39 Alfa
Hola a todos, aquí Coco, quien se divierte sabiendo que su escritura spooky está por deleitarlos *w* y que se complace en anunciar que el capítulo de hoy quedó tan épico como romántico. Muchas batallas, muchas parejas reencontrándose y, lo más interesante, un guiño hacia nuestra auténtica villana, que aún se esconde en las sombras esperando para atacar. ¿Están listos para la acción de hoy? ❤ Vayan por una bebida refrescante, encuentren un lugar cómodo y, como siempre digo, ya saben qué hacer.
***
Lo he sentido antes, este miedo opresivo que te devora las entrañas. Se ha vuelto algo familiar. Corro calle arriba tirando de la mano de Elizabeth mientras huimos del monstruo que nos ha perseguido desde que nos unímos y, curiosamente, mis pensamientos se aclaran y mi latido se vuelve firme. No es que ya no tenga miedo. Es solo que lo he sentido por tanto tiempo que creo que mi mente ha aprendido a resisitirlo. Ahora en vez de paralizarse, busca una solución. En vez de dudar, busca respuestas. En vez de huir quiere proteger.
Giro la cabeza para mirar a mi mate, y al contemplar sus ojos azules, lo sé con toda certeza. Ella siente lo mismo que yo. Está cansada de correr, cansada del miedo y la persecución. Escuchamos la respiración jadeante del monstruo a menos de quinientos metros de nosotros, y ambos nos detenemos paulatinamente mientras nos preparamos para encararlo. No es la primera vez que pasa, ni la última que sucederá. Lucharemos hasta que no seamos más que polvo, más que un montón de huesos.
Una vez, mil veces. Moriría infinidad de vidas con tal de permanecer juntos, y caigo a cuatro patas transformándome mientras esta determinación se endurece como un diamante en mi pecho. Lo siento en su interior, a través de nuestro lazo. A ella le pasa lo mismo, su cabello se vuelve luz de luna y ruge enfrentándose a nuestro némesis. Mi Elizabeth. Se convirtió en líder antes que yo, su corazón es más fuerte que el mío y, pese a su fragilidad, es la que más desea protegerlos a todos. Quiero ser una pareja a su altura, quiero ser el hombre en el que ella cree. Por ella, quiero ser el alfa.
Un sonido similar al de una campana de cristal resuena en mis oídos mientras siento mi cuerpo vibrar como si fuera a transformarse. Eso es imposible, pues ya estoy en forma de lobo. Pero de alguna forma, lo hago, y siento como mi poder va creciendo mientras las esferas azules de sus iris se vuelven doradas y mi forma supera a la de la Bestia. Esta es su fuerza, mi fuerza. Nuestra fuerza. Somos alfa y luna, y sin importar el resultado de esta batalla, sé que al final permaneceremos juntos.
*
Cuando Merlín, Zeldris y Gelda llegaron a la escena, apenas podían creer lo que veían sus ojos. La imponente forma de Meliodas estaba dominando a la Bestia, que parecía más pequeña y enjuta, pero no por ello menos mortífera. Se gruñían mutuamente mostrando sus aterradores colmillos en amenaza, y el choque de sus cuerpos hacía vibrar el asfalto como si la calle fuera a partirse en dos con su encuentro.
—¡Hermano! —gritó el pelinegro queriendo lanzarse al frente, pero fue inmediatamente detenido por su novia, quien lo sujetó con fuerza para impedirle transformarse.
—¡No podemos intervenir! Cualquier distracción podría jugarle en contra.
—Hay otra forma de ayudarlo —Esa era la oportunidad que había estado esperando para la redención.
Abriendo de una patada su equipaje y tras buscar a la desesperada algo en él, Merlín sacó un pequeño frasco de cristal que parecía contener polvo negro y lo estrelló contra el piso mientras empezaba a recitar en una lengua extraña. Inmediatamente la materia oscura se convirtió en un hilo que rodeó la batalla formando un enorme círculo. Estaba creando una barrera. Al darse cuenta de que nuevamente quedaría atrapada, la Bestia intentó rugir, pero las mandíbulas de Meliodas se cerraron alrededor de su cuello impidiéndole hacerlo.
—¡Cubre tus oídos y ve por ayuda ahora! —ordenó la bruja a Zeldris—. Cazadora, ¿aún puedes pelear?
—Claro que puedo —contestó Gelda con un brillo demente en sus ojos, y sacó su arma para cargarla con las inconfundibles balas de wolfsbaine que habían resultado ser el único arsenal efectivo contra aquel enemigo. Mientras, en el interior del anillo de polvo de serbal la pelea seguía, y no había un ganador claro a pesar de que el suelo ya estaba manchado con la sangre de ambos.
«No», supo Elizabeth después de un rato de contemplarlos. «Él tampoco es la Bestia».
«¿Un nuevo portador?», le preguntó Meliodas a través del lazo del mate.
«Sí, eso es», contestó la joven bruja, el lobo dorado miró a su oponente a los ojos, y entonces un destelló de reconocimiento llegó a él enterneciendo su corazón. Lo conocía. Y la respuesta que había estado buscando para terminar aquel encuentro estaba más que clara.
«Sé quién es. Es uno de nosotros. Necesito llamarlo de vuelta a la manada».
«Hazlo», suplicó Elizabeth mentalmente, ya emocionada por lo que iba a ocurrir. Entonces Meliodas se hizo para atrás, inhaló. Y soltó un aullido tan poderoso que la tierra se estremeció. El valle mismo parecía hacerle eco a su llamado, y como contrapunto, el gentil susurro de Elizabeth se unió a la súplica que ambos hacían a la persona dentro del monstruo. Una sinfonía de aullidos se elevó en coro dando respuesta también y, cuando el círculo de serbal se convirtió en un círculo de lobos que rodearon a la víctima, esta logró penetrar la coraza de la maldición para responder. La Bestia comenzó a aullar con ellos.
—Vuelve. Vuelve con nosotros. —Le solicitó Elizabeth a la figura encorvada que se resistía a transformarse. Entonces Meliodas repitió sus palabras en ese idioma que solo los lobos entendían. Y por fin obedeció. La maldición fue dejando su cuerpo mientras parecía disolverse en humo plateado. Cuando finalmente pudo recuperar la forma humana y cayó de rodillas al suelo, la albina se lanzó sobre él para consolarlo.
—Elizabeth... —gimoteó Estarossa abrazándola con fuerza—. Hermano. Lo siento, lo siento tanto. No sabía lo que hacía, lo juro. Yo... yo...
—Shhh. No es tu culpa. Todo está bien.
—¡Alfa! —llamó una voz a espaldas de ellos, y los tres se giraron para ver al joven lobo que los veía con los ojos desorbitados.
—¡Alfa! —proclamó otro acercándose y cerrando más el círculo, y luego otro, y otro más. Elizabeth pudo entender por qué parecían tan impresionados. Meliodas lucía magnífico. Estaba desnudo tras haber recuperado su forma humana, pero sus ojos seguían siendo los de un lobo, y su musculoso cuerpo aún brillaba con una especie de polvo blanco que parecía emitir luz propia.
—¡Basta! ¡No lo soy! —dijo él mientras su poder se iba diluyendo, pero la manada había visto lo que había visto, y se pusieron a lanzar aullidos de júbilo mientras el resto de los refuerzos llegaban. Merlín rompió la barrera con una gran sonrisa de satisfacción en el rostro.
—Creo que tienen muchas cosas que explicar, jovencitos —rió emulando aquella vez que los encontró en la cama—. Tal vez después, con un té y un buen pedazo de tar...
—¡Tía Merlín! —gritó Elizabeth arrojándose a sus brazos, y mientras el rubio ayudaba a su hermano para que la doctora le diera primeros auxilios, la verdadera bruja de Black Valley gritaba de frustración kilómetros a la distancia, en lo más profundo y oscuro del bosque.
*
Rescatar a los desaparecidos fue, relativamente, la parte más fácil. De la misma forma en que Elizabeth había ayudado a Ban a recuperar sus memorias, ayudó a Estarossa a rehacer sus pasos para hallar a todas las víctimas. La bruja los había encerrado en una prisión subterránea en pleno territorio Demon, y hacia allá fue la alianza guiada por la pareja.
—La cueva del Kelpie —se asombró Meliodas mientras extraían al doctor Hendrickson de las entrañas de la tierra—. Nunca lo hubiera creído.
—Es como si se burlara de nosotros —le respondió Elizabeth apretando los dientes, recordando que ese era el lugar donde los dos se habían unido por primera vez—. Que asquerosa forma de profanar un recuerdo.
Los cuatro estaban muy alterados. King no podía dejar de temblar mientras Diane lo abrazaba. El doctor sólo decía incoherencias. Elaine no decía nada. Parecía ser la más afectada entre ellos, y solo tragaba en seco mirando a Elizabeth como si quisiera hacerlo, pero cuando parecía que por fin las palabras estaban por acudir a sus labios, estas se desvanecían. Llevaron a todos al hospital tan pronto como pudieron y, una vez ahí, el tratamiento y las preguntas comenzaron.
—Parece que aún están en shock —había explicado Merlín tras su diagnóstico—. Lo que sea que hayan experimentado, lo vivieron a duermevela, como si fuera un sueño o una pesadilla.
—Todos, menos Elaine —refutó la albina—. Ella se comunicó con nosotros en el mundo espiritual. Debe ser la única que vio a la bruja, nos dijo que la portadora actual tiene un libro de hechizos.
—Sí, puede que tengas razón —confirmó la morena mientras veía de reojo la habitación donde la joven descansaba—. Pero por el momento, no podrá decirnos nada. Déjala descansar, cariño. Tal vez después encontremos una forma de hacerla hablar.
—Yo sé cómo —afirmó Meliodas—. Denme un par de horas. Cuiden de todos mientras tanto.
*
Cada vez que cerraba los ojos la veía. Esos ojos furiosos de color verde. Elaine suspiró una vez más, tratando de convencerse de que ya todo había acabado, pero cuando intentó abrir la boca para hablar, supo con seguridad que no era así. ¿La bruja le habría puesto una maldición, o simplemente estaba demasiado asustada para hacerlo? No sabía quién era ella. No lo sabía, pero... sí sabía otras cosas. Y la única forma de ayudar a todos era contárselo a Elizabeth tan pronto como fuera posible.
Pero, ¿cómo hacerlo si ni siquiera estaba segura de si la persona que la rescató era real? Podía ser un truco. La bruja ya la había engañado antes con ilusiones para atraparla, y aún ni siquiera sabía si estaba dormida o despierta. ¿Cómo asegurarse de que aquello no era una visión sino el mundo físico? ¿Cómo hablar sabiendo que podía ser una estratagema del enemigo para obtener información? Un toquido en la puerta detuvo sus pensamientos lúgubres y, al reconocer la voz que llamaba, hizo su mejor esfuerzo por sentarse. Era la persona que menos se hubiera imaginado la visitaría, pero igual trató de sonreír, y Meliodas agradeció el esfuerzo devolviéndole una expresión llena de amabilidad.
—Hola Elaine, me alegra que estés despierta. No quisiera molestarte, pero aquí hay una persona que quiere hablar contigo.
«¿Elizabeth?», se dijo preguntándose el porqué de tanto misterio. En cuanto se dio cuenta de que no era quien había esperado sino quien más había deseado ver, por fin su mutismo se rompió para susurrar el nombre de la persona que más quería en el mundo.
—Ban. —Era el truco más cruel, o el sueño más anhelado.
—Hola, Elaine. —le dijo aquella aparición. Entonces lo vio sonreír, y supo que definitivamente estaban en el mundo real. La magia más siniestra no podría imitar jamás el amor que él le mostró con ese simple gesto.
—Los dejaré solos. —sonrió Meliodas cerrando la puerta, y por un segundo los dos se quedaron quietos, aterrados de dar el primer paso.
Lo habían prometido. Hacía años se habían prometido no volver a tocarse, ni verse más de lo necesario para no caer en tentación. Él aún era un alfa, ella aún era una humana débil. Nada de eso importó cuando ella rompió a llorar. Se lanzaron a los brazos del otro sedientos de contacto, y sus bocas se buscaron reclamando ese beso que no habían podido darse en años. El arranque de ternura pronto se convirtió en pasión, y mientras trataban de no desfallecer de deseo, tocaban cuidadosamente cuanto estuviera en sus manos. La joven enterró los dedos en su cabello en una caricia dulce, él la estrechó con tanta fuerza que casi le cortó el aliento. Se separaron en busca de aire y, cuando volvieron a sonreír, supieron sin lugar a dudas que aquello era real.
—Ban. Quería verte.
—Y yo. Elaine, tenía tanto miedo. Creí que te había perdido. —Otro beso cargado de sentimientos, los dedos de sus manos entrelazándose, y ella asintió temblorosa sin atreverse a negarlo.
—Yo también. Ban, ¿qué ocurrió? Aquella noche que tratamos de dar caza a la Bestia. —Una sombra inquietante se deslizó por los ojos del peliblanco quien, tras besar sus nudillos, por fin se separó para observarla con atención.
—¿Segura que quieres saber? Está bien si no te sientes preparada para escucharlo. Podemos tomarnos las cosas con calma, no es necesario que te presiones para...
—No. Quiero escucharlo —Estaba recuperando la fuerza rápidamente y sintiéndose más segura—. Debo hacerlo. Aún hay gente en peligro allá afuera, ¿verdad? —La expresión del lobo se endureció tratando de ocultar sus emociones, pero como ella era una experta en entenderlas desde que eran pequeños, al final no pudo resistir el escrutinio de sus ojos, y suspiró resignado apartando la mirada.
—Sí. Todos estamos en peligro, y para ser honesto, yo no debería estar aquí. Meliodas intervino para que me liberaran, puedo verte sólo porque él lo solicitó.
—Espera, ¿por qué estabas encerrado? —silencio. Un viento ominoso sopló por la ventana, y la rubiecita por fin recuperó el aplomo obligándolo a que la mirara de nuevo—. Ban, por favor, habla.
—De acuerdo. Te contaré todo lo que recuerdo y lo que sé sobre esa noche, pero por favor, promete que no vas a odiarme.
—Ban —dijo acariciando su rostro—. No podría odiarte jamás, ni aunque fueras la mismísima Bestia.
—Vaya, pues has acertado —afirmó él con un brillo extraño en los ojos—. Porque efectivamente lo fui por unas horas. La Bestia y la Bruja son dos entes distintos, y resulta que ambos son capaces de poseer el cuerpo de los vivos.
Por lo que duró la siguiente hora, Ban le relató a su amada todo cuanto sabía. Su propia experiencia, lo que le había dicho su mejor amigo, y cuanto había pasado desde que de nuevo confiaron en él lo suficiente para darle un reporte. Era tal como ella había descubierto. La bruja de Black Valley vivía, y ahora, tenía un misterioso huésped humano que usaba para ejecutar su retorcida venganza. El espíritu de la Bestia obedecía a aquel portador tomando el cuerpo de diferentes lobos en el clan, y hasta ahora, las únicas víctimas conocidas eran él y Estarossa. Pero era muy probable que hubieran más.
—Tengo que hablar con Elizabeth —dijo ella tratando de levantarse—. Tengo que contarle lo que sé.
—No, Elaine. Estás muy débil. Acabas de pasar por una experiencia horrible.
—Tú también. Y conociéndote, estoy segura de ya estás pensando unirte a la siguiente incursión contra la bruja —Él se quedó callado dándole la razón, y esa fue la señal que ella necesitaba para sacar los pies de la cama.
—¡Cuidado! —Estaba tan débil que sus piernas no la sostuvieron. Él alcanzó a atraparla justo a tiempo para impedir que sus rodillas dieran contra el suelo, y mientras sostenía su delicado cuerpo como si fuera una muñeca, volvió a tratar de persuadirla—. Mírate. Estás temblando. Tienes miedo, y apenas puedes hablar.
—¡No importa! —gritó ella golpeándole el pecho—. Sí, tengo miedo. Por supuesto que lo tengo pero, ¿crees que ellos no? —Era obvio que hablaba de Elizabeth y Meliodas—. Han sufrido tanto o más que nosotros. ¿Crees que los abandonaría sabiendo que puedo salvarlos? No les daré la espalda a mis amigos ahora que más me necesitan, y si no estás dispuesto a ayudarme con esto, entonces quítate de una buena... —El siguiente beso que le dio no fue tierno, ni dulce, ni romántico. Fue uno perfectamente lujurioso, y la regresó a la cama de un empujón mientras sus garras se desplegaban y golpeaba el bulto de su pantalón contra la cálida entrada de ella, expuesta bajo su bata de hospital.
—Es por eso que te deseo —gimió en su oído mientras apretaba sus pequeños pechos—. Es por eso que llevo años queriendo hacerte mía otra vez —afirmó magreando la carne de sus nalgas—. Te amo, Elaine. Amo lo estúpidamente valiente y leal que eres.
—Yo debería decir lo mismo, idiota —jadeó ella guiándo sus manos por debajo de la tela—. En eso eres igual que yo, ¡aaaaah! —Aquel era un juego peligroso y lo sabían. Un poco más y no podría contenerse, un poco más y terminaría por morderla para marcarla. Se sujetaron el uno al otro con tanta fuerza que por poco se hacen daño y, tras un minuto entero de estar en la cuerda floja... por fin se separaron, y él le sonrió con tal astucia que logró que el corazón le diera otro vuelco—. ¿Qué? ¿En qué piensas?
—Pienso que esta guerra nos trajo algo bueno, después de todo. Elaine, por unos segundos... todos dicen que Meliodas se transformó en alfa.
—Oh, Ban —gimió ella con desánimo—. Sé lo que piensas. Yo también estoy muy feliz por él pero, creo que eso no cambia nada para nosotros. Tú aún sigues siendo uno y...
—Sí, puede ser. Pero tal vez haya una manera para que tenga que dejar de serlo.
—¿Hablas... de enfrentarlo?
—No lo sé —sonrió el peliplateado con sinceridad—. Pero estoy dispuesto a tratar lo que sea con tal de recuperar lo nuestro. Eres mía, Elaine. Y algún día vendré a tomarte —No se había rendido. Todos esos años, y no se había rendido con ella. La pequeña rubia asintió mientras volvía a llorar, y mientras su mirada se iba volviendo cálida y somnolienta, la de él se iba endureciendo de determinación—. Hagamos esto: cuéntame todo lo que quieras decirle a Elizabeth para que vaya a decírselo. De esa forma estarás a salvo, y yo podré irme tranquilo a abrirle la garganta a la perra que nos hizo esto.
*
Eso había sido lo último. Tras sedar al doctor Hendrickson para que el pobre pudiera dormir, Merlín salió del hospital con un cigarro en la mano y el corazón en el otro. Tantos desastres, tragedias y augurios ominosos a la vista. Pero estaba feliz, y no podía evitarlo pese a la situación. Con la bata de su oficio, en el lugar que le correspondía, haciendo lo que mejor sabía hacer. Era típico de ella ser una contradicción entre hechos y sentimientos pero, por una vez, no sintió necesidad de recriminarse. Expulsó una vaharada de humo pensando en cuál sería su siguiente paso, cuando una voz familiar la trajo de vuelta al presente.
—Entonces volviste —Era Escanor. Su andar firme resonó en el suelo marmoleado del vestíbulo hasta ponerse a su altura y ella arrojó la colilla al piso para aplastarla con su tacón.
—¿Qué? ¿Vienes a vanagloriarte? —le dijo sin voltear a verlo—. ¿Vienes a restregarme en la cara que tenías razón? Anda, hazlo con libertad. Después de todo, si esto sale mal es muy seguro que todos muramos, así que date el gusto antes de que...
Labios fríos que sabían a whisky, aroma a madera, bosque y masculinidad. Merlín se vio asaltada por un beso tan inesperado como deseado y, antes de darse cuenta, los dos se estaban devorando con verdadero desespero en medio de la frialdad de la noche. Sus alientos se volvieron nubes de vapor mientras quemaban décadas de estar negando lo que ocurría entre ellos, sus cuerpos se amoldaron uno al otro con un deseo que llevaba años reprimido y, cuando finalmente se separaron en busca de aire, el cazador le sonrió a la bruja con verdadera satisfacción.
—No, no tengo nada que decirte. Adiós.
—¡Espera! —pidió ella tomando su mano para impedir que se fuera—. ¿Nada? ¿En serio?
—Nada.
—¿No hay recriminaciones, ni regaños, amenazas o advertencias?
—No.
—¿Tampoco declaraciones de amor, confesiones, o recitales de alguno de tus poemas dedicados a mí?
—No. Entonces, ¿lo sabías?
—Pues sí. Desde hace varios años —Si se refería a sus libros de poesía o a su amor secreto, no estaba seguro. Simplemente asintió con una seca cabezada, sonrió, y se dio la vuelta tratando de volver a irse—. ¡Aguarda! —repitió la morena plantándosele en frente—. Yo... aún soy la hija adoptiva del mediador.
—Lo sé.
—Sigo guardando muchos secretos a Elizabeth. Y si soy honesta, no estoy segura si deseo revelarle todo.
—Lo sé.
—Soy una traidora. He usado y manipulado a muchas personas para conseguir lo que quiero.
—Lo sé.
—¡¿Y aún así me amas?!
—Sí —silencio, una brisa cargada de temprano aroma a primavera, y entonces por fin la morena se quebró.
—¿Entonces por qué no lo dices? —empezó—. ¿Por qué te niegas a confesarme tu amor? Es lo que sientes, ¿no? Llevas años queriendo decírmelo —Nada. Los ojos azules del cazador destellaron como zafiros, pero igual, permaneció callado—. Me quedaré. Voy a luchar, ¡y ella me matará por eso! —La bruja de Black Valley no perdonaría a quien ayudara a su sucesora, y eso ambos lo sabían—. Si sintieras desprecio por mí lo entendería, ¡me lo merezco! —lloró como niña pequeña—. Pero si no, ¿porqué no te atreves a hablar, sabiendo que tengo una diana en la espalda? ¿Por qué ni siquiera tú puedes decirme que me amas?
—Porque tienes que entender que por amor no se suplica —dijo mientras a lo lejos se escuchaba una sirena. Cuando esta se perdió en la distancia, él por fin le dijo las palabras que necesitaba escuchar—. Llevas años suplicando el amor del mediador, y a cambio desconociste el de todos los que te rodean. Rechazaste a tu familia adoptiva por no ser la real, a tu aquelarre por ser más débil que tú, y a mí por no ser el hombre perfecto. No pienso suplicar por un amor que sé que no quieres darme. ¿Nunca te diste cuenta de que si tardabas en oír un "te amo" podías solucionarlo diciéndolo primero? ¿Jamás consideraste que las acciones demuestran más amor que las palabras? —Muda. La hechicera se había quedado muda, y lo contemplaba como si fuera un fascinante fenómeno sobrenatural—. Sabes lo que siento. Ven a mí cuando también lo sepas, y entonces podremos hablar. Mientras tanto, las únicas palabras que tengo para tí son: bienvenida de vuelta a Black Valley, bruja. —Entonces él finalmente se fue, y ella se quedó ahí con la sensación de haber recibido una bala en la cabeza y otra en el corazón.
«¿Ese imbécil siempre ha sido tan sensual?», se preguntó mirando al cielo con lágrimas y una enorme sonrisa. «Se lo diré. Si sobrevivo a esto, haré que ese hombre sea mío». Sus ojos ambarinos se clavaron llenos de determinación en el paisaje del bosque donde, si ella tenía razón, debían estar oculta la clave para sobrevivir a ese infierno. Era tiempo de hablar con su sobrina.
*
Elizabeth se encontraba a lado de la cama de Ross colocándole ungüento a la espera de calmar un poco su dolor. Estaba inconsciente tras haberlo sedado pero, con todo, su expresión de sufrimiento era tan evidente que le partía el corazón. ¿Por qué? ¿Por qué tenían que estarle pasando tantas cosas malas al mismo tiempo? Primero, había rechazado su confesión de amor, y había tenido que luchar contra el monstruo por una mujer que no le correspondía. Luego la maldición cayó sobre él obligándolo a perseguirla, y eso ni siquiera era lo peor. Lo peor era que habían descubierto que era hermano de Ludociel. ¿Y qué había pasado? Que sus colmillos clavaron en el corazón de la única persona con la que tenía un verdadero lazo de sangre.
La situación no podía ser peor. Ludociel estaba en coma, luchando entre la vida y la muerte en la sala de cuidados intensivos. Si alguna vez despertaba, ¿se verían obligados a reunirlos? La albina dejó de untar su pecho para acariciar su cabeza, y ya se había inclinado para darle un beso en la frente cuando una voz a sus espaldas la detuvo.
—No te atrevas —dijo en un tono grave y bajó la voz de Meliodas—. Ya estoy intentando contenerme por lo de su declaración. No me des más motivos para ponerme celoso. —Era inevitable. Ahora que ella ya no usaba el collar, no había nada que no compartieran entre ellos, y aunque sólo había visto atisbos de lo ocurrido el día que capturaron a Ban, ahora el rubio sabía perfectamente que su hermano deseaba a su novia.
—Vamos, no seas así.
—Creo que fue por eso que pudo poseerlo —la cortó mientras se sentaba del lado opuesto de la cama—. Cumple con las características. Pertenece a mi familia pese a ser adoptado, siempre ha tenido aspiraciones de alfa. Puede que los mestizos no tengan mate destinada pero, si sus sentimientos por tí son así de fuertes... debe pensar que eres la suya.
—Por favor, basta.
—Lo sé. No es tu culpa. Y en realidad, tampoco la suya —dijo suspirando al verlo—. Cómo lo odio.
—Meliodas...
—Lo odio pero... es mi hermano —confesó en un tono de absoluta ternura, y a la albina por fin pudo relajarse al contemplar la calidez y compasión en su mirada—. Es mi hermano pequeño, Elizabeth. Sin importar lo que nadie diga ni su pasado, es mi hermano y lo quiero. Pronto lo llevarán a la celda especial para vigilarlo. Déjame ayudar y quitar su dolor.
—Es... está bien —Ella se apartó lentamente mientras lo dejaba hacerlo, y lo que el rubio hizo fue apoyar las dos palmas sobre el brazo de Estarossa. Ya lo había visto hacerlo. Lo hizo una vez para ella cuando sentía dolor debido al DIU. Las venas de las manos de Meliodas se tiñeron de color negro mientras absorbía en su cuerpo el dolor que debía estar experimentando el peliplateado y, cuando parecía que ya no podía más, lo soltó. El color había vuelto a las pálidas mejillas del chico y, aunque aún estaba dormido, se veía que sólo fue hasta ese instante que pudo descansar. Se lo llevaron al cabo de media hora, y cuando todo el hospital quedó en silencio al llegar las horas de la madrugada, el rubio por fin se atrevió a hablar.
—Deberíamos descansar un poco. Fue una larga noche, y no tengo cabeza para nada más. —Ser proclamado alfa, el regreso de su tía Merlín, la información que Ban y Elaine les habían dado. Ciertamente ella tampoco tenía energía para eso, pero con la poca que aún le quedaba antes de irse a dormir, sí que sabía lo que quería hacer. El lobo lo percibió a través de su lazo, y ella rió al ver cómo sus orejas se teñían de rojo—. ¿Ahora?
—¿Por qué no? —le preguntó abrazándose a su espalda—. Estamos vivos, después de todo. La cercanía a la muerte solo me recuerda lo mucho que te amo. Y de esa forma podremos descansar mejor. —Ella tenía razón, por su puesto, y al ojiverde no le costó nada tomar la decisión cerrar la puerta y correr las cortinas de la cama del hospital—. Aaah... ¡Aaah! —gimió la albina al sentir su boca devorando sus pechos. Él también estaba ansioso y necesitado, y bastaron unas cuantas caricias en medio de la oscuridad para que ambos sintieran sus pieles arder.
—Tiéndete boca abajo sobre el colchón. Seré gentil.
—No lo seas tanto —rió, pero igual se bajó sus jeans con todo y ropa interior mientras se acostaba y él se colocaba sobre ella. Besó su cuello, hombros y espalda, acarició sus nalgas con la yema de sus dedos. Entonces la penetró lentamente hasta tocar fondo, y ella soltó un fuerte gemido que él tapó con una mano mientras la otra se aferraba a su seno, justo debajo de su corazón. Al final, fue incapaz de controlarse. La pasión, los celos y el amor espolearon al animal en él instándole a que tomara más y más. Se dejó ir por completo embistiéndola en un frenesí salvaje, y ella correspondió yendo a su encuentro, abrazándolo con toda la fuerza de sus entrañas mientras lo acompañaba a ese lugar dentro de sus almas que ambos conocían bien.
«Te amo».
«Y yo a ti», se dijeron mientras alcanzaban el orgasmo, y tras lanzar un último gemido que sonó en sus mentes como un aullido, los dos finalmente se entregaron al sueño.
Mientras, en una cueva a orillas del valle, la joven bruja de Black Valley volteaba su caldero de frustración. Lo sabía. Los sentía amarse, los había escuchado copular y eso la enfurecía tanto como su último fracaso. Le habían quitado a sus rehenes, también a sus dos marionetas, y ahora, la posibilidad de retomarlas para ejecutar su venganza era casi nula. ¿Qué iba a decir su maestra, quien generosamente le había dado su grimoire? ¿Cómo aplacaría la furia del lobo-demonio, ahora que no podía usar a uno de sus descendientes para alimentarlo con sangre? La magia oscura tenía un precio y, si no lograba que sus enemigos lo pagaran por ella, pronto se vería en serios problemas. Entonces, algo de lo que le dijo su mentora durante su última conversación le vino a la cabeza, y una sonrisa demente le atravesó la cara mientras cambiaba su estrategia.
«Muy bien. Si no puedo dominarlos con miedo, entonces lo haré con amor». Levantó su caldero de nuevo lista para empezar a preparar un hechizo de lujuria, y los espíritus de la Bestia y la Bruja sonrieron complacidos por su genialidad.
***
Buajajaja *_* El mal se acerca, ¡y esta vez tiene forma de mujer! Esto que acabamos de vivir fue calma entre tormentas, y ahora, procedemos a empezar la segunda incursión en territorio enemigo que hacen nuestros héroes. Me encanta cómo está resultando la dinámica de los personajes, en especial Estarossa y Escanor. Al primero siempre lo pintan de malo y al segundo siempre lo vapulean en el amor, esta vez quería que esos estereotipos cambiaran por completo. Que nervios con lo que están pasando el resto de las parejas *u* Y todavía les falta mucho más. Agárrense porque, como seguro suponen, el próximo capítulo probablemente este lleno de lemon, fufufu 7///7
Muchas gracias por haberme acompañado hoy y seguirme leyendo hasta aquí. Les mando un beso, un abrazo y, si las diosas así lo quieren, nos vemos la próxima semana para más ❤
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