38 Culpable
La cosa se va a poner escalofriante, fufufu *w* Hola a todos, aquí Coco, quien puede sentir las spooky vibes pese a ser primavera, y llega gustosa a esta, su actualización dominguera de mi historia de hombres lobo favorita. El terror nunca ha sido lo mío XP pero, con esta obra, siento que he dado mis primeros pasos para experimentar con el género. La verdad, no soy muy aterradora XD Para mi el Halloween es más sobre travesuras que sobre miedo, y como mexicana, a la muerte siempre tiene un toque a la vez picante y azucarado. En resumen, mi tipo de terror es como Tim Burton ^u^ Macabro, pero también divertido, y con una belleza nostálgica que te hace sentir dulzura por dentro. No me hagan caso, mejor pasen a leer y compruébenlo *u* Disfruten del capítulo de hoy con una sangría y esta playlist y, como siempre digo, ya saben qué hacer.
Posdata: para celebrar (aunque sea un poco tarde) el día de las bromas, pues que no les traje ración doble de esto, sino el reestreno de mi otra obra Letras y Sexo *3* Nos vemos en un ratito allá para disfrutarla, y como siempre, ¡muchas gracias por acompañarme hoy!
***
No era difícil encontrar al farmacéutico. El verdadero problema era cómo lo iban a abordar. King y Diane se encontraban caminando por una de las calles más hermosas y antiguas del pueblo pero, con todo, no podían relajarse. Llevaban casi media hora tratando de decidir qué es lo que le iban a decir y, al final, la única opción resultó ser la más simple de todas, un argumento tan frágil y emocional que temieron que se rompiera ante la más mínima inspección.
—Le diremos que quiero ser hombre lobo —afirmó King mirando a su novia—. Creo que lo entendería. Eso explica por sí solo la razón de que queramos preparar un hechizo de ocultación, y no podría reprocharnos el querer ver cómo lo hace. Hendrickson es una de las personas más amables que he conocido, seguramente aceptará.
—Eso, si no es que resulta ser la bruja que estamos buscando —susurró la chica castaña mientras apretaba la mano del pelirrojo—. No, no creo que funcione. Sólo el alfa podría convertirte. Si sabe que Ban fue apresado, lo más probable es que sospeche que lo estamos engañando.
—No tenemos alternativa. Recuerda que la parte más importante de esto es que veamos su reacción. Prepara el mensaje y tenlo listo en el celular. Si algo pasa, nuestros amigos tienen que saber inmediatamente la situación.
Un intercambio de miradas, un tecleo rápido y entonces, por fin, llegaron al final de la calle, donde los esperaba una construcción pequeña y antigua con una sólida puerta de madera que, mojada por la lluvia, parecía casi de color negro. Tocaron el timbre, unos tañidos espectrales que les recordaron las campanas de una iglesia. Al no recibir respuesta por alrededor de un minuto, el chico se acercó y tocó con fuerza con los nudillos mientras gritaba.
—¡Doctor Hendrickson! ¡¿Está ahí?! —silencio—. ¡Doctor Hendri...! —Había apoyado la palma de la mano sobre la vieja aldaba de hierro y, al notar que esta cedía, retrocedió un paso mientras miraba a su novia con expresión de desconcierto—. Está abierta.
—¿Deberíamos entrar?
—No lo sé —dijo él, tratando de percibir alguna energía en la casa—. Me parece peligroso. Espera afuera, yo iré a investigar y...
—¡Ah, no! —reclamó ella mientras se interponía entre él y el oscuro interior de la vivienda—. O vamos los dos, o no va ninguno. Nunca te dejaré solo, así que sácate la idea de la cabeza y métete la de que yo también soy un licántropo. —Acto seguido le puso su teléfono en las manos, se colocó frente, y desplegó unas garras que destellaron blanquecinas con la pálida luz del sol.
A veces lo olvidaba. Su hermosa, dulce y tierna novia en realidad no era solo eso. También era una criatura de la noche y, presintiendo en su estómago que lo que estaban por encontrar requeriría de garras, simplemente asintió y empujó la madera, que se abrió con un escalofriante chirrido.
—¿Doctor Hendrickson? —repitió, y el silencio ominoso de la casa fue incluso peor que el de afuera.
—¿Doctor? —repitió ella, y no había terminado de dar unos pasos cuando se detuvo tan abruptamente que chocó con King.
—¿Qué ocurre? —Estaba rígida como piedra, los vellos de sus brazos erizados de espanto. Había sentido algo, algo que sus sentidos supernaturales percibieron antes que él—. ¿Diane?
—Sangre —susurró ella—. Huele a sangre. —El escalofrío en su cuerpo también lo alcanzó y, decidido a hacer caso a su intuición así fuera antes de tiempo, sacó el celular del bolsillo para hacer la llamada de auxilio.
—¿Cómo? —La pantalla estaba completamente en negro. Al parecer se había apagado y, seguro de que aquel fenómeno no se debía a la batería, dejó que el pánico se apoderara de él mientras sujetaba a su novia para emprender la retirada—. Esto es demasiado peligroso, necesitamos refuerzos. ¿Diane? —Pero ella parecía incapaz de oírlo. Siguió avanzando hacia la cocina, el sonido de sus pasos ahogado por aquel silencio antinatural. Cuando ambos llegaron al lugar y se hizo a un lado para que él viera, King dio un salto al ver que lo que su olfato había anunciado estaba ahí, regado por el piso. Marcas rojas en las viejas losas. Marcas de manos tratando de resistirse a ser arrastradas—. Rápido, Diane. Tenemos que irnos, ¡Diane! —Pero ella no reaccionaba. Siguió avanzando, sumida en una especie de trance que la hizo seguir hacia la puerta trasera. La abrió con expresión vacía, descendió los pocos escalones que daban al jardín... y ahí, suspendido en el aire, encontraron a la persona que habían ido a buscar—. ¡Doctor Hendrickson!
El pobre médico estaba colgado de cabeza en una rama del árbol de su casa. La sangre le corría aquí y allá de heridas irregulares, y su rostro estaba al mismo tiempo rojo y mortalmente pálido. Se quedó ahí, amarrado de una pierna en una macabra versión del ahorcado inverso, cuando súbitamente abrió los ojos. Estaba vivo, y sus pupilas dilatadas de terror se clavaron en ellos mientras sus labios se separaban tratando de hablar.
—Co... Co...
—¿Qué dice? ¿Qué es lo que está diciendo?
—Corran. —susurró una voz de mujer directamente al oído de King. Lo último que vio antes de desmayarse fueron dos enormes ojos rojos y malignos.
*
Era el final. Merlín se encontraba sola, sentada en la banca de la estación de tren, y veía hacia el horizonte donde las vías se perdían en la espesura del un bosque que era casi de color negro. La opresión en su pecho apenas la dejaba respirar. Sí, todo había acabado. Lo había perdido todo, y ahora, debía dejar el pueblo para siempre.
«Supongo que eso es lo que quería desde el inicio», se dijo a sí misma, y no pudo evitar notar la ironía de su situación. Ella, proverbialmente, había cavado su propia tumba. Cuando Elizabeth era una recién nacida, había sido la primera en saber que era especial. Antes de las visiones de Bartra, antes de que su aquelarre pudiera pronunciarse al respecto, ella sabía que la bebé se convertiría en una Dame Blanche capaz de romper la maldición. Su codicia ante lo que se podían hacer con esos poderes la encegueció por completo.
«Bueno, no fue del todo mi culpa», pensó. «Él me hizo pensar así». Un secreto que no muchos sabían, una historia que no le había contado personalmente a nadie. Elizabeth y ella no eran tan diferentes. La morena también había sido huérfana, y quien la crió no había sido otro que el mismísimo Mediador. «El poder trae belleza, mi querida», le había dicho cuando le dio la llave de su biblioteca. «Y yo amo la belleza en todas sus formas». Sólo quería ser amada por él, sólo quería sentir que pertenecía. Fue cuando la devolvió a un aquelarre de brujas, y entonces se volvió parte de la familia Liones. «Tú no estás hecha para mí», había dicho triste y decepcionado. «Eres bella, lo sé. Pero no eres la belleza que estaba buscando». Y esa era la triste historia de su protector. Cientos de años de soledad buscando a la compañera perfecta. Pero no era ella, y el rechazo que sintió fue igual o más que el que sintió al enterarse del abandono de sus padres.
«Y ahora, este es mi tercer abandono», se dijo, y de nuevo, la culpa de cada uno de sus errores cayó como una mortaja sobre ella. Si tan sólo le hubiera contado esa historia a Elizabeth, si la hubiera llevado ante Arthur nada más llegar, antes incluso de que conociera a Meliodas. ¿Las cosas habrían sido diferentes para las dos? Si en lugar de haberse tocado el corazón por los lobos ella se hubiera robado a la niña para dársela a su protector, ¿se habría convertido entonces en su pareja destinada? ¿Habría logrado romper con la maldición de la bruja que, aunque no la afectaba directamente, era la causa de tantos huérfanos y personas solitarias?
«¿Qué más da?». Sus buenas intenciones siempre quedaban opacadas por su gula, y miró el reloj a la espera del tren deseando desaparecer lo más pronto posible. Sí, amaba al Mediador, pero lo que más ansiaba era obtener su reconocimiento y su poder. Sí, amaba a Elizabeth, pero sólo después de conocerla, de que creciera entre sus brazos y descansara la cabeza en su pecho. Eso no corregía la crueldad de haberla separado de su familia cuando era bebé, ni su ambición de usarla a cambio del amor Arthur. Y eso, sin contar que aún seguía guardándole muchos secretos.
«Todo lo hago para romper la maldición», se había dicho una y otra vez. «Lo hago para salvar a todos». Pero aquello no era más que un paliativo, una forma de calmar su conciencia culpable. Por cada persona a la que había ayudado, a otra le había guardado un secreto o mentido. En especial al clan de los lobos. Sí, amaba a Meliodas, pero no lo suficiente como para superar a Arthur, no lo suficiente como para darle a Elizabeth tan fácilmente. Había estado auténticamente feliz cuando descubrió que ellos tenían un vínculo más allá del romance, pero también había usado ese amor en su contra para que él la iniciara y fuera dándole pizcas de su poder con cada encuentro sexual. Aún ahora, no eran conscientes de lo que eso podía implicar.
«Eso ya no importa», se dijo completamente abatida. «Por ahora me guardaré mis teorías y secretos para mi misma, y volveré, tal vez... cuando sea muy vieja y ellos hayan muerto hace mucho». No pudo más. Se dobló por la mitad sintiendo un tremendo dolor atravesarla, sus lágrimas derramándose sin control por un rostro que no había llorado desde que Arthur la había dejado en la puerta de los Liones. No, no podría, no quería vivir tanto como para que pasara eso. Su belleza y poder marchitándose en el exilio, mientras lo que le quedaba de corazón humano permanecía en Black Valley acosado por la Bestia.
«Si las cosas van a ser así...», se dijo, y fue poniéndose de pie mientras atravesaba el andén. Caminó hasta el borde mismo, sintiendo el viento mecer su ropa, y miró las vías calculando cuánta fuerza tendría el tren una vez arrancara. Giró la cabeza lentamente, tratando de vislumbrar la locomotora a lo lejos. Y se encontró a pocos centímetros de un par de brillantes ojos verdes que la miraron con ferocidad.
—¿Va a alguna parte?
—¡Aaaaah! —gritó retrocediendo hasta que estuvo a punto de caer.
—Oh no, bruja —dijo Zeldris sosteniéndola con firmeza—. No irás a ninguna parte. Me parece que aún tienes pendientes varias explicaciones.
—¡Zel! —le recriminó una rubia detrás de él, y el muchacho hizo una mueca de fastidio mientras llevaba a Merlín hasta la banca para que se sentara de nuevo—. No puedes tratarla así, es la tía de Elizabeth.
—¿Y estás segura de que aún se considera así?
—Basta. ¿Cómo me encontraron? —preguntó la morena tratando de recobrar la compostura—. Mi hechizo de ocultación es perfecto, no hay manera de que supieran dónde estaba.
—Sí, es perfecto. O casi. No la hayamos siguiendo su rastro.
—¿Entonces?
—Fue el de Escanor —dijo sonriendo la chica de trenza—. Guardaba la esperanza de que usted se hubiera quedado con "eso".
—¿Qué? —preguntó confusa, y entonces cayó en cuenta. El último regalo que el cazador le había hecho antes de que todo se viniera abajo era su bufanda. Una bufanda que, en ese momento, se encontraba salida por la orilla de su maleta.
—Tuvimos que rastrearla a la antigua, usando las cámaras del ayuntamiento y mis recursos —empezó la chica amablemente—. Esperábamos que soltara la maleta algún momento. —Claro. La protección de su magia sólo se extendía a sus cosas mientras la tocara. Sonrió complacida, feliz de saber que al menos una persona del pueblo había hecho algo para impedir que se fuera. Escanor siempre había sido su admirador devoto, su fiel amigo. Lastima que ya no tuvieran la oportunidad de ser amantes.
—Tiene que regresar con nosotros —dijo el moreno imperativamente.
—Zel, basta. Señorita Merlín... —reinició ella—. Por favor, vuelva. La aldea la necesita. Elizabeth la necesita.
—Gracias por tus dulces palabras, cazadora, pero me temo que ninguna de las dos cosas es cierta. Black Valley tiene otras brujas perfectamente capaces de cubrir sus necesidades. En cuanto a Elizabeth, ella no me necesita más. Nadie puede guiarla en su camino como Dame Blanche, y por sí sola, su magia ya es más fuerte que la mía. No tiene necesidad de que le enseñe nada. No pierdan su tiempo, y mejor, vayan a ayudar a sus amigos.
—¡Por favor! —repitió Gelda interponiéndose entre ella y el tren que se aproximaba—. No se vaya así. ¿En verdad quiere perder a toda su familia de esa manera?
—Muévete.
—Elizabeth la extraña. No importa cuánto rencor le guarden los demás, o lo herida que esté ella. La extraña, está asustada, y la necesita a su lado así sea para llorar todas las pérdidas y cosas horribles que ha pasado —El tren ya estaba en la estación, unas pocas personas bajaron de él mientras Merlín aún les daba la espalda—. Por favor. Si desea irse después de hablar con ella, hágalo. Pero por lo que más quiera, arregle las cosas antes de que sea demasiado tarde. —Silencio, emanaciones de humo de la maquinaria, y entonces la morena los miró de perfil con una pregunta afilada en los labios.
—No creo que hubieran puesto tanto esfuerzo en buscarme sólo para torturarme con esto. ¿Cuáles son sus verdaderos motivos? —Los dos adolescentes se miraron con expresiones indecisas, luego de nuevo a ella, y Merlín soltó una risa despectiva antes de tomar su maleta de nuevo—. Bien, si no me van a decir, creo que esta conversación acabó. Con permiso. —El sonido de un tacón, luego el otro, y justo al sujetarse de la barra de metal para subir, Gelda saltó al frente para confesarle la verdad.
—¡La bruja de Black Valley está viva! —proclamó, y un tremendo escalofrío recorrió a la morena mientras se petrificaba en su lugar—. No es sólo la Bestia. Creemos que el espíritu de Rhiannon Goddess tomó posesión del cuerpo de alguien vivo para cumplir su voluntad. Son dos espíritus contra los que estamos luchando y, en este mismo momento, tratamos de averiguar quién puede ser el huésped —Se giró lentamente, una macabra sonrisa deformando sus bellas facciones y, al mirarlos de nuevo, la pareja de amigos retrocedió de miedo.
—¿Y pensaron en mí? Qué amables —se burló con una expresión de suficiencia—. Ahora entiendo porque parece que tu novio quiere cortarme la garganta. Pero si sospechan, ¿por qué aún no lo han hecho?
—¡Porque yo no creo que usted lo sea! —exclamó Gelda mientras Zeldris trataba de impedir que se le acercara más—. Usted es buena, no importa lo que los demás digan. Nos ha ayudado cientos de veces, y Elizabeth la quiere, sin importar cuanto la lastimara. Además... confío en el señor Escanor —Los ojos de la chica, dulces como las fresas, se clavaron en los fríos ojos ámbar de la bruja suplicándole—. Por favor. Personas tan bondadosas no la amarían como lo hacen si no tuviera bondad también. Sé que tal vez ya no haya nada que pueda hacer para recuperar lo perdido, o para ayudar, pero... al menos, no deje que el último recuerdo de Elizabeth suyo sea la duda de si era culpable. Arregle las cosas con ella. Vuelva.
Una fría ráfaga de invierno sopló entre ellos como una cortina que ocultaba los sentimientos. El rostro de Merlín era una máscara de hermosura, tan helada y etérea como el viento que soplaba. Si era la bruja de Black Valley, definitivamente trataría de matarlos. Sí no, seguramente no tardaría en subir al tren. Zeldris y Gelda se quedaron ahí, petrificados de miedo y expectación, cuando súbitamente el silbato se escuchó, sobresaltándolos con su agudo pitido mientras empezaba su marcha.
—Entonces, ¿está viva? —preguntó la bruja mientras en su rostro se iba desplegando una sonrisa sospechosa y el tren se iba sin ella—. Así que mis suposiciones eran correctas. No es uno, sino dos espíritus, y el mediador ha tenido razón todo el tiempo. Sus objetos de poder deben estar en algún lugar —de nuevo, la pareja de adolescentes se quedaron mirándose el uno al otro, y fue su turno para casi caerse del andén cuando súbitamente la pelinegra tomó sus maletas y caminó por su lado en dirección a las escaleras—. Rápido, llévenme con mi sobrina. Si lo que creemos es cierto, parece que sí podré hacer algo para ayudarlos —Tan confusos como aliviados por este giro de eventos, los muchachos siguieron a la bella médico de regreso a la estación—. Bien jugado, cazadora. Lastima que tu otra jugada no te salió tan bien.
—¿Qué?
—¿En verdad crees que no notarán que te has convertido en hombre lobo? —Los tres se quedaron paralizados tras esta declaración, y la morena se giró para verlos sonriendo con expresión traviesa—. Descuida. Es algo que solo yo podría notar. El hechizo que llevas al cuello es obra mía, y está bien si quieres ocultar tu aroma, pero será sospechoso que carezcas completamente de él. Dámelo. Haré que tu olor pueda percibirse, pero no la esencia de lobo en tí.
—Señorita... gracias.
—Sólo una cosa —enfatizó mientras un resplandor emanaba de sus manos reescribiendo el collar—. Muchacho, ¿ya la marcaste?
—Yo.... Yo... —balbuceó el menor de los Demon, ruborizándose, y Merlín no pudo evitar sonreír, recordando que Elizabeth y Meliodas habían tenido la misma reacción.
—Ya me parecía que tenían el aura de mates. Deberás hablar con Escanor para que te ayude a mediar entre tu familia y el clan, querida. Y necesitarás su entrenamiento para adaptarte al cambio.
—Sí señorita. —Tal vez se debía a la maldición, tal vez a los lazos de amor que la ataban a ese lugar. Lo cierto era que, de nuevo, se había visto incapaz de abandonar Black Valley, y la felicidad de ayudar a aquellos jóvenes le dio el coraje para creer que tal vez, sólo tal vez, podía salvar a las personas que quería.
*
—¡Profesor Ludociel! —gritó Elizabeth ante la puerta blanca del docente—. Profesor, por favor ábranos, tenemos que hablar con usted.
—¡Ya voy querida! ¡Ya voy! —respondió una voz desde el interior, y unos segundos después el pelinegro apareció en la puerta con una expresión asustada—. ¿Qué ocurre?
—Necesitamos su ayuda —afirmó de modo convincente Meliodas.
—Yo... creo que yo podría ser la bruja de Black Valley. Por favor profesor. Necesitamos su ayuda para saberlo.
Ese era el plan. Después de analizarlo mucho y decidir que lo mejor era la actuación, los dos habían coincidido en decirle a Ludociel aquella mentira. No lo era completamente, después de todo. Habían hablado largo y tendido sobre lo que Elizabeth había hecho en sus episodios sonámbulos, y aunque eso aún era algo que les aterraba, al menos les había dado una idea. No preguntarían por un hechizo de ocultamiento, sino por uno de revelación. Si aquel truco estaba pensado para desenmascararla a ella, seguramente podía ser usado en contra de su creador.
—Comprendo —dijo el pelinegro cuando terminaron de explicarle la parte que podían—. No sé si mis poderes serán suficientes para revelar un poder tan maligno pero, si puedo hacer algo, con gusto les ayudaré.
«Por favor, que no lo sea», se vio deseando Elizabeth al ver que se disponía a ayudarlos de tan buena manera. «Por favor que sea inocente». Puede que no le agradara mucho. Puede que fuera prejuicioso, puritano y parcial, pero hasta ese momento Ludociel había demostrado ser una buena persona. Una lluvia ominosa comenzó a caer sobre la casa mientras el brujo se preparaba y, cuando pareció satisfecho con los resultados, los invitó a la salita en la que ya habían estado. Invitando a Elizabeth a que se sentara en una silla al centro de la estancia, la amarró y empezó un misterioso cántico que sólo interrumpía para darles indicaciones.
—Está bien si sientes sueño. Si te pones violenta, tu mate me ayudará a detenerte. No tengas miedo. Todo terminará pronto.
«Eso es lo que me temo», pensó ella angustiada, pero su expresión no le delató nada al hechicero, que siguió con su rezo hasta que la tuvo casi en trance.
—¿Lista? —preguntó. Sin esperar respuesta, lanzó sobre ella un polvo de tonos dorados que quedó flotando por unos instantes.
«Muérdago», supo la albina antes de que siquiera la tocara. Entendió que había tenido razón cuando logró hacer que el conjuro se detuviera en el aire .
—¡¿Pero qué rayos...?! —La expresión de confusión del profesor no fue nada comparada a la de miedo que mostró cuando Elizabeth volvió su magia contra él—. No. ¡No! —cayó al suelo entre pequeñas convulsiones, tratando de cubrirse como si lo atacara un panal. Sólo que al final, dicho enjambre resultó inofensivo, pues el pelinegro se levantó tosiendo y con expresión furiosa—. ¡¿Qué significa esto?!
—No es usted —suspiró aliviada Elizabeth—. Que bueno.
—Pensábamos que el espíritu de la bruja podía estar en su interior, profesor —dijo Meliodas con franqueza mientras desataba a su aturdida novia—. No sé si me alegra decir que no es el caso. Perdón la molestia. El consejo le enviará un reporte de la situación cuando...
¡Pam!
Mareada como estaba, Elizabeth tardó en comprender la situación. ¿Por qué Meliodas estaba tendido sobre la alfombra? ¿Por qué ella aún no podía moverse? Entonces lo vio. El revólver en manos del profesor Ludociel, la culata del arma ensangrentada, y un puñado de tierra color negro, la cual se disponía a arrojar sobre ambos.
—Espere... —susurró débilmente tratando de ponerse de pie—. Por favor... —Pero él ya había arrojado su nuevo conjuro, el cuál cayó al suelo formando una especie de barrera que la hizo sentir asfixia.
—Cenizas de serbal —dijo triunfante el brujo—. Puede encerrar a cualquier criatura sobrenatural. Por fin los tengo.
—No, no es posible. Usted...
—No, yo no soy la bruja —explicó el hombre de espaldas a ella mientras llenaba el arma de balas—. Pero casi me gustaría serlo, así no sentiría tanto remordimiento por lo que tengo que hacerte. —El sonido metálico de la pistola al cerrarse, el gemido de dolor de Meliodas en el piso.
—No... No por favor —suplicó mientras intentaba ponerse de pie pese al serbal y la herida sangrante en su cabeza.
—Usted lo sabía —susurró Elizabeth de pronto con una nueva certeza—. Lo sabía desde el inicio: que el espíritu de Rhiannon Goddess seguía en este mundo.
—En efecto —dijo el maestro con una mirada demente en los ojos—. ¿Cómo no lo lograría? Ella era un Darach, un roble oscuro, una sabia de los secretos más antiguos. Su venganza no podía acabar sin quien la ejecutara, alguien debía vengarse de esos malditos lobos por siempre.
—¿Por qué? —habló Elizabeth, recuperando rápidamente las fuerzas presa de la alarma y el miedo—. ¿Cómo puede pensar eso después de todo lo que ha hecho sufrir al pueblo? Usted lo sabe. Es el historiador de Black Valley, sabe que la maldición se ha tomado decénas de víctimas inocentes a lo largo de los años.
—¡Ya lo sé! —exclamó el hombre con los ojos como platos y una palidez mortal—. ¿Crees que no? Yo mismo fui víctima de la maldad de esa mujer. Mi familia... mi hermano. Mi pequeño hermano... —dijo con tal ternura que, pese a su demencia, logró conmover el corazón de Elizabeth—. Pero todo esto es su culpa. Son bestias sin razón, hechas de puro impulso destructivo —explicó mientras apuntaba a Meliodas con el cañón—. ¡Es su culpa! ¡Merecen el castigo que les impuso mi ancestro! Yo no soy ella, pero con gusto le ayudaré a acabar con ustedes si eso me permite vengar a mi hermano.
—¿Su hermano? —dijo Meliodas logrando ponerse de rodillas—. ¿De qué habla? ¿A qué se refiere?
—¿No lo sabes, pequeña bestia rabiosa? —gruño despectivo mientras sujetaba el revólver con ambas manos—. ¿Tu padre nunca te lo dijo? Ella no es la primera bruja que tu clan acepta en esta generación —El tiempo pareció detenerse un segundo, la lluvia que caía afuera también y, cuando el profesor finalmente hizo su revelación, ambos sintieron como el shock los hacía recuperar completamente los sentidos—. Estarossa Demon... Mi Mael. Él no nació así. Ustedes... ¡me lo robaron! —Debía estar demente. Lo que decía no podía ser verdad. Sin embargo los dos decidieron terminar de escuchar su confesión antes de tratar de romper el endeble hechizo que aún pesaba sobre ellos—. El anterior alfa lo mordió, tu tío, Malek el maldito. Durante el anterior ataque de la Bestia. ¿Tienes idea de lo que fue para mí mirar su pequeño cuerpo en la boca de ese monstruo? —le ladró a Meliodas, y pese a lo demencial de su aspecto, no les cupo duda de que decía la verdad—. Casi muere. Tal vez habría sido mejor que lo hubiera hecho. Aseguraban que se convertiría en hombre lobo tarde o temprano, así que lo apartaron de mí para que el maldito Felec lo adoptara. Yo apenas podía soportarlo: saber que el último familiar que me quedaba estaba con ustedes. —Eso explicaba tantas cosas, esa era la razón de que odiara a los lobos. Elizabeth trató de razonar con él una vez más antes de que ocurriera una desgracia.
—Profesor, ni Meliodas ni yo somos responsables de esa tragedia. Sólo queremos detenerla, solo tratamos de impedir que lo que le pasó a usted le ocurra a alguien más. Por favor. Ayúdenos a impedirlo.
—¡Ya es tarde! —gritó Ludociel mientras un relámpago destellaba tras él en la ventana—. ¡No me dejarán ir después de lo que he hecho! Al menos, ella se detendrá por un tiempo después de que ustedes estén muertos —El sonido del seguro al ser retirado, el eco de algo rompiéndose mientras todos los conjuros de la casa se desvanecían—. Adiós, bruja de Black Valley. Adiós, Alfa —La boca del arma apuntando a la cabeza de Meliodas, otro relámpago. Y después, un grito desgarrador. La Bestia había aparecido justo frente a ellos y, atravesando el cristal de la ventana para caer sobre Ludociel, quien quedó muerto sangrando entre sus enormes fauces.
***
Cha chan chaaan 0.0 ¡Cliff hanger! La emoción, el drama, ¡el terror estilo burtoniano! decidí cortar aquí para darle más enfásis a lo que está por venir 0u0 ¿Qué se creían? ¿Que iba a ser tan fácil como que Ludociel fuera la bruja? ¡Pues no! >u< Al igual que con Estarossa no siendo la Bestia, quise darle un plot twist a la historia de Ludociel. Nadie es tan malo ni tan bueno como parece en esta historia, y si quieren que los deje con el ojo aún más cuadrado, les revelaré este pequeño secreto 9u9 : el verdadero culpable (el huésped del espíritu de la bruja) es un personaje que ya ha aparecido en esta historia, ¡buajajajaja! *0*
Bueno, sería todo por ahora chicos. Muchas gracias por acompañarme como siempre de forma tan fiel cada domingo. les mando un beso, un abrazo y, si las diosas lo quieren, nos vemos la próxima semana para más ❤
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top