33 Rechazo
Hola a todos, aquí Coco, quien se alegra mucho de haber escrito esto con tiempo, pues anda muy sensible, y no hubiera tolerado escribir de último segundo algo tan fuerte TuT Hoy hay drama en serio, pero como es indispensable para que nuestra bruja y lobo se vuelva Dame Blanche y ALfa, estoy segura de que me lo perdonará. Retomamos la situación después del juicio y ataque de la Bestia, así que de seguro muchos de ustedes ya reposaron y especularon sus ideas de conspiración *u* No los dejaré con la intriga mucho tiempo, créanme. Pero como Ellie aún tiene que pasar por esto para que nosotros podamos contemplarlo, mejor no los distraigo más y vayamos a leerlo. Ya saben qué hacer <3
Posdata: también hay capítulo nuevo en mi obra Bloodties, mis amores. Lo más probable es que a partir de ahora ambas historias sean publicadas solo en domingo.
***
A Elizabeth le costó trabajo entender la situación, pero una cosa era clara: estaban a salvo de momento. Algo en su interior se lo decía, pero aunque la Bestia estuviera dormida y su juicio hubiera terminado, eso no quería decir que todo había vuelto a la normalidad, ni mucho menos. Sentada en el sofá de regreso en la casa del cazador, con Meliodas vendándole un brazo y una vía conectada al otro, ella supo que aún le quedaban muchos despojos que recoger tras la última batalla, y no se trataba sólo de lo físico. Se sentía fatal por dentro.
Tanta traición, secretos y confabulaciones. Puede que aquello no hubiera sido un juicio por brujería medieval, pero definitivamente era como si la hubieran expuesto desnuda en la plaza pública. Ahora todos sabían lo que era, sus problemas y circunstancias. Pero nadie parecía interesado en sus opiniones. Ni siquiera su mate, que permanecía tercamente callado mientras atendía a sus heridas.
—Mel —susurró acercando los dedos a su barbilla para levantarle la cara—, mírame por favor. ¿Estás bien?
—Sí, Ellie —dijo él soltando un suspiro y retrocediendo un poco—. Estoy bien. Solo estoy cansado.
¿Qué era eso? Sonaba a excusa de esposo para no hacer el amor con su mujer. No se suponía que algo así pasara hasta que llevaran muchos años de casados, y Elizabeth no comprendía su actitud distante. Suspiró también, pensando que tal vez él tenía la cabeza tan ocupada como ella, y decidió ayudar tratando de poner las piezas del caos mental de ambos en orden.
—¿Dónde están nuestros amigos? —Una mirada fugaz a su compañera, otra al suero por terminarse, y el lobo por fin se resignó a tener que decirle qué había sido de todos.
—Gelda está herida. Zel está con ella ahora. —Aquella revelación fue inquietante y agridulce. Es verdad que había deseado que los dos pudieran pasar más tiempo juntos, pero nunca habría esperado que fuera en esas circunstancias. El enemigo común de sus familias de nuevo las acercaba.
—¿Es grave?
—No lo parece. Fue mordida por esa cosa, el hombro. Pero no dañó ningún órgano ni tejido importante, sólo le dejará una fea cicatriz. Tranquila —le dijo tomando sus manos en el primer gesto de afecto desde el juicio—, a ella parece gustarle. Las marcas así son símbolo de orgullo para un cazador. —Aquel comentario seguido de sonido de platos en la cocina le recordó que tenía que hablar con Escanor, pues si bien había llegado a considerar al hombretón su amigo, ahora no sabía qué pensar de él debido a lo proclamado en el juicio. ¿Por qué había apoyado la moción de Izraf?
—Ross también está bien —siguió su novio, regresando su flujo de pensamientos al presente—. El pobre estaba más cerca de la puerta de donde emergió la Bestia, así que fue uno de los primeros en caer bajo su influencia. Parece que pasó toda la batalla en trance, o desmayado, como quieras decirle.
—Meliodas, ¿eso quiere decir lo que creo? —silencio. Miedo. El rubio tragó en seco antes de asentir.
—Sí. Probablemente hay un traidor en el consejo. Alguien debía saber que el monstruo venía, y le abrió la puerta para que acabara con nosotros. —Eso le planteaba un aterrador panorama no solo a ella, sino también a la comunidad. ¿Quién era capaz de comunicarse con la bestia? ¿Cómo? Lo primero en lo que pensó fue en una bruja, y la más poderosa de ellas vino a su mente con tal fuerza que casi llora.
—¿Dónde está tía Merlín?
—¿Hablando de traidores? —respondió agrio, y ella levantó la vista para encontrar una expresión igual o más dolida que la suya—. No es tu tía, es la perra del mediador. Estaba en el hospital cuando te llevaron. Ayudó a los que pudo, pero como no fue a verte, asumo que sabe el precio de lo que hizo. No sé si ya volvió a su casa, pero es por eso que preferiste venir aquí, ¿no? —Tenía razón, pero igual no le gustó como lo dijo. No quería que contemplara la revancha, no quería a un lobo odiando a una bruja otra vez.
—Creo recordar que Elaine también estaba en el hospital, ¿cómo está? —El gesto de inmediato se le dulcificó al rubio, y algo muy parecido a una sonrisa iluminó su rostro.
—Tiene un enorme chichón en la cabeza, pero está bien. También ayudó con los heridos, en especial con Ban, con quien el monstruo se ensañó en su camino de huída. —Y ahí estaba, uno de los grandes misterios que Elizabeth aún no comprendía de todo lo ocurrido el día anterior. Algo le decía que era importante.
—Meliodas, ¿dónde estaba Ban durante el juicio? ¿Por qué no asistió a la reunión con los demás alfas? —La expresión pacífica se desvaneció como la niebla, y el ojiverde lanzó una enorme exhalación antes de contestar.
—Porque es un lobo impuro. Sólo los lobos de cuna son admitidos en el consejo. Es por eso que mi padre estaba ahí, es nuestro representante.
—¿Qué? Pero... él es un alfa verdadero.
—Sí.
—Fue el primer lobo en descubrirnos, fue quien tuvo la idea original de morderme para convertirme.
—Así es. Pero no nació siendo lobo. Eso lo convierte en un segundón a ojos de los ancianos.
—Qué injusto —se indignó Elizabeth, pese a que su propuesta había sido de las que más miedo le dio—. Es muy injusto. Yo no me dejaría morder por nadie que no fuera él, ¿qué hacen despreciandolo entonces? —Rabia. Celos. Otro sentimiento desconocido. Elizabeth no necesitó quitarse su collar protector para notar como en Meliodas bullía todo eso, y esta vez no lo resistió. Arrancándose de un tirón la vía, la albina encaró a su novio y lo tomó con fuerza de las manos—. ¿Qué te pasa? Háblame.
—Yo... —dijo súbitamente ofuscado—. Yo solo...
—¡Hola! —dijo una voz cantarina y alegre, y aquella aparición fue tan inesperada que hizo a la pareja dar un respingo. No era nada más y nada menos que Gowther, que llegó con traje formal y un sobre de apariencia sospechosa que al parecer era para ellos—. Qué gusto chicos, hace mucho que no nos vemos... —A tal velocidad que apenas pudieron verlo, el rubio atrapó al chico de lentes y estrujó su garganta tratando de estrangularlo.
—¡Tú! ¡¿Desde cuándo?!
—Meliodas, suéltalo, ¡lo lastimas!
—Lo... siento —dijo Gowther entre gorgoritos asfixiados—. Lo siento... amigo.
—¡No somos amigos! ¡¿A qué viniste aquí, chupasangre?! —Aquella declaración la dejó helada, pero igual se levantó tratando de hacer que lo soltara.
—Meliodas, basta. Por favor detente —Una sola mirada a ella bastó para obedecer. No podía descargar su ira con Gowther si lo estaba sujetando, podía lastimarla. Lo soltó lentamente, alzando ambas manos en señal de rendición, y la tomó por la cintura tratando de hacer que volviera al sofá—. Gracias —acotó tomando su mano sin importar que él tratara de zafarse—. Ahora, ¿qué haces aquí, Gowther? Debiste saber que no serías precisamente bienvenido. —La expresión triste del pelimagenta los conmovió unos segundos, pero al momento siguiente su sonrisa traviesa volvió.
—Antes lo fui. Y no, Meliodas, no soy un vampiro. Aunque tal vez algún día, si el mediador así lo desea.
—¿No la oíste? ¿Qué haces aquí? —lo cortó secamente.
—Vine a traerles su veredicto, aprobado por el consejo de ancianos y propuesto por el mediador. —La sangre de ambos se les heló en las venas, y él también tuvo que sentarse mientras tomaba las manos de Elizabeth. Casi habían olvidado que nunca se leyó la sentencia.
—¿Qué dice?
—Palabras más, palabras menos... —comenzó Gowther con cara seria. Luego sonrió aún más, y extendió el sobre a la albina con expresión de ternura—. El mediador opina que tú y solo tú mereces ser quien determine tu destino. Nadie más puede ordenarte, ni tratar de llevarte a la fuerza. La decisión de a qué clan ir dependerá de tí, y el resto de los grupos de la comunidad deberán acatar tu voluntad. —El rubio casi le arrebata el sobre a la albina, y leyó a toda velocidad para terminar con algo parecido a una sonrisa y un asentimiento de cabeza.
—Gracias.
—Bien. Si esto es todo, aún debo llevar esta notificación a más personas. Nos vemos luego, tal vez.
—¡Espera! —gritó Elizabeth cuando él ya tenía la mano en la perilla de la puerta. La albina tragó una, dos veces, y luego colocó la mano en su hombro en un gesto de afecto—. ¿Qué pasó realmente? ¿Éramos amigos, o...? —El pelimagenta se giró y envolvió su mano en las suyas.
—No éramos, somos. Pese a todo.
—¿Qué ocurrió?
—Después de que la manada me sonsacara lo que sabía de ti —dijo con un nudo en la garganta—, ya no supieron cómo lidiar conmigo. Creo que tuve suerte en que decidieron no matarme, pero como tampoco podían dejar las cosas así, me llevaron con el mediador. Él me dio su protección y me regresó a mi vida normal a cambio de que te vigilara. Cuando me pidió los testimonios para hablar a tu favor en el juicio, no dije más que la verdad. Elizabeth Liones es una buena persona, no importa que la comunidad quiera ver en ella otra cosa. Yo jamás dejé de arrepentirme de traicionarte aquella vez, aunque hubiera sido para salvarme.
—Gowther...
—Tal vez algún día puedas perdonarme... y perdonar a todos los que nos equivocamos, o equivocaremos, al intentar cuidar de ti. —Lo último parecía de alguna forma dirigido a Meliodas, pero no pudo saberlo a ciencia cierta, pues en ese momento la chica abrazó al joven de lentes, y le sonrió como solía hacerlo cuando era su único amigo en el pueblo.
—Creo que ya lo he hecho. Hablaré con tía Merlín.
—¿De verdad? —Gowther parecía realmente complacido—. Eso me da gusto. Bye, Ellie.
—Adiós —Entonces el protegido del mediador salió hacia el bosque, y ella solo se movió cuando escuchó el ruido de su auto alejándose—. Entonces, ¿haremos esto del modo difícil?
—¿De qué hablas?
—Aún no quieres hablar conmigo.
—Pero, ¿qué dices? Si llevamos hablando todo el rato.
—No Meliodas, no es así —dijo volteándose finalmente—. Algo pasa contigo. Y no necesito del lazo del mate para saber que has alzado una muralla a tu alrededor. Por última vez, ¿qué te pasa?
—Elizabeth, yo... —Entonces se interrumpió abruptamente, y fue claro para ella que estaba concentrando todos sus sentidos en lo que pasaba afuera—. Será luego. Tenemos visitas. —El sonido de unos autos atravesando el camino de tierra del bosque fue claro al cabo de unos segundos, y ambos salieron al porche para recibir a quien sea que hubiera llegado. Los dos jeep se estacionaron pasando la cerca de la propiedad, justo antes del campo de flores. En cuanto ella reconoció a las personas que descendieron, fue como ver aparecer el sol tras días de noche continua.
—¿Papá?
—¡Elizabeth! —No lo pensó dos veces. Tan rápido como pudo y sin mirar atrás, la chica echó a correr directo a los brazos de su padre, quien la recibió acunándola contra su pecho con lágrimas en los ojos y una expresión de alivio. Los dos, a su vez, fueron envueltos en los brazos de sus hermanas, y Meliodas se quedó contemplando a la familia con media sonrisa y la seguridad de que la decisión que iba a tomar era la correcta.
*
—Hija, tenemos que irnos.
—No papá. No podemos dejar las cosas así, no puedo volver fingiendo que nada de lo ocurrido aquí pasó.
—Escucha a papá, Tonteli —dijo su hermana Verónica zarandeándola—. Esto es muy peligroso. El monstruo del pueblo te acecha, y nadie aquí está de tu parte.
—Eso no es cierto. Tengo amigos que...
—Si en verdad son tus amigos, no deberías ponerlos en peligro —acotó su hermana Margaret—. Piensa en sus familias. Piensa en los conflictos que crea que tomen partido.
—Huir no solucionará nada. Además, ¿quién nos asegura que la Bestia no me seguirá a dónde vaya?
—Nunca ha salido del pueblo —siguió el cansado señor Liones—. Todo se solucionará si nos vamos. Por favor Elizabeth, sé razonable.
—¡No quiero! —gritó por fin, desesperada al sentirse acorralada—. ¡¿No entienden lo que este lugar significa para mí?! Mi vieja familia, mis amigos... el hombre que amo, todo está aquí. No puedo marcharme dejando a todas las personas que me importan. —Silencio, el sonido del viento, y la hermana de en medio suspiró dramáticamente.
—Elegiste un pésimo momento para tener tu primer ataque de rebeldía adolescente. Siempre habías sido una niña buena y obediente, ¿qué te ocurrió?
—No es simple rebeldía —dijo Margaret, súbitamente conmovida—. Está enamorada. A todas nos pone un poco lunáticas eso. Escucha, cariño —La expresión de la pelimorada era de gran ternura y paciencia—. Estoy segura de que ahora no creerás lo que te digo, pero es toda la verdad: es posible enamorarse más de una vez. Si te quiere tanto como tú a él, estoy segura que entenderá.
Ellos eran los que no entendían. ¿Cómo podrían? Era imposible que comprendieran lo que implicaba el lazo del mate, lo fuerte que era esa conexión. Nunca podrían saber de verdad cuánto amaba a Meliodas. Si a eso le sumaba el hecho de que ya no podía escapar de la magia que brotaba de sí misma, ya podían irse olvidando de que abandonara Black Valley.
—Necesito aire. Iré a dar un paseo. —Antes de permitirles refutar, ya estaba afuera, y las lágrimas contenidas ardían en sus ojos de tal forma que no podía dejar de parpadear. Tal vez fue por eso que tardó un poco más en darse cuenta de que Escanor seguía ahí—. ¿Por qué, señor? —le preguntó calmadamente, tratando de poner la última de las piezas del rompecabezas en su lugar—. ¿Podría decirme por qué usted también votó a favor de que me fuera? —El hombretón dio un sorbo a su café, miró hacia el hermoso paisaje nocturno del bosque, y suspiró antes de dar a su pequeña amiga la respuesta.
—Porque yo mismo no pude idear una forma más segura para mantenerte con vida —Los pinos parecían casi de color negro desde esa distancia, y el aullido de un lobo solitario se escuchó a lo lejos antes de que volviera a hablar—. Sin embargo, te diré algo Elizabeth —Era la primera vez que hablaba usando su nombre—. La única forma en que acepte eso es si lo dicho por los cazadores se cumple al pie de la letra. No aceptaré nada a medias. —No supo qué quería decir con eso. Lo miró, azul contra azul mientras entendía sus palabras, y al hacerlo, un poco de esperanza renació en ella.
—Iré a hablar con Meliodas. —El cazador asintió secamente, y la vio correr a los árboles que antes habían parecido amenazantes, y que ahora eran el refugio de un lobo que tenía roto el corazón.
*
Lo alcanzó más rápido de lo que creía. Su corazón le marcaba el camino, sus instintos se lo decían. Ella no era un lobo, pero era la compañera de Meliodas, y eso era más que suficiente para poder encontrar a su alma gemela donde fuera. Lo halló en un lugar extraño, una especie de claro de difícil acceso por lo tupido de la arboleda. Miraba a la luna, casi llena, y contemplaba las estrellas con tanta concentración que era como si estuviera conversando con ellas.
—¿Meliodas? —comenzó la albina acercándose despacio—. ¿Podemos hablar ahora?
—No hay nada de qué hablar.
—¿Eh? —Elizabeth no creía haber escuchado bien—. ¿A qué te refieres con eso?
—Creo que la solución a nuestros problemas es muy clara —dijo con una voz monocorde y formal—. Tienes que irte. Y cuanto antes, mejor.
—No, espera, ¿qué estás diciendo? —preguntó aterrada, y al tomarlo del hombro para que girara a verla, se encontró con el rostro duro como piedra de un hombre que había tomado una decisión.
—No sé por qué nos tardamos tanto en aceptarlo. Debes irte de Black Valley, desde un principio, tú nunca perteneciste aquí. —Esas palabras fueron un puñetazo en el estómago, y la albina percibió claramente como la sangre se le congelaba en las venas al entender lo que implicaba.
—¿Estás dejándome? —Silencio, el viento sobre los árboles, y una sonrisa cruel se imprimió en su rostro haciéndolo irreconocible.
—Sí. Desde un principio lo nuestro estaba condenado al fracaso. No eres una loba, no eres humana. Ni siquiera eres una bruja así que, ¿por qué no te vas lejos a un lugar seguro donde puedas averiguar qué sí eres?
—Estás bromeando —respondió, pero las lágrimas ya corrían por sus mejillas—. Meliodas, ¿sí entiendes que de irme no volvería? ¿Comprendes que todo lo que hemos hecho hasta ahora habría sido en vano?
—Bueno, no es que hayamos logrado mucho, en realidad. Sólo más muertes y sufrimiento. Tienes que irte. Ve a casa con tu familia, y jamás regreses.
Triste no se acercaba a lo que sentía. Muriendo, se parecía más. Por poco la mezcla de pánico y dolor le paraliza el cerebro, pero no. En el último instante recordó la conversación que acababa de tener con Escanor, y no solo se controló sino que, además, permitió que un sentimiento muy diferente a la tristeza sustituyera su pena. Ira. Elizabeth estaba furiosa, y estaba lista para desatarla contra la persona que fingía traicionarla.
—Ah —dijo limpiando sus lágrimas y dedicándole una sonrisa gélida—. Ya veo. Estás terminando conmigo.
—Sí —respondió él, firme y llanamente—. Vete ya.
—Ya veo —repitió la albina con calma, y acto seguido comenzó a caminar alrededor de él, en círculos, de la misma forma en que una loba acecha a su presa—. Entonces, no te importa no volverme a ver.
—No. —afirmó, y no había ni una duda en su mirada.
—No te importa que me enamore de otro, que bese a otro. —Tardó más en responder, pero su firmeza fue la misma que antes—. No te importa que me entregue a otro, que empiece una familia con alguien que no seas tú. —Había ido demasiado lejos. Tan furioso como ella, Meliodas se acercó de golpe hasta tener su nariz a solo unos centímetros de la suya y escupirle su respuesta con la respiración agitada y los ojos desorbitados.
—No, no me importa. Ahora vete de aquí, bruja, y no vuelvas nunca.
—Perfecto —respondió ella sonriendo aún más y levantando una ceja en expresión triunfal—. Así será, Alfa. Sin embargo, me temo que aún no se cumplen todas las condiciones para que pueda acatar esa orden.
—¿Qué dices? —Apartándose tan súbitamente como se había acercado él, le dio la espalda mirando a la luna, volvió a encararlo, y tiró delicadamente con un dedo el lazo de oro que aún pendía de su cuello.
—Sí este es el adiós definitivo, más vale hacerlo correctamente.
—Espera, ¿qué haces? ¡Alto! —No hubo forma de detenerla. Dando un sólo y potente tirón, la peliplateada se arrancó el collar que la mantenía oculta y lo arrojó con un grito lo más lejos que pudo—. ¿Pero qué has hecho? ¡Estúpida! —El lazo del mate volvió a formarse con tal intensidad que lo dejó mudo, pero cuando ambos recobraron el control, su determinación seguía siendo la misma—. Largo... ¡Largo!
—Aún no —contestó mostrándole el dije de luna que le había regalado por su cumpleaños entre sus dedos. El cristal destelló con infinitos colores mientras caía al piso, y el último paso de su preparación se concluyó cuando tiró de las vendas de su cuello revelando las marcas ennegrecidas de su estrangulamiento. Sintió un perverso placer al ver que Meliodas apartaba la vista de ellas.
—Basta, ¿qué es lo que pretendes?
—Como dije, hacer esto cómo se debe —Abrir el primer botón de su blusa, pestañear coquetamente. Y luego, tomar al rubio por las solapas de su abrigo—. ¡No permitiré que me hagas lo mismo que Regulus le hizo a Rhiannon! —gritó ya fuera de sí—. Si en verdad quieres que lo nuestro termine, hazlo: recházame. Si en verdad es lo que deseas, rompe este vínculo para siempre. —Fue el turno de Meliodas para sentir miedo.
—¿Qué?
—Nada a medias —repitió la ojiazul entre el fuego y el hielo—. No permitiré que me conviertas en lo mismo que ella. Un ser que solo es la mitad de sí mismo, pensándote siempre, buscándote en la oscuridad de un lazo del mate que no logra alcanzarte. Si en verdad quieres librarte de mí, libérame antes. Haz el ritual de rechazo, vamos, ¡adelante! —No se movió. Toda su determinación se la había llevado el viento, y la miraba con un terror aún más grande que cuando contempló a la Bestia—. Comprendo, ¿tal vez necesitas un incentivo?
No sabía cómo, solo que podía hacerlo. Soltándolo y dando un paso atrás, Elizabeth comenzó a transformarse. Ojos de luna llena, cabello que irradiaba luz, piel cubierta de estrellas, su forma sobrenatural estaba más hermosa y más terrible que nunca. Soltó un largo y poderoso grito lleno de su fuerza, y Meliodas cayó de rodillas mientras ella lo obligaba a transformarse. Sus garras y colmillos se desplegaron, sus orejas y cola se manifestaron. Quedó en algo a medio camino entre lobo y hombre, justo la forma necesaria para el ritual.
—Quieres exiliarme, desterrarme, convertirme en una... ¡en una omega! —continuó ella dejando que la ira y la tristeza se mezclara a partes iguales en su interior—. Si es así, prefiero no ser de la manada. ¡Prefiero no ser tuya! Hazlo —continuó, recobrando el tono lleno de amor que solía usar cuando se dirigía a él—. Hazlo, mi Alfa. Di las palabras. Recházame.
—¡Noooooooooo! —gritó él aún más fuerte que ella, y su grito se mezcló con un aullido que resonó por el bosque—. ¡Maldición! ¡¿Por qué?!
—¡Aaaaaah! —exclamó la joven mientras Meliodas la tomaba por la garganta y la azotaba contra un árbol.
—¿Por qué me haces esto? —preguntó con los ojos cristalizados y antes de poder contenerse, la besó de forma voraz. Sus labios sabían tan dulces, su gusto era adictivo. Fue su turno para retroceder al sentir como ella lo mordía con fuerza.
—¿Se suponía que me fuera en silencio y sufriera callada? —Acto seguido le dio un puñetazo, con el cuál él volvió a caer al piso—. ¿Esperabas que creyera que podría olvidarte cuando te amo tanto?
—¡Maldición! —Tacléandola y cayendo junto a ella en un lecho de hojas, la bruja y el lobo comenzaron a pelear como si en verdad estuvieran tratando matarse. Sin embargo, ahí estaba pasando algo más. Desgarraban las ropas del otro como si estuvieran tratando de llegar a los huesos, pero luego se detenían y acariciaban la piel. Mordían donde podían, pero luego lamían la herida y besaban la zona. Rugían y gritaban, pero luego gemían cuando sus cuerpos se amoldaban en la postura correcta—. Te odio. ¡Te odio!
—Me amas —exclamó Elizabeth triunfante—. Más que a la vida misma, ¡igual que yo te amo a ti!
—¡Raaaaaagh! —Por fin la había sometido. La bruja blanca estaba completamente desnuda debajo de él, sus pechos contra la tierra, la tenía sujeta agarrando un gran mechón de su cabello en una mano, y con la otra, sujetaba sus caderas con tal fuerza que le estaba marcando sus dedos. Ella parecía inexplicablemente feliz.
—Te amo —repitió la albina—. Te amo, Meliodas.
—Fue mi culpa —por fin respondió, y cuando lo miró por el rabillo del ojo, vio que había vuelto a ser él hombre que era suyo—. Fue mi maldita culpa. Por esto... —continuó, e impulsó las caderas hacia el frente haciéndole sentir a su hembra su dura erección—. Por amarte de este modo, por desearte tanto, ¡todo fue mi culpa! Si no te hubiera iniciado, tu vida jamás habría estado en peligro. No habrías sufrido así, ni sido humillada y perseguida. ¿No lo entiendes? Te hice daño. ¡Te estoy matando al retenerte a mi lado!
—Estúpido —gruño, y acto seguido se hizo para atrás con todas sus fuerzas, logrando introducir su ardiente virilidad en ella de un solo golpe—. No me retienes, yo elijo quedarme por mi propia voluntad. Nadie me va a decir cómo vivir mi vida, idiota, ¡ni siquiera tú!
—¡Elizabeth!
—¡Ahhhh! —Se dejaron ir con desenfreno, y las embestidas del lobo fueron tan brutales que estaban rayando el punto del dolor. Sin embargo, a ella ya no le importaba. Lo había recuperado, y tenerlo en su interior era lo que su alma necesitaba para confirmarlo. Sus garras se aferraron a sus pechos, sus colmillos a su cuello, y su mente a la suya mientras el lazo del mate los convertía en un único ser por unos instantes. Cuando ambos alcanzaron el clímax y sus almas bajaron de las estrellas, se separaron con suavidad y se abrazaron como los auténticos esposos deben hacer.
—¿Cómo se supone que me disculpe por todas las estupideces que te dije e hice? ¿Cómo podré vivir sabiendo que hoy pude salvarte, pero que fui muy cobarde para dejarte ir?
—Muy fácil: vive por mí. No es cobarde elegir enfrentar los problemas a mi lado en vez de huir, así que no te atrevas a decir eso de ti mismo. Seré la próxima luna, y no permitiré que nadie, ni siquiera tú, insulte a mi alfa —Su respuesta a esto fue besarla de nuevo, y ese solo contacto fue tan íntimo que sintieron sus almas y cuerpos fusionarse otra vez. Cuando volvieron a la cabaña, lo hicieron tomados de la mano, en harapos y cubiertos de manchas de tierra y sangre. Escanor se veía radiante de lo orgulloso que estaba.
—Nada a medias —afirmó mientras el padre y hermanas de la chica quedaban mudos de asombro—. ¿Cuál es su respuesta, señora?
—Me quedaré en Black Valley —proclamó Elizabeth dirigiéndose a todos los presentes—. Permaneceré bajo la protección de mi suegro, en la manada. Sin embargo, pienso seguir investigando la maldición por cualquier medio, incluida la magia. Le pediré ayuda a mi tía Merlín con eso. En cuanto a los cazadores, no tendrán necesidad de usar tretas. Yo misma los ayudaré a dar caza a la Bestia. Sólo existen dos destinos posibles para mi: o rompo la maldición y libero al pueblo, o muero en el intento y me entierran aquí.
—Y yo compartiré ese destino contigo. —dijo Meliodas, y la forma en que se miraron uno al otro bastó para convencer a Baltra de que no había forma de detenerlos.
***
[Coco se queda callada toda impresionada por lo que ella misma escribió] Cielos 0_0 Les juro que a veces es como si solo escribiera lo que veo con mis propios ojos, como testigo de otra dimensión. La dulce Ellie que había estado escribiendo dio el salto a una loba alfa, y la verdad, hasta a mi me sorprende la forma en que ha estado desarrollándose su personaje. Meliodas también, al parecer este es más oscuro y menos valiente que otros que he escrito, pero creo que es precisamente su vulnerabilidad lo que me gusta. No es invencible, tiene miedo, y lo único seguro en su caos interno es que ama a Elizabeth más que a nada en el mundo. Como debe ser ^u^
Bien, eso sería todo por ahora cocoamigos. Aún nos esperan muchos momentos interesantes de esta historia, y como secreto del cap antes de despedirnos, creo que finalmente puedo revelarselos: a partir de aquí, solo quedan diez capítulos más de OMEGA. Muchas gracias por toda su lealtad y apoyo a esta historia ^u^ Les mando un beso, un abrazo y, si las diosas lo quieren, nos vemos el próximo domingo para más <3
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