37 Nemeton

Uff, tarde, ¡tarde! >w< Sin embargo llegue, y el capítulo de hoy es tan interesante que de seguro me perdonarán, fufufu. Hola a todos, aquí Coco, quien llega un poco demorada a la entrega dominical pero que, al haberla logrado completar tras una semana tan loca, sonríe complacida y muy segura de que les va a gustar ^u^ Nuestra historia de hombres lobo está llena de cosas dulces y sombrías, y como esta es una de esas ocasiones en que eso se potencia, mejor no hablo más y los dejo disfrutar de la maravillosa sesión de hoy. Les mando un beso, un abrazo y, como siempre digo, ya saben qué hacer °u^ ❤

***

Aquí estoy. Todas las decisiones que he tomado me han traído aquí, y aún ahora, no puedo decir cómo es que acabamos en esta situación. Me pregunto si la yo de hace unos meses, la chica que sólo vino aquí a terminar la preparatoria, me creería si le dijera lo que está a punto de hacer.

—Entonces —dice mi mate mirando el agua frente a nosotros. Su expresión es tan cómica... o lo sería, de no ser porque las dos enormes bañeras repletas de cubos de hielo están destinadas a matarnos—, nos metemos ahí. Nos morimos. ¿Y luego ustedes nos traen de vuelta del más allá?

—Algo así.

—¿Cómo que "algo así"? —King sigue echando sus hierbas en el enorme recipiente de metal, y solo hasta que parece haber terminado voltea a vernos soltando un enorme suspiro.

—Ya voy a eso, tranquilos —Lo intento pero, ¿cómo estar calmada cuando uno de tus mejores amigos se dispone a matarte? Este pensamiento debe haberse reflejado en mi cara, pues a pesar de la situación en que nos encontramos, nos dedica un intento de sonrisa y nos hace un gesto para que nos acerquemos a la oscura superficie líquida—. No van a morir como tal. Entrarán en un estado similar al coma donde su corazón se detendrá por unos segundos haciendo que entren en trance. Deberán buscar las respuestas que necesitamos una vez que crucen el umbral, y nosotros cuidaremos de sus cuerpos mientras sus espíritus vagan.

Es así de simple. Para entrar al territorio de los muertos, se debe morir, y yo me río de lo evidente que parece mientras King enciende velas alrededor de nosotros y termina un extraño círculo hecho con gis en el piso. ¿Qué es exactamente lo que nos ocurrirá cuando nos quedemos dormidos? ¿Andaremos sonámbulos como hizo él? ¿Nos quedaremos congelados donde estamos? ¿O sucederá algo aún más bizarro? Como sea, no hay tiempo para considerarlo. El tiempo está en nuestra contra, y cada segundo que tardemos puede ser uno menos que tenemos para encontrar a Elaine.

—¿Y entonces? —pregunta Meliodas frotándose las manos con nerviosismo—. ¿Qué sigue?

—Dos personas que sean emocionalmente cercanas deberán sostenerlos bajo el agua hasta que ocurra el cambio y tirar de ustedes luego para traerlos de vuelta. Al menos, así debería ser en circunstancias normales pero... —Él y Diane se ven mutuamente con expresión de resignación, mi amiga me mira, y el tono con el que dice lo siguiente logra enternecer mi corazón.

—Solo estamos nosotros.

—Sí. Tratamos de contactar a Merlín para ayudarte, Ellie, pero no la encontramos. Y Escanor dice que se niega a matar a Meliodas si no es con un arma —Mi chico se ríe, parece ser una especie de chiste entre ellos. Yo en cambio me acerco a Diane mirándola a los ojos, y la abrazo con fuerza tratando de que entienda que no es, ni mucho menos, una segunda opción.

—Fuiste mi primera hermana de manada —susurro en su oído—. Será un honor que me acompañes en esto. —Me devuelve el abrazo con fuerza, y Meliodas hace lo mismo con King.

—Sé que no dejarás que nadie más muera.

—Es mi oportunidad de obtener tu perdón y el de Liz por acusarte injustamente. —Está decidido. Con un nudo en la garganta y más alegría de la que debería sentir, Meliodas y yo nos miramos mientras metemos los pies a las heladas aguas de la muerte.

—¡Por las diosas! —Mi cuerpo grita, de inmediato comienzo a temblar mientras mi aliento también se convierte en hielo y siento las manos de Diane sobre mis hombros indicando que me siente. El agua cubre mis pantorrillas, luego mi cadera, luego mi cintura. Giro la cabeza para mirar una última vez a mi chico que, tan pálido como yo, asiente antes de mirar al frente.

—¿Listos? —pregunta la voz de ultratumba de King. Ambos asentimos, tomamos una última bocanada de aire, y entonces siento cómo me hunden en una profunda oscuridad. Mis miembros se agitan tratando de liberarse, pataleo mientras los dientes del frío se encajan en mi piel. Me estoy ahogando, siento mi cabeza estallar mientras el resto de mi ser se congela. No sé cuánto tiempo paso librando esta batalla perdida, solo sé que al final me detengo. Y cuando lo hago, por fin llega la calma mientras en el silencio se abre una puerta...


Cuando Elizabeth abrió los ojos, se encontró flotando en un espacio tan blanco que le costaba mirar. Había demasiada luz, y no había horizonte, solo vacío en una dimensión donde no existía ni arriba ni abajo. Entonces un suave murmullo comenzó a sonar en su oído, una tibia caricia que se fue haciendo más fuerte hasta que finalmente pudo entender palabras.

—Amor... Elizabeth, despierta.

—¿Eh? —cuando por fin reaccionó, Meliodas estaba a su lado sosteniendo su mano, y por fin había un piso en aquel espacio indefinido, algo que podía ser alfombra o pasto—. ¿En dónde estamos?

—No lo sé. Pero debo admitir que es bastante agradable, no es como me imaginaba el reino de los muertos. ¿Qué crees que deberíamos hacer?

—Creo... podemos caminar. Tengo el presentimiento de que la razón de que estemos aquí se mostrará pronto.

—Sí, tienes razón —contestó el lobo dando el primer paso, y Elizabeth sonrió al sentir como apretaba con más fuerza sus dedos mientras se interponía entre ella y aquello que pudiera hacerle daño. Cómo lo amaba. Más que a la vida, mucho más allá de la muerte. Se aferró a él con su manita blanca y, al caer en cuenta de que era demasiado pequeña, por fin notó que ambos se habían transformado en niños de no más de seis años. Y además, se encontraban bajo un sol de primavera radiante en medio del campo de lavandas.

—¿Meliodas? —dijo abrazándose a él mientras un misterioso susurro era traído por el viento.

—Tranquila —contestó la forma infantil del lobo, abrazándola—. Yo te protegeré. —Pero el sonido se hacía más fuerte. Era misterioso, nostálgico, y de alguna forma, familiar. Entonces la voz perdida en el viento se escuchó justo en su oído, y ambos saltaron del susto mientras la misteriosa presencia decía...

—Boo.

—¡Aaaaah! —saltaron los dos cayendo de sentón en la hierba, y la figura de una hermosa pequeña de cabello rojo y uniforme de baseball se materializó frente a ellos desternillándose de risa.

—¡Sus caras! ¡Son un par de gallinitas!

—¡No es gracioso! —gritó Meliodas con el ceño fruncido y las mejillas sonrosadas. Acto seguido un par de lágrimas destellaron en sus ojos, y la pequeña sonrió aún con más ganas mientras se llevaba las manos a la cintura en una pose de victoria—. ¿Lizzie?

—¿A quién esperabas, tonto? —Pero él no respondió. Se quedó ahí, mirándola como un niño mira al adulto antes de confesar una falta, y al ver que el ambiente se arruinaba, la traviesa volvió a posar mientras gritaba con entusiasmo—. ¡Sorpresa!

—Perdóname —dijo el rubiecito mientras temblaba, pero la voz que le había salido era la de un hombre, uno que lloraba sin poder levantar la cara—. Perdóname, Liz. Nunca quise que pasara, yo...

—Mel baboso. Estás espantando a Ellie.

—¿Eh? —La pequeña peliplateada estaba sollozando aún en el suelo mientras los miraba a los dos, y al darse cuenta de eso, el chico estuvo a punto de saltar sobre ella para consolarla. Se detuvo un instante para mirar a su primer amor con expresión de culpa.

—¿A qué esperas? —río Liz, más divertida que nunca mientras volteaba los ojos—. Es tuya, ¡ve por ella! —Así lo hizo, y sus formas infantiles parpadearon un segundo mientras él unía sus labios, mostrando las siluetas de los adultos que eran.

—Perdóname, Ellie —dijo de nuevo terminado el beso—. No quería hacerte sentir sola.

—No podrías —cantó en tono juguetón su amiga—. No sé si se han dado cuenta, pero sus almas están entrelazadas. No volverán a estar solos nunca más —Elizabeth se quedó mirando al ángel travieso que por fin era capaz de reconocer, y esta vez, fue el turno de este para tener cara de querer llorar—. Está bien. Ven.

—¡Hermana! —gritó mientras se lanzaba contra su pecho, y las gemelas se abrazaron con tanta fuerza que por un segundo parecieron una sola persona—. Qué bueno que estás aquí, ¡quería verte!

—Y yo. Pero oye, qué insistencia en venir antes de tiempo, ¡aún no es hora de que te mueras!

—Lo sé, pero...

—Mel, ¿no me prometiste que la ibas a cuidar?

—Lo sé pero... Espera, ¿oíste lo que te dije en la tumba?

—Claro. Y esperaba más de alguien que está tan locamente enamorado de mi hermanita. Mira que dejarla morir otra vez. Rápido, los dos se van de regreso ahora mismo.

—No, espera Lizzie, ¡aún no podemos irnos!

—Claro que sí. Y no vuelvas hasta que me des sobrinos nietos. ¿Qué tiene que hacer una para mantener a sus vivos...? Pues, ¡¿vivos?! No es seguro quedarse aquí demasiado tiempo, ya nos veremos otra vez en unas cuantas déca...

—¡Tenemos que encontrar al espíritu de la bruja! —gritaron a la vez, y la pequeña pelirroja por fin se detuvo mientras iba adquiriendo una palidez que finalmente la hizo ver como fantasma.

—O al menos encontrar a mi amiga. Presiento que también está aquí, con ella, y debemos ayudarla antes de que algo malo pase. —El silencio tras esas palabras fue igual al que percibieron cuando entraron en el agua fría. Las manos de Liz los soltaron lentamente mientras se iba hacia atrás, y los contempló a ambos con la expresión que habría hecho de haberle pedido que los matara.

—Te dije que te alejaras de ambos —susurró—. Te dije que no dejarás que ninguno te atrapara.

—Entonces, ¿sí son dos espíritus?—La pequeña guardó silencio mientras bajaba la mirada—. Tenía razón al pensar que la bruja y el lobo son mentes separadas. Por favor Lizzie, tenemos que salvarla.

—Es peligroso —finalmente continuó—. Es un lugar oscuro y sucio. Ellie, Mel, no quiero que vayan. Podrían quedar marcados.

—Pero Lizzi, debemos hacerlo —continuó la menor, más firme.

—Sí. No permitiremos que nadie sufra lo mismo que tú —confirmó el lobo tomando a su mate de la mano, y al contemplarlos a ambos, el labio de la pelirroja tembló—. Tranquila. Me convertiré en una familia para Elizabeth, te prometo que la próxima vez que nos veamos será tras una larga vida de haber hecho a tu hermana muy feliz. —Ella los miró, aparentemente tratando de visualizar lo que él decía, y cuando pareció que por fin estaba satisfecha, sonrió mientras un par de lágrimas corrían por sus mejillas.

—Sé que lo harás. Y ella te hará muy feliz a ti también —Un suspiro tembloroso, una inhalación, y entonces reflejó la misma mirada decidida que la albina—. Yo... no sé dónde está la bruja —empezó a decir—. Pero puedo decirles dónde es que me atrapó a mí. Siganme.

Entonces el espíritu de Liz materializó una linterna, y flotando, comenzó a andar en dirección a un punto negro al fondo de aquel espacio nebuloso donde habían estado. El blanco de la luz se convirtió en niebla, el anillo de sol en una luna y, antes de darse cuenta, los tres pequeños caminaban por la parte más oscura del bosque, aparentemente de vuelta en Black Valley.

—Yo... creo que fue mi culpa.

—¿El qué? —preguntó Elizabeth agarrándose de la camisa de su hermana mientras Meliodas se sujetaba a la de ella.

—La bruja. No estoy segura de cuánto tiempo llevaba dormida pero... Creo que yo fui quien la despertó.

—¡¿Cómo?!

—¡Shhhh! —exclamó la mayor tratando de callar al rubio, y entonces el ulular lejano de un búho los hizo detenerse en su lugar. Solo cuando fue obvio que nada se movía se atrevieron a seguir—. Tal vez fue mi culpa. Verás Mel, no te lo dije nunca porque no quería que te molestaras, pero casi inmediatamente después de que tú y yo comenzáramos a salir, el tío Cain y yo nos íbamos a mudar.

—¡¿Qué?!

—Chitón —exclamó Elizabeth cubriendo su boca con las manos, y tras una mirada fulminante de las gemelas, los tres siguieron caminando.

—¿Por qué lo ocultaste?

—Porque no quería que hicieras escándalos como ahora. Y tampoco que te pusieras triste —Un suspiro colectivo, un desnivel particularmente grande que tuvieron que saltar, y los tres amigos llegaron a una parte aún más oscura y tenebrosa del lugar—. El caso es que, apenas me enteré, comencé a tener sueños extraños. Justo cómo tú, Ellie. Muchos de ellos me llevaban al bosque y... bueno, hubo más de una ocasión en que mi cuerpo en verdad acabó ahí —Para ese entonces el bosque ya estaba sobrenaturalmente silencioso, y lo único que podían escuchar eran sus pasos—. Todas las noches en que pasó, siempre acababa en el mismo lugar. Y me da la impresión de que era ella quien me llevaba ahí. Llegamos.

Deteniéndose tan abruptamente que los hizo tropezar, la pequeña pelirroja se quedó completamente rígida y levantó su mano señalando al frente. Al contemplar el lugar que apuntaba, las almas de los dos amantes se estremecieron de algo que no supieron si era miedo o asombro. Un árbol inmenso de raíces nudosas y ramas retorcidas se hallaba en el centro de un claro, y era tan masivo que daba la impresión de ser alguna especie de monstruo. Emanaba una energía ominosa pese a estar seco, y era tan oscuro que parecía ser negro.

—La noche que morí, yo estaba aquí —dijo Liz, y a continuación, sus cabezas se llenaron con imágenes de lo ocurrido. Gritos, garras, dolor. Flashes de su memoria destellaron en la mente de todos, y al volver a mirar el árbol, vieron un enorme charco rojo, justo en el punto donde habían encontrado su cadáver—. Creo que ella me llamaba para que hiciera algo. Y lo hice. Desenterré algo de ahí, y luego, alimentó al árbol conmigo.

—¿Cómo que lo alimentó?

—Con mi sangre. Está vivo —susurró, como temiendo que los oyera—. Y es malo, como ella. No comprendo exactamente su relación, pero... estoy segura de que el árbol sabe cómo comenzó la maldición. —Una brisa siniestra que meció las ramas pareció confirmar la teoría de la niña y, antes de que ninguno se diera cuenta, Elizabeth estaba bajo el enorme roble, tocando su tierra y sus raíces en busca de algo.

—¡Ellie, no! —dijeron Liz y Meliodas al mismo tiempo, pero ella ya tenía algo en sus manos. Un espejo de plata, en el cuál miró atentamente como buscando algo—. Hermanita suéltalo, ¡suéltalo! ¡Kyaaah! —Una ventisca tremenda sacó a volar a la pelirroja, y justo cuando el pequeño lobo estaba por alcanzar a su mate, las ramas lo atraparon impidiéndole tocarla.

—Ellie, ¡Ellie!

—Tranquilos —respondió ella por fin, pálida pero aparentemente tranquila—. El árbol no es malo. Solo obedece a quien se lo pide correctamente. Miren —Apuntando con la palma de su mano abierta hacia el corazón del tronco, la albinita susurró algo que ninguno de ellos entendió. Sólo el roble, cuya corteza se abrió dejando un hueco grande en el centro—. Ahí había un libro. —susurró ella como en trance.

—No, claro que no. Yo nunca vi algo así ahí, ni siquiera cuando estaba viva.

—Elizabeth, por favor —suplicó Meliodas mirando el espejo de plata que ella aún sostenía distraídamente en las manos—. Suéltalo. Amor, por mí. Dámelo —Ella obedeció en el acto. Sin embargo, apenas los dos tocaron la superficie pulida, esta pareció aclararse, y un grito escalofriante emanó de él con una voz conocida.

—¡Sáquenme! ¡Ayuda! ¡Sáquenmeeee!

—¡¿Elaine?! —gritaron, y tomándolo al mismo tiempo con las dos manos, la brujita y el lobo vieron el reflejo de su amiga atrapada en algo que estaba a medio camino entre un sótano y un agujero en la tierra—. ¡¿Dónde estás?!

—¡Kel...! —empezó a decir, pero una ventisca muy diferente a la primera comenzó a oírse, y Liz se lanzó sobre ellos con una expresión aterrada.

—Sabe que estamos aquí, ¡ya viene!

—¿Dónde estás? —insistieron Elizabeth y Meliodas sin rendirse.

—¡Kel...! —siguió diciéndo Elaine, pero cada vez era más difícil escucharla—. ¡Kel...! ¡Lib...! ¡Tiene e... libro!

—¿Quién lo tiene?

—¡Pue...! ¡...darme! ¡Est...tre ustedes! ¡La bruja es... el pueblo!

—Muy bien, hasta aquí llegamos —dijo Liz enfáticamente retomando su apariencia de adolescente. Acto seguido dio un manotazo a los dos para que soltaran el espejo, tomó a cada uno en sus brazos, y echó a correr. Corrió y corrió, tan rápido como podía, mucho más rápido, escuchando el aullido del viento a sus espaldas como una bestia furiosa persiguiendolos. Cuando al fin el bosque quedó atrás y fue amainando el paso, llegaron de nuevo al misterioso espacio blanco al que habían arribado en un inicio—. Par de tercos, ¡definitivamente son el uno para el otro!

—Perdón —dijeron al mismo tiempo, y la chica no pudo evitar reír, aliviada de haberlos salvado. Al menos, eso pensó hasta que les vio las manos.

—Oh, no... —susurró preocupada, y ellos de inmediato entendieron a lo que se refería: las palmas de ambos estaban manchadas de negro, como si hubieran sujetado algo muy sucio. Por más que las restregaron la oscuridad no se iba, era una especie de polvo de ceniza que se adhería a sus pieles dejándolas como si hubieran jugado en la tierra—. Ellie, están marcados. Diosas, no sé qué va a pasar, ¿qué vamos a hacer ahora?

—Luchar —dijeron ellos, de nuevo, al unísono. Y los ojos del ángel pelirrojo se abrieron de par en par.

—Gracias por guiarnos en la oscuridad, Lizzie —dijo Elizabeth, también recuperando su forma adulta, y abrazó a su gemela con fuerza mientras se iba desvaneciendo en humo—. Te amo.

—A partir de ahora, haremos nuestra parte —afirmó un Meliodas adolescente sonriéndole. Acto seguido le dio un beso en la mejilla, y se abrazó a Elizabeth mientras ambos eran tragados por algo que era al mismo tiempo niebla y luz—. Te prometo que la bruja no será quien nos mande de nuevo contigo. Nos vemos cuando sea tiempo de que vayamos al cielo. —Lo último que vieron de ella fue una espectacular sonrisa disolviéndose en un halo dorado, y al momento siguiente, ambos despertaron boqueando por aire y chorreando agua por todas partes.

—¿Lo lograron? —preguntó King desesperado—. ¿Saben dónde está mi hermana?

—¡La tiene la bruja de Black Valley! —gritó la albina triunfal mientras Diane la ayudaba a salir.

—Elizabeth tenía razón—confirmó Meliodas, sacudiendo la cabeza como si fuera un perro—. Son dos espíritus. Así como la Bestia toma el cuerpo de un lobo para actuar, la bruja toma posesión de alguien de su clan. De cierto modo, está viva.

—Y tenemos que atraparla para recuperar a Elaine.


—Entonces... —Empezó Escanor tras estar todos reunidos nuevamente—. El espíritu de la bruja toma posesión de una viva para hacer su voluntad y manipular a la Bestia.

—Es lo que intuímos.

—Eso explicaría lo que le ocurrió a Liz —acotó Gelda—. Y también, el sonambulismo de Ellie.

—Debía estar intentando tomar posesión de nuestro cuerpo —confirmó la albina, y Meliodas se tragó el admitir que, en cierta forma, lo había logrado por un momento.

—Eso explicaría porqué durante el ataque al Consejo pareció que alguien le había abierto las puertas al monstruo desde dentro —siguió Diane—. La persona que lo manipula debió hacerlo. ¡La mayoría de las brujas del pueblo se encontraban reunidas ahí ese día!

—Pero entonces, ¿será lo mismo? —preguntó Zeldris—. ¿La bruja que está siendo controlada no es consciente de ser el huésped de Rhiannon Goddes?

—No es así —proclamó King, que para ese momento estaba casi transparente de palidez. Era obvio que él veía signos donde nadie más los veía. Nadie, con excepción de Elizabeth, y ambos asintieron en señal de reconocimiento antes de que él siguiera hablando—. La persona de la que estamos hablando eligió ser huésped. Puede que haya sido convencida con engaños, o manipulada como Ellie y Liz, pero este individuo definitivamente sabía lo que hacía cuando eligió ser portador. Debió ejecutar un ritual.

—¿Un ritual?

—Sí. El sitio que describe Elizabeth es un lugar en el mundo real, y es conocido entre nuestra gente como Nemeton. Es ahí donde hacemos nuestros rituales más sagrados, además de enterrar objetos de poder y recuerdos de nuestros ancestros. La persona culpable fue deliberadamente a desenterrar el espejo, robar el grimorio de la bruja, y ejecutar conjuros que le dieran al menos una parte del poder de Rhiannon.

—Sin embargo —interrumpió Gowther, que iba escribiendo todo lo que se decía en la junta—, ¿No creen que sigue siendo extraño?

—¿Tú crees? —bufó Diane, semi horrorizada por la idea de profanar un lugar así—. ¿Qué podría ser más extraño que eso, gafitas?

—Me refiero a las circunstancias. ¿Dónde y cómo supo la forma de obtener tal poder? El aquelarre de Rhiannon pereció hace más de cien años. El árbol Nemeton de la familia Goddess tendría que estar... pues, muerto, ¿cómo es que logró infundirle vida otra vez?

—Fue Lizzie. —dijo Elizabeth con pesar. Y Meliodas asintió con una expresión desolada.

—Claro... —afirmó King, que parecía comprender la razón—. El sacrificio de una virgen es un poderoso ritual. La Bestia asesinó a Liz en el Nemeton, y su sangre le infundió vida de nuevo. ¿Eso quieres decir, Ellie?

—Sí. No sé si esta persona hizo su ritual antes o después de la muerte de mi hermana, pero sí sé que es quien tiene el control actualmente. Y ahora mismo está en el pueblo. Alguien planeó llevarse a Elaine y maldecir a Ban para inculparlo por todo. La misma persona responsable de los ataques desde que llegué a Black Valley.

—Sí, todo eso es evidente ahora —cortó Escanor—, pero por favor, enfoquémonos en el problema. ¿Hay sospechosos? ¿Tenemos una pista que seguir? —Todos se miraron mutuamente sin propuestas, de nuevo frustrados por no poder solucionar el problema, y entonces, Gowther levantó la mano para hacer el comentario que le merecería el perdón de todas sus faltas pasadas.

—Sí me permiten, creo que yo sé quién puede ser —empezó—. Llevo investigando a las brujas de este pueblo toda mi vida, y si mis suposiciones son correctas, solo podrían ser tres personas: Hendrickson el farmacéutico, el profesor Ludociel y... esto, la señorita Merlín.

—¿Por qué lo piensas?

—Los tres vienen de familias que descienden directamente de los Goddess, todos tienen algún un motivo personal, y todos son maestros de las artes mágicas. Esta última parte es la que me hace estar seguro. Alguien que toque magia tan oscura definitivamente quedaría marcado, es algo que no se puede ocultar con facilidad —Meliodas y Elizabeth se miraron un segundo mientras cerraban sus palmas—. Y ellos tres son los únicos con rango y conocimientos suficientes como para hacer un hechizo de ocultación así de potente.

—Gowther —dijo el rubio haciendo tensionar al muchacho. Acto seguido le sonrió, y el pelimagenta se ruborizó tanto que terminó pareciendo un faro—, eres un genio.

—Bueno, pues está decidido —se levantó Elizabeth riéndose internamente por la reacción de los dos—. Debemos hablar con cada uno sin que sospechen. Señor Escanor, Gowther, por favor notifiquen solo a nuestros aliados confiables. Zel, Gelda, ¿podrían ayudarme con mi tía Merlín? No creo que reaccione bien si la busco yo. King, Diane, vayan por el farmacéutico por favor. Finalmente, Mel y yo iremos a ver al profesor. Si notan algo sospechoso, no duden en pedir ayuda. Presiento que muy pronto llegaremos al fondo de esto. 


***

Y shaaaaa *u* Eso sería todo por ahora cocoamigos. ¿Qué opinan de la última aparición de nuestra hermosa Lizzie en la historia? ¿De cuál de los sospechosos... bueno pues, sospechan más? XD ¿Y dónde creen que se encuentre Elaine? Pues nada, deberemos esperar otro domingo para averiguarlo, pero como sé que seguirán aquí fielmente mientras nuestra historia se encamina a su épico final, no me queda más que mandarles muchos besos, un abrazo y decirles que, si las diosas lo quieren, nos veríamos la próxima semana para más UwU ¡Muchas gracias por estar aquí!  ❤❤❤



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