársele. Entonces ella abrió su capa y, ante sus maravillados ojos, se encontró con su cuerpo desnudo iluminado por los últimos rayos de luz del atardecer.
Era una visión tan hermosa que apenas podía soportarla. Sus senos pequeños y firmes apuntaban hacia él como frutas maduras, y sus caderas suaves y curvas se balancearon de forma insinuante cuando al fin lo alcanzó. Aquella aparición angelical le rodeó el cuello con los brazos, rozó la punta de su nariz con la suya, y volvió a unir sus labios, esta vez con un impulso carnal que quedó perfectamente claro desde el primer segundo. El gruño complacido mientras sus dedos se deslizaban hacia sus hombros y espalda. Cuando finalmente tuvo su trasero en sus manos, lo apretó con tanta fuerza que la hizo soltar un grito.
—Ban... Tómame. —Él quería hacerlo. Magreó su carne sintiendo como sus garras se desplegaban y su virilidad palpitaba con fuerza, pero un segundo después se dio cuenta de que no podía hacerlo, y la soltó como si se hubiera quemado tratando de recuperar el control.
—¡No! Elaine, no es correcto. Si lo hago... si te muerdo, podrías transformarte en licántropo.
—¿Y qué? Es lo que quiero. Es todo lo que necesito para estar junto a tí.
—No... ngh... —Se resistió inútilmente mientras ella intentaba llevar sus manos a su entrepierna—. No. ¡No! —gritó dándole la espalda, y esta vez corrió para no caer en la tentación.
«Es lo que quiero», resonaba la voz en su cabeza. ¿Es lo que ella quería? ¿De verdad? Pero... ella ya le había dicho que no. Quería seguir siendo humana, quería seguir siendo ella misma. Además, ¡podía matarla! Ella no sobreviviría a la transformación y lo sabía. Corrió hasta estar seguro de que no la alcanzaría, y cuando se sentó en una piedra a resollar tratando de calmar su respiración, su risa cristalina se escuchó de nuevo, y la visión fue aún más hermosa y terrible que antes. Ya no había sudadera, ni capa. El único rojo en su apariencia estaba en el carmesí de sus labios, que parecían tan brillantes y apetitosos que lo hicieron tragar saliva.
—Vamos amor mío, tómame —dijo sentándose en sus rodillas y pegando sus pechos al suyo—. No tenemos mucho tiempo. Vamos, toma lo que es tuyo.
—Elaine... ¡Elaine! —No pudo evitarlo. La abrazó con fuerza embriagándose en su aroma que era más espectacular que nunca: a ella, a flores, y a una intensa excitación. Su hendidura cálida parecía llamarlo de una forma tan poderosa que lo tenía delirando, y la única forma que encontró de apagar ese fuego sin tomarla fue uniendo sus labios de nuevo en busca del amor que siempre le devolvía la cordura.
Pero no hubo tal. Con cada segundo que pasaba el deseo se iba haciendo más y más fuerte, y sus garras y colmillos se desplegaron nuevamente buscando reclamar una presa que ya tenía entre sus brazos. «No... No puedo», pensó tratando de parar, pero ella había enredado su lengua con la de él mientras guiaba sus dedos hacia la humedad entre sus piernas. Entonces lo escuchó. Un gemido, uno perfectamente audible y potente que inundó cada uno de sus sentidos convirtiéndolo en lo que era. Un depredador.
—¡Raaaagh! —gruñó lanzándose sobre ella, y no notó la risa sospechosa que brotó de sus labios, tan concentrado estaba en devorar sus senos y abrirle las piernas.
—Así, mi amor —jadeó aquella visión en rojo mientras lo atraía más a su pecho—. Toma más de mí. Anda, ¡devórame! ¡Kyaaaah! —gritó cuando él introdujo su punta, y se arqueó en pequeñas convulsiones cuando el lobo fue introduciendo su largura en ella.
—Sí... ¡Diosa, sí! —gritó Ban sintiendo como tocaba su fondo, y las embestidas no se hicieron esperar, un bombeo lleno de necesidad con el que se abría paso en las apretadas entrañas de la chica—. ¡Elaine, te amo!
—Y yo a tí, ¡Ban! —le contestó la rubia yendo a su encuentro, y entonces ambos se dejaron ir en el frenesí que había esperado muchos años. Ya no era un hombre ni un cazador. Ahora solo era una bestia, una que se moría por reclamar a su pareja y marcarla como suya para siempre.
«No», pensó una última vez el lobo, consciente de lo que hacía. Entonces clavó sus colmillos profundamente en el cuello de su víctima y los tres, hombre lobo y cazador, gritaron a un tiempo horrorizados de lo que habían hecho. «No. Diosa Luna, ten piedad», rogó mientras liberaba su mordida y salía de ella. Entonces se separó lo suficiente para verle el rostro, le levantó la cara... y la mujer de su vida le sonrió mostrando un par de ojos ambarinos brillantes como la luna y una sonrisa llena de colmillos.
—Estaremos juntos para siempre, ¡para siempre! —proclamó la hermosa criatura que ahora era licántropo, pero aunque él estaba insoportablemente feliz mientras la sostenía en sus brazos, supo reconocer que algo no estaba bien. Incluso si sobrevivía, no era correcto. La verdadera Elaine no estaría feliz de transformarse si eso implicaba el arrepentimiento de ambos.
«¿La verdadera Elaine?», se preguntó el lobo tratando de sacar la niebla roja de su cabeza, pero la loba entre sus brazos no parecía querer que eso pasara, así que se aferró nuevamente a su cuello mientras lo provocaba.
—Mírame. Mírame cariño. Estaremos juntos por siempre, ¡por siempre! —proclamó antes de besarlo con furia, y al ver que él no estaba cediendo como quería, optó por su siguiente táctica. Lo soltó definitivamente, se adelantó unos pasos para que la viera bajo la luz de la luna. Y se puso a cuatro puntos dándole la espalda, lista para ser penetrada como una loba debía serlo. No es que él realmente lo hubiera decidido. Era que cada fibra de su cuerpo hubiera entrado en combustión espontánea de no hacerlo. Olía a una hembra en celo, y él aún era un alfa marcando a su compañera. La penetró de una sola estocada, rugiendo como un animal enjaulado por el placer y la pena, y se dejó ir, permitiendo que aquel espectro de sus anhelos tomara lo que quisiera de él.
«No. No es Elaine». Ahora lo sabía. Lo tenía perfectamente claro, pero igual, eso no era lo que más le dolía. Lo más terrible de todo era que, pese a ser una ilusión, en el fondo sabía que eso era lo que deseaba. Quería marcarla, quería convertirla en su mate y volverla un hombre lobo. Fallarle de ese modo y descubrir su propio egoísmo lo hizo sentirse tan avergonzado que pensó que tal vez lo mejor sería morir bajo ese hechizo. No era una mala forma de hacerlo. En el bosque, con la mujer que amaba, habiendo cumplido su más grande sueño. La loba de sus visiones se había subido en él montándolo con fiereza, y ya estaba dispuesto a cerrar los ojos y dejar que tomara su energía cuando un sutil aroma llegó a sus fosas nasales. Lavanda.
Abrió los ojos de golpe y giró la cabeza para ver la pequeña e imposible flor brotando en pleno invierno, una flor que había visto cientos de veces rodeando la casa de ella, y entonces lo comprendió. No importaba que fuera loba o humana, no importaba si él era un cazador o un licántropo. La amaba. Amaba a la verdadera Elaine por sobre todas las cosas, de la forma en que tuviera que ser. Aún había una forma de volverla su mate sin convertirla, solo debía tener paciencia. Solo tenía que salir de ese bosque y salvarlos a todos.
—¡Nooo! —rugió el espectro encima de él, y el antiguo cazador le regaló una sonrisa astuta mientras le colocaba la pistola en la cabeza.
—Gracias por el buen rato, encanto. —Entonces tiró del gatillo, y el monstruo gritó emitiendo un escalofriante chillido mientras se disolvía en humo.
Ban tosió y sintió arcadas mientras el hechizo sobre él desaparecía definitivamente, y cuando despertó, se encontró completamente vestido, tirado a las orillas del río. El pequeño racimo de lavanda pareció sonreírle mientras la brisa fría del invierno lo mecía suavemente, y él se puso a reír y llorar al mismo tiempo, sintiendo la dicha y el dolor que implicaba tener esperanza.
—Gracias, Elaine. —susurró al viento pensando en la verdadera persona que amaba, y ya se iba a levantar e irse cuando un nuevo aroma inundó su nariz poniéndole los pelos de punta.
Olía a cadáver. Algo olía a muerte, a tierra negra, de esa que solo se encuentra en los cementerios. Se agazapó tratando de encontrar el origen de aquel olor, y unos pasos más allá, oculto en una charca, lo vio. Algo brillaba en el lodo bajo varias piedras de río. Ban se acercó para escarbar el lugar hasta que pudo sacar el objeto que habían estado buscando, y al darse cuenta de que no había equivocación posible respecto a lo que era, salió corriendo y llevándolo con él hacia las luces que revelaban la ubicación de sus aliados. Él había recuperado el espejo y logrado salir del círculo. No podía saber que la misma batalla que había librado él la estaba librando cada miembro de su manada.
***
Fufu.. fufufu... ¡Buajajaja! *0* Un momento de oscuridad y sexyness, ¡tal y como esta obra tiene que ser! Por poco olvido que la esencia de esta bruja está tanto en la sangre como el el sexo, y ahora que he recuperado el cauce, habrá mucho más de esto en el futuro. ¡Agárrense, porque se viene la prueba del Geldris y el Melizabeth! >3< Muchas graciaspor seguir acompañándome cada domingo por acá, lo aprecio mucho UwU Les mando un beso, un abrazo y, si las diosas lo quieren, nos vemos la próxima semana para más.
Posdata: una disculpa a aquellos que esperaban un nuevo cap de Letras y Sexo también, pero el tiempo y la energía no me alcanzó. Si puedo, se los subiré en lo que va de la semana, no olviden estar al pendiente de mi perfil para saber más °u^
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